martes, 27 de agosto de 2013

GERVASIO MONCHIETTI [10.384]



Gervasio Monchietti

Nació en Rosario, ARGENTINA   en noviembre 1979. 
Poeta, editor, encuadernador, gestor cultural nacido en Rosario y residente en esta ciudad. Fue encuadernador y editor de la editorial Tropofonia; actualmente dirige junto a Lucas Collosa el sello Erizo Editora. Es colaborador del Festival Internacional de Poesía de Rosario. Organiza, con Daiana Henderson, el ciclo de lecturas Virósico.

Obra Poética

Trincheta, Tropofonia, Rosario, 2010
3 cilindros, Diatriba, Santo Tomé, Santa Fe, 2011
Mecánica del escorpión, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2015.

En antologías

Código urbano. Una muestra de la nueva poesía rosarina. Ebook. comp.: Osvaldo Aguirre, poesiaargentina.com, Buenos Aires, 2013.





(Santa Fe). "Trincheta".

Somos
algo que pasa
entre el agua y la llovizna
el grano de las voces
las veredas  los cuerpos
quedan
pequeños lugares
       de certeza
ladrillos
        de una casa
inacabada.







Río
canal de olvido
donde me sumerjo
licuo
universo
de cáscara de nuez
donde uno más uno
desaprendo.
Terco tronco
que a fuerza de nombrarse
desconoce
la corteza y la raíz
las hojas en que destilo
el intento de tomar
la dirección del viento.







Escribo en las rendijas de la ventana
con cuidado de no abrir de par en par
las cortinas
una sombra se detiene
veo el filo de la navaja.


     de "Trincheta"




I

Padre
         he empezado a cultivar un pequeño jardín.
         El cuidado diario hace que crezca.
         Sorprende ver el efecto de un poco de agua
         cambian, de inmediato –si vieras–,
         la consistencia de las ramas, 
         el vigor de las hojas.
        
         ¿Hace calor allí?
         Aquí, el sol calcina las plantas.
         También he visto cómo derrite el nylon.
         Antes no percibía eso.
         Parece que el año próximo
         se acaba el mundo. 




IX


Señor paciente
colóquese la bata
puede haber un cuerpo extraño
en su ropa

La frase apareció en una sala de rayos
y atravesó los borradores.

Costó ubicar, hallar un lugar donde dejarla. 
Pero es una advertencia que hecha luz
cada vez que se lee, sobre los huesos.

De 3 cilindros, Ediciones Diatriba.





Hay que saber pasar las noches
Gabriela Massud


I

de las pocas experiencias como vendedora 
—han sido demasiadas—
lo que más me ha sorprendido es la idea
de que siempre es posible cambiar 
la opinión del que dice que no

—deberían haberme pegado varias veces—

como aquella vez que vendí un libro
a novecientos pesos
en una casa de ladrillos sin revoque
con split 
en cómodas cuotas de 90

pesos —eran doce—

la obstinación en cambiar la opinión
tiene una filosofía aplicada

no hay inocencia
entonces no sé cómo funciona 
el cliente siempre tiene la razón



II

Él 
siempre tiene la razón

dicta duro
lo que debes hacer

pone el ojo
en la contradicción.

Una vez le arruinamos el cumpleaños a un cliente
por no mandarle la vela con la torta.

Fue terrible, las tías mirándose espantadas
por la falta.


III

en el 2001 las tortas no tenían salida
y conseguí laburo vendiendo cursos
de computación

no podías usar la palabra venta
ni tampoco podías decir vendedor

la gente de la ciudad ya no abre 
la puerta a extraños conocidos

:sos lo que decís que sos:
durante un mes, llegué a ser 
asesora educativa en informática

en el instituto no usaban 
folletería y no por ecología

vos sos el folleto —te decía
el morocho que capacitaba

le faltaba un diente
y el traje le quedaba re grande
—para mí se lo habían bajado de una piña—

Aquí ofrecemos cursos de Word Excel 
Windows Explorador de internet
y auxiliar de Maestra Jardinera.



IV

Donde más me bardearon fue en la empresa de grúas.
Trabajaba de 22 a 6 y la gente llamaba desesperada.

Perdían rápidamente las fórmulas de cortesía. 
Las barbaridades eran mutuas.


V

Lo mejor de la empresa de grúas 
era mi alto consumo de pornografía. 
Michel de Certeau estaría orgulloso.
El placer que me quitan lo cobro a la noche.
Luego debía recordar: ir a herramientas y
borrar el historial.

Muchas veces me fui con dudas.
Imaginaba a mi supervisora viendo
las fotos de una orgía. Pero 
la rutina se cumple involuntaria 
se olvida. En todo caso,
me hubiese quedado la negación.

Conservo una foto del último día de trabajo:
en blanco y negro,  recostada sobre dos sillas,
con una mano sujetando mi cabeza.
La luz tenue de un velador. La luz del monitor.
La luz de la calle que asoma entre las cortinas. 
En otra, miro de frente a la cámara
las ojeras marcan una sombra fina.  
Feliz.  Sentada en el 107. No sé si se nota. 
Ese día una piedra rompió una ventana. 
Me asusté.  Por muy poco no fue la mía.





