lunes, 25 de agosto de 2014

RICARDO HERNÁNDEZ BRAVO [13.022]


Ricardo Hernández Bravo 


(El Paso, Isla de La Palma, 1966).
Es licenciado en Filología Hispánica y profesor de Lengua y Literatura en Enseñanza Secundaria. Ha editado los libros de poesía El ojo entornado (1996); En el idioma de los delfines (Premio Julio Tovar 1996) (1997) y El aire del origen (poemas 1990-2002) (2003). Sus dos últimos poemarios, La tierra desigual (2005) y Alas de metal (2008), son fruto de la colaboración con los pintores Hugo Pitti y Graciela Janet. Como narrador ha publicado Siete cuentos (1997), libro que recoge sus relatos premiados en diferentes certámenes. Figura en las siguientes antologías poéticas: De Canarias a Marsella, edición bilingüe de los Cuadernos del Ateneo de La Laguna y la revista Autre Sud de Marsella (2002); Poetas canarios en Buenos Aires (2009), Poesía canaria actual(A partir de 1980) (2010) y Poetas de una sola isla. El grupo de La Palma (1990-2011) (2012). Selecciones de sus poemas han aparecido asimismo en periódicos y revistas literarias como Azul, La fábrica, Casatomada, Paralelo Sur y Ágora, entre otras. 




Alas de metal (2008)



Voltea la estadística,
la espiral de la usura,
la inercia que atiranta los instintos.

Desaprende la técnica,
disloca los anclajes.

Entrégate al desguace que devuelva
la savia a tus escamas,
el hierro a su querencia.





del libro Los posos de la sed


1

El impulso abastece mis sentidos, 
el efímero encarne en la apariencia. 

Mi devoción se cumple en el amago, 
cristaliza en los posos de la sed.


2

Caudal 
de la sed incumplida: 
perpetua provisión de la inocencia.


3

Me cebo en el deslinde 
y en la criba desoigo cuanto amo. 

De mi descarte hago querencia, 
de cada pérdida, misterio.


4

Ciframos el misterio en el contraste, 
forzados a una estéril diferencia 
en la hermandad de seres apeados. 

Disentimos ajenos al lavado, 
seducidos de lenguas para mansos, 
silenciados de voz amplificada.


5

Sobreactúo 
desvaído en mi piel, 
mermado en la hipertrofia de lo nimio.


6

Maleado 
en la inclemencia de altos ideales 
disuelvo en paliativos mi desvelo.


7

Golosa al mercadeo esta flojera, 
el embebecimiento del ojo dirigido; 
el ojo que sucumbe 
a la coloración de la mentira, 
al destello de falsa trascendencia; 
el ojo que celebra 
la irradiación de lo virtual, 
el vislumbre en la red de ocultamientos; 
en la precariedad 
de la imagen sobrepuesta a la imagen 
la estricta permanencia de lo efímero.






No llegamos más adentro
de la piel inaugurada por el miedo.
Traiciona el corazón, lo que tragamos
y nos sirve de puente en la riada.
Indigesta el viejo afán de pureza,
inútil el cincel en el desbaste.
La otra cara del hambre nos enfanga,
la mariposa enferma crecida en la manzana,
su vuelo raso en la carne mordida, y ese polvillo
de sus alas entre los dedos siempre
condenados al roce.

(De En el idioma de los delfines)




Golosa al mercadeo esta flojera,
el embebecimiento del ojo dirigido;
el ojo que sucumbe
a la coloración de la mentira,
al destello de falsa trascendencia;
el ojo que celebra
la irradiación de lo virtual,
el vislumbre en la red de ocultamientos,
en la precariedad
de la imagen sobrepuesta a la imagen
la estricta permanencia de lo efímero.

(De Los posos de la sed)



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