lunes, 27 de julio de 2015

FERNANDA SILIUTO BRIGANTY [16.628]


Fernanda Siliuto Briganty

(La Laguna, Tenerife, 1834 – Puerto de la Cruz, Tenerife, 1859). Romántica en vida y obra. Falleció en el ex convento de Santo Domingo. En la partida de defunción se lee: "falleció día 23/04/1859... (...) y no recibió los Santos Sacramentos.

Su novio se va a las Américas en busca de fortuna y ella romántica en vida y obra al verse sola, ingresa a vivir en el convento. Ella estaba enamorada. Él no volvió.

¿Falleció o se suicidó?  No se descarta la posibilidad de un suicidio porque padecía también mal de amores. Sus restos fueron hallados por las monjas y amortajado con el traje de novia que había confeccionado para las deseadas nupcias con su primo. Sus poemas nunca se publicaron en formato libro.

Fernanda Siliuto Briganty, que vivió en un siglo eminentemente poético en las islas. Fue hija de José María Siliuto y de Ana Briganty Hernández, siendo la cuarta de nueve hermanos. Probablemente, mucho influyó en la joven el hecho de que su padre tuviera una notable biblioteca, en la que ésta pudo acceder a varias obras clásicas de la época. Nació Fernanda Siliuto en la Villa de Abajo, ciudad de La Laguna, el 20 de marzo de 1834. La vida de la poetisa transcurrió entre La Laguna, San Juan de La Rambla y el Puerto de la Cruz. Su educación transcurrió en el contexto de una familia burguesa. No sabemos cómo era, aunque la poetisa cubana Dulce María Loynaz se atrevió a exponer toda una serie de calificativos para diseñar un perfil romántico que pretendió poner cara a una autora muerta a temprana edad, en un siglo en el que, también, la poesía canaria perdió al jovencísimo Heráclito Tabares (1849-1865).

Se sabe que Fernanda Siliuto se enamoró en San Juan de la Rambla de un primo suyo. Un enamoramiento que se encontró con el obstáculo del dinero, por lo que ante la carencia de recursos, su primo se vio obligado a emigrar a América. Mientras, Fernanda Siliuto le esperó en el exconvento portuense de Santo Domingo, en la alcoba inmediata al balcón que da a la marina, si atendemos a las palabras que dejó escritas Antonio Ruiz Álvarez. Se trató de una espera larga que la poetisa no consiguió superar, falleciendo el 23 de abril de 1859. Hoy, hemos perdido el rastro de su sepulcro. Un sepulcro que, según Álvarez Rixo, fue costeado a través de una suscripción realizada por la juventud portuense.

Fernanda Siliuto, representó en sí misma un eterno legado del romanticismo. Vivió a la espera de un hombre que nunca llegó, muriendo víctima de una terrible enfermedad que acabó con la vida de una persona llena de vitalidad. En su espera, llegó a adquirir un traje de novia, el cual nunca se utilizaría para tal fin, sino que pasaría a convertirse en sudario durante su entierro. El anonimato de su tumba ha pretendido desterrar a la poetisa al más oscuro y triste de los olvidos. Sin embargo, su legado, afortunadamente, quedará eternamente en el recuerdo gracias a la veintena de poemas publicados en los periódicos de las Islas.


El convento de Santo Domingo y la poetisa Fernanda Siliuto Briganty (1834-1859)

EL ESCRITOR/PERIODISTA y poeta don Luis Álvarez Cruz quizá es el único que nos dejó una semblanza de esta poetisa lagunera y de su fugaz existencia en su obra "La vida romántica de Fernanda Siliuto". Otros intelectuales han tratado de salvarla del olvido pero muy sucintamente.

El romanticismo, como forma de vida, afectó a casi toda la juventud de Europa, fue la respuesta de una generación que deseaba olvidar al neoclasicismo francés. La generación romántica estuvo acompañada de tres sombras que la diezmaron: la tisis, el suicidio y los duelos. En Tenerife se infiltró por el puerto de Santa Cruz; los turistas enfermos acudían por indicación de los médicos, ellos traían las modas y los diversos libros. El romanticismo nos retrae a contemplar la naturaleza en sí misma y todo cuanto hay en ella. Fernanda padecía la enfermedad que le devoraba sus pulmones: su palidez, la falta de apetito, postrada, lánguida y sin ganas de vivir. Por eso la trajeron al Puerto de la Cruz, evitando la humedad de La Laguna y los calores de Santa Cruz. Encontró acomodo en una de las dependencias del ex convento de Santo Domingo. La familia Rodríguez Figueroa era la propietaria; lo compraron cuando don Juan Álvarez Mendizábal (1790-1853), político gaditano, tres veces ministro de Hacienda, liberal de buena planta, sus paisanos le pusieron el nombrete de "Juan y Medio", masón de la logia Taller Sublime. Firmó dos Reales Decretos (19 de febrero y 8 de marzo de 1836) por los cuales el patrimonio de la iglesia fue expropiado por el Estado, salvo el dedicado a la enseñanza de los niños pobres y los concernientes a enfermos y desahuciados.

