jueves, 13 de marzo de 2014

EUSEBIO RUVALCABA [11.216]


Eusebio Ruvalcaba

Eusebio Ruvalcaba. Escritor mexicano, hijo del violinista Higinio Ruvalcaba, nace en la ciudad de Guadalajara, México, en 1951. A los cuarenta años, con su novela Un hilito de sangre gana el Concurso Literario Agustín Yáñez más tarde esa obra es llevada a la pantalla grande, aunque con muy poca aceptación por parte de la crítica. Narrador, poeta, periodista y dramaturgo, entre sus muchos títulos destacan Música de Cortesanas y Lo que tú necesitas es una bicicleta. Ruvalcaba, con el paso del tiempo no sólo se ha consolidado como uno de los escritores más representativos de la literatura contemporánea en México, sino también como uno de los más queridos. Su muy particular estilo de concebir e interpretar el mundo le ha ganado adeptos de muy diversas generaciones, teniendo entre los adolescentes a sus seguidores más asiduos; ejemplo de ello, es su participación activa en la sección homónima (Un hilito de sangre) en la revista mensual especializada en música rock "La Mosca en la pared", donde comparte espacio con el también escritor mexicano y vocero de toda una generación: José Agustín.

Poesía

Atmósfera de fieras. México, Ed. del autor, 1977.
Homenaje a la mentira. México, Signos, 1982.
Gritos desde la negra oscuridad y otros poemas místicos I. México, Doble A, 1993. 2a ed., Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas-Dos Filos, 1994.
En la dulce lejanía del cuerpo. México, Oasis, 1996.
Las jaulas colgante y otros sonetos. México, Benemérita Universidad de Puebla, 1997.
El argumento de la espada. México Instituto Politécnico Nacional, 1998.
Con olor a Mozart Universidad Autónoma Metropolitana-Verdehalago, México, 1998.
Gritos desde la negra oscuridad y otros poemas místicos II. Doble A, México, 1998.
Juego de luz. México, Los Absolutistas, 2000.
El diablo no quedó defraudado. México, Daga Editores, 2000.
Poemas de un oficinista. México, Praxis, 2001
El Frágil Latido del Corazón de un Hombre. México, Ed. Nula, 2006
Nina. México, Ediciones del Ermitaño, 2011

Novela

Un hilito de sangre. México, Planeta, 1991; España, RBA, 1994.
Músico de cortesanas. México, Planeta, 1993.
El portador de la fe. México, Seix Barral, 1994.
Desde la tersa noche. México, Aldus, 1994.
Lo que tú necesitas es tener una bicicleta. México, Planeta, 1995.
En defensa propia. México, Sansores y Aljure, 1997.
El brindis. México, Sansores y Aljure, 1998.
Desgajar la belleza. México, Veracruz, Conaculta, 1999.
Betun y Sangre.Mexico ,Planeta 1995.
Banquete de gusanos. México, Colofón, 2003.
Temor de Dios. Bogotá, Oveja Negra, 2003.
Sangre de mujer. Mexico,UACh 2007

Cuento

¿Nunca te amarraron la manos de chiquito? México, Planeta, 1990.
Jueves Santo. México, Joaquín Mortiz, 1993.
1994: Cuentos pétreos México, Seix Barral, 1995.
Clint Eastwood, hazme el amor. México, Nueva Imagen, 1996.
Las memorias de un liguero. México, Daga Editores, 1997.
Amaranta o el corazón de la noche. México, Daga Editores, 2000.
El sol le hace daño a los ancianos. Texcoco, Universidad Autónoma Chapingo, 2006.

Ensayo

Primero la A México, Sansores y Aljure, 1997.
Las cuarentonas México, Sansores y Aljure, 1998.
Diccionario inofensivo. México, Lectorum, 2001.
Una Cerveza de Nombre Derrota, México, Editorial Almadia, 2005
La historia de los Beatles. México, Lectorum, 2007
El Abanderado

Dramaturgia

Las dulces compañías. México, Panfleto y pantomima, 1984.
La visita (1986)







