martes, 29 de julio de 2014

JULIO ARBOLEDA POMBO [12.550]



Julio Arboleda Pombo

Julio Arboleda Pombo (Timbiquí, Cauca, Colombia  9 de junio de 1817 - Sierra de Berruecos, Nariño, 13 de noviembre de 1862) fue un abogado, orador, poeta, militar, periodista, político, diplomático, parlamentario, académico, dramaturgo y estadista colombiano, elegido Presidente de la Confederación Granadina (actuales Repúblicas de Colombia y Panamá) en 1861.

Origen y circunstancias de su nacimiento

Nació en la localidad de Timbiquí, departamento del Cauca, el 9 de junio de 1817, del matrimonio de José Rafael Arboleda Arroyo y Matilde Pombo O'Donnell. Su padre, acaudalado aristócrata de Popayán, había huido hacia las extensas propiedades mineras que poseían en el Pacífico caucano con su esposa. Allí nació Julio, el primogénito de dicha unión. El segundo hijo del matrimonio Arboleda Pombo fue Sergio, quien nació en Popayán. Los Arboleda de origen español proceden de un condestable francés que pasó a la lucha contra los moros y participó en la batalla de las Navas de Tolosa y sus descendientes en la batalla del Salado, por cuyos hechos quedan rememorados en su escudo de armas que fue solicitado por su descendiente don Jacinto de Arboleda y Ortíz en Madrid en 1647.

«Yo nací en un desierto, en medio de las selvas incultas que orlan el mar Pacífico», decía Arboleda de su propio nacimiento. Se preciaba de ser sobrino de Miguel de Pombo, «cuya sangre derramada en la plaza de Bogotá fecundó el árbol de la libertad». Era primo suyo Francisco de Ulloa, Francisco José de Caldas era tío bisabuelo suyo y D. Enrique José O'Donnell, Conde de La Bisbal, era su tío abuelo. Por sangre y por tradición le venían a Arboleda los atributos excelsos de la inteligencia y ejemplos envidiables de sus mayores.

Sus primeros conocimientos los adquirió en su casa en Popayán, donde se instruyó al amparo de su abuela materna Beatriz O'Donnell y Anethan, española de origen irlandés, y de su preceptor, Manuel María Luna. Los padres de Arboleda se esmeraron en brindarle una educación muy selecta y a los 11 años lo enviaron a Londres y a Oxford donde siguó estudios bajo un preceptor irlandés e hizo primeras publicaciones en periódicos británicos. Tras culminar sus estudios en Europa, regresa a Popayán en 1836 y estudia por dos años Jurisprudencia en la Universidad del Cauca sin culminarlos.

Vida militar

Al estallar la guerra civil de 1840, tomó parte activa en defensa del gobierno. Se enlistó en las filas del ejército, donde alcanzó el rango de General, llegando a desempeñarse como Jefe de la VI División. Distinguióse en la guerra civil de 1860-1862 contra Tomás Cipriano de Mosquera, como su mayor enemigo, contra el cual libró importantes batallas. En 1862 derrotó al Presidente de Ecuador, Gabriel García Moreno, en la Batalla de Tulcán. En dicha batalla fue decisivo el desempeño de sus dos coroneles pastusos, José Antonio Eraso y José Francisco Zarama, quienes tomaron preso a García Moreno, acción por la cual Arboleda los ascendió a generales. Esta victoria cerró su última batalla en la vida: conocedor de los planes de Arboleda de regresar al Norte de Colombia por la vía de Berruecos, el General José Francisco Zarama hizo todo lo posible para evitar que su amigo corriera ese innecesario riesgo, atravesando el mismo sector en el cual había sido asesinado el Mariscal Antonio José de Sucre 30 años atrás, pero don Julio no oyó sus reiterados consejos ".

Escritor y periodista

Su faceta de escritor, poeta y periodista se vio afectada en numerosas ocasiones por la agitada vida política de Colombia y por las luchas fratricidas que caracterizaron los enfrentamientos políticos del país durante el siglo XIX. Antes de tomar las armas, Arboleda había iniciado su incursión en el mundo de las letras con la creación del periódico El Independiente, que fundó durante su época de universitario en Popayán.

En 1842 publicó El Patriota y en 1843 El Payanés. Acompañó a su tío Lino de Pombo y a Florentino González en la redacción de El Siglo. Encabezó la oposición al presidente José Hilario López con El Misóforo. Durante su estadía en Lima también estuvo dedicado al periodismo, a través de la redacción de El intérprete del pueblo.

