jueves, 8 de noviembre de 2012

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ BÚRDALO [8319]





Juan Carlos Rodríguez Búrdalo (Cáceres, 1946)

Libros de poemas publicados:

El arpa cercenada (1985). Finalista premio Gemma.Editorial Catoblepas. Madrid.
De un oficio infinito (1986). Premio Adalid. Ediciones del EME. Madrid
Nocturno y luna del planeta Muerte (1988). XI Premio Internacional Jaén. Ediciones del Club-63. Jaén
Al sur de las estrellas (1991). Editorial Beturia. Madrid
Del perfil opaco de los pasos (1991) Premio Claudio Rodríguez. Edición del Ayuntamiento de Salamanca
Ciudad sin labios (1993) Premio Ateneo de Onda. Edición del Ateneo de Onda (Castellón).
Territorio corporal y otros poemas (1993). Editorial Kylix. Badajoz
Equipaje de otoño. (1993). Premio Orippo. Edición del Ayuntamiento de Dos Hermanas (Sevilla)
En el dócil fulgor de las palabras (Antología) (1999).Editorial Calambur. Madrid. Ayuda a la Edición de la Junta de Extremadura.
De piel y humo (2000).Finalista Premio Ciudad de Torrevieja. Editorial Aguaclara. Alicante.
Cartografías (2002).Premio Ciudad de Alcalá 2001 de poesía. Edición de la Fundación Colegio del Rey. Ayuntamiento de Alcalá de Henares (Madrid)
Los himnos devastados (2002).Editora Regional de Extremadura.
Cuando llegue el olvido (Antología) (2004). Institución Cultural El Brocense .Diputación de Cáceres.
Las oscuras brasas (Antología poemas de amor). (2005). Colección Desde el Empotro. Valdepeñas.
Notas a pie de vida (Opúsculo-Antología). (2005). Colección Manantial. Priego de Córdoba
La luz ardida (Poesía Reunida 1986 / 2006). Edición Caja Castilla La Mancha. Ciudad Real 2006
Quando giungerá l’oblio (Edición bilingüe, español-italiano).(diciembre de 2006). Traducción de Emilio Coco para la colección “I cuaderni di abanico” nº 45 / 46. Levante Editori-Bari
Poemas (Opúsculo-Antología). (2007) Edición de Antonio Gago y Teresa Coves para la Casa de las Asociaciones de Alcobendas (Madrid).





La voz ardida

El día fue feliz, mas ya se acaba.  
Al recoger la dicha de estas horas 
un hondo sentimiento me conmueve: 
saber que de los dones de la vida 
otro gasté. Su luz, ardida queda.

Guardo ahora su vino irrepetible 
y quiere visitarme la tristeza, 
que bien sé yo no vuelve lo que arde, 
que del tiempo tributo sólo somos, 
materia y sueño para hendir lo breve.

El tiempo nunca premia ni castiga: 
impasible mira y las cosas pasan. 
Como pasa este día que gasté 
y se apaga otra luz en mi frontera.





CIUDAD MONUMENTAL

OTRO TIEMPO que hubo reside en la piedra,
estoico en la muralla, volcado al Adarve
otea rapiña de Castilla,
algarada codiciosa del Moro,
inquieta mirada del Señor de Braganza.

A ti, indiferente extranjero que buscas
el perfil insólito,
la voz original,
algún vestigio;
a ti, fugaz galeote de templos y palacios
ofrezco la llave del silencio,
palabras resbaladas de los libros
que duermen su misterio sobre el mármol.
Mira esta plaza adoquinada, oye
latir de callejas que le brotan, prepara
aposentos del corazón para la Historia.
Como viniste, vuelve luego tan silenciosamente
sobre tus pasos;
dejas atrás
bóvedas que guardan la fuente que buscas,
rejas que agudizan la pupila hacia el oro,
yeso muerto bajo pliegue solemne en hornacinas
y, seguramente, el esplendor azul
que no has podido encerrar, pese al esfuerzo,
en el ojo rapaz de tus fotografías.






CALLE JUAN BLANCO

Pronuncio palabras de un tiempo
embalsamado, palabras con ceniza
del cofre de la lluvia.

Una por una
las revivo donde quiso acento
la ternura; 
en aquella levedad del junco, tanta dicha
cuando no eran los otoños.

Con palabras del color de una tarde
vulnero los vitrales del iris,
las edades del silencio; 
dibujo
la pequeña ciudad de provincia, 
sus plazas calcinadas por la luz,
la dócil estatura del tiempo 
haciéndose bóveda en la torre blanca.

Yo he nacido aquí, junto al musgo
de una calle estrecha, repechada y breve
como un suspiro, tributaria en la cal,
descalza siempre.

Yo he nacido aquí, junto al pan oscuro
y los olvidos de una guerra,
arropado en el amor de la pobreza,
cerca del hambre.
Luego han sido la vida y sus fronteras,
el estruendo de sueños por el suelo,
lo azul decapitado,
los días ardidos para siempre,
el puñal de la tristeza. 

Ahora, vieja calle,
breve y descalza, 
ahora que traigo la mirada desteñida, 
que vuelvo a buscarme en la interperie
de los pasos,
en el puro milagro de los ecos,
se me tiende alguna noche el corazón
en la parva dulce de los ojos
y contempla tus estrellas: 
eres como ese almanaque
que ha ganado los silencios todos,
la espuma turbia de las horas,
el perdón del tiempo.
Ahora, vieja calle,
breve y descalza,
recobro tus espejos de musgo,
la entera proporción de aquellos rostros,
las voces que no están y suenan,
certidumbre en los ojos de un niño
que te mira, y es testigo.

(Del libro "Al sur de las estrellas" - Ediciones "Beturia")




Si esta tarde de otoño agoniza
entre mis ojos,
si me prende,
si me alcanza
y desde ti se tiende en la memoria;
si busca luego el pecho,
si lo ocupa,
si lo ciñe de cárdenos cristales,
lo hiere de este llanto
y ya no lo sostiene;
si envuelta su música en latido
se quiebra como lluvia
obediente al temblor de la distancia;
si otoño se pronuncia fronterizo
entre las parras, si así la tarde
profana el cálido solar del tiempo
oculto en silencios del poema,
la luz de tu recuerdo cumplirá su oficio





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