jueves, 9 de octubre de 2014

LEOPOLDO ALAS -Clarín- [13.603] Poeta de Asturias


Leopoldo Alas «Clarín»

Leopoldo García-Alas y Ureña «Clarín» (Zamora, 25 de abril de 1852 – Oviedo, 13 de junio de 1901) fue un escritor español.1

Nació el 25 de abril de 1852 en Zamora, donde se había trasladado su familia desde Oviedo, al ser nombrado su padre, Genaro García Alas, gobernador de la ciudad. Leopoldo fue el tercer hijo del matrimonio.
En la casa se hablaba continuamente de Asturias y su madre, Leocadia, con cierta nostalgia, contaba relatos de aquella tierra de sus antepasados (aunque ella tenía también hondas raíces leonesas). Este ambiente influyó en gran medida en el espíritu del niño Leopoldo que desde siempre se sintió más asturiano que zamorano, aunque a lo largo de su vida conservó un cariño especial por las tierras que lo vieron nacer.

A los siete años entró a estudiar en el colegio de los jesuitas ubicado en la ciudad de León en el edificio de San Marcos (actual parador de turismo). Desde el principio supo adaptarse a las normas y a la disciplina del centro de tal manera que a los pocos meses era considerado como un alumno modelo. Sus compañeros lo conocían con el mote (sobrenombre) de «el Gobernador», por alusión a la profesión de su padre. Sus biógrafos aseguran que esta etapa estudiantil engendró en Leopoldo el sentimentalismo religioso y el principio de gran disciplina moral que fueron la base de su carácter. En este primer año escolar ganó una banda azul como premio y trofeo literario. La conservó toda su vida y se encontraba entre los objetos más queridos del museo familiar.

En el verano de 1859 toda la familia regresó a Asturias. Leopoldo descubrió con sus propios ojos la geografía asturiana de la que tanto había oído hablar a su madre. Durante los años siguientes Leopoldo se encuentra en libertad por las tierras de Guimarán, propiedad de su padre, donde aprenderá directamente de la Naturaleza y de los libros que encuentra en la vieja biblioteca familiar, donde entra en contacto por primera vez con dos autores que serán sus maestros: Cervantes y Fray Luis de León.

El 4 de octubre de 1863, a la edad de once años, Leopoldo ingresa en la Universidad de Oviedo en lo que se llamaban «estudios preparatorios», matriculándose en las asignaturas de Latín, Aritmética y Doctrina Cristiana. El curso lo terminó con la nota de sobresaliente y con la adquisición de tres buenos amigos: Armando Palacio Valdés, Tomás Tuero (que fue también escritor, traductor y crítico literario) y Pío Rubín (escritor).

Llegada a Madrid

Después de terminar sus estudios en la Universidad, el futuro Clarín se trasladó al Madrid de la mitad del siglo XIX, para hacer el doctorado, alojándose en una posada de la calle de Capellanes. Allí encontró a sus amigos de la capital asturiana, Tuero, Palacio Valdés y Rubín, grupo que se dio a conocer como «los de Oviedo» en la Cervecería Inglesa de Madrid, donde se reunía la tertulia que acabaría alumbrando el Bilis club.

Durante aquel primer curso, Clarín tomó contacto con el krausismo y el liberalismo laico. Años atrás el jurista, pedagogo y filósofo Julián Sanz del Río, que había sido discípulo en Alemania de Karl Krause había traducido e introducido en España la filosofía del krausismo. Como profesor de Filosofía del Derecho ejerció entre sus alumnos tal admiración que les llevaría a poner en marcha un movimiento ideológico intelectual sin precedentes, que culminó con una gran reforma en la educación libre, otros cambios relativos a la sociedad y a la política y la creación de la Institución Libre de Enseñanza en 1876 que, muerto en 1869, el profesor Sanz del Río no llegó a conocer. En agradecimiento a su labor de europeización y renovación, Sanz del Río, hombre íntegro y religioso, pero considerado como una amenaza al monopolio docente de la Iglesia Católica y hereje recalcitrante, fue expulsado de su cátedra por las fuerzas conservadoras, con duras (aunque jurídicamente inconsistentes) campañas orquestadas por sectarios del "neo-catolicismo", una nueva facción ultra propiciada por la reciente encíclica de Pío IX. Tal acoso y persecución, a imagen y semejanza de los procesos de la Inquisición, llevaría a una reacción de repulsa contra los estamentos gubernamentales docentes entre los discípulos de Sanz del Río, luego destacados krausistas como Joaquín Costa, Francisco Pi i Margall, Rafael María de Labra, Emilio Castelar, Nicolás Salmerón y Adolfo Camús. Fue en las cátedras de estos dos últimos donde Leopoldo se reafirmó en su escepticismo filosófico y religioso-tradicional, que luego llevaría al terreno del naturalismo literario. Al acabar aquel año, el propio Clarín comenta que "su espíritu se había fortalecido".

