martes, 24 de junio de 2014

IGNACIO VERDUGO CAVADA [12.017]


Ignacio Verdugo Cavada 

(Concepción, CHILE 1887 – Santiago, 1970). Abogado y poeta. Realizó sus estudios de Derecho en la Universidad de Chile de donde se graduó en 1910. Después de ejercer su profesión y desempeñar un cargo público hasta 1917, decidió, por razones de salud, residir en Mulchén y dedicarse a la agricultura hasta los años 1940. Su obra poética fue difundida en diversas revistas y periódicos. Aunque de una considerable producción literaria, donde destaca el poema "El copihue rojo", un único libro que fue publicado en 1961 con el título "Alma de Chile".

Fuente: "Verdugo Cavada: poeta de los copihues". Por René Louvel Bert. (Quinchamalí, Chillán, Marzo 2010).



EL COPIHUE ROJO 

Soy una chispa de fuego
que del bosque en los abrojos
abro mis pétalos rojos
en el nocturno sosiego.
Soy la flor que me despliego
junto a las rucas indianas;
la que, al surgir las mañanas,
en mis noches soñolientas
guardo en mis hojas sangrientas
las lágrimas araucanas.

Nací una tarde serena
de un rayo de sol ardiente
que amó la sombra doliente
de la montaña chilena.
Yo ensangrenté la cadena
que el indio despedazó,
la que de llanto cubrió
la nieve cordillerana;
yo soy la sangre araucana
que de dolor floreció.

Hoy el fuego y la ambición
arrasan rucas y ranchos;
cuelga la flor de sus ganchos
como flor de maldición.
Y voy con honda aflicción
a sepultar mi pesar
en la selva secular,
donde mis pumas rugieran,
donde mis indios me esperan
para ayudarme a llorar.






[para la muy ilustre municipalidad de mulchem]


como un collar en torno de tu cuello
se abrazan tus dos ríos cristalinos.
la cruz del sur es el divino sello
con que dios ha firmado tus destinos.
yo te quiero, mulchén, porque eres bello,
porque llevo en mis ojos tus c aminos
y porque tu recuerdo es un destello
que me embriaga de aromas y de trinos.
yo amo tu lluvia y amo tu rocío,
yo amo tu cielo azul en primavera
y tus atardeceres en estío.

yo te amo por el noble señorío
con que supiste honrar mi vida entera…
¡te amo porque soy tuyo y eres mío!









los copihues alguna vez fueron blancos
alguna vez en paz nacieron
crecieron hermosos bosques nativos
fueron su cuna como nieve sus tépalos mecieron
al viento su danza dieron
alguna vez se dieron en derroche esos blancos copihues chilenos
en tierras araucanas brotaron
y rayen es como se llamaban
rayen la flor floreciente y pura
fue el copihue blanco de mi mapú
ella bordo todo el verde bosque
y dio a todos esperanzas
ella fueron el adorno de cada doncella
niñas que fueron escuchadas,
su dialogo con gnewechwen santificado era.
subían al gran rewe, allí su voz escuchaban
solo debían ser puras, su blanca alma tenían
eran las doncellas como princesas mapuches
así eran queridas.

el tiempo de paz se termino un día
y a las dulces doncellas agredieron
a los guerreros desaparecieron
a los ancianos alejaron de su tierra
¿donde las doncellas que hablan con gnewechen?
¿donde han de irse para no dejar de ser puras?
¿donde estar así seguras?
¿donde si todos los conas ya no están?
no hay otra salida mis doncellas
al bosque se fueron a quedar
el nativo lleno de laurel, de canelo
de coihues enredaron su pelo
mas no fue suficiente
nada impide el exterminio
cual piel de armiño
tendido ha quedado el copihue
extendieron sus guías sus tépalos
formaron sus mantos blancos
protegiendo a sus doncellas
que con ellos hacían estrellas
al cielo entonaban su canto
mas no acallaron su llanto
en esa huida en estampida
era tanto el dolor que allí quedaba
la sangre araucana toda regada
esa sangre fueron sus vestidos
esa sangre fue luego su corola
ya no hay blancos copihues
ya no hay vestidos de nieve en el bosque
solo quedan regados los copihues rojos
los copihues son rojos son doncellas
las doncellas que hablaban a los cielos
en copihues rojos se convirtieron





el organillero

y al volver al conventillo
donde jamás entra el sol
bajo la luz de un farol
llora, llora el organillo.
una manta, ya sin brillo,

lo cubre con tierno afán,
y parece el ademán
de cada harapo que cuelga,
o una bandera de huelga
o un brazo que pide pan...







