domingo, 26 de agosto de 2012

7578.- DANIEL OMAR FAVERO




Daniel Omar Favero
Daniel Omar Favero. Nació en La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 30 de Julio de 1957. Creció en un barrio de calle de tierra y zanja, donde sus padres habían construido una familia de cinco y una casa sencilla y de puertas abiertas. Allí conoció a sus primeros amigos, algunos de ellos serían sus compañeros de la Escuela Nº 8, luego del Colegio Nacional y de la vida. Uno de ellos lo describe profundamente:
“Transitamos juntos, casi sin hablarnos, complicadas geometrías de la vida. ´El Dane´ manejaba los silencios a favor nuestro. Casi todo lo que creemos que sabemos de sus sueños se encuentra en sus poemas. Acaso porque sus ojos verdes veían otras cosas, o porque los osados lances de su instinto no esperaban referencias, lo cierto es que sabía callar, aunque nos pese. El destino implacable e impreciso – que él trataba de evitar con el mismo mecanismo del potrero- lo disparó a ese rectángulo del pasado donde es difícil entrar sin que nos duela. Hoy vuelven a mí de aquellos días imágenes lejanas, las angustias, la bronca sostenida y un par de estrellas con su nombre: el delicado equilibrio de sus tumbos sobre el filo que separa el amor de la locura, lo heroico de lo absurdo; y el empleo inteligente del ridículo rellenando intersticios infranqueables.”

Prólogo del Libro "Los Últimos Poemas"

"Respiraré estos aires en fortines de barrio", escribió en 1976 cuando contaba 19 años. Dane, como le decían, fue secuestrado en junio de 1977 por un grupo de tareas de la Brigada de Investigaciones que dependía del jefe de Policía, General Ramón Camps, y del Comando Militar I que mandaba el General Guillermo Suárez Mason. Le faltaban días para cumplir sus 20 años. Fue secuestrado junto a su compañera, Paula Alvarez. Daniel estudiaba Letras en Humanidades y era de la Juventud Universitaria Peronista. Había estudiado en el Colegio Nacional. Era escritor y músico, en el año 1992, se presentó su libro, "Los últimos poemas", editado en una colección de poesía que dirige José Luis Mangieri. La presentación fue en el salón de actos del Colegio Nacional. En el año 2007 se editó su segundo libro póstumo, "Nosotros, Ellos y Un Grito", edición literaria a cargo de José Luis Mangieri. El libro se presentó en el Centro Cultural Daniel Favero fundado por su familia el 29 de marzo de 2001.
El 24 de marzo de 1976, el golpe de estado instauró una nueva dictadura cívico militar en Argentina. Miles de personas fueron secuestradas y desaparecidas y, otro cientos de personas aparecieron muertas. Otros miles de argentinos (particularmente atemorizados o amenazados) debieron abandonar el país y emprendieron un duro camino de exilio. La mayoría de los que se quedaron tardaron varios años en animarse a hablar en público sobre lo que estaba ocurriendo en el país. El Gobierno de facto realizó siniestras, profundas y drásticas transformaciones en la economía, en la sociedad y en la política, acallando por medios ilegales las voces de protesta. Se generalizó el miedo y el silencio, y con ello, la impunidad de los genocidas. Dentro de este marco histórico y de los lamentables hechos relatados, secuestran a Daniel Favero y a los 30000 pero no pudieron acallar sus voces.
“Yo no quise salvarme sino del egoísmo, quise hacer con mis manos una comunidad de vida y esperanza; quise amarte y luché. El amor es mi descanso. La Lucha, mi salvación. La muerte no es la tumba, ni el mar. ”

Fragmentos de "Los Últimos Poemas"


Libros Publicados

Favero, Daniel Omar. Los Últimos Poema. Buenos Aires: Libros de Tierra Firme, 1992. 53 p.
Favero, Daniel Omar. Nosotros Ellos y Un Grito. Buenos Aires: Libros de Tierra Firme, 2007. 64 p. (Todos bailan / por José Luis Mangieri)



Nosotros, Ellos y un Grito (Selección)

Publicado en el espiniyo, revista de poesía, nº 5/6


RESPONDEME EN TU SANGRE: MI SANGRE TE INTERROGA

desde el principio, muerde con dientes absolutos,
rasga y destroza, cruje con la voz del volcán,
padece mi destino de perseguir estrellas,
mi destino de ver sin fin la caminata
de los ensimismados, la dimensión del muro.

Dame un signo evidente de desnudez, de venas
sueltas, como cabellos, dispuestas a mis manos
que son diez ignorancias para garabatearlas,
son diez fieras convictas, hambrientas de universo,
son diez enredaderas en tu totalidad
que no se detuvieron aún, ni te conocen.





AHORA ENTRE SONIDOS DE METALES LLORANDO,

en el anonimato que cruza la ciudad
que como un reloj mueve engranajes ocultos,
pasa un aire glacial y parece que clava,
sutilmente, cuchillos en los ojos perdidos
de la gente que va en la inercia del día.

