sábado, 1 de noviembre de 2014

IVO SVETINA [13.903]


Ivo Svetina

Eslovenia
Nació en Eslovenia en septiembre de 1948. Es poeta, dramaturgo, traductor y autor de obras para niños. Ha obtenido numerosos premios por sus dramas y colecciones poéticas. Desde 1998 ha sido el director del Museo Teatro Nacional de Eslovenia. 
Ha publicado más de una veintena de libros de poemas desde 1971. Por su poesía recibió en 1998 el Premio de la Fundación Prešeren y en 2002 el Premio Jenko.

Poesía;

Plovi na jagodi pupa magnolija do zlatih vladnih palač (1971)
Heliks in Tibija (1973)
Botticelli (1975)
Vaša partijska ljubezen, Očetje! Herojska smrt življenje (1976)
Joni (1976)
Dissertationes (1977)
Bulbul (1982)
Marija in živali (1986)
Péti rokopisi (1987)
Knjiga očetove smrti: videnja, izreki 1989 (1990)
Almagest (1991)
Disciplina bolečine: stance praznine (1993)
Glasovi snega (1993)
Disciplina bolečine (1993)
Zakoni vode in lesa: 1993-1995 (1997)
Svitanice (1998)
Svit (2000)
Stihi, videnja, izreki (2001)
Oblak in gora (2003)
Pesmi nevednosti (2004)
Lesbos (2005)
Vrt pozabe (2005)
Na obali oceana tovarna poezije (2008)
Pes in Perzijci (2008)
Stimmen slowenischer Lyrik 2 (2008)
Sfingin hlev (2010)




Caverna

El nacimiento de una Idea

1.

Atento como un perro vigila los gorriones,
el sabio sigue los objetos, y detrás de 
los fenómenos que lo llevan a conceptos
para ser desmontados, en un diálogo
con su joven amante, dentro de la cosa y la sombra,
la pena y las lágrimas, la guerra y el duelo.

El sabio, los amantes. El antiguo nombre
De lo que ha sido anónimo, y tan inexistente;
el más reciente amor a lo desconocido,
lo indescriptible, por su belleza, y su alma
que se entrega a la (clara) apariencia; por tanto los amantes
se vuelven un objeto reclamado por los sabios,
que -al borde de concluir una docta disputa-
los arrojan a una caverna, para oscurecer la Idea
del amor eterno, que vuelve a los hombres Inmortales.


2.

¿Quién los espanta con marionetas? Debería haber gritado
al menos un dios –pero lo dioses no sabían de ninguna caverna.
¿Por qué –¿quién?- los espantó con marionetas
subiendo y bajándose más allá de un parapeto,
arrojando sorprendentes sombras en el muro,
un muro perforado completamente por miradas moribundas?

Era un engaño: si la luz dominara
a sus espaldas –las espaldas de los titiriteros
y sus muñecas-las sombras llevaran
con facilidad estas extrañas figuras- ¡hechas de sombra!-
a lo profundo, dentro y abajo, más allá de las cabezas y los hombros,
encadenadas al dolor, y, caprichosamente, adhiriéndose
al muro de piedra: ellos sabían que, aunque meras sombras,
eso era todo lo que los prisioneros podían ver.

Cuando los que arrojaban las sombras hablaron en detalle, la 
caverna se colmó de voces, aún no música, mas para aquellos
atormentados y atados, como himnos a lo desconocido.
Esta fue la primera vez que intentaron hablar,
hasta entonces, un alarido y un lamento y un llanto habían sido su 
lengua,
una que podía ser entendida por cualquier extranjero,
ya que el sufrimiento no requiere de traducción.


3.

Pensó el filósofo: si aquellos pobres desgraciados,
parábola como son, deberían ser liberados
por alguno que los despojara de sus sogas que han corroído su piel, 
desde hace mucho, incitándolos
a ver la luz, el brillo, el fuego, el resplandor 
el mismo sol, todo aquello que no había sido experimentado,
 ellos no harían sino sufrir un dolor aún más penetrante.

Enceguecidos por aquello en lo que sus espaldas se volvieron 
desde hace una eternidad, no podrían abrir paso a una sola lágrima,
como la leche de las madres se había secado hace mucho,
con todos los fenómenos y las cosas impregnados de esplendor,
sumergidos por un herrero divino en una boca de fuego.

Pero el peor dolor, rompiendo muchos cuellos,
débil como estaba cuando libre por fin, estallaría
al ver que no era un espejismo sino real. 




De El libro de la muerte de mi padre


¿De qué materia está hecha la felicidad de las abejas, que vierten 
así gota a gota su vida en la dulzura? ¿De la luz del Sol o de los 
olvidados sueños del hombre? En un solo día la fugacidad se 
convierte en eternidad, cuando, en el mismo rocío de la mañana, 
se abre la flor por última vez. Y en sus cien ojos, un solo elemento 
llega a ser la imagen de todo el mundo -del cielo de Este a Oeste. 
La felicidad de las abejas reside entonces también en la existencia
de las avispas, a las que la gente mata con alegría porque tienen 
una capacidad de la que las abejas carecen: con su veneno llenan 
el aire, envuelven a la gente, y así se quedan más solas. Sólo el 
guardián de la piedra, que es capaz de atraer a los rayos del 
Sol para que en ellos viajen las trabajadoras de la miel, sabe de 
dónde viene la felicidad de los seres para los que el instante es 
un palacio, del cual no encuentran el camino. Y en la dulzura se 
pierden los cristales de miel.