El Solfeo

En diciembre de 1874 termina la Primera República con la caída de Emilio Castelar gracias al golpe de Manuel Pavía. Poco después del golpe, Martínez Campos iniciará la Restauración monárquica en la figura de Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II.

En marzo de 1875, Antonio Sánchez Pérez (no se conoce su biografía) fundó un periódico con el nombre de El Solfeo. El 5 de julio entraron en su redacción unos cuantos jóvenes, entre ellos Leopoldo Alas. El periódico pasó totalmente desapercibido y ni siquiera fue nombrado por los cronistas de la época. Su director quiso que sus colaboradores tomaran como seudónimo el nombre de un instrumento musical y así fue como Leopoldo eligió el clarín que a partir de ahí sería el alias con que firmaría todos sus artículos. La columna donde escribía tenía el título de «Azotacalles de Madrid» (Apuntes en la pared). El día 2 de octubre de 1875, el escritor firmó por primera vez como Clarín, inaugurando el espacio con el verso que el lector puede ver a continuación. De esta forma Leopoldo Alas entró en la vida literaria de la época y desde su columna empezó a lanzar duras críticas llenas de ironía contra la clase política de la Restauración.


Voy a inaugurar en verso
mis revistas de Madrid,
con un modesto romance
que tenga su retintín;
y voy a decir a ustedes
lo que les quiero decir,
mediante Dios, y mediante
el gobernador civil.


Clarín empieza a gozar de popularidad al mismo tiempo que le llegan abundantes disgustos y bastantes enemigos. Cada nuevo artículo se convierte en un nuevo escándalo, criticado o alabado en las tertulias de la Cervecería Inglesa o del Ateneo de la calle de Arenal. Clarín sigue adelante en su estilo asegurando que «el crítico que dice la verdad no medra» y que el poeta, aunque sea malo, «llega de redondilla en redondilla a jefe de negociado». Junto con esta actividad literaria, continúa con sus estudios, preparando el doctorado.

Revista de Asturias

Aparte del género periodístico, Clarín siente la necesidad de cultivar otros géneros literarios. Félix Aramburu (poeta y notable escritor de Derecho penal), amigo entrañable de Leopoldo era el director y editor en Oviedo de una revista llamada Revista de Asturias. Este amigo no sólo lo animó a escribir otro tipo de narraciones sino que le ofreció un lugar en su propia edición. En el verano de 1876, Clarín escribe sus primeros cuentos y algunas poesías que meses después se irán editando en la Revista ovetense. Con estas colaboraciones el gran escritor fue dándose a conocer.

Doctorado y cátedra

El 1 de julio de 1878 obtuvo Leopoldo Alas el título de doctor en Derecho civil y canónico, con la calificación de sobresaliente. Presentó su tesis doctoral sobre el tema El derecho y la moralidad en cuya edición puede verse la dedicatoria «A don Francisco Giner del Río, su sincero amigo y reconocido discípulo». Es el primer libro de Leopoldo que sale de una imprenta y el único en que no aparece su seudónimo Clarín.

