sábado, 9 de mayo de 2015

JOAN BENEJAM Y VIVES [15.910]


Joan Benejam y Vives 

(Ciutadella, Menorca 1846-1922)
Joan Benejam nació en Ciutadella el 27 de marzo de 1846. Era el hijo mayor del marinero Juan Benejam Mesquida y de María Vives Pozo.

Fue hasta los dieciséis años, en el colegio público que había en las dependencias municipales del claustro del Socorro, donde había también el Seminario. Tuvo como maestro José Moll.

El 1862 marchó a Barcelona para estudiar Magisterio, gracias a la ayuda económica de dos tías suyas. Una vez allí, vivió en casa de Nicolás Flores Mauri, un progresista amigo y pariente de su padre.

Sacó el título de Maestro en 1866.

Como maestro, trabajó en Blanes (Maresme, Barcelona), pero en 1869 sus padres lo llamaron porque en Ciutadella había quedado vacante la plaza de maestro.

Cuando volvió a Ciutadella no sacó el concurso para ocupar la plaza de maestro de la Escuela Pública del Seminario, y en 1869 fundó la Escuela Ciudadelana, una escuela privada.

En 1873 sacó la plaza de maestro de la escuela pública.

Ejerció de maestro y, aparte de dirigir su escuela, atendió la escuela de adultos. Hizo numerosos viajes para asistir a congresos o para hacer conferencias.

Dedicó su vida a múltiples actividades (pedagogía, prensa, lengua y literatura) encaminadas a instruir a la gente del país. Elaboró ​​mucho material pedagógico, promovió revistas y publicaciones, elaboró ​​un Vocabulario menorquín-castellano (1885), etc. Por este motivo, la extensión de su labor contrasta con la brevedad de su obra propiamente literaria, que se circunscribe al círculo exclusivamente local y se enmarca en la corriente costumbrista.

En 1912 marchó a Cuba, en La Habana, donde tenía dos hijos, pero añoraba Ciutadella y en 1914 volvió.

Fue concejal del Ayuntamiento de Ciutadella desde 1917 hasta que se murió, en 1922.

Aportación bibliográfica de Joan Benejam sobre educación

La alegría de la escuela (1899). Imprenta y Librería de S. Fábregues. Ciudadela.
REVISTAS EDITADAS POR JUAN BENEJAM Y PUBLICADAS POR LA IMPRENTA Y LIBRERÍA DE S. FÀBREGUES DE CIUTADELLA
La Enseñanza Racional (julio de 1888)
El Buen Amigo (enero de 1900 - diciembre de 1904)
La Escuela y el Hogar (octubre de 1906 - septiembre de 1910)
Alma de Maestro (enero de 1915 - diciembre de 1916)
Artículos en la revista Magisterio Balear. Palma




POR QUÉ SOPLA EL VIENTO

Quiero explicarte una cosa:
¿sabes por qué sopla el viento, 
y alza en blando movimiento
recio oleaje en el mar? 
Madre, también me lo dijo
el maestro el otro día; 
yo la causa no sabía, 
mas hoy la puedo explicar. 
El calor, dice el maestro, 
todos los cuerpos dilata, 
y el viento que se desata
es efecto del calor. 
El aire, así dilatado, 
mueve otras capas, y en breve
el airecillo más leve 
es huracán destructor. 
Calienta el Sol a la Tierra, 
y el aire en contacto asciende, 

porque calentado, tiende
constantemente a subir
Entonces deja un vacío 
que otra masa va ocupando, 
nueva corriente formando, 
viento que empieza a cundir. 
Refresca al aire una nube, 
y comienza su descenso; 
porque, haciéndose más denso, 
mal se puede sostener. 
¿Comprendes, madre? El vacío
llena otra masa al momento, 
y este mismo movimiento 
vuelve el aire a conmover. 
Hay en las altas regiones 
rudos combates, no en vago, 
que hacen cundir el estrago, 
la ruina y desolación. 
¡De cuán terribles efectos
el viento va acompañado, 
cuando sopla huracanado
o en la forma de ciclón! 
Mas oye: ese mismo viento
arranca lluvia indolente, 
barre también el ambiente
de algún miasma fatal; 
y purifica la atmósfera, 
por mil causas corrompida…
junto a la muerte, la vida; 
el bien, a trueque del mal.





LA ELECTRICIDAD

Muchas veces has oído
hablar de electricidad. 
¿Qué sabes tú de este fluido
maravilloso, en verdad? 
Es una fuerza esparcida 
que vaga en el mundo incierta; 
mansa, muy mansa dormida, 
y aterradora despierta. 
Es materia muy sutil, 
que se junta y enrarece, 
produciendo efectos mil 
cuando en un punto aparece. 
Tal es la electricidad, 
que por todas partes cunde, 
la que con velocidad 
más que la luz se difunde. 
Contrarias fuerzas motiva, 
según cómo se presenta; 
positiva o negativa, 
ya apacible, ya violenta. 
Las fuerzas de un mismo nombre 
a su encuentro se rechazan; 
las contrarias, no te asombre, 
estrechamente se abrazan. 
Y de este abrazo resulta
misteriosa conmoción, 
fuerza terrible, que oculta, 
se desarrolla a su acción. 
Mas este potente fluido
hoy lo maneja cualquiera, 
pues el hombre ha conseguido
domesticar esta fiera. 
Hoy se aplica... a cualquier cosa, 
madre, la electricidad; 
los focos de luz copiosa
que iluminan la ciudad. 
Transmisión del pensamiento
y de la palabra humana...
iQuién sabe el feliz portento
que le ha de caber mañana! 
Se aplica a locomoción, 
y a tantas cosas se aplica, 
que su provechosa acción 
el progreso vivifica. 
Mas en fiera libertad
en la atmósfera, es de ver
aquel terrible poder
que tiene electricidad.

***

Mi amigo Jesús, duro arqueólogo postprocesual él, nos suele repetir con gracia y con frecuencia aquello de “¡pero qué neokantianos que sois!”. No voy a negar, no, que por mis venas corren cada vez más gotas de sangre positivista. Y por lo que compruebo día a día, la enfermedad está infectándome hasta los gustos más terriblemente subjetivos, como la poesía.



Hubo un tiempo, que tuvo su inspiración en la racionalidad de la Ilustración y que fue poco a poco declinando con los primeros brotes de paranoia anticientífica, en que los poetas escribían con mucho gusto odas a la penicilina, sonetos didácticos al ferrocarril, extensos poemas épicos de espíritu y letra lucrecianos y hasta ecuaciones de segundo grado que rimaban en consonante. Todas, magníficas expresiones de optimismo en la capacidad casi ilimitada del ser humano y al mismo tiempo de crítica a los misticismos varios que acechaban el feliz avance del progreso.

No negaré que mucho de ese optimismo acrítico del positivismo decimonónico era ingenuo y un pelín exagerado. Pero estos días, leyendo una divertidísima antología de poesía científica española del siglo XIX (publicada por Nivola en 2008), me he convencido de que haríamos muy bien en recuperar aquel honesto y recto espíritu de época. ¡Me haría tanta ilusión una oda a la doble hélice o un romance del hipertexto!

Comentado por Nacho Segurado.


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