la lavandera

van tristes, agobiadas con sus atados blancos,
perdiendo las pupilas en una ensoñación...
y, en filas o dispersas del río por los flancos,
tienen algo de cisnes en peregrinación...

cuando el jabón albea sobre sus brazos francos,
parecen un par de alas que están en vibración;
y aunque la siesta llene de fuego los barrancos,
las lavanderas lavan cantando su canción.

y mientras cantan... cantan, las pobres lavanderas,
como un tropel de garzas dormido en las riberas
las ropas jabonadas se secan bajo el sol;

hasta que ya rendidos los brazos que eran alas,
sienten bajar a su alma con fulgurantes galas
la corona de espinas del último arrebol.

[publicado en 'zig-zag', el 14 de mayo de 1910.]




Alma de Chile
Autor: Ignacio Verdugo Cavada
1961

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1962-03-31. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
“Alma de Chile” se titula la selección de poemas de Ignacio Verdugo Cavada cuya publicación ha patrocinado la Municipalidad de Mulchén, tierra del cantor de los “copihues rojos”. Se han reunido en esta edición homenaje, setenta y seis obras de este poeta de alma sencilla y fácil versificación, que maneja la “décima” con incuestionable garbo:



“Entre el tierral del sendero
con su faja en la cintura
surge la altiva figura
de nuestro huaso altanero.

A la orilla del tranquero
el pingo escuálido vuela
y cuando se le rebela
y lo revuelve y lo para
parece que le cantara
la rodaja de la espuela”.



Es agradable leer estos versos sin complicaciones, que trasuntan un hondo y real amor por la tierra y la vida campesina.



CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1962-04-22. AUTOR: RAQUEL COO WILSON
Si Ignacio Verdugo Cavada hubiera producido solamente sus tres poesías, inspiradas en la selva austral, Copihue Rojo, Blanco y Rosado y el resto de su versificación fecunda nos fuera ignorado, habrían bastado estas para asignarle un sitial en el parnaso chileno, y, aun más, los versos que finalizan el Copihue Blanco justificarían la inmortalización de su talento poético por la armonía de la forma y profundidad emocional que contienen:



“Rayos de estrellas perdidas
dan transparencia a mi albor
y aunque en mi pálida flor
el rojo ya no resalta
¡No es que la sangre me falta;
es que me sobra el dolor!...”



Felizmente el ritmo de la amplia cultura literaria de Ignacio Verdugo Cavada está hoy día a nuestro alcance y sus poesías, que andaban diseminadas en distintas revistas ya desaparecidas, han sido reunidas y publicadas en un solo tomo por la Municipalidad de Mulchén, con motivo de la celebración del primer centenario de la fundación de Mulchén y con el propósito de rendir un homenaje al eminente poeta oriundo de la vecina ciudad de Concepción.

El vate, cantor insigne de las bellezas autóctonas de la Araucanía, vive en la tranquilidad de su retiro en Mulchén, en medio de esa zona agrícola de tantos recuerdos históricos, como lo son los fuertes de Arauco, Tucapel y Cañete, y bajo cuya influencia escribiera la primera parte de su libro “Alma de Chile” (Editorial del Pacífico, 1962. Prólogo de Roberto Meza Fuentes).

En “Poesía lírica” y “Sinfonía Poética”, segunda y tercera partes del mismo volumen, se advierte la riqueza de los símbolos con que van naciendo sus estrofas al vibrar su espíritu con los diferentes estados vividos y sentidos en el curso del acontecer.

Alma de selección y privilegio quien logra compenetrarse con el sentir de la naturaleza y transmitir, dentro de los límites de la retórica, la musicalidad de su expresión, como lo palpamos en “Junto al mar”, página 156.

