miércoles, 24 de septiembre de 2014

ARIEL MONTOYA [13.443]


Ariel Montoya 

(1964)
Poeta nicaragüense. Nació en Esquipulas, Matagalpa, en 1964. Poeta, editor y periodista. Director Fundador de la Revista Cetroamericana de las Culturas, Decenio, y de la editorial del mismo nombre, y Presidente de la Fundación Iberoamericana de las Culturas (FIBRAS). Autor del poemario "Silueta en Fuga" (Guatemala, 1989). Pertenece a la convulsa generación del 80, y también a la llamada "Generación de Mollina", que aglutina a jóvenes creadores de la región iberoamericana, surgidos en la década del 90. El perfil de la Hoguera fue merecedor de una mención de honor en el Premio Nacional de Poesía "Rubén Darío 1999", convocado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de Nicaragua.

Como periodista, ha sido articulista de temas políticos y culturales en prestigiosos diarios centroamericanos y de La Florida; como poeta, ha publicado en diversos suplementos, antologías y revistas de las Américas y España, territorios que moldean su natural identidad indohispana, capaz de atraparlo en la más conmovedora de las nostalgias bajo una puesta de sol en los condominios del destierro, desde donde bien le viene cantarle a las naranjas de los caminos o a los espantapájaros desbandando chocoyos y fantasmas. O bien, desmadejar su alma viajera sobre lejanos mares entablados por un flamenco andaluz.



Verano

Viene
el calor
desde
el potrero,
sudario errante
de la noche.

En el
viento quemado
se encrespan
murales
de lumbre,
pintados
por matorrales
incendiados
con la quema.

Arde el verano
fantasma de la sequía.



Refrán

Dime,
hasta donde
querías llegar,
y te diré
donde
debí quedarme.



Factura poética

El Pez
muere
por su boca;
el poeta,
por su lengua.



Adorada

Las nubes pasan y vendrán a reemplazarlas otras. Escucho el trinar de los pájaros pintando los árboles con su aérea presencia. Por mi memoria pasan recuerdos de infancia, quizás rumores de pasos entrelazados taconeando sobre estas mismas piedras. El viento sopla, arrastrando un eco lejano de guitarra tocada al desgarre....la tarde cae lentamente, pronto los muelles del crepúsculo la ahogarán mientras tú, adorada niña apareces en medio de la calle con un manojo de trenzas echado a la espalda de tu uniforme de colegiala, engrandeciendo el paisaje. Sobreviviéndole.



La mercadera

...Su horizonte de barro y su luna de broza...
Joaquín Pasos


La ven
con su puesto de verduras
en un tramo del mercado.
La ven
escoger frutas olorosas para la venta
los melones se deciden en la última oferta.
La ven
con la cara tostada
del sol que le chorrea en la frente
(los dientes de ajo que cuelgan de una ristra
le sonríen)

El aire pasa, zumbando,
acariciando la mejilla de los tomates
y el viento se espina en los maltrechos rostros de
las piñas.

La ven
los pies bañados de polvo. De polvo
y sudor que parecen de barro,
los caites cansados
la voz con furia suelta toda la mañana,
la ven sacar sueños que no pone en venta.



Señal del velo

Como el vértigo de la espada
despuntando silencios,
tu ausencia
fragua insistente
revistiendo
calados entornos
ensangrentando
espirales sobre días y noches
cubiertas
por lamentables transparencias.

Veo tus ojos
-tempestad de luces-
desbandando sombras,
invadiendo
veranos y esperas,
volviendo con los míos
en las tejidas
gaviotas del atardecer,
en la copiosa
tanda de estrellas
contempladas en tu frente.

Tu pelo es la lluvia
Sobre tu espalda
chorrea
un voluptuoso calendario
de hebras y medusas
donde feliz
se pierde y enreda
la masculina
vela de mi entrega.

Tu ausencia
viene con la lluvia,
su velo
es un témpano abrazador
cayéndome
en las letras de tu nombre: Verónica.


