martes, 3 de junio de 2014

RICARDO CARRASQUILLA [11.864]



RICARDO CARRASQUILLA

Nacido en Quibdó, el 22 de agosto de 1827 y murió en Bogotá el 24 de diciembre de 1886, fueron sus padres el coronel Pedro Carrasquilla natural de Honde (Tolima) y donde cruz ortega natural de Funza (Bogotá).

Muy niño fue llevado a Bogotá donde educó y forma su hogar. Como poeta jocoso descolló en el grupo del Mosaico y se codeó con ingenios como José Mari Marroquín y Joaquín Pablo Posada; todo suceso triste o alegre, público o privado, que llamara la atención obtenía de su ingenio una letrilla, unas coplas, unas decimas. Fue colaborador de periódicos como: la Esperanza, el porvenir, biblioteca de Señoritas, el Mosaico, el Zipa etc.

Como educador regentó durante 40 años “El Liceo de la Infancia” a introdujo métodos pedagógicos hasta entonces desconocidos. Originalísimo se muestra en su libro “Sofismas Anticatólicas vistos con microscopios”, con el que se defendió otros de sus amores.

La religión Católica. Sus argumentos son sencillos y contundentes, como este: “Juan Lanas Ospina que los muebles no son obras de los carpinteros, sino de la Carpintería. Los ateos dice que las obras naturales no son obras hachas por Dios, sino por la naturaleza”.

No participo directamente en Política pero en 1854 intervino en una de nuestras guerras civiles como adjunto el estado mayor del General Herrán, cabeza de la reacción de la creación conservadora.

Posiblemente en esta época a un General le dio por hablar de paz, al paso que el Gobierno nombrara a un civil Ministro de guerra. De la autoría de don Ricardo Carrasquilla es esta estrofa:

“En Colombia que es la Tierra
de las cosas singulares,
dan la paz los Militares
y los Civiles dan Guerra”.

Si Ricardo Carrasquilla confesó ser chocoano, el Chocó siempre se ha sentido orgulloso de él. Lo nombra cada vez que en cualquier rincón del Depto se canta su himno oficial, y le consagró su mejor centro educativa el Colegio Carrasquilla.        



Un buen método de vida

Madruga a las diez don Blas,
dura almorzando una hora,
y en vestir no se demora,
pues gasta tres cuando más.

Sale a la buena de Dios,
muy peripuesto y muy tieso,
y en la barra del congreso
se está mientras dan las dos;

Y en tanto que dan las tres,
para abrir el apetito,
toma en la fonda un traguito
salchichón y pan francés;

Y luego canta un rondó,
mientras ponen la comida,
o a don Farruco convida,
y juegan al dominó.

Deja el juego al calcular
que está la comida puesta,
come bien y duerme siesta
hasta el tiempo de cenar.

Si en comer es moderado,
es parquísimo en la cena:
se toma una taza llena
de café, y un pollo asado,

Un buen trozo de jamón,
dos panes, dulce de fresa,
y fuma de sobremesa
un cigarro de Girón;

Y un poco antes de acostarse
suele leer la gaceta,
porque dice que es receta
que le impide desvelarse;

Y con esto, y un bizcocho,
y una copa de jerez,
ronca bien desde las ocho
hasta el otro día a las diez.






Mi sobrino

En casa tengo un sobrino
que se graduó de doctor,
y que charla con furor
y empuerca papel sin tino.

Ha perdido la chaveta,
y hace versos a millones,
y los nombra inspiraciones
o caprichos de poeta.

Llama azote el arriador,
acicates, las espuelas,
perlas los dientes y muelas,
sonoro parche, el tambor;

A los caballos, corceles,
mansas liebres los conejos,
y los más tristes gozquejos,
ejercitados lebreles;

Querubes, los querubines,
el mar, Ponto embravecido,
los amoríos, Cupido,
y los pescados, delfines;

La totuma, hirviente copa,
la chicha, licor de oro,
las lágrimas, triste lloro,
y undoso manto, la ropa;

La ortiga verde tomillo,
el caño, limpio arroyuelo,
la mujer, hurí del cielo,
y la flauta, caramillo;

Al bababuy, ruiseñor,
canario, al cucarachero,
al chirlobirlo, jilguero,
y al gallinazo, cóndor.

Mi sobrino no trabaja,
come como un sabañón,
y duerme como un lirón,
y mil petardos me encaja.

Yo lo suelo regañar;
que me come medio lado
le digo; y él muy airado
jura que se va a matar,

Porque la vida le pesa,
porque a sufrirla no alcanza;
mas tengo poca esperanza
de que cumpla su promesa.






EL MONO Y EL GATO

Tenía el señor don Gil,
hombre amigo de cucañas,
rebosando de castañas,
un estupendo barril.

Y envíanle de Tetuán
un mono de pocos años,
que por sus muchos amaños
se llamó el Gran Capitán.

Entró nuestro mono un día
de Don Gil al aposento,
y ocurrióle en el momento
una extraña fechoría:

Del barril logró sacar
de castañas un puñado,
y en la estufa con cuidado
echólas luego a tostar.

Alegre como unas pascuas
da el comerlas por seguro;
mas hallóse en gran apuro
al mirarlas hechas ascuas;

Y notando a Zapirón,
que en blando cojín dormía
díjole: "Ven, vida mía,
dueño de mi corazón;

Aquí podrás eludir
el duro rigor del frío;
no tardes, amigo mío,
tu falta me hace sufrir."

Con zalamero ademán
y el espinazo encorvado,
paso a paso fuese andando
el gato hacia el Capitán;

Y éste de dulzura lleno,
le dijo: "Acércate más,
acércate y dormirás
repatingado en mi seno."

El buen gato la cabeza
reclina con donosura,
y el mico por la cintura
agarróle con destreza,

Y tomándole una mano,
barre con ella la estufa.
Zapirón se encrespa y bufa
y pide venganza en vano,

Pues el monazo traidor
dice: "Calla, vil gatillo,
y agradece que me humillo
a aceptar de ti favor.

Si acaso mi acción no es buena,
al hombre debes culpar,
pues él me enseñó a sacar
la brasa con mano ajena."




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