El poeta es un enamorado del amor y a él consagra sus mejores versos en su afán de serenar las ansias de comprensión que anhela, y así prodiga y se martiriza sin tregua, pero en “Bastante” (página 111), evidencia resignación para su alma torturada:



“Siempre fui un inconforme... De quimera en quimera
me fui hundiendo en la sombra de la melancolía
sin fijarme siquiera
que la juventud era
completamente mía.
Hoy con la sien de plata y ante el naufragio inmenso
del barco en que viajaba mi corazón errante
miro hacia atrás y pienso:
Tuve un amor,
con esto he tenido bastante”.




Esta selección de los mejores poemas de Verdugo Cavada proporcionará, sin duda, un gran deleite al lector que aprecie y busque la auténtica poesía con afanes de superación espiritual, pues encontrará en la belleza de su estructura la verdad y emoción que surgen de sus ideas y que transparentan la sutileza del alma del poeta.



CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1962-05-20. AUTOR: ALONE
Va a ser una sorpresa para muchos este libro abundante y contemporáneo de un poeta colocado por la extrema celebridad en una especie de ámbito intemporal, como un astro de luz fija, y reducido a unas cuantas composiciones que una sola chispa enciende en todas las memorias, con letra y música.

La ciudad de Mulchén, al editarlo, ha querido tributar este homenaje al más famoso de sus hijos ilustres, revelando así, a la vasta legión de sus recitadores, que el cantor del Copihue no pertenece todavía al mármol, no se ha vaciado aún en bronce.

Sus estrofas, sin embargo, con sus lenguas metálicas, lo están pidiendo: ¡qué sonoridad rotunda, qué vigor lapidario!

No se habían oído otras semejantes desde Pedro Antonio González y Víctor Domingo Silva.

Solo que en Ignacio Verdugo se advierte más al hombre de campo, próximo a los árboles y a la tonada. Y si recuerda por ahí muy de cerca al sombrío y sonoro autor de “El Monje”, no haya cuidado de que su monasterio rime demasiado a menudo con cementerio.

El metro, el ritmo y la rima desempeñan casi siempre en sus estrofas papel tan principal, que, a menudo, el lector, embelesado por su tintineo, seducido por su ágil acrobacia, descuida el fondo, desatiende la imagen y no pone interés en la historia o el cuadro por seguir el seguro y veloz taconear de los versos.

Roberto Meza Fuentes, prologuista elocuente y enjundioso, canta en su prosa las glorias del prologado y cuenta las que él cosechó para Chile en Ecuador recitando los versos de este genuino representante criollo, tan espléndidamente entonado y que debe de haber pensado “in petto” como Sancho cuando le pedían que narrara una proeza a su señor: “En manos está el pandero que lo sabrán bien tañer”.

Pero Ignacio Verdugo, poeta natural, más cerca de la voz que de la tinta, no pide tanto ser comentado como ser oído. Escuchémosle, pues, aunque sin el acompañamiento de cuerdas entusiasmadas que le suelen seguir:



“Luce al sol el rico apero
entre tientos y ojetillos
y hay un bramar de novillos
dentro del apiñadero.
Se oye el tintín del acero
de la espuela, al rodajear,
hay un rumor de cantar
y al pura sangre chileno
llega a temblarle el ijar.
Sale el novillo al corral,
brillan las sangrientas fajas
y las ásperas rodajas
incitan al animal.
La atajada magistral
estremece el tabladillo
y autoritario y sencillo,
siempre con igual compás,
grita el viejo capataz:
¡Puerta lleva este novillo!”



Señalemos en este libro, no para disminuirlo, sino para ubicarlo, la analogía de ciertas estrofas con las de Pedro Antonio González, sin el cual no había fiesta literaria a principios del siglo, como no la hubo después, en escala ascendente, sin Dublé Urrutia. Véasela:



“Vivían en el viejo campanario
sin que hiriera sus alas temblorosas
más que el triste murmullo del rosario
que rezaban las buenas religiosas
agrupadas en torno del sagrario...”