Mecánica del escorpión, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2015.


Admisión

Estoy escribiendo el manual que me pediste.
Estoy haciendo ajustes en mi sistema de transmisión.
Puede que corcovee
tienda a detenerme
acelere de golpe
yerre un cambio

tomalo así
es una manía
trabajar como si todo el tiempo

estuviese haciendo otra cosa.


Nafta

Hoy madre trajo unas flores
rojo y amarillo que puse
en el borde de las plantas
pequeñas junto a la cocina.
Madre trajo también
un vino Don Gervasio.
Sabe bien
y sabe bien mi madre, qué tomo,
qué dejo y cada una de las cosas
que me faltan.


Termostato

Hoy debí emborracharme pero es un poco tarde.
Hoy empecé a entender a todos los borrachos del mundo.
Mi amiga volvió a decir “estamos para aprender”.
Obstinada siempre en dar con el lado positivo de las cosas.

Escribir es un ejercicio simple  
en un teclado frases como compoteras
quedan bien
abren, repelen el agua y conservan por un tiempo los alimentos.
Lo difícil viene con el cuerpo.
No hay compotera que contenga un cuerpo entero.




Escape

Prefiere siempre algo de luz para ver el contorno de las cosas.
Los días no son ciclos de 24 horas
sino la secuencia sucesiva y arbitraria
de un hombre que prende la luz
y espera se cumpla la promonición
que ese insecto baje
haciendo piruetas.


Filtro

Hay que soltar el miedo.
Que no me identifique con él.
Así lo dice y no logro explicarle que hoy no.

Debería encontrar una técnica:
terminar de embalar  
acomodar la ropa
coordinar horario con el flete.

Preguntarle si acepta llevarme el cerebro bien lejos.

Si tiene canastos suficientes
y si puede hacerlo por partes.

El pedido no es descabellado es
probable que el palier
de la Ford trescincuenta
se parta
si insiste en llevar todo junto.


El distribuidor

Hoy vino mi amigo
y preparé una cena digna
con un vino.
Si no hubiese venido
no habría cenado
ni comprado vino
ni escuchado música

pero vino mi amigo
no invitado por mí sino
con otras excusas,
si no hubiese venido
habría caído –es seguro-
en la madrugada a comprar algo
con harina y quien sabe

no pensé en que viniera
mi amigo, pero vino y hablamos
entre otras cosas
de mujeres.
La heladera está vacía, advertí
Pero eso no importaba.
Lo que siguió a su llegada.
Lo que no se esperaba.

Los pequeños movimientos desde
los tajos al pan para que rinda
o el hielo que compramos, el vino
con el que brindamos y la música
de CocoRosie que escuchamos
no hubieran estado aquí.

Como consecuencia de la llegada
de mi amigo
lavo los platos
las bandejas
los cubiertos.

Si no hubiese venido
ni los platos
ni las bandejas
ni la vergüenza
hubiesen salido de esa bacha.

Y el agua dejaría de correr
se estancaría – lo veo venir-
entre restos de comida. Pero
la llegada de mi amigo
genera una serie de reacciones que
-es cierto-
deberían hacerse porque sí.
Pero hay veces que eso es imposible.

Noto
que veo con los ojos de mi amigo
los descuidos
las precipitaciones.

Ahora ya se ha ido. Pero queda
en el brillo de la bacha
en la pila de platos relucientes
en el espacio ganado a la cocina
para cuando vuelva, que
será mañana
cuando prepare un mate sobre la mesada
que ahora reluce con una luz naranja.

Tiene un cerebro particular
sabe con precisión quien cantó
con Jonny Greenwood, o donde grabó
por última vez Tom Yorke.

Y si bien a veces pienso que podría
aflojar con esos datos
me dejo llevar
y tomo nota de las recomendaciones.

Tiene una lista acerca del buen humor
que producen las canciones
en la cima está Arcade Fire,
y pisando los talones Talking Heads.

Tiene una teoría acerca de la corrosión:
supone que si varios se ponen a raspar
las superficies de los sillones de espera
disminuirían los tiempos de espera.

O –con el tiempo- los lugares y la espera
serían destruidos. Los escucho y le creo.
Supongo, le gusta que lo tome en serio y crea
en la posibilidad de llevarla a la práctica.

No le digo a mi amigo que ponga
los pies en el suelo.  Ni que piense
en sentar cabeza. Le estaría pidiendo
una contorsión que no es posible

Agradezco
las contribuciones  mi amigo
las reacciones en cadena
las informaciones que no importan a nadie.

Es, supongo, un modo particular
de mantener cierta extrañeza
mientras se  habla de las noticias, eso
de lo que no hablamos con mi amigo.



Árbol de trasmisión

Se extraña a veces la cobertura de la voz.
El modo de articular las palabras
el modo de abrazar. Alguien que diga
te puedo leer un texto?
y te comparta algo muy especial
y el silencio
ese silencio particular.

A veces se extraña la cobertura de una voz. 




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