Poeta

Arboleda pertenece a la generación de poetas del romanticismo literario, que cantaron al amor y a la naturaleza, en contraposición al racionalismo imperante pocos años antes.

Marcelino Menéndez y Pelayo describe a Arboleda de la siguiente manera: "Cuando regresó de Inglaterra a su tierra natal competían en él las dotes del scholar con las del gentleman, pero nunca pudo ser el cultivo de las letras su ocupación principal, salvo en el período relativamente pacífico de 1842 a 1850, en que vivió en sus haciendas de Popayán. Así es que de su obra literaria apenas tenemos más que reliquias. Sus poesías sueltas son casi todas de amor o de política, impregnadas las unas de una suavísima ternura, de una como devoción petrarquesca y espiritualista; rebosando las otras férvidas indignaciones, entusiasmo bélico, odio y execración a toda tiranía. Pero la gran reputación de Arboleda no descansa tanto en sus versos líricos cuanto en los fragmentos de su poema Gonzalo de Oyón que, incompleto y todo, es el más notable ensayo de la poesía americana en la narración épica."

Vida familiar

Como era común entre las élites de su época, en las que predominaba la endogamia, Arboleda contrajo matrimonio con su parienta Sofía Mosquera y Hurtado, con quien tuvo 10 hijos: Rafael, casado con Paulina Cheyne Fajardo; Beatriz, casada con Gabriel Vengoechea; Julián, fallecido en Alemania a los 20 años de edad; Gonzalo, casado con Mercedes Ospina Camacho; Daniel (gemelo del anterior), casado con Emilia Umaña; Pedro Pablo, quien murió célibe en Nueva York; Sofía, casada con el maestro Alberto Urdaneta; Julio, casado con Manuelita Sanz de Santamaría y Valenzuela; Cecilia, casada con el Presidente Jorge Holguín Mallarino; y Hernando, fallecido en Bogotá a los 22 años de edad.

El historiador payanés Gustavo Arboleda Restrepo, habla de un hijo por fuera del matrimonio: El General de la Guerra de los Mil Días, Henrique Arboleda Cortés.

Polémica por esclavismo

Una faceta que genera aguda controversia respecto de la figura de Arboleda es su papel en el seno de la sociedad esclavista de Popayán. Al enterarse de la inminencia de la entrada en vigor de la ley por la cual se decretaría la libertad de los esclavos en Colombia en 1852, Arboleda viaja presurosamente al Perú para vender los esclavos de su propiedad y así salvar la cuantiosa inversión realizada por su familia en ellos. Esta acción le significó fuertes cuestionamientos y ha empañado su figura hacia la posteridad, más aún cuando su propio tío abuelo D. Antonio de Arboleda y Arrachea, había sido uno de los firmantes de la primera ley de manumisión de esclavos en Antioquia en 1814, siendo gobernante don Juan del Corral.

Elecciones presidenciales y muerte

Triunfó en las elecciones presidenciales para el período 1861-1865, para reemplazar a Mariano Ospina Rodríguez, pero por no haberse reunido el Congreso de 1861 tuvo que asumir la jefatura de Estado el procurador Bartolomé Calvo. Por ley, era atribución del Congreso escrutar las elecciones, proclamar al presidente electo y darle posesión el 1 de abril de 1861. Sin embargo, durante el cautiverio del procurador Calvo en Cartagena, Arboleda es nombrado nuevo procurador y en calidad de tal asume como Presidente de la Confederación Granadina.

Cuando regresaba del sur del país, tras su victoria sobre el Ecuador en la Batalla de Tulcán, fue emboscado en la localidad de Berruecos, actual departamento de Nariño, donde murió asesinado el 13 de noviembre de 1862. Al pasar cerca al sitio del Arenal "tres de los bandidos que estaban ocultos, hicieron fuego sobre el general Arboleda y lo hirieron mortalmente".3 Nunca se logró esclarecer la autoría intelectual más se supo que el autor del crimen fue Juan López, individuo caucano, al que Tomás Cipriano de Mosquera habría recompensado con la suma de 200 pesos de esa época, hecho que nunca fue probado. Se puede concluir, en todo caso, que su sacrificio obedeció a enfrentamientos políticos y a la defensa airada de sus ideales conservadores, lo que le granjeó la enemistad de muchos.

Durante una conversación que Arboleda había sostenido alguna vez con varios de sus amigos, entre ellos, José Eusebio Caro, en la que habían decidido responder preguntas trascendentales, tales como ¿A qué le tiene usted más miedo? y ¿De qué muerte quisiera usted morir?, a esta cuestión respondió Arboleda: "Yo quisiera morir como Sucre". En efecto, una triste y premonitoria coincidencia hizo que tanto Arboleda como Sucre, el gran Mariscal de Ayacucho, murieran asesinados en la mismas sombrías montañas de Berruecos.