Un poco más adelante descubriremos otra huella, menos visible, no menos visible: Gabriela Mistral y sus “Sonetos de la muerte”:



“Hasta la tierra húmeda que devora tus huesos
han de traer un día mi corazón dormido
y este corazón mío, huérfano de tus besos
sentirá al lado tuyo la tibieza del nido”.



Sin llegar a la franca imitación, como era frecuente a fines del siglo pasado –se recordará que había composiciones y hasta certámenes “a la manera de...”-, estas se dirían voluntarias reminiscencias y como grandes saludos a la distancia.

Nada resta ello, por lo demás, a la recia y popular figura de Ignacio Verdugo, que es inconfundible y tiene ya su sitio histórico.






1 comentario:

  1. "El Copihue Rojo"
    Soneto meridiano

    ................A mi tío abuelo Ignacio Verdugo

    Canto de la cordillera Mulchén
    con abolengo de casta chilena.

    Al nemoroso tienen por harén
    hermanos arropados con amor,
    allí donde el bosque exhala el clamor
    Entre dos ríos límpidos, también.

    Enredadera eterna cual cadena
    de clásico purpura equidistante
    la trepadora que quita la pena;
    Y Copih en corazón cual diamante
    a la noble Mapuche de amor llena,
    y desde ese día, desde ese instante
    con primor y amor indultó el ultraje
    y en bellas flores deja su mensaje.

    Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
    “Hombre de Maíz” 2009

    El meridiano es una composición creada por el poeta guatemalteco Rafael Mérida Cruz-Lascano (marzo 2008). Consta de catorce versos endecasílabos aconsonantados que se dividen en tres estrofas que responden al siguiente esquema de rimas:
    Primera estrofa:---------- - AB (primer verso agudo)
    Segunda estrofa aguda: -ACCA
    Tercera estrofa: ………. -BDBDBDEE. (una octava real)
    En el dístico inicial, que funciona a manera de cabeza, estribillo o preludio, el verso A es agudo y el B llano. Dicho verso A enlaza con el cuarteto que le sigue, y el verso B con la octava real.
    En el cuarteto todos los versos , por su estilo, deben ser agudos.
    En la octava real, en donde riman el 1º. Con el 3o. y 5º. Veros; El 2º. Con 4º. Y 6º. Versos. Los don últimos -un dístico- riman entre si.- Lo único que importa es el verso de enlace, pudiendo ser los restantes agudos o llanos.

    II
    “COPIHUE FLOR Y FRUTO”
    Soneto meridiano

    A: Mi tío abuelo IGNACIO VERDUGO Y CAVADA
    Poeta chileno del gran poema El Copihue Rojo


    Es Koskvia en la corte el mejor tambor
    su alma de coco enmiela el paladar


    Roja o rosada te arropa la flor
    surge tu frente en claro cipresal
    fruto maduro que endulzas la sal
    apetitosa y de agradable olor


    Envidia tu suerte al solo mirar
    llena vegetación amarantina
    cual cura de iglesia estas en tu altar
    frutos maduros que el huerto aglutina,
    que aun en el prado las van a cortar
    sea color limón o mandarina
    de Mulchen, eres el fruto soñado
    maduro copihue es sabor añorado.



    III
    “El Copihue Blanco”
    Soneto meridiano,

    A: Mi tío abuelo, IGNACIO VERDUGO Y CAVADA
    Poeta chileno, autor Original del Grande Poema el Copihue Rojo.

    Meridiano: “EL COPIHUE BLANCO”
    Mapuche de exuberante valor
    Nació Flor campana lapageriosa.

    La princesa Hues hija del gran señor
    arcano amor al hijo Copiñiel,
    emerge su blancura en la Nahuel
    abrazada de su pehuenche amor.

    Como secreto oculto y misteriosa
    la perla, del fondo de la laguna
    emerge alma de blancura amorosa,
    Lleva en su corazón épica runa,
    Con serenidad y paz es dichosa
    la flor más bella, es como ninguna:
    Nevada virgen que cambió su vida…
    la sangre del Cophi blanqueo su herida


    Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
    “Hombre de Maíz” 2009
    SELAE, Italia: Premio mundial a la Trayectoria, 2011.

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