martes, 10 de abril de 2012

ARMANDO OROZCO TOVAR [6.455]


ARMANDO OROZCO TOVAR 

(Bogotá, Colombia  1943 – 2017) 
Licenciado en periodismo por la Universidad de la Sabana, profesor universitario de humanidades, literatura y filosofía. Primer premio en la Bienal de Poesía Novel de la Provincia de La Habana, Cuba, en 1974. Primer premio en el concurso universitario nacional de poesía de la Universidad Central en 1981. Libros de poesía: Asumir el tiempo, 1980; Las cosas en su sitio, 1983; Eso es todo, 1985; En lo alto del instante, 1990; Para llamar a las sombras, antología, 1994. Luis Vidales dijo en el prólogo de su primer libro: «Hoy no se trata simplemente de hacer poesía nueva. Eso está bien. Pero el todo depende de la estrategia empleada para captar al lector o al contemplador. Y Orozco lo consigue con el sortilegio de una poesía llana, conversacional, de acentos familiares, de los que ha huido la resonancia grandilocuente de las viejas escuelas de la versificación». Y Ricardo Sánchez: «Este poeta no figura en antología alguna que yo sepa. Ni pertenece a grupo literario o capilla poética. Ha gastado talento en poesía de ocasión, de tipo festivo e intención política. Es un sobreviviente de la larga marcha de las izquierdas de los años sesenta. Armando Orozco se sabe tantas historias de esa vida miserable y heroica, real y fantasiosa, que hay que recuperar en sus dimensiones analíticas y humanas. Cuando cuenta el cuento es un delirante el que habla. Es un fabulador decimonónico. Un personaje-actor de esas circunstancias, lleno de una ironía corrosiva consigo mismo, con su época y gentes…” Y al decir de Federico Díaz Granados, “Armando Orozco ha logrado crear el hecho estético y encontrar el hecho poético, en la maravilla que salta del alma del hombre y que retrata al mismo hombre desolado, tocado como por un ángel, por el ala de la muerte y de la derrota, consciente que sólo a través de la libertad creadora y del misterio de la palabra se puede conocer la esencia de la vida y sus manifestaciones.




EL ÁGUILA

Así mismo había en los cuatro cara de águila. Ezequiel

Arrasaba con sus manos pobladas de cuervos
Su pensamiento era una escalera absurda
Como sueños en las gradas de las prisiones

Había encontrado la forma de vivir
En paraísos y vientres violados
Saliéndose de sí mismo
Azotando las puertas interiores
Y los códices asesinos

Sabía qué moría entre sombras
En una selva con delfines arrasadores

Galopó el mármol inhóspito
De los páramos
Golpeó los llanos con sus alas de buitre
Y cadenas de oro sobre su pecho

A ella la vio desnuda entre las sombras
Del muro de los fusilados
Con su vientre repleto de violines
De maullidos de gatos marinos

Recordó el castigo de sus manos
No supo del bronce ceniciento
Porque las moscas estaban en su rostro
desde antes del vuelo

Pensó que nada tenía remedio
En medio del delirio y el rencor
De la fiebre de sus garras de águila

Encontró por fin el olvido en los pantanos
Siniestros de un viento simbólico e imaginado

Sabía cuándo iba a comenzar el horror





CAMINÓ HACIA ATRÁS OBLICUAMENTE

Amó otra vez el silencio de los truenos
Dentro de los lagos olvidados
Salían de su boca puentes
Cruzando el misterio de las sombras

Estaba allí tendido
Con sus bocas abiertas
Y sus gargantas últimas
Y sus salivas de pesadillas
Ya no aullaba ya no mentía

Era antiguo
Cascabel mordiendo
Los círculos del cobre
El tiempo el aire el mármol
El espacio sus horas sus espadas
Quebradas por el sueño

El mar sepultó sus navíos
De otros crepúsculos

Estaba allí definitivo desde antes
Del sonido en el bronce
De la luna

Había vuelto a nacer en sus perfiles

Era una estrella en el relámpago
Y en las alas de las mariposas
Nocturnas

(En la muerte de mi padre)

Extraídos de la Revista de Poesía PROMETEO, nos. 81-82, 2008.
Memorias del XVIII FESTIVAL INTERNACIONAL 
DE POESÍA DE MEDELLÍN


Ninguneo

Los sepultureros no dan abasto
La Prensa

Todo está dispuesto
aquí para la muerte.
La luna brilla
mortecina como un faro.

Mi madre
pasa a mi lado
y no me ve.

Cuando a todo un país
lo llevan a la tumba
ni el más cercano,
ni el que también dice
que te ama
te ve.

Sólo el sepulturero
que trabaja con entusiasmo
te mira de reojo.



