miércoles, 22 de agosto de 2012

7493.- SEVE CALLEJA




Seve Calleja  
(Zamora,1953), vive desde niño en el País Vasco y trabaja como profesor de Lengua  y Literatura en el instituto Miguel de Unamuno de Bilbao. Sus inicios literarios fueron en la poesía y el cuento para adultos, con los que comenzó a formar parte del colectivo poético "Zurgai" y obtuvo el "Ignacio Aldecoa" de cuentos en el 81. Y, aunque nunca ha dejado de escribir obras "para mayores", con las que ha obteniendo algunos reconocimientos como el accésit del "Pío Baroja" de novela o el "Gabriel Aresti" de cuentos, hoy su devoción son los libros  para jóvenes, el lado de la literatura al que más tiempo y esfuerzos dedica como lector y crítico, o como investigador y profesor, realizando estudios y artículos e impartiendo cursillos y ponencias, además de como autor. También con ellos ha cosechado algunos premios: el  “Lizardi” de literatura infantil en euskera en 1985 y el “Leer es vivir" en 1997. Es colaborador en medios de difusión como las revistas Bilbao, Platero, CLIJ y Peonza, y es también miembro del consejo de redacción de la revista poética Zurgai.

De entre sus estudios sobre la Literatura Infantil y Juvenil, cabe destacar su historia de los libros infantiles y juveniles en euskera, publicado primero en castellano bajo el título Literatura infantil vasca y ampliado en la edición vasca Haur literatura euskaraz. Son también abundantes las ediciones de libros  clásicos y los de selecciones de cuentos tradicionales –africanos, latinoamericanos, gitanos…— que se han editado con su mediación, tanto en euskera como en castellano, como la antología de cuentos y leyendas populares vascos Basajaun, el señor del bosque, Los buscadores de tesoros y otras historias de la piratería, Clásicos cuentos de Navidad, Cuentos del tren, El billete de un millón y otros cuentos del dinero, Cuentos y leyendas de Bilbao, o la cuidada edición de Bilbao, remanso de viajeros, que recoge los testimonios que sobre la ciudad han dejado en sus obras los grandes escritores... Entre sus novelas, destacan Los ayunos de la reina Ester (Arte Activo), Aquiles y la tortuga (Alberdania) y Hasta aquí nunca llegan los gatos (CCS).

P R E M I O S:

"Ignacio Aldecoa" de cuentos (Vitoria, 1981)
"Lizardi" de literatura infantil en euskera (Zarauz, 1985)
"Pío Baroja" de novela (Premios Literarios del G.Vasco, 1989, accésit)
"Gabriel Aresti" de cuentos (Bilbao, 1991, accésit)
"Leer es vivir" de literatura infantil (León, 1998)








Lamento azul por la madre muerta

No nos consuela 
el ornamento sanitario
de sondas, y de guías, y de paños calientes
envolviéndote el cuerpo hasta el embozo,
no, no nos consuela.
Ni reconfortan las palabras azules
que velan y anestesian tu agonía.

Todo, todo es azul en ese box número 5
que te acoge y sostiene entre sus hilos,
azul también el sudor frío en tu frente,
las venas perezosas que gatean por tus brazos,
inapetentes ya, tu vientre ahíto de sueros.

Menos el llanto de quienes te lloramos
en paupérrimos turnos de un minuto,
callados, tragándonos las lágrimas 
para que no las sientas,
menos la angustia 
que nos obliga a no inspirar el aire de esa estancia
minúscula donde cuidan tu muerte, 
todo es azul.
También acaso el cielo que te habían prometido,
pero que no conforta a los que te rodeamos.
Porque a estas horas de la noche de junio 
en que te mueres, madre,
ni el cielo es tan azul: 
ya ha oscurecido cuando nos asomamos
a implorarle cogidos unos de otros, 
y ni una triste luna se asoma a consolarnos.

Sólo nosotros solos, 
tus hijas y tus hijos, asomados
a la boca imponente de noche sin estrellas,
como grillos rabiosos 
reclamamos el cálido consuelo 
que nadie viene a darnos,
ni tú, madre, eres capaz esta vez de arroparnos 
en tus brazos azules,
cosida como estás al emblema azulado 
que acoge ahora tu cuerpo y no consiente 
que te demos el beso de dormir, 
que te arropemos,
que nos colguemos de tus ojos cerrados,
de tu boca entreabierta  masticando cien sondas,
de tus brazos tatuados de tictacs insolentes,
ni ser niños como antes. Si pudieras al menos
sisear, fingir enfado, 
hacer que nos durmiéramos
antes de tú rendirte al sueño de la muerte,
si fuéramos capaces entre todos tus hijos
de auparte y arrancarte catéteres y máscaras
y tenerte abrazada un poco más, 
aquí, en medio de la noche,
siquiera hasta que venga a recogerte el cielo,
ése al que tú rezabas 
como al destino cierto que nos decías de niños,
porque no nos consuelan, madre, 
las promesas de antaño. Tu ausencia
es una nube negra cargada de tormenta 
que no consiente al cielo
desprenderse de una sola hilacha de compasión.
Ríñele al cielo, madre, 
exígele que luzca su azul,
su azul de siempre, 
su azul resplandeciente,
para cuando tus hijos miremos a buscarte.

(Hospital de Galdakao, a las 23,15 del 16 de junio)







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