jueves, 17 de julio de 2014

MARGARITA HICKEY Y PELLIZONI [12.366]


Margarita Hickey y Pellizoni

Margarita Hickey y Pellizoni (Barcelona, 1753 - 1793), escritora, traductora y poetisa feminista española de la Ilustración

Biografía

Se casó muy joven con un hombre de edad avanzada; cuando este murió, como viuda, pudo dedicarse a su gran vocación, la literatura. Publicó el primer volumen de sus obras, Poesías varias sagradas, morales y profanas o amorosas: con dos poemas épicos... (Madrid, Imprenta Real, 1789) y tradujo algunas tragedias de Racine y Voltaire. En todo lo que escribió se declaró como una gran defensora del feminismo, como su contemporánea Josefa Amar y Borbón, y de la libertad de pensamiento; a la primera de estas causas dejó versos memorables. La mayoría de sus poemas van dirigidos a mujeres.

Obra

Poesías varias sagradas, morales y profanas o amorosas: con dos poemas épicos... (Madrid, Imprenta Real, 1789)





Aconsejando una dama a otra amiga que no se case

Guarda, deidad peregrina,
entre tantas perfecciones,
las gloriosas excepciones
que te acreditan divina:
a nadie tu fe destina,
conserva libre tu mano,
huye del lazo inhumano,
que el amante más rendido
es, transformado en marido,
un insufrible tirano.



DE BIENES DESTITUÍDAS

De bienes destituidas,
víctimas del pundonor,
censuradas con amor,
y sin él desatendidas;
sin cariño pretendidas,
por apetito buscadas,
conseguidas, ultrajadas;
sin aplausos la virtud,
sin lauros la juventud,
y en la vejez despreciadas.



QUE EL VERDADERO SABIO, DONDE QUIERA...

Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse en quién la ofrece.

Porque ignorar no puede, si es que sabe,
que el alma, como espíritu, carece de sexo.
Pues cada día, instantes y momentos,
vemos aventajarse las mujeres
en las artes y ciencias a los hombres,
si con aplicación su estudio emprenden.




SON MONSTRUOS INCONSECUENTES

Son monstruos inconsecuentes,
altaneros ya batidos;
humildes, si aborrecidos;
si amados, irreverentes;
con el favor, insolentes;
desean, pero no aman;
en las tibiezas se inflaman,
sirven para dominar;
se rinden para triunfar;
y a la que los honra infaman.



Ocho sonetos

de los que cuatro fueron remitidos por un Caballero a una Dama, que le respondió con los cuatro consonantes a los tres primeros, y al cuarto con consonantes distintos.

 
SONETO PRIMERO DEL CABALLERO.

   Arde mi corazón, y su violento
incendio por el pecho se derrama,
siendo pábulo noble de esta llama,
el amor que en mis venas alimento.
   Ardiente exhalación es cada aliento,
que el aire vago a su contacto inflama,
si es que más propiamente no se llama,
bostezo del volcán de mi tormento.
   Éste es mi Fili mi amor, y tan altivo,
que no es fácil poderle hallar segundo
milagro, que obró en mi naturaleza;
   superior al amor más excesivo,
mayor que cuanto en sí comprehende el mundo,
solamente inferior a tu belleza.



 
RESPUESTA PRIMERA DE LA DAMA.

   Silvio, el voraz incendio que violento
en tu amoroso pecho se derrama,
de ardores juveniles, vulgar llama,
y de común pasión propio alimento.
   Lo esforzado acredita de tu aliento,
que con los imposibles más se inflama,
si es que más propiamente no se llama
de una loca ambición, justo tormento.

   Pues transformar (¡qué error!) quieres altivo,
en tu noble arrogancia sin segundo,
el genio que me dio naturaleza;

   advierte que ese empeño es excesivo,
porque más que el imperio, sí, del mundo,
la libertad estima mi belleza.
 



SEGUNDO DEL CABALLERO, CON LOS MISMOS CONSONANTES.

   Ponderarte el ardor que violento,
por mi abrasado pecho se derrama,
no es empeñarte, Fili, en que a su llama,
ni aun tus desprecios sirvan de alimento:

   Sin esperanzas mi pasión aliento,
que con los imposibles más se inflama;
advierte, Fili, bien si nadie llama
en el mundo ambición, lo que es tormento:
   Y aunque mi amor confieso que es altivo,
pues blasona en la tierra sin segundo,
por milagro de la naturaleza,

   ser tu esclavo es blasón más excesivo;
mira, mi bien, si quien te diera el mundo
pensará esclavizar a tu belleza.
 



SEGUNDA RESPUESTA DE LA DAMA, CON LOS MISMOS CONSONANTES.