Después de unas largas vacaciones en las tierras de Guimarán, Alas regresa a Madrid para preparar brevemente su presentación a las oposiciones que en el mes de noviembre se celebrarían en Salamanca para cubrir la plaza vacante de la cátedra de Economía Política y Estadística en la Universidad. Los sucesivos ejercicios fueron un continuo éxito para Leopoldo y hasta obtuvo el primer lugar en la terna de opositores. De estos éxitos se ocuparon los periódicos de Madrid y la noticia se dio también en la Revista de Asturias (Oviedo, nº 40, 5.XII.1878, sección «Ecos y rumores»). Pero hubo un obstáculo grave para el éxito definitivo: Queipo de Llano, el conde de Toreno, era por entonces ministro de Instrucción Pública y gozaba de un derecho de elección final del candidato. El conde de Toreno había sido blanco de las terribles sátiras de Clarín en El Solfeo, cosa que nunca olvidó y desposeyó a Clarín de la cátedra ganada, en beneficio del número dos de la terna de opositores, el señor Mantecón. Leopoldo Alas escribió una carta abierta de protesta al ministro y años después recordaría con amargura estos sucesos escribiendo:

Yo aprendí de ellos (Salmerón y Giner) a respetar convicciones, y el mayor ultraje que me hizo, tal vez sin saberlo, el conde de Toreno, al negarme una cátedra que era mía, fue la implícita sospecha de que fuese yo un libre pensador como el boticario Homais de Flaubert, capaz de apedrear y despedazar con las herejías que a mí se me ocurriesen, el fanal en que guardaran su fe mis discípulos.

Cuatro años más tarde, la Revista de Legislación y Jurisprudencia publicó en desagravio y con todos los honores el trabajo que Clarín había presentado en las oposiciones de Salamanca bajo el título de «Programa analítico de Economía política y Estadística».

El año 1882 fue para Clarín un año de suerte. El 12 de julio pudo leer en la Gaceta Oficial su nombramiento para la cátedra de Economía Política y Estadística, concedida para la Universidad de Zaragoza, y el 29 de agosto tuvo lugar su boda con Onofre García-Argüelles, en la localidad asturiana de La Laguna (valle de Langreo), en el palacio de la familia García-Argüelles. Al año siguiente regresó a Oviedo como catedrático de Derecho Romano y más tarde se ocupó también de la cátedra de Derecho Natural en la Universidad de Oviedo.

Clarín como profesor

Se decía entre sus contemporáneos que para conocer a Clarín era necesario asistir a su cátedra de Derecho Natural. Según sus propias palabras, era partidario de sugerir a sus alumnos un hábito de reflexión mejor que enseñar una ciencia a secas y no se conformaba con enseñar una serie de preceptos a aplicar en el futuro. Sus lecciones solían empezar con un precepto de Justiniano y continuaba con citas de El Quijote o de Santa Teresa, para terminar con Tolstói, Renan o San Francisco de Asís. Muchos de sus alumnos no llegaban a entender este sistema y acusaban a Clarín de ser un «hueso» (serio, estricto, exigente y por lo general con fama de suspender). Clarín estimaba a sus alumnos cuando eran capaces de entender el espíritu de sus enseñanzas antes que la letra. Tenía un sentido de la justicia muy severo a la hora de calificar y nunca aceptó ni sobornos ni recomendaciones; se le acusaba de carecer de ningún tipo de benevolencia. La cátedra fue para Clarín una gran responsabilidad y una preocupación constante (según sus propias palabras) y se entregaba a ella con toda honestidad.

Caciquismo literario

Casi todos los biógrafos de Clarín vienen a estar de acuerdo en este punto: su caciquismo literario, algo tiránico. Desde su retiro de Oviedo llega a hacerse temer y respetar en Madrid y se da a conocer en Europa y en América. Fue un provinciano universal, aunque su ciudad, Oviedo, nunca comprendió su universalidad. Se le consideraba como un hombrecillo nervioso y miope, que daba clases en la Universidad y que por las tardes jugaba al tresillo en el Casino. Los estudiantes lo temían por su severidad y la sociedad lo consideraba un ateo liberal.

Obra literaria

Durante los ratos libres que le dejara la cátedra de la Universidad, Clarín escribía artículos para los periódicos El Globo, La Ilustración y Madrid Cómico. Envía a los periódicos de El Imparcial y Madrid Cómico sus «Paliques» satíricos y mordaces que le proporcionarán algunos enemigos adicionales.