Desastre

Todas las escenas vienen a mí en absoluta desbandada.
Los escenarios se traslapan.
De pronto veo cortinas, sábanas, cobijas, toallas
—también trozos de dulzura, de sonrisas cómplices.
Marquesinas de hoteles, entradas a estacionamientos.
La cocina de tu casa, la recámara. El baño colmado de vapor.
De pronto te veo encima de mí, de pronto abajo.
Mirándonos el uno al otro. Hurgando el silencio en nuestra voz
—también fragmentos de poesía, tramos de música.
Nunca más serás mía. Hicimos lo que teníamos que hacer.
Subidos en la hamaca del amor y de la incomprensión.
Que va de un extremo al otro.
Te pienso mucho. Estaba impuesto a tu presencia.
Todas las mujeres eras tú.
Terminamos como dos personas civilizadas.
Nos dijimos adiós a través del celular.
Habíamos roto tantas veces —¿quince, veinte?—, con palabras inmundas,
con golpes en seco. Con dentelladas goteando saliva acre.
Y en el rompimiento no hubo siquiera el consuelo del alcohol.
Quién sabe qué estarías haciendo tú cuando recibí la llamada.
Yo me encontraba trabajando en un restaurante. Escribiendo, quiero decir.
Ni siquiera me dio por enfurecerme. Lo único que deseaba era colgar.
Estaba harto. Como un asesino cuando se harta de la sangre y no quiere más.
Como un asesino que ha apuñalado lo que más ama.
Tú te encolerizaste, pero no más de la cuenta.
No como acostumbras. No hubo ese torrente de lágrimas.
No hubo esos gritos destemplados. Menos esos chantajes.
Ni siquiera amagos que despidieran el tufo de la violencia.
De inmediato ordené un trago. Un mezcal. Lo bebí de un trago.
Quería apagar el incendio.







CIUDAD DE MÉXICO, 18 DE ENERO DE 2010

¿Qué significa el amor
que te hace percibir la belleza
hasta su significado más hondo?,
¿de veras se es tan superficial
en tanto no se está fustigado
por el amor?

Cuando el amor
fustiga
genera reacciones.
Cuando el amor horada
nuestro ser
provoca que los vectores
se disparen
hasta localizar
su dirección inequívoca.
Es lo que ha sucedido
entre tú y yo.
Porque no te he podido amar
en plenitud.
Porque acaricias la melena
de mi amor
como si fuese el pelambre
de un gatito de angora.
Entonces yo me pregunto
si estoy en el camino correcto.
E indefectiblemente me respondo
que sí.

Así me has hecho sentir vivo.
No hemos hecho el amor
como deberíamos
y la situación empieza a ser
dolorosa y desesperante.
Siempre se atraviesa algo,
por una u otra razón
no hemos logrado concretarlo.
En parte por ti
y en parte por mí.
No es cuestión de culpas.
Pero creo que incluso
a esta situación adversa
le sacamos jugo.
Ya nos entendemos así.
Creo que disfrutamos beber el agua
que se deposita en la cuchara
de nuestras manos,
antes de preguntarnos
si debemos guardar unas cuantas gotas
para cuando la sed arrecie.

Me has hecho sentir hombre
en todo el vigor del término.
Porque me das el amor a cuentagotas.
Y eso levanta mi espíritu
como una lanza medieval
a punto de atajar al enemigo.
Lucho contra el desaire.
Lucho contra el desprecio.
Lucho contra la subestimación.
Atrás de ti y de mí
no hay nada más
que un camino de miradas,
de caricias que pugnan
por encontrar su destinatario.
Es eso lo que hace crecer
mi amor por ti.
Porque creo que el amor más intenso
es aquel que se finca
en la fragua de dos almas sensibles.

Cuando uno navega
a contracorriente,
cuando las circunstancias
se interponen,
todo lo arduo se vuelve más arduo.
El hecho de que me tengas
en el rincón de tu alma,
me hace apreciar más la vida,
valorarla como se valora la sombra en el desierto.

Y conste que no es que hubiera pensado
―jamás habría sido capaz de tal fatuidad―
que la música no tenía
más secretos para mí.
Si es de lo que pido mi limosna.
De que la música se me revele
en sus dimensiones más intensas.
Tú lo sabes que Schumann provoca
estremecimientos
en mi alma que la literatura no alcanza;
que Schubert me hace creer en Dios
―a mí, eterno disidente―,
que Chaikovski
me remite a mis orígenes
más intrínsecos.
¿Cómo es posible que esto acontezca
en un simple diletante como lo soy yo?

Creo que la razón es tan simple
como obvia.
Me has quitado el pan de la belleza
de la boca.
Para seguir con la metáfora,
hasta hace muy poco no tenía más
que ir a la cocina
y agarrar la charola de la música
para satisfacer mi apetito.
Pues bien, esa charola no está más.
Te la llevaste contigo.
Ahora tengo que rascar
en la corteza de los árboles
para encontrar las vetas del alma.
Y conste que lo asumo
y lo acepto con gusto.
Punzantemente con gusto.