   Renuncia, Favio, empeño tan violento,
que pierde tu fe el llanto que derrama,
y fácilmente se ahogará la llama
que carece como esta de alimento:

   destínese mejor tu noble aliento,
Que sin correspondencia al que se inflama,
el amor mismo temerario llama,
y amor sin esperanza es cruel tormento:

   No camino al arrojo abras altivo,
blasonando en tu afecto sin segundo,
(¡Raro milagro de naturaleza!)

   ni intentes vuelo que es tan excesivo,
que no podrá tu amor vencer, ni el mundo,
la esquivez natural de mi belleza.
 



SONETO TERCERO DEL CABALLERO, CON LOS MISMOS CONSONANTES.

   Bien sé que en vano mi dolor violento
lanza suspiros, lágrimas derrama,
y que no resta a mi amorosa llama
más que sola mi pena, otro alimento:

   bien conozco el empeño a que me aliento,
y cuán en vano el corazón se inflama,
mas a un amor que heroico se llama,
ni aterra lo imposible, ni el tormento:

   y si fuera mi amor menos altivo
por tu desdén, bien mío, sin segundo
desdijera de mi naturaleza;

   que aunque parezca término excesivo,
solas tres cosas grandes tiene el mundo,
mi soberbia, mi amor y tu belleza. 


 
RESPUESTA TERCERA DE LA DAMA, CON LOS MISMOS CONSONANTES.

   Porfiado está tu amor, y es muy violento,
que el hielo que el desdén Fabio derrama,
avive impropiamente más la llama,
y crezca el fuego mas, sin alimento:

   en vano, pues, repito, ama tu aliento,
en vano el corazón necio se inflama,
en vano tu fervor bella me llama,
y en vano, en fin, al alma das tormento.

   porque mi pecho, Fabio, es tan altivo,
y en el aborrecer tan sin segundo,
que igual no le crió naturaleza:
   y en esto es mi rigor tan excesivo,
que aquel que más lisonjas deba al mundo,
deberá el desengaño a mi belleza.
 



SONETO CUARTO DEL MISMO CABALLERO CON DISTINTOS CONSONANTES.

   Necio, atrevido y loco me apellida,
Fili, tu injusta condición ingrata,
y con infames títulos maltrata
la más noble pasión, y bien nacida:
   emplea en mí tu cólera encendida,
abrasa un corazón que te retrata,
y consume, si te es empresa grata,
la ya torpe memoria de mi vida:

   ya aborrezco el vivir, pues inhumana
segunda causa das a mi tormento,
porque acabe mi vida de esta suerte:
   acción por todos términos tirana
ensangrentarte en mi aborrecimiento,
sobrando tu desdén a darme muerte.
 



SONETO CUARTO DE LA DAMA, RESPONDIENDO A ESTE ÚLTIMO DEL CABALLERO, EN DIFERENTES CONSONANTES.

   Si fuera dable que mi extravagancia
se dejase vencer de la fineza,
triunfado hubiera ya de mi entereza
tu tesón, tu porfía y tu constancia:

   pero cuanto me obliga tu arrogancia,
y el seguro que ofrece tu firmeza,
me ofende, Fabio, por naturaleza,
el eco solo de amorosa instancia:

   supuesta esta verdad, ¿qué fruto esperas
del llanto que derramas obstinado,
por más que sean tus ansias verdaderas?

   si la que ha de premiar tan fiel cuidado,
no sólo no agradece que la quieras,
mas aun el ser querida la da enfado.
 



SONETO QUINTO Y ÚNICO DE UN CABALLERO PORTUGUÉS, REMITIENDO A UNA DAMA LAS OBRAS DE CANDAMO, DE QUIEN ÉSTA SE HABÍA MOSTRADO APASIONADA.

   El que se opone aquí por ser tan bueno,
en honor de los ingenios de aquella
nación; de los cuales es la tal
Dama, también muy apasionada.

   Al nombre de Candamo un monumento
erigir suntuoso así procuro,
pues le forman aplauso más seguro
tus elogios, que su merecimiento:

   Hoy le eterniza este acontecimiento
más que la prevención del bronce duro
porque respetarán en lo futuro,
más que su discreción, tu entendimiento.

   Más que en el mármol, que en el jaspe herido,
contra los accidentes de la historia,
la dejan tus aplausos defendido:

   pues para asegurarse inmortal gloria,
no teme los insultos del olvido,
quien su nombre eterniza en tu memoria.