En 1881 se publicó el libro Solos de Clarín, que recogió los artículos de crítica literaria. El prólogo es de Echegaray. Ese mismo año, en el mes de octubre publicó en La Ilustración Gallega y Asturiana el artículo «La Universidad de Oviedo», en el que hace un elogio al claustro restaurado y formado por los profesores Buylla, Aramburu y Díaz Ordóñez, entre otros.

A los 31 años de edad escribe Clarín su obra maestra La Regenta. En junio de 1885 salió a la calle el segundo volumen de esta composición del arte literario. En 1886 se edita su primer libro de cuentos con el título de Pipá. En 1889 termina un ensayo biográfico sobre Galdós, dentro de una serie titulada «Celebridades españolas contemporáneas». A finales de junio de 1891, el editor Fernando Fe saca a la luz la segunda novela larga de Clarín: Su único hijo.

En 1892 Clarín pasa por una crisis de personalidad y religiosa en que, según sus palabras, trata de encontrar a su yo y a Dios. Poco después dejó reflejar dicha crisis en su cuento Cambio de Luz, cuyo protagonista Jorge Arial representa al autor y sus preocupaciones, sus dudas religiosas y su escepticismo filosófico. Clarín define a este personaje como «místico vergonzante». En esta época también colabora con la revista Los Madriles.

En 1894 se despertó su afición por el teatro por influencia de sus amigos la actriz María Guerrero y el dramaturgo Echegaray. Los biógrafos dicen que es un contrasentido en un hombre amante de la realidad y enemigo de la farsa. Por eso su primera obra teatral Teresa (ensayo dramático en un acto y en prosa) es una página real de su propia vida. Se publicó y se estrenó el 20 de marzo, en el teatro Español de Madrid, en homenaje que se daba a la actriz María Guerrero. La obra resultó un rotundo fracaso, argumentando los críticos que carecía de arquitectura escénica y que tenía todos los defectos de un escritor novato.

Durante los últimos años de su vida, Clarín recibe gran cantidad de ofertas para colaboraciones así como peticiones de autorización para traducir su obra en nuevas ediciones. En 1900, la Casa Maucci de Barcelona, le encarga la traducción de la novela de Émile Zola Trabajo. La retribución es buena y Clarín piensa que una traducción no le dará tanto trabajo como escribir. Pero los tecnicismos y palabras difíciles del escritor francés, unido al perfeccionismo de Clarín hacen que el trabajo se alargue durante meses, agotando la poca salud que tenía en aquellos años. Traduce día y noche para cumplir con la fecha indicada por la editorial, agotado pero contento de poder contribuir en dar a conocer al «pensador más ultrajado de todo el siglo XIX».

Enfermedad y muerte

Clarín venía arrastrando su enfermedad desde años atrás y en los primeros meses de 1901 se sentía ya exhausto. En el mes de mayo viajó a León, invitado por su primo Ureña, con motivo de los festejos que se celebraron por haberse terminado la reconstrucción de la catedral. En esta ciudad revivió su infancia y fue agasajado y querido por muchas personalidades. A su vuelta comentó: "En León pasé horas verdaderamente felices".

Una vez de vuelta a Oviedo sintió de nuevo y muy cercana su enfermedad. Allí fue acompañado constantemente por su sobrino el joven médico Alfredo Martínez García, que le diagnosticó una tuberculosis intestinal en último grado, enfermedad incurable en aquella época.

El 13 de junio de 1901, a las siete de la mañana, murió Leopoldo Alas, a la edad de cuarenta y nueve años. El féretro fue velado en el claustro de la Universidad donde acudieron profesores, amigos y familiares del escritor. Al día siguiente fue enterrado en el cementerio de El Salvador.

En Madrid, el escritor Bonafoux (mediocre escritor según Clarín y otros colegas de la época), fiel enemigo hasta la muerte, preparó el artículo necrológico en que añadió estas palabras: «Yo he sido el primero en alegrarme de la muerte de Clarín. […] En su entierro se escuchó el silencio que se escucha en los entierros de los tiranos».

Su obra cumbre: La Regenta (1884–1885)

Obra de gran extensión, ostenta cierta declarada semejanza con Madame Bovary, de Flaubert, y Ana Karenina, de Tolstói, influencia a la que habría que añadir la del naturalismo y la del krausismo (corriente filosófica que pretendía la regeneración cultural y moral de España).