La poetisa Fernanda Siliuto Briganty nació en la denominada Villa Abajo de La Laguna, bautizada el 23 de marzo de 1834 en la parroquia de Santo Domingo. Su padre era peninsular y la madre portuense. El siglo XIX isleño fue un semillero de poetas acompañados por bellas y tiernas criaturas, un mundo de sombras y felicidades, los abanicos de ellas estaban y recogían poemas que hoy guardan sus descendientes como tesoros, fue aquella juventud cantada por Rubén Darío que se va para no volver... El siglo XIX también como adorno; los desafíos: aquellos poetas se batían como leones. 

Don Manuel Verdugo ("Burbujas", nº 75) los contempló así: (...) por cuestiones de honra tuvo cien duelos, / una pierna ha perdido y el ojo izquierdo; / en la mano derecha le falta un dedo... / Y sin embargo muchos dicen al verlo: / ése sí que es un hombre / "cuerpo entero".

Aquellas bellísimas tuvieron diversa suerte. Nuestra encantadora profesora doña María Rosa Alonso hizo de la poetisa Victorina Bridoux y Mazzini de Domínguez una de las más interesantes en su libro. La brillante escritora nos la da a conocer y el lector queda prendido. Una epidemia de fiebre amarilla en Santa Cruz terminó con ella. Nuestros antepasados lo pasaban fatal con tantas calamidades, los duelos y los suicidios no tenían fin en el continente europeo. J.W. Goethe escribió su desdichado " Werter" y miles de alemanes se sintieron reflejados acudiendo al suicidio y causando alarma social. La obra casi fue prohibida: en España Larra se pegó un tiro en un martes de Carnaval, a su casa se acercó su amante, Dolores Armijo, explicándole que se iba para Filipinas y deseaba la devolución de sus cartas. Ella, al oír el estampido en el portal... para qué les cuento. Hoy Larra tiene frente al Palacio Real de Madrid un monolito en su honor. "El Pobrecito Hablador" nos mira en silencio. En Italia, el noble Leopaldi, en su Palazzo de Recanati (Marcerata), su tisis y su melancolía cantaba "La muerte atroz: ¡Oh, contra la infame ardimiento, indefensos son los reinos / de la sabia Natura... /" ("Himnos a los Patriarcas"). Inglaterra y Francia también los tuvo, fue una epidemia. nuestra poetisa Fernanda: "El amor todo lo excusa, / lo cree todo, todo lo espera, todo lo tolera, el amor no pasa jamás". Fernanda Siliuto encontró su fin en el convento de Santo Domingo, del Puerto de la Cruz, creo incluso saber cuál fue su cuarto, ¿falleció o se suicidó? Ella padecía también mal de amores, él se fue para las Américas en busca de posibles y no volvió. En la partida de defunción se lee: "falleció día 23/04/1859... (...) y no recibió los Santos Sacramentos". Fue su desaparición sentidísima, sus amigos le dedicaron endechas y con sus antorchas encendidas la acompañaron al Campo Santo. "Pues bien, yo necesito / decirte que te adoro, decirte que te quiero / con todo corazón (...) Comprendo que tus besos / jamás han de ser míos, / comprendo que en tus ojos / no he de ver jamás... ¡adiós por la vez última (...) amor de mis amores, (...) mi lira de poeta, mi juventud, adiós". Así, el mejicano Manuel Acuña (1849-1873) hacía memoria de su amada, (me presta para Fernanda).

Fernanda Siliuto nos dejó a sus veinticinco años radiantes de tristezas y melancolías. Su fallecimiento fue súbito, causó estupor como ya les he dicho; el ayuntamiento portuense le concedió sepultura perpetua, me mostraron las Actas de 1866, parte de ellas mutiladas.

