domingo, 8 de febrero de 2015

ERNESTO BAUTISTA [14.750] Poeta de El Salvador


Ernesto Bautista

Santa Ana, El Salvador. 1987.

Publicaciones: Silencio: Puertas Dormidas (Premio Amilcar Colocho. Metáfora 2007), La Marcha de los Ausentes (Premio Gallo Tapado. Contracorriente Editores 2010). Antología Una Madrugada del Siglo XXI por Vladimir Amaya  y 4M3R1C4 Novisima poesia latinoamericana por Hector Hernandez Montecinos. Residencias artísticas con RAPP (Residencia Artistica para Poetas Performaticos), Granada Nicaragua 2009. Finalista en la Beca de Creación Poética Antonio Machado, Soria, España (2012) y en Beijing, China a traves  del International Network of Literature and Art Committee (INLAC) y el Shangyuan Art Scene (2014). Ha sido traducido al francés, inglés y mandarín.



 
Un día encontré un caracol... y en las entrañas del caracol encontré el universo

Yo soy el peregrino.
El que anida en la lluvia y extiende sus manos para beberla.
Yo soy la ventisca 
y los gritos intermitentes del silencio.

Búscame cuando tengas frío, porque soy el fuego de los relámpagos.
Búscame cuando quieras volar, porque soy la criatura de las alas enormes
y los espacios vacíos con eco en su pecho.

Búscame, porque estoy sólo, 
porque soy un dios hecho trizas en el fondo de un pozo.

No hay mares profundos que no me nieguen el entierro hacia sus entrañas
ni frío que me nieguen las tumbas de piedra.




El ladrón de las ventanas de la casa de fuego

Eran lumbreras ahogándose en el desierto
sus dos cruces de sal lloradas por el mar.


Y un grito ahogado de ojos negros era
un roce de piel latiendo en los cristales.

Una mujer me miraba en los ventanales
y una despedida echaba raíces en su cuerpo
eran los pasos que debía cobrarle al cansancio del suelo
y la distancia que se acomodaba en su regazo 
rogándole:

Acércate más 
para quitarte el silencio de las alas.



Tres pájaros quebrados en las solaires


Toma I (El encuentro)

Una fila de sombras abren puertas
y se rinden a una voz de soles 
y de piedras.
Cabalgan en potros de madera
y besan jinetes de fuego en el papel
un fuego muerto de sal y tela
encerrado en un salón azul
sentado en un banquito hecho de lunas secas
Y los árboles nos miran 
de luz y de metal
al lado de las persianas .



Toma II (Ocasiones Empañadas)

Una lluvia borrosa ha abarrotado el techo de ojos
y el suelo de zapatos.
Unas gotas de semáforos caen como cuchillos intermitentes
y los rostros cambian
como cambia el rostro de las nubes en una tarde muerta.



Toma III (El abandono)

Así como tú vistes que me fundía con las paredes
así, quiso escapar mi cuerpo de estos escombros bardos:
cantándole un poema de ermitaños mudos
a sus oídos quebrados.-



Beso

Hay un mar de palabras llegando a mi boca
¿Lo sientes?
Bebe este fuego desnudo
es tuyo
y de mis ojos el encierro
y de tu voz el espanto.-



El jardín

Mi felicidad 
está atrapada 
en un ataúd de hielo
donde nacen rosas de metal.-




En el interior de 3 voces

Te recordarán de mí
Una ausencia del color del agua.
Y los