El cadáver de Julio Arboleda fue trasladado a Popayán, donde se le prodigó una multitudinaria despedida. "En medio del templo y sobre un catafalco velado por ocho ninfas vestidas de duelo, en representación de los ocho Estados de la República, se colocó en una urna el corazón del finado general, entre varios emblemas, como trofeos de sus virtudes y talentos".

Los restos del Presidente Julio Arboleda reposan en el Panteón de los Próceres de Popayán.

In Memoriam

Numerosos monumentos y lugares emblemáticos honran la memoria de Arboleda en Colombia:

Un parque lleva su nombre en la ciudad de Popayán, donde también se yergue su estatua.
En el centro histórico de esa misma ciudad se conserva la casa de sus padres, construida en el siglo XVIII. En ella se alojó en dos ocasiones el Libertador Simón Bolívar, gran amigo de los padres de Arboleda, en cuya hacienda Japio (al norte de Popayán) solía igualmente pasar temporadas de descanso.
La residencia que hizo construir Arboleda junto a la de sus padres en la Calle de la Pamba también se conserva intacta y fue declarada monumento nacional. Una placa en la fachada principal anuncia el nombre de quien fuera su propietario y más ilustre residente.
Un retrato al óleo de Arboleda, obra de Ricardo Acevedo Bernal, orna las paredes del Concejo Municipal de Popayán, bellamente enmarcado en fina hojilla de ébano.
La Administración Postal Nacional de Colombia rindió tributo en 1966 a la memoria de Arboleda mediante la emisión de una estampilla o sello postal con su efigie.
Un busto en mármol de Arboleda fue donado por Popayán a Bogotá en 1910 y ubicado en el Parque de la Independencia. Desconocidos profanaron el monumento en el año 2003 y hurtaron el busto, sin que hasta la fecha se conozca su paradero ni la identidad de los vándalos.



A la mudanza de la fortuna

 Yo vi del rojo sol la luz serena
 turbarse y que en un punto desparece
 su alegre faz, y en torno se oscurece
 el cielo, con tiniebla de horror llena.

 El Austro proceloso airado suena,
 crece su furia, y la tormenta crece,
 y en los hombros d e Atlante se estremece
 el alto Olimpo, y con espanto truena.

 Mas luego vi romperse el negro velo
 deshecho en agua, y a su luz primera
 restituirse alegre el claro día.

 Y de nuevo esplendor ornado el cielo
 miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
 igual mudanza a la fortuna mía?





Infeliz del que busca

 ¡Infeliz del que busca en la apariencia
 la dicha y en la efímera alabanza,
 y muda de opinión con la mudanza
 de la versátil pública conciencia!

 El presente es su sola providencia;
 cede al soplo del viento que le lanza
 al bien sin fe y al mal sin esperanza;
 que en errar con el mundo está su ciencia.

 ¡Y feliz el varón independiente
 que, libre de mundana servidumbre,
 aspira entre dolor y pesadumbre

 A la eterna verdad, no a la presente,
 conociendo que el mundo y sus verdades
 son sólo vanidad de vanidades!




Resto del bosque inmemorial

 Resto del bosque inmemorial; testigo
 de mil y unicazos que la ciencia ignora,
 roble imperial de bóveda sonora,
 tiende en la plaza su ondulante abrigo.

 En rumorosas pláticas consigo
 sus muertas hojarascas rememora:
 ¡cuánta fugaz generación canora
 labró colonias en su techo amigo!

 Pasaron esos nidos y esas aves;
 vinieron otras aves y otros nidos
 y otras hojas y cantigas suaves;

 y en los gajos del céfiro mecidos,
 vagar parecen con cadencias graves
 ecos dolientes de los tiempos idos.