Porque Beethoven se me ha relevado
en su manifestación más dolorosa.
Lo escucho y no es el mismo
que era antes.
Oigo la Hammerklavier
y la sonata ahora es más despiadada,
más enfática,
como si antes hubiese guardado
secretos para cuya respuesta
no hubiese estado yo calificado.
Oigo el cuarteto Las Arpas
y descubro manantiales de vitalidad
que muestran el camino.
El camino que ansío,
que me mantendrá vivo
hasta el momento de tenerte en mis brazos.
Que algún día se va a dar, estoy seguro.
Mientras tanto te seguiré buscando en Chopin.
En ese Chopin que me estás ayudando a descubrir.
Una inmensa gratitud
me anima al escribir estas líneas.
La gratitud de quien se arrodilla
delante de la belleza.
Que con eso me has eximido
de la estulticia y la indiferencia.
Sólo tú lo podías hacer, ángel mío.

Beso tus ojos, que ahora mismo
me están mirando.
eusebio
pd. El día que me dejes me mato.







¿Usted cree que me hago la ilusión?

¿De veras cree que pienso
que está sufriendo?
¿En serio pensaría usted
que la imagino llorosa,
echándome de menos?
Ni de mi nombre se ha de acordar.
Pero, insisto,
¿cree que se me olvida
la pasta de que estamos hechos
estas cucarachas llamadas hombres?
Ella es un hombre.
Y yo una mujer.
Los dos somos calientes
y cautos.
Y a los dos nos gusta arrimarnos
al otro.
En la cama ajena.
En los brazos del desastre.






El viagra en un soneto sin rima

Para Rafael Ríos

Yo no lo uso; nomás lo recomiendo.
El viagra te abre las puertas del deseo.
Es como la música tropical
cuando la baila una mujer cachonda.

El viagra se desparrama en tu sangre
tan velozmente como la lectura
del Decamerón. Bocaccio lo habría
usado a espaldas de su querida.

Sin que se le mencione, el viagra está
al servicio del talismán erótico.
El viagra supera cualquier sesión

de psicoanálisis. Y es más barato
que la más módica de las consultas.
Quizás porque su efecto es inmediato.






Dos poemas

Para Aureliano y Beatriz

Poema I

Los peldaños de la escalera
que conduce hasta la cima
de la belleza
son las obras maestras de la música.
Cada carpintero coloca el peldaño
de su preferencia.
Y da un paso. 



Poema II

Cuando se escucha música
en la casa de Aureliano
los trinos de los pájaros
se filtran desde los árboles.
Brahms toma la palabra
y en cada pausa
de su música
les permite entrar.
Siempre son bienvenidos.
Jamás interrumpen.
¿Y cómo iba a ser
si se incorporan a la música?
En momentos felices
sustituyen a las flautas.







Anoche lloramos juntos

No sé exactamente cómo aconteció.
Estábamos en la cama. Yo dentro de ti.
De pronto me di cuenta que la belleza
era mi ángel guardián.
Te dije que te amaba.
Como nunca había amado a nadie.
Me dijiste lo mismo.
Y sobrevino el llanto al mismo tiempo
que el semen.
Lloraste aún con mayor intensidad.
Nos juramos amor.
Las almohadas quedaron empapadas
de lágrimas.





Está bien que así sea

Para Vidal y Maribel

Saboreo el mezcal
que habrá de irrigar mi sistema circulatorio.
Porque cómo se acelera el corazón
a partir de los primeros tragos.
Como si alguien lo espoleara desde el infierno.
Veo a todos estos borrachos que están
recargados
en la barra
y siento que Dios se apiada de mí.
Me miro en todos ellos porque sé que todos
ellos se miran en mí.
Cada vez que alguien traspasa la puerta
de vaivén
de esta cantina
creo que será mi ángel guardián que viene
por mí.
Creo que ese ángel se acodará
aquí mismo
y pedirá su trago.
Molestará a los que estén a su lado.
Los despeinará con el viento de sus alas.
Les hará creer que les habla una dama.
A mí no me dirigirá la palabra.
Simplemente me dirá salud con la vista
y el vaso inclinado.
Algún día mi hijo dirá de mí:
“Sólo recuerdo su aliento a mezcal”
Y está bien que así sea.








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