De Botticelli

Para un poema basta un presentimiento, hermoso como una 
silenciosa tortuga alimentándose, animal luminoso, de sublime 
blancura que ha crecido en su cuna de dibujos de sangre, 
en el nido de la luz y del silencio eternos, oculta bajo una
mano de oro. En el palacio negro de tu ojo 
leo el poema. ¿De dónde vienes, suave concha del universo? 
En tu cuerpo estelar duerme el brillo tenue de la pintura italiana, 
la milagrosa profundidad de la geometría metálica 
bordea a la gente, a los ángeles, a los animales y a las tierras.
Anuncias los dones de los sabios, el rubor acaricia
tu pecho, tu pelo, pavos reales de largas colas sobre el cielo del 
mediodía.
¿De dónde vienes, concha azul del universo?
En los lirios que son barcos en los espejos de las cerezas, largos
largos brazos, fragantes con el vino que sale del pecho joven
de la Madona. Tus labios queman venenosos,
nace la luz, la azulada habitación de la lengua. 
¿De dónde vienes, gran concha de Botticelli?



[Takrat, ko me ni]

Takrat, ko me ni, je Rim poln srečne vode,
umivajoče obraze belih palač, igrač, skritih
v plavih vrtovih, obdanih s stebri črnih kit.
V žametnih rokavicah jé mesec lase bisernega
psa, žival s pajčevinastimi krili na temnih
bokih, zlato mamino pismo trepeta v otroški
roki, čisti kot dolgi bledi hodnik, z rožami
porisani. Zvezda z dna teme, luč svilenega
volka, vstaja iz drobnih španskih jabolk, v
tankih curkih svetlobe, s katero mi Botticelli
slika češnjo. Potopljenega. Pišem. Šumi, šumi
svinčnik po belem snegu, ogenj, tanke tanke
sledi barv. Na smučkah sem nesrečna ladja,
čez metropolo sonca ploveča v toplo škrlatno
stoletje, ki je še pred menoj.




[Kar iznenada sem vedel]

Kar iznenada sem vedel prav vse o tisti deželi.
Prav vse. Lahko bi jo začel popisovati, lahko bi
dolgo pripovedoval o njej; o deželi, kjer pade letno
osemnajst metrov dežja, o reki, ki poje skoznjo, o
njenih bradatih bregovih, drevesih kruha in barv,
ki rode na poti k morju; lahko bi naštel vse
majhne ilovnate vasice, ki se prikažejo med gostimi
in mehkimi stebri mogočnega gozda in so polne lune
živahnega gibanja tisočletnih prebivalcev, klicev
otrok, tekajočih za mladimi žametnimi prasci, še vsemi
golimi in z blatom ošpricanimi, o nagih ženah, o nage
žene! sklanjajočih se nad lončene lončke, iz katerih
se sukajo dišeči dimčki grenkega mesa, o
napetih temnih prsih in močnih zadnjicah, ki se, zdaj
ene, zdaj druge, privzdigujejo v ritmu domačih opravil,
magičnih živalskih gibov, v skrbi za parafernalije
tega srečnega ljudstva temnega jezika, ki, zdaj ene,
zdaj druge, nihajo in odkrivajo tanka, bleda rebra,
zaklana v pekočem srebru nad ananasovimi boki; drugič
spet nasvedrano dlako, ki v jarkem soncu kar modri
in prikriva precej svetlejše sramne ustnice, pri
dekletih in ženah te dežele srečnega ljudstva temnega
jezika bolj nabrekle in niže viseče iz splovila in
ne tako medeno zlepljene in je med njimi vedno nežna
reža, kodravost je za hip, za prst prekinjena ter ne
zakriva popolnoma vhoda v deželo srečnega ljudstva
temnega jezika.



Osel

Nežnost, ti najšibkejša krutost, 
ki med najinima telesoma ribo rodiš,
me sedaj obiskuješ v liku debeloglavega
osla, ki mu črn ud opleta nizko pod trebuhom.
Jaz pa moram piti, veliko piti, da odžejam
vse tiste, ki si jim me obljubila.

Krutost, ti najslabotnejša nežnost,
ki z njo otroci krmijo osla, da mu zobje
zlatijo sedmera sonca in mu temno tkivo
rase hitreje od deškega vonja.

Tu, ob tebi bo moj novi dom, pritlikavi
pohotnež, ki v meni ugledaš visoko morje,
gozd kot sneg daljne soli,
pekoče v rani, v očeh, na udu.



[Oče, kako prazen dom si]

Oče, kako prazen dom si in kako
zelene so tvoje oči, bežeče skozi
spomin ogledala k sestri, ki se meso
umika v kamen. Ne kliči me s tujim
imenom, ne polagaj rok na moja usta,
ko jem ribo s svete stene in zidam
svetlo polt sveta. Pečat si, srce,
prstan, ki peče v kruhu bolj kot meč,
star dve leti, s katerim te bom česal.

Z votkom mladega dežja boš stkal
mrežo, s katero bova zajemala trdo
vodo z dna gozda, kjer te je sonce
povilo v vzhodnem čelu neba.



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