VERGÜENZA

Nunca llegaste a través de la tarjeta postal
ni me anunciaron con pretextos saludos
que tu palabra
tu canto y tu persuasivo aliento de prodigioso olor
rondaba inadvertido entre milagros.
Me reconozco culpable de que jamás mi exilio se
consoló con tu recuerdo.
Cómo se nos fueron los años,
cómo se te desgranó la inocencia
  cómo has germinado en madre, en mujer. En otra.
Cómo yo también me fui a través del tiempo esculpiendo
  en anónimos rostros hasta esta otra cara que hoy te enfrenta.
Casi niños,
se nos cuajó el deseo en verdes besos
que después maduraron en la frontera de otros labios.
No podría imaginarte como eras antes,
no podría mañana, imaginarte como eras ahora
¡no nos habita ningún presente puro!
para esta vergüenza de apagados y moribundos rubores.




Primicia del beso y del olvido

En el sorteo de esta alegría 
portando gaviotas, 
tronchando hileras de nostalgia 
como bosques indolentes, 
tu mirada volvió con la marea. 

Qué memoria la de mis oídos 
descifrando los rumores 
del abuso de tu ausencia, 
envuelta en las tintorerías de tu soledad. 

Has vuelto, 
y es nuestro deber 
informar de estos besos 
a los radioperiódicos de los pájaros, 
a los murciélagos de la oscuridad, 
a los sistemas combinados de las ballenas. 

Ofrezcamos esta primicia a la luna, 
a sus secretos códigos de ensueño. 

Han sido tantas jornadas de espera, 
de enérgicos disgustos con el alba, 
de acaloradas protestas al viento de la tarde, 
de rupturas inminentes con el arco iris 
y el enjambre de sus colores. 

Yo que le quité el habla a las mariposas, 
también fui capaz una noche 
de romper mis compromisos con la esperanza 
arrastrándome hasta el futuro de la nada. 

Por eso ahora, amiga de mi amor, 
tuerce mis desagravios al Universo, 
y con la potestad de este reencuentro 
predícele al olvido la ruina de su aurora.




El papel debido

Cuando oigo entonar a Joan Báez 
una de sus hoy viejas canciones 
de protesta 
—Brothers in arms— 
pienso 
que aun cuando hayan sido 
gestos frágiles de hermandad humana, 
endebles como un puente 
de bambú o de lepa, 
han ayudado a exorcizar eclipses, 
una vez en Viet Nam, 
otra en Sudáfrica, 
otra en Nicaragua




Orgullosa oponente de la muerte

Frida Kahlo 

se retrató a sí misma: 
plenilunar, 
estoica, 
reconstruida. 

Creó su atmósfera propia, 
su antimuerte, 
su territorio libre. 

Creó sus reglas de juego 
para apostar por la vida. 

Y para no obviar detalles 
posó de cara a la muerte 
bajo una luz cenital. 

Cuánto temple en el gesto, 
cuánto enigma, 
cuánto fuego rodeándole las manos, 
los ojos y la boca, 
cuánta palpitación votiva. 

La suya es una saga 
en la que el sufrimiento 
se vuelve un contrafuerte. 




Diáspora

A Pablo Antonio Cuadra 

Vi
a mis hermanos nicaragüenses, 
a hombres de rompientes horizontes 
en busca de esperanzas que gravitan en sus pechos, 
a mujeres dulces con mares y enigmas esparcidos en sus días, 
a mujeres dulces con mares y enigmas esparcidos en sus rostros, 
contrabandear con sus propias desgracias; 
con lo prohibido, 
con falsos documentos, 
hospedados en hoteles de mala muerte 
y bajo la tutela de los coyotes 
en tránsito a los Estados Unidos. 

Son inquietas y desdichadas personalidades comunes 
tras el sueño galopante y necesario que despierta el país del norte, 
la promisoria tierra de orgiásticas contradicciones y ensueños. 

¿Qué gérmenes nos destruyen en silencio? 
¿Qué mal estarán las cosas en mi país 
que este rumbo los arrastra inciertos a la expectativa carnal de la 
vida 
o la muerte? 
¿Es que a la Patria, 
como a una muchacha prohibida, 
nos es imposible acariciar? 

¿Qué vacío ha de llenar sus esperanzas, 
luego de ganadas las infranqueables fronteras? 

Nos ha llovido sangre 
y se han secado ya 
los ríos de leche y miel que nos prometieron. 

Guatemala, 1987



Guardabarranco

Oí su canto en la espesura de la montaña 
y posaron sus alas en la gravedad de mi nombre. 
Desde entonces mi existencia 
picotea allá en el fondo de la vida 
la rama del mundo donde anida mi estrella.





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