viernes, 10 de junio de 2016

JAVIER VALENCIA GALARZA [18.857]


Javier Valencia Galarza 

(Quito, Ecuador 1975). Cursó estudios de Diseño en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y obtuvo el grado de Magister en Comunicación por la Universidad Simón Bolivar capítulo Ecuador. Poeta, investigador, diseñador, ilustrador, gestor cultural y cantautor; en 2013 publicó Pendientes bajo el sello de EL ÁNGEL Editor, en 2014 participó en el 6to Encuentro Internacional de Poetas Paralelo Cero y
este año ha publicado el libro "Ahora viene mi padre (EL ÁNGEL Editor, 2016)".




Estos poemas pertenecen al libro Ahora viene mi padre (EL ÁNGEL Editor, 2016)


Apogeo del monólogo

Trama silenciada,
por el tono cortante
de una voz que dice lo justo
para usurparlo todo.

Ayer firmé votos nupciales
con lo solitario de mis días.
Ayer fue conjugado en singular
el vestigio que me trajo a la luz.

  al mundo que amordaza el encanto
  desde nuestros primeros años
  a este pergamino de caídas
  que he sido y me han hecho

Ayer…
…el cadalzo se agrietó con lágrimas
para volverse abismo
y engullirme entero como único remedio.

Hoy, aún tibia, la sumadora despacha
el rollo aritmético del pasado
de las torcidas veredas que adornan
caminos truncados y años a pérdida

esta delgadez mía se viste y salpica
el papel continuo de números rojos,
vestigios del desangre,
de lo que he sido y se ha ido.

Vivos, muertos, desaparecidos,
todos orquestan la marcha
simultánea entre nupcial y funeraria
que celebra este pasar desapercibido.

Seré una momia muda
reportada como insignificante
por los anales de una historia indiferente
que no cataloga como patrimonio el desamor

seré un borrón en la historia,
un cero a la derecha de Dios,
un verdor que se escabulle a dormir
junto a la tumba de su padre.


Ahora viene mi padre

A Enrique (+)

Ahora viene mi padre
con su anclar doloroso
su mirada incierta
caminando sus calamidades,
accidentes y desórdenes mentales.

Viene en puntillas
agazapado en lo torcido de sus pasos
a regalarme una emoción,
un vaivén, un mar, una sonrisa.

¿Y qué de su risa
que empapaba las paredes de un trance
que hasta ahora se enquista en los pilares
de la casa que forjó como herencia?

Ahora viene mi padre,
poesía escondida y religiones sobrepuestas
que poseían con amianto las cortinas
para salvarnos de la soledad a quemarropa

  En su lecho, nada conmovía
  ni el andamiaje del mundo imperante,
  ni las pérdidas, desencuentros o miedos,
  ni desamores entrampados en cólera.

No hubo terremoto
que irrumpa nuestro sueño despierto
o luego de la vida o del destierro
que nos colme de bien los pulmones
cada mañana a celebrar
los últimos años que traían
de vuelta el seno paternal
y de regreso a su epitafio inmenso

somos, lo que vamos siendo
somos, el recuerdo de ser,
tus pupilas despabilan la noche,
tu alegría inunda aún la ausencia

  y cansado de amar te fuiste amando
  a eso de tentar al mismo amor y sus preguntas
  sobre el pánico se montó un adiós repentino
  con la pena seca en el tendedero.

Como siempre despediste al silencio
con una ráfaga reflexiva y profunda,
dejaste que el amor se nos fuera entendiendo,
que la flor entre poesía perdurara

te alcanzo los pies, te cobijo la madrugada,
aún el fulgor de discusiones inconclusas
invade nuestro espacio y la posta que me queda
yo de hijo, padre, cuando de padre hacías de hijo

aún sueño tu marchita partida
resignada a lo que quisimos ser
y no alcanzamos, porque pasa,
porque somos, éramos, soy, sin mayor explicación.

  todavía llamas nuestro nombre
  con el nombre que llamamos
  cuando tocamos a los hijos con la voz
  al nombrarlos por los mismos nombres

Hombría que evoca el nombre
del hombre que se desprende de su nombre,
fugitivos solidarios, hermanos solitarios,
islotes que se abrazan en el lecho de sus aguas.

Cuanta soledad esparcida en nuestras horas difíciles
Cómplices de los primeros amores cuando todos eran ninguno
que nos dejaron felices dejándonos
condenados a nosotros mismos.

Vuelvo a tu andar listando consejos,
queda una casa por cuidar y una soledad
que con los días se instala
en el baño, la recámara, los azulejos, las rendijas.
  como el polvo se esparce en los muebles
  rezago de presencia en cada
  centímetro de atmósfera
  nos recorre los suspiros a ratos

Soledad como la tuya perdura,
soporta goleadas y aguajes
soledad intransigente, terca
que amando a solas se sostiene.

Porque de eso estamos hechos los hombres,
de esta ausencia que vira la copa,
y de esperar sostenernos
cuando las piernas no respondan.

Un miedo inmenso
y su agridulce persisten
en el juego de grandeza
que se aferra a los hijos que vienen

  armando números impares
  en temporadas altas y bajas
  en bajamar o plenilunio
  a esparcir en rodajas sus colores

traté de sostenernos
jugando a ser Ulises, Hércules, Goliat
o al menos calzarme tus pisadas
para rodear con mi locura tu paz

Esto de alcanzarte
de ser grande, ajustarme a tu talle,
sostener la hombría, pero aún esconderme
en un sector al azar de tu armario.

Grato es llorar,
es el himno que acojo,
los vellos erizarán la música,
mientras sigues soplando los molinos.

  locuras y trances
  inundan insurrectas las alcobas,
  y la cocina con inventos salados
  y las paredes con recuerdo de tertulia

Ahora viene mi padre.
Viene con todo gusto a quedarse
en el aire que nuestra boca aspira
en la morada que habito, caminándole.




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