La Regenta se destaca por su gran riqueza de personajes y planos secundarios, así como el uso de la técnica del fluir de los recuerdos, mientras que el retrato de la protagonista queda delicadamente desenfocado y vago. Por otra parte, aquí la caída de la señora provinciana tiene lugar entre dos cortejadores muy diversos: el más seductor galán de la ciudad, que acaba triunfando, y un canónigo de la catedral. El retrato de este canónigo es pieza clave del libro.

Para la descripción del ambiente provinciano y del entramado de la vida colectiva, Clarín utiliza técnicas como el monólogo interiorizado (el monólogo interior nace más tarde, con Joyce y Dostoyevski) y el estilo indirecto libre, que hacen que la historia sea narrada por los personajes a través de sus pensamientos y que permiten penetrar en sus interioridades. Gracias a estas técnicas y un minucioso estudio del personaje en el medio (es decir la sociedad en la que vive) los personajes adquieren una cierta profundidad psicológica.

Anécdotas

Parece ser que la pesadilla de todos los amigos y conocidos de Clarín era su letra ininteligible. Por ello recibía bastante a menudo críticas constructivas, alguna mofa o alguna queja:

Pérez Galdós: en una carta dirigida a Clarín le dice, «¡Cuán más hermoso recibir un papel lleno de garabatos y prepararse a los goces puros de la adivinación! Ir conquistando sílaba a sílaba el reino misterioso de su escritura caldea».

Emilia Pardo Bazán: «Ya tenía ganas de ver sus deliciosos garabatitos».

Clarín recibía continuamente cartas tanto para elogiarle, para insultarle o para pedir consejo y beneplácito sobre otras novelas. En una ocasión Clarín había escrito en sus Paliques que en España en aquellos años no había más que dos poetas y medio: Campoamor, Núñez de Arce y Manuel del Palacio (que se suponía era el «medio»). Este último, sintiéndose ofendido y humillado, envió a la finca de Guimerán donde se encontraba Clarín de vacaciones una larga epístola escrita en tercetos y llena de insultos. La respuesta fue dura y arrolladora. Compuso otra epístola con un número de versos aproximado a los de Palacio que tituló «A 0’50 poeta (epístola en versos con notas en prosa clara)». Toda España la leyó y toda España habló de Manuel del Palacio como el «medio poeta». Fue el regocijo de las tertulias madrileñas. El aludido no replicó y ahí terminó el asunto.

En 1891, Clarín fue elegido para concejal republicano del Ayuntamiento de Oviedo en sufragio universal. Durante la reunión del acto de nombramiento, Clarín permaneció callado, pero sus nervios se dispararon al escuchar de boca de otro concejal que leía el acta, un «haiga». El profesor se echó sobre él con tanta furia dialéctica que el concejal, avergonzado por las risas de sus compañeros y del público asistente, presentó inmediatamente su dimisión. Clarín intervino de nuevo y consiguió que retirase la renuncia.

Clarín fue padre de Leopoldo García Alas Argüelles y es el bisabuelo del jurista Leopoldo Tolivar Alas. Este último y su hermana, Ana Cristina, cedieron en depósito, gratuitamente, al Principado de Asturias, en marzo de 2010, la biblioteca familiar y archivo que conservaban, entre cuyos documentos figura el manuscrito de La Regenta.

Leopoldo Alas fue tío político del médico Alfredo Martínez García-Argüelles, ministro durante la II República, y tío-bisabuelo del también escritor Leopoldo Alas Mínguez, fallecido el 1 de agosto de 2008.

Citas

Éste es un pequeño extracto de algunas frases escritas por Clarín en sus críticas o en su correspondencia.

«El eclecticismo de Balmes es originariamente infecundo, ya que sueña con alianzas imposibles entre sus creencias y las corrientes del siglo».

«Yo era entonces un idealista de cátedra...»

«¡Qué de famas irritantes, de escritores hueros, necios, vulgarísimos no ha habido que combatir como quien apaga un incendio, durante estos 20 años!»

«La buena crianza nos exige que no hablemos a las personas de lo que no entienden, de lo que no les interesa; que no aburramos al prójimo con las preocupaciones de nuestro egoísmo haciéndole prestar atención a nuestras gracias, aventuras y milagros».

«La buena crianza pide también que no escandalicemos a quien nos oye con desvergüenzas, blasfemias, chistes demasiado verdes, etc., etc. La buena crianza pide que no demos latas a nadie (usando una palabra que me disgusta, pero hoy muy corriente)».

Obras

Ensayos

Solos de Clarín (1881).
La literatura en 1881 (1882).
Sermón perdido (1885).
Nueva campaña (1887).
Ensayos y revistas (1892).
Palique (1894).

Novelas

Cuesta abajo (1890-1891).
La Regenta (1884–1885).
Su único hijo (1890).
El abrazo de Pelayo (1889)

Cuentos

Tal vez la faceta de la que menos se habla es su papel como gran cultivador de la novela corta, de relatos y de cuentos, formas que se desarrollan de forma extraordinaria en la literatura europea a partir de la mitad del siglo XIX. Entre las obras más destacadas de Clarín podemos señalar cronológicamente las novelas cortas Pipá, Doña Berta, Cuervo, Superchería, de los cuentos y relatos El Señor y lo demás son cuentos, Cuentos Morales, El gallo de Sócrates, obra póstuma, y Doctor Sutilis.
Dos sabios.
El dúo de la tos.
El gallo de Sócrates.
En el tren.
En la droguería.
Un voto.
¡Adiós, Cordera! (texto completo); ¡Adiós, Cordera! (análisis)
Boroña.
Cuentos Morales.
Cuervo.
De la Comisión.
Doble vía.
Doctor Angelicus.
Don Paco del empaque.
Doña Berta.
El Señor y lo demás son cuentos.
El doctor Pértinax.
El libro y la viuda.
El oso mayor.
El sombrero del cura.
Medalla... de perro chico.
Pipá.
Speraindeo.
Superchería.
Tambor y gaita.
Teresa.
Un candidato.
Un repatriado.





Soneto
[El Solfeo, n.º 49, 19 de octubre de 1875]


A la concha de Venus amarrado
y al recio galopar de los tritones,
por formar comités para elecciones
cual César, cruza el mar alborotado.

Neptuno, que estará subvencionado,  
en redes de cristal tiende traiciones,
y del agua salobre cien montones
arroja sobre el nauta atribulado.

Mas todo su furor aquí no basta;
toca por fin las playas españolas  
débil barquilla en forma de canasta

adornada con lindas bandoleras,
y brota al punto el inmortal Sagasta
cual Venus de la espuma de las olas.

CLARÍN.



LIBERTAD PERDIDA

Una sultana del remoto Oriente
vio en los bosques, un día que cazaba,
una llama que rápida esquivaba
de jauría fiera el aguzado diente.

Rendida, al fin, la reina no consiente
que la muerte le den, que ya esperaba,
y a su palacio la conduce esclava
donde la cuida tierna y diligente.

Si antes huraña, al cabo agradecida,
fue olvidando la llama la honda pena
con que lloró su libertad perdida.

Amor, que la existencia me envenena,
quiero que pase mi doliente vida,
besando el hierro de fatal cadena.




La Torre [poema]
Leopoldo Alas 'Clarín'






A Bago1, poeta
[El Solfeo, n.º 603, 8 de julio de 1877]


«Nosotros, en fin, hemos tenido el honor de la lira (barbitos policordos2, que dijo el griego), cantando y llorando (canentes et flentes3, que hubiera dicho el latino) en todas las ocasiones en que el hado, ya favorable, ya protervo, envió a la patria prosperidades o desdichas».


(La derrota de los pedantes)               

   Bago, que el cielo me depare oídos
para sufrir los burdos consonantes
que tienes preparados y escondidos;
   sé que limpias y dejas rutilantes,
las cuerdas –o las sogas– de tu lira,
víctima de ratones discordantes.
   Y no vale que digas que es mentira,
porque todo lo sé por la patrona,
que no te da principio y que te admira.
   Me ha dicho tan verídica persona  
que empleas de tu ropa los harapos
en desbrozar la trompa de Belona,
   y que a fuerza de aceite y sacatrapos
del metálico tubo rimbombante
expeles las culebras y los sapos.  
   Tú, como en mayo el mísero estudiante
candil y torpe sueño despabila,
en busca de adecuado consonante
   pasas las noches: y ella, que vigila,
el ama, cuya cháchara provoco,  
me dice que la tienes intranquila.
   Como ella de medir sabe muy poco,
cuando cuentas las sílabas por dedos
jura y perjura que te vuelves loco;
   mas tú disiparás todos sus miedos  
al dar a luz el anhelado fruto
de tus partos difíciles y acedos.
   Ya, según por mis cálculos computo,
raudo se acerca el venturoso día
de vomitar cien odas al minuto.  
   Tú, que a los grandes de la patria mía
uno por uno, sin dejar a Caco,
cantaste al son de ronca chirimía,
   aguza el vil ingenio rudo y flaco
y corre a los confines de Pajares,
porque no se adelante algún bellaco.
   Invoca los recuerdos seculares;
que los robustos ecos de los montes
lleven tu voz a todos los hogares;
    ve descorriendo velos y horizontes,  
y retroceda el curso de la historia
para que tú, erudito, la remontes;
   apréndete los nombres, de memoria,
de cuantos grandes en el mundo han sido,
para uncirlos al carro de tu gloria.
   Bago, no pecarás de comedido,
que aunque digas doscientos disparates,
no ha de darse el fiscal por ofendido;
   conviene que deprimas y maltrates
los grandes nombres que la fama abona,
y los tengas por locos o petates.
   Para ti sólo es grande una persona:
aquella que te escucha y que te paga
los adefesios que tu lira entona.
   Del torpe incienso que el sentido halaga
pródigo sé, y en cada verso flojo
pon un grano por ver si alguien lo traga.
   No cedas en tu empresa, ten arrojo;
si logras con tus odas un empleo,
ganarás el sustento sin sonrojo.  
   Agita el tirso, y con furor pimpleo
di, bajo tu palabra, cien mentiras,
si a mano viene, en verso asclepiadeo;
   dirá algún demagogo que deliras,
y un criticastro audaz querrá morderte  
porque en la pobre adulación te inspiras;
   mas no podrán sus gritos contenerte,
que así, arrastrando, como tú, mil Bagos
llegaron hasta el colmo de la suerte.
   Aunque tenga el oficio malos tragos,
cual este de sufrir burla y desprecio,
todo, por fin, se cambiará en halagos;
   Hoy no eres nadie y pasarás por necio;
mas si sabes doblar como una espada
el espinazo vil, tendrás gran precio;  
   pronto verás tu lira venerada,
cual sagrado instrumento, en los salones,
y a ti con una cruz y una embajada.
   Bien haces, Bago, si el magín dispones,
y si, el común sentido torturando,  
todo a tus alabanzas lo pospones.
   No temas infringir ni ley ni bando
por decir que ya Asturias se engrandece
por la conciliación que está mandando;
   y asegura también que te parece
que toma parte en nuestra dicha el cielo,
que Cánovas, por cierto, lo merece.
   Polvo mortal sacuda el patrio suelo,
pon de punta los huesos de Pelayo,
y hable en su tumba sin venir a pelo.  
   Y aprovechando el consonante en ayo,
en aras de tu loca fantasía,
vuela de Covadonga hasta Moncayo.
   Eso podrá no ser la poesía,
pero tú te acreditas, y esto importa,  
de amante de la docta mayoría.
   Ya verás que, a la larga o a la corta,
algún Mecenas, conde de Toreno,
tus canciones recibe y las soporta.
   Saldrás, por fin, del polvo (no del cieno);  
pero debes temer en tu fortuna
otro Bago mayor que te haga bueno;
   acaso en prosa vil; más oportuna,
ponga las glorias del poder que alaba
más allá de los cuernos de la luna,  
y entonces, Bago, tu favor acaba.

CLARÍN.





[Poema de juventud con cariátide]
Leopoldo Alas 'Clarín'





Estoy tan acostumbrado... [poema]

Leopoldo Alas 'Clarín'







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