Libreta de poeta

La noche pasea con sus estrellas
embozalados perros
donde una sombra ladra sin bozal
sobre los charcos.

Tampoco hay reflejos de luna
en sus rostros aún sin rastro
por las páginas de los diarios.

Algunos nombres han quedado atrapados
con sus direcciones borrosas
en mi agenda de final del milenio.

Sólo ahora señalo con crucecitas
los caminos enfangados
en mi libreta de poeta
(como lo recomendaba Maiacovski).
Yo también figuro en la última página
de mi diario,
tratando de recordar
el número telefónico de mi existencia.



El secreto

El secreto me grita
cosas de otra época.
Es sirena de barco
en el mar encallado
de mi oído.

Me llama el secreto en secreto
Apunta mi sien
con un revólver en la mano.

¿Dónde ella deambula
por un tiempo emborronado?
¿Por qué vereda atrás
huyen sus cartas y deseos?

El secreto guarda el secreto,
la esconde en la alcoba
desnuda entre su lámpara.



EL VIAJE

Todos vamos con cuidado desapareciendo.
Estamos aquí,
nos ven y nos saludan,
hasta que un día nadie nos vuelve a ver
y dicen:
“Entró a un monasterio, está en la cárcel,
se casó. Le dieron empleo en Nueva York,
está viviendo en Camerún. Cría conejos.
es zombi en Haití, conspirador, negrero.
dejó el ocio, puso negocio.
Se fue para las selvas del Chocó,
quemó sus libros. Se le vio rezando en Popayán.
adquirió la sífilis, era maldito.”
O por el contrario nadie nos recuerda,
nadie dice nada,
a uno fácilmente los amigos lo olvidan.
Fue tan discreta la fuga, la partida, el viaje,
que sólo los más íntimos preguntan:
¿dónde está ahora?

A Armando Cuervo Romero






GUSTOS

De la vida me gusta la música
de Mozart
pero también el vallenato.
Caminar y escribir un poema,
leer a Roque Dalton
recordar a La Habana
los bares donde nos sentábamos
Rafael, Reynaldo y Luisa
en aquellos días
de la gran zafra y las toronjas.
Ver los rostros
a través de la ventana,
Salir para sentir la lluvia.
Me gusta abril, Isabel y su ternura,
nuestro hijo, “Arreglando para mañana
mis pistolas”. La risa de Alejandra
y de María Fernanda el llanto.
Volver a la infancia con sus nísperos
solares donde nos peleábamos
con los amigos muertos.
Mi cama donde repaso el amor,
donde envejezco la tristeza,
las cartas sin herirnos, las palabras.
Me gustan los puertos,
Con árboles, pájaros y gatos.
En fin, me gusta la vida con su muerte.




LA COMETA

Una cometa es la paloma
que vuela de la infancia
al cielo.
Sostenida tan sólo
por la ilusión
Que nos ató a la tierra.
Es la niñez
que se elevó en color
hacia la nube
en traje de papel.
Para imitar fugaz al ave
que pasó
un día por el cielo.




SEÑAL DE OLVIDO

Uno es una lámpara que mira
camina,
moja otra piel
otras orillas.
Puede ser la noche
el mar
“un pájaro que cruza”.
Uno puede ser
y estar dormido.
A uno lo acosan los segundos,
las hormigas,
el camino.
Suben por sus minutos
hasta los ojos o bajan
dentro de un barco único
sin regreso
donde dicen que está la soledad.
Uno atraviesa las horas
los puentes,
las escaleras hacia ninguna parte
el agua de algún río regresando.
Uno es su cara
al revés se mira con los ojos cerrados.
Es el ruido sin duda del olvido.



MONÓLOGO DE MUHAMMAR

El buitre clava su pico 
y garras en nuestros costados 
quiere encender automóviles 
y bombillas inútiles 
por carreteras y rascacielos 
de Nueva York.
Mover porta aviones 
por todas partes
deshaciendo el mundo. 
La British Petroleum Company 
no perdona
ni siquiera a los inocentes 
alcatraces del Golfo de México.
Con la ira de Jehová fue a Irak 
mañana Irán… a Venezuela. 
El buitre ríe,
se burla por los noticieros.
El reloj de arena del desierto será su sudario.



MIEDO

En la dureza del día
así como es sencillamente
la vida
me dejo llevar
por los presentimientos.
Y son tantas las dudas
y el miedo
que corro a esconderme en lo espejos.



DESENCUENTRO

Ya es hora de que pregunte por mí,
que me vaya con los ausentes,
que regrese con la lluvia.
Debo salir pronto a caminar,
pero no encuentro la calle
los escalones de mis piernas.
Sé que debo irme en los trenes,
amarillos del barro,
subirme en el polvo de mi corazón






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