El excelente escritor Juan del Castillo, en su obra "El Puerto de la Cruz, entre la nostalgia y la ilusión" (pág. 122), felizmente recuperado y con salud, quiere hacer una segunda edición que saldrá esta Navidad. Como les contaba, escribió: "El Ayuntamiento acuerda ceder el sepulcro a perpetuidad, estaba a mano derecha según se entra en el camposanto católico del Puerto. Más tarde, se perdió su tumba. Tal vez para que se cumpliese hasta allí mismo su destino de ser borrada y olvidada". Ahora que el Ayuntamiento portuense rescató el convento de Santo Domingo para el patrimonio de esta ciudad, sería de agradecer que lo convirtiese en la Casa de la Cultura del Puerto de la Cruz, que no tenemos. El magnífico patio serviría, entre otras cosas, para escuchar las mejores orquestas polifónicas de Europa y la de aquí, de reconocido prestigio. En Santo Domingo también vivió la familia Rodríguez Figueroa. En sus estancias, las hermanas del político y poeta modernista (doña Anita, Elvira, Lulú), don Luis Rodríguez Figueroa, alegraron todas ellas las efemérides familiares mientras pudieron, luego el final del poeta las dejó de luto para siempre. La guerra 36-39 cuenta entre los desaparecidos a su hermano don Luis; cuando resultó diputado electo por Izquierda Republicana, fue vilmente asesinado en Santa Cruz.

Ahora que existe gran preocupación por el ayuntamiento en ofrecer turismo/cultura, sería el sitio ideal para recibirlo. Santo Domingo tiene tradición, abolengo e historia. Don Marcos Brito Gutiérrez tiene la palabra. Un proverbio griego dejó escrito: "El corazón que ama es siempre joven".



A una nube

¡Nube errante, nube errante
que al cruzar en raudo vuelo
tiendes tu velo flotante
sobre el claro azul del cielo!

¡Fueran cual tú las sombrías
nubes que eternas se mecen
en el cielo de mis días
y que mi senda oscurecen!

¡Del sol las rubias quedejas
sólo ocultas un instante,
y para siempre te alejas,
nube errante, nube errante!

Mientras cual fúnebre manto,
cual señal de eterno duelo,
las contemplo con espanto,
siempre flotando en mi cielo.

Cielo en que triste fulgura,
cual sol de la vida mía
la estrella de desenvultura
que llaman Melancolía.

¡Y si levísimos rastros
dejas, ¡oh, nube!, al pasar
y como antes los astros
de nuevo se ven brillar!

Y ¡ay! en mi cielo se placen
esas nubes trsitemente…
¡O si se alejan lo hacen
tan lenta, tan lentamente!

Y en el pobre pecho mío,
que suspira por amor
dejan un velo sombrío,
sombrío como el dolor.

Dejan en mí un desaliento
y una congoja, un afán…
que ignoro si es más tormento,
si vienen o si se va.
Por eso, al aver que los cielos
recorres, digo anhelante:
"Fueran como tú mis duelos,
nube errante, nube errante"





Esclavitud

¿No son libres las aves…? Por qué el hombre
no ha de serlo también? Ley inhumana
que ni aun respeta la cabeza cana
del acerca al fin de su vivir;
Ley que los mismos hombres han creado
para satisfacer su necio orgullo
degradante invención;  siglo afamado
porque la esclavitud no has de omitir?

El opresor a su vasallo dice:
“Trabaja sin cesar de noche y día
si osas no obedecer a la voz mía
quee te maten diré sin compasión;
Yo como dueño, mandaré a mi antojo
tú como esclavo servirás callando,
y perdido serás si algún enojo
mostrares del que abriga corazón”.

y el triste negro trabajando calla
encerrando su odio cauteloso
que en su pecho infeliz, con furia estalla
y le impulsa con rabia a maldecir.
Y cuando se detiene fatigado
para toma: respiración sediento,
temblando de furor siente sangriento
el afrendoso látigo crujir.

Oprobiosa ignominia..,! ¿No es tu hermano
el que haces padecer y a quién humillas?
¿Crees así elevarte soberano
robándole su fuerza y voluntad?
Un puñado de oro fe hace dueño
de un semejante a tí que cual te encierra
un corazón…  ¿por qué en perpetua guerra
le haces vivir muriendo sin piedad?

No son libres las aves… ¿por qué el negro
no ha de serlo también…? Ley inhumana
que no respeta la cabeza anciana
ni la de aquel que empieza sin vivir;

Ley que los hombres viles han creado
dando al olvido lo que Dios dispuso,
olvido criminal… siglo afamado
por qué la esclavitud no has de omitir?

¿Pero que digo yo, aún los que tienen
blanco y terso el color, blando el cabello
opresos gimen doblegando el cuello
cual si de ébano fuese su color?

¿Qué digo yo, si el que consigue alzarse
pisa la pura frente de su hermano
y en su trono infamante al asentarse
hace que le proclame su señor?

Que mucho entonces ¡ay! que el Africano
el Indio y otros mil esclavos gimen
y que tengan por dueño algún tirano
que les baga cumplir su voluntad.

Cuando los que jamás esclavos fueron
hoy como nunca sufren abatidos,
cuantos viven ¡oh Dios! envilecidos
sirviéndoles de escudo su maldad.






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