viernes, 24 de octubre de 2014

SAMUEL LETELIER MATURANA [13.826]


Samuel Letelier Maturana

Samuel Letelier Maturana (1903 - ¿?). Su primer libro se titula "Icono", Talca, 1926, luego publicó "Los asesinos de la niña".

Fuente: La poesía chilena moderna. Rubén Azócar (comp.). Santiago: Eds. Pacífico del Sur, 1931.



POEMA A LA HERMANA

Hermana, ven.
Hàblame con tus palabras alegres.
Que anegue el agua de tu fiesta
este humo agrio de mi vida.

Ven a decirme la palabra buena
que perdí en un recodo del camino.

Que llegue el humo de tu gracia
a cantar tu vida ingenua.

Prodíguese tu mano de mujer
sobre mi frente.

Hace tanto tiempo que vivo sin caricias.
Que el lento deshojar de tus milagros
sea sueño adolescente para mi sed.

Hermana,
sacuda estas hojas de otoño,
la fiesta de tu risa. 




POEMA 

Panorama abierto en el paisaje, luz estrernecida. 
Infancia que tuviera una ausencia de acacias. 

Desde mi ventana hacia la noche vigilante, 
red interminable para las estrellas desde 
mi camino alzado. 

Horario del viento para trasponer el alba. 

Vigilo en mi cuarto donde, ah, como en las 
peliculas, eres la niña de entonces. 

País mio, echado a la orilla de los marinos 
traje recuerdos enjoyados. 

Muy bien hilabas las lágrimas, mas ese día 
ah, sorprendida, 
las hojas de los naipes giraron hacia el retorno. 

Tú creías olvidada la palabra de las vendimias, 
mas, despertó a los trasnochadores. 

Aquí están mis dos manos accionadas 
sujetando los trigales maduros. 

Salió de mañana la noche, después de su pañuelo 
abrazado. 
Ah, grito en el vacío de los campanarios sin alondras.

Persiguiéndote llegué hacia las riberas opuestas 
donde el sol amanecia engarzado. 





Icono

Autor: Samuel Letelier Maturana
: [s.n.], 1926




CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1926-08-15. AUTOR: RAÚL SILVA CASTRO

Este pequeño libro está compuesto, para su autor, por poemas. ¿En qué se basa la audaz afirmación del señor Letelier? Las palabras que alinea en estas páginas no tienen medida alguna y cumplen con una sola condición: no llenar todo el ancho de la plana. Todo esto, naturalmente, con unas cuantas excepciones en que el “verso” (llamémoslo así) ocupa más de ese espacio. Veamos alguno de estos poemas:



“Amada
todos te aman.
Solo yo amo tu amor.
Después, tú.

Mi pipa florecerá en el humo
las palabras esquivas”.



Y nada más. El señor Letelier es un prodigio de concisión. Tan brevemente escribe, que ni siquiera alcanza a decir algo que merezca el trabajo de ser oído. En vano registramos el pequeño volumen, tratando de hallar algún verso que nos interese. Un título propio y elegante nos seduce. He aquí lo que el poeta llama “La canción de la muñeca de Sevres”:



“Lejanos ojos de mi muñeca de Sevres.
La muñeca que tenía los ojos en sueños
vino de tierras extrañas
con su canción de amor entre las manos.

¡Oh, la canción de mi muñeca de Sevres!
Paisaje de mar,
tus ojos.
Tus ojos –eterna primavera-
que señale las cosas
de la vida.

Cómo llora el cantar de los ojos…”



No puede pedirse nada menos expresivo y más inútil. No parece animar al autor otro propósito que llenar, con palabras huecas y no siempre bien empleadas, unas cuantas carillas de papel que pudieron tener mejores usos.

Sigue el señor Letelier, con la fidelidad mezquina y torpe de los malos imitadores, las sendas abiertas a la poesía por quienes, como Pablo Neruda y Díaz Casanueva, han revelado en cada una de sus obras ser poetas de verdad. Pero imita de ellos lo que menos vale: el desprecio de la métrica, el olvido de la truculencia retórica y la sintaxis sin complicaciones.

En otro orden de cosas, imita también la forma de su libro y la distribución tipográfica de los versos en el mismo. Pero mientras en el verso de Díaz Casanueva podemos sorprender alturas imprevistas y admirar bellezas de buena ley, y mientras en la prosa reciente de Neruda podemos anegarnos el alma de un soplo grande aun cuando oscuro y confuso, en las palabras del señor Letelier no encontramos absolutamente nada digno de mención.






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