TE QUIERO

Te quiero, sí, porque eres inocente,
Porque eres pura, cual la flor temprana
Que abre su cáliz fresco á la mañana
Y exhala en torno delicioso olor.
Flor virginal que el sol no ha marchitado,
Cuyo tallo gentil se eleva erguido,
Por matutino céfiro mecido
Que besa puro la aromada flor.
Te quiero, si; pero en mi pecho yerto
Ya con amor el corazón no late,
Ay! ni mi frente pálida se abate
Al contemplar tu cuello de marfil;
Pero te quiero como á aquella tierna
Hija de mi alma que inocente ahora;
En el regazo de su madre llora
Tal vez la pena que soñó infantil.
No dejaré que veleidoso vague
De flor en flor mi loco pensamiento;
Mas también la amistad tiene un acento;
Tu amigo soy : amigo cantaré.
¡Feliz tú! ¡ feliz yo! mis largos años
Cuentan dos veces lo que tú has vivido:
Tú el aguijón de amor aun no has sentido;
Yo ya de amor el aguijón gasté.
El fuego brilla en tus abiertos ojos,
Pero no hará reverberar los míos:
Tu blando acento en mis oídos fríos
Rápido vibra y piérdese al caer:
Y si entrecubre el párpado bruñido
Tu dilatada lúcida pupila,
Mi mirada pacífica, tranquila,
Admira el ángel, nunca la mujer.
Tal vez anima tu semblante puro
Con gracia celestial vaga sonrisa,
Como se anima al soplo de la brisa
El terso lago en tímido vaivén;
Y tu inefable sonreír de ángel
Al corazón arrancará un suspiro;
Mas yo impasible tu sonrisa miro, —
Y mirára impasible tu desden.
¿Á quién sirve en el árido desierto
De ruiseñor armónico el gorjeo?
¿ Á quién dará su música recreo,
Si todo en torno es yermo y orfandad?
¿Y qué valen tu gracia y tu hermosura,
Y tu lágrima amiga y tu plegaria, —
Cuando mi alma cansada, solitaria,
Está absorta en su propia soledad?
¡Estéril soledad do todo muere,
Que llevo yo do quier conmigo mismo,
Que, cual potente mar, torna en abismo,
Y á sí asimila cuanto en ella cae! ,
Ya para mí la brisa no levanta
El mar de las pasiones: está en calma:
Al estéril desierto de mi alma
Solo la arena sus mudanzas trae.
Volcán extinto soy, ceniza fría,
Que humedeció el dolor. Lee lo que escribo :
Tu mirada de fuego yo no esquivo,
Que la chispa, al caer se apagará.
¡Lee lo que escribo! Algún futuro día
Dirás : Él fue amigo: á mas no alcanza
Ya mi ambición: mi tímida esperanza
No de amistad el linde salvará.
Pero tu suerte, ¡hermosa flor! tu suerte,
Sí, quisiera labrar y tu ventura;
Eres hermosa: el crimen de hermosura
Persigue el hombre sin piedad aquí. —
Flor descuidada que a la brisa ondeas,
El gusano te asecha en torno andando,
El diente aguza, y en el tallo blando…
¡Oh. Dios! buen Dios! apártale de allí!
Tú la hiciste, ¡ Señor, no la abandones!
Tú de gracia, de amor tú la vestiste,
Cuídala ahora: el enemigo existe,
Desnudo de virtud y de piedad;
No le permitas deshojar tu lirio!
¡Ay! ni en el cáliz exhalar su aliento:
¡Ay! ni permitas que enemigo viento
Aje tu linda flor, ¡Dios de bondad!





Gonzalo de Oyón


(fragmentos)


PUBENZA

Dulce como la parda cervatilla,
Que el cuello tiende entre el nativo helecho,
Y a la vista del can, yace en acecho,
Con sus ojos de púdico temor;
Pura como la cándida paloma
Que de la fuente límpida al murmullo,
Oye, al beber, el inocente arrullo,
Primer anuncio de ignorado amor;

Bella como la rosa, que temprana,
Al despuntar benigna primavera,
Modesta ostenta, virginal, primera,
Su belleza en el campo, sin rival;
Tierna como la tórtola amorosa,
Que arrulla viuda, y de su bien perdido
La dura ausencia en solitario nido
Llora, y lamenta su incurable amor;

Brillante como el sol, cuando refleja
Sus rayos el cristal de la montaña,
Si ni la lluvia, ni la nube empaña
Su naciente purísimo esplendor;
Majestuosa cual palma que se eleva,
Y ostenta en la vastísima llanura
Su corona imperial y su hermosura,
Desafiando el rayo del Señor.

Pero en su frente pálida vagaban
El dolor y la negra pesadumbre,
Y de sus ojos la apacible lumbre
Empañaba una lágrima fugaz;
Y la vida arrastraba silenciosa
Devorando su mísero tormento,
Porque al alma gentil ¡ay! ni un momento
Otorgó Dios de plácido solaz.

He aquí a Pubenza; en ella el alma, todo
Respira amor, pureza y hermosura;
El hechizo en sus ojos, la dulzura
Vaga sobre sus labios de clavel;
Juega el blando placer modestamente
Con las esbeltas formas de la indiana;
India en amar, en resistir cristiana,
Era en su pecho la virtud dosel.






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