Se diría que aquí nada puede cambiar:
voy por la misma calle que ayer, antes de ayer...
de verme por acá ya se aburren las casas
y se notan, más pálidas, ventanas pensativas.
Vivir, morir buscando el fin de esta cadena...
Acaso es mi destino de duelos cotidianos.





MIREMOS ESTA CALLE: ESTE BARRIO ES DE NIÑOS;

otra vez aparecen jugando entre nosotros
como imposibles duendes en estos cementerios,
como cosa que el cielo no ha querido admitir
y les llueve y los quema y ellos siguen sus juegos
y llamándonos siempre con miradas de barro.

Nosotros nos quedamos llorando algunas veces
porque una sola gota se nos cayó en el alma.
Ellos siguen jugando contra el sol y la tierra.
Nosotros renunciamos al combate algún día
por no sé qué valores o sabios pensamientos.
Ellos, contra el cansancio, morirán dando golpes.





QUIERO DESENLAZARTE DE LA RED DE OCCIDENTE

crepuscular y triste, de lánguidas alturas
de cemento con ojos que miran y no ven.
Aquí somos las islas: quiero hacer un camino
en el mar riguroso con mis pequeñas ramas
hasta tocar el centro de tu tierra dormida.

Quiero entrar, destruirte, devorar las raíces
(tu palabra no es tuya ni tu mano ni el tiempo).
Quiero que en las cenizas te levantes, genuina,
hecha entre relámpagos que anunciarán el parto
del agua y de la arena. Entonces sí, serás
y hablaremos, en calma, de la unidad futura.





SUBO POR TUS CAMINOS Y DOS PÁJAROS HUYEN

de planetas marinos a lejanos misterios
en un pleno vacío. Dos vidas silenciosas
no responden a nada, nada son ni recuerdan
pero desesperados de sed se detuvieron
en un sueño implacable e incendiaron el mundo.

Olvidaron los barcos, el mar y las campanas
y se quedaron solos, cómplices de la arena,
robándole secretos al bosque de madrugada,
secretos a las olas que llegan con el viento...
¡Subo por tus caminos de palomas errantes!
En un árbol, clavado, me espera mi cuchillo.





NUESTRA CALLE, PACIENTE, ENFERMA DE NOSOTROS

(nosotros que no somos sino significados
de palabras mayores y de antemano escritas)
larga, lánguida amiga, moribunda sin muerte,
nos tiende cada día sus veredas gastadas
como preguntas tristes... a dónde... para qué

A dónde los incógnitos, para qué los incógnitos
compañeros de suela sin propiedad privada,
compañeros de huella con madrugada y barro,
compañeros, monólogos, confesiones, amores,
y perros, compañeros de basura en basura...
Qué paciente la calle nos sirve de bandera.





¿DÓNDE VAN LAS COSAS QUE NUNCA SUCEDIERON

si alguna vez lograron ocupar el futuro,
la esperanza y el ánimo de los que dan la vida?
Las cosas subterráneas que allí son amenazas
y aquí son las desnudas llamaradas –expuestas
a la humedad del alba- y el aguardado triunfo.

En dónde están las cosas que no pudieron ver
aquellos que, resueltos, salieron a buscarlas
por montes intrincados, por villas y miserias,
llevando en cada mano herramientas del alma?
Y quién conoce el arma que logre enmudecer
la intensa resonancia de los héroes caídos.





No Te Caigas, Ya Sé Que Es Mas Fácil La Muerte,

como un desprendimiento total, un abandono,
como un dejarse estar, que nos borre la lluvia,
que nos lave los huesos y ser en la pureza.
No me atrevo a pedírtelo como tu obligación.
El deber me parece un remiendo del alma.

No te caigas… acaso llamo a tu condición,
a tu espontaneidad, a tu amor que trasciende
abarcándome como si latiéramos juntos.
Te llamo desde un frente donde somos hermanos
y nos necesitamos: aquí, los enemigos
son quienes quieren vernos desertores, cobardes.





Me duele este silencio de cárcel y tormento,
 esta ausencia de cuerdas de concreta dulzura
sobre los viejos charcos que me ensucian el alma,
esta traición al grito de esperanza nacido,
ultrajado y difunto y otra vez arrojado
 a recorrer la tierra, sin fin y sin corceles.
¡Que caigan las sonoras palabras que mintieron,
 como el agua a la sed de un infinito campo,
 a los brazos en alto que sostienen la luz,
 al olvido clavado en el centro del mundo
 y a mí mismo que quiero saltar este esqueleto
 para fundar más puro mi canto libertario!.

Del libro “Nosotros, Ellos y un Grito”





Yo no quise salvarme sino del egoísmo.
Quise hacer con mis manos una comunidad
de vida y esperanza. Quise amar y luchar.
Ahora y por siempre.
El amor es  mi descanso. La lucha, mi salvación.
La muerte no es la tumba, ni el mar.

Del Libro ”Últimos Poemas”




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