ROMANCE

Aprended, flores, de mí,
lo que va de ayer a hoy...;
de amor extremo ayer fui,
leve afecto hoy aún no soy.
Ayer, de amor poseída
y de su aliento inflamada,
en los ardores vivía:
del fuego me alimentaba.
Y, a pesar de la violencia
con que sus voraces lamas
cuanto se opone a su furia
arden, consumen y abrasan,
como pábilo encendido,
cual cantada salamandra,
solamente hallaba vida
entre sus ardientes ascuas,
y hoy, en tan tibios ardores
yace o desfallece el alma,
que el frío carbón apenas
da señas de que fue brasa.
Ayer, los fieros volcanes
de amor no solo halagaban
el pecho, sino que amante
fuera de ellos no se hallaba;
y, sin ellos, decadente
y exánime, desmayaba
y moría, y parecía
como el pez fuera del agua.
Y hoy, no solo, temeroso
y pavoroso, se espanta
de la más leve centella
que en el aire corre, vaga,
sino que el horror y miedo
que a la luz la fiera brava
tiene imitando, a cualquiera
resplandor vuelve la cara.
Ayer, por poco, el incendio
en que amante me abrasaba
vuelve en pavesas el mundo
todo, y en humo le exhala;
y en una hoguera la hermosa
máquina del transformada,
por poco vuela en cenizas
de mi ardor comunicadas.
Y hoy, apenas de que ha habido
lumbre dan señas escasas
tibios rescoldos: ¡tan muertas
yacen ya, y tan apagadas!




Poesías varias de una dama de esta corte. Dalas a luz doña M. H.

Novela Pastoril, puesta en verso en este Romance, en agudos.

 
   Vivía Fili contenta
en la mansión del amor,
llena de gozos el alma
sin sustos el corazón.
   Pastora de Manzanares
en cuya amena región,
fue adorno de sus riveras,
de sus campiñas honor.
   Tan hallada con su suerte
gustosa con su elección,
que en el mundo no creía,
pudiera haberla mejor.
   No la atormentaban celos,
desconfianzas, temor,
que amaba correspondida
a su discreto Pastor.
   Muchas veces corrió Febo
su vuelta ardiente y veloz,
sin que su fe padeciese
la más leve alteración.
   Asombro de las Pastoras
que Manzanares miró
en sus frondosas orillas
era el amor de los dos.
   Pero en fin la envidia aleve
la envidia, cruel y atroz,
rabiosa de que en mortales
hubiese tan dulce unión.
   A Silvio Pastor gallardo,
de tanta dicha señor,
sólo porque era dichoso
a ausencia le condenó.
   Que para la envidia torpe
que se ceba en el loor,
el tener mérito o dicha
es el delito mayor.
   La constancia en esta ausencia
de Fili, no peligró,
porque tenía en el alma
arraigada su pasión.
   Antes de este contratiempo
mayores fuerzas cobró,
cual suele oprimido el rayo
abrasar con más ardor.
   Quien piensa, que en nobles pechos
puedo lograr el rigor,
disminuir el cariño,
que engañado lo pensó.
   Que antes le aumenta quilates
pues la nobleza de amor
crece perseguido uniendo
el amor la compasión.
   La ausencia de su querido
dulce amoroso Pastor,
suplía de Fili amante
la tierna imaginación.
   Representándose en ella
tan finamente su voz,
gesto y semblante, que a veces
que hablaba con él creyó.
   Tan vivamente su imagen
le presentaba el amor,
que en vez de ausente presente
mil veces le imaginó.
   Todo cuanto amable veía
le acordaba su Pastor;
si los corderos balaban
movidos de su afición.
   Si el cervatillo jugaba,
si la hermosa amante flor
seguía fina los rayos
del que en ellos la abrasó.
   Si la tórtola gemía,
si el pajarillo cantor
publicaba con gorjeos
los contentos de su amor.
   Si el céfiro susurraba
de Flora amante al rededor,
en todo imágenes veía
de su amorosa pasión.
   Y todo la recordaba
de su Silvio la expresión,
la ternura, los afectos,
el cariño y el ardor,
   con que a sus pies tantas veces
postrados en ellos juró
que más allá de la muerte
viviría su afición.
   Los Pastores a porfía
luego que Silvio marchó
de esta gallarda Pastora
pretendieron el amor.
   Mas en vano lo intentaron,
aunque no hubo Pastor,
ni Zagal en la rivera
que osado no lo emprendió.
   Porque era Fili Pastora
desde su primer albor
celebrada en Manzanares
de hermosura y discreción.
   Mas como Fili tenía
ocupado el corazón,
y tan presente la imagen
de su adorado Pastor,
   cuanto hacían los Pastores
por merecer su favor,
en danzas, luchas, canciones,
con el pastoril primor;
comparado con las gracias
del que la suya robó;
aunque mejor ser pudiese
le parecía inferior.
   Si algún Pastor la ofrecía
una amorosa canción,
luego para sí decía,
la de mi Silvio es mejor.
Si jugaban, si luchaban,
de Marte el fiero rigor
imitando decía al punto
mi Silvio lo haría mejor.
   Y si expresar sus ternezas
querían, decía son
(aunque les pese a estos necios)
los de mi Silvio mejor.
   Cuando alabar su hermosura
oía y su discreción,
cuando su garbo y su aseo
celebraban a una voz,
   y cuando fuentes y espejos
a competencia los dos
de su gallarda persona
retrataban el primor,
   Lo estimaba sólo Fili,
por prendas con que su amor
regalaba y agradaba
a su dichoso Pastor.
   Y el ver que permanecía
de su hermosura el verdor,
que el tiempo no marchitaba
como a otras su esplendor,
   daba sólo a esta Pastora
contento y satisfacción
por que la amaba y amase
su venturoso Pastor.
   ¿Mas quién dijera, Zagalas,
quién creyera que un amor
tan fino, tan acendrado,
tan constante (¡qué dolor!)
   Tan digno de que esculpiesen
en jaspes su duración
había de llorar mudanzas
de Silvio, ingrato Pastor?
   Volvió Silvio de su ausencia
pero trocado volvió,
y en nada agradaba a Fili
aunque él afirma que no.
   Volvió sin aquellos dulces
suaves estilos quo son
indicios, y aun pruebas ciertas
de que hay verdadero amor.
   Volvió altanero, arrogante,
desapacible, feroz,
y por conclusión trocado
aunque él afirma que no.
   Volvió por fin tan distinto
de lo que Fili esperó
volviese, que su mudanza
todo su amor entibió.
   Y lo que alcanzar no pudo
ni la ausencia ni el rigor,
ni de tanto fino amante
la porfía y el fervor,
   alcanzó en breves instantes
de su Silvio el desamor,
no solo por él calmando
tan extremada pasión,
   tan excesiva fineza
tanto querer, tanto ardor,
mas convirtiéndola en ira,
en odio y oposición.
   Esto cantaba Frilena
Pastora, cuyo primor 
en el cantar igualaba
a la gala y discreción.
   Y a la destreza y donaire
con que siempre del amor
evitar supo advertida
el cruel y dulce arpón.
   A las hermosas Zagalas
que siguen al ciego Dios
para aviso y escarmiento
de las que serán y son.
 





Otro

Imitando a uno de los Góngora.

 
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que quien te hizo pastora
no te excusó de mujer.
   No sé porque aquel discreto
dulce plectro Cordobés
a esta donosa sentencia
no añadiría también,
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que los hombres comúnmente
no la saben merecer.
   Mira allí aquella Pastora,
cuyo glorioso desdén
fue del amor resistencia
de sus arpones pavés.
   Prendada infelicemente
y enamorada de quien
(habiéndole, en fin, vencido)
la desestimó después.
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que los hombres comúnmente
no la saben merecer.
   Mira allí la otra Zagala,
cuya soberbia altivez
desaire era del que amante
rendirla osaba emprender.
   Que todo lo desdeñaba,
que hollaba el mundo a sus pies,
vencida llorar tibiezas
del que ya ha querido bien.
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que los hombres comúnmente
no la saben merecer.
   Mira aquí esta otra hermosura
tan tierna como fiel,
sufriendo el mal de una ausencia
con inviolable ley;
   Mientras su alevoso amante
falso, ingrato y descortés,
a cuantas dicta el antojo
la sacrifica cruel.
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que los hombres comúnmente
no la saben merecer.
   Mira de la otra belleza
eclipsado el rosicler,
dándola muerte una mano
que la debía defender,
   por unos injustos celos
que considerado bien,
cual de los dos delinquía
la merecía más él.
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que los hombres comúnmente
no la saben merecer.
   Mira de la honra de tantas
manchada la blanca tez,
por la sacrílega lengua
e infecto aliento de aquel,
   que el favor vociferando
que alcanzó declara ser,
con esta acción solamente
infame e indigno de él.
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que los hombres comúnmente
no la saben merecer.
   Mira a ésta, mira a aquélla,
mira a éste, mira a aquél,
y verás patentemente
en todo un retrato fiel,
   del engaño de los hombres
de su inconstancia, su infiel
correspondencia, y que siempre
vuelven el mal por el bien.
   Guarda corderos Zagala,
Zagala no guardes fe,
que los hombres comúnmente
no la saben merecer:
   y quien te hizo Pastora
no te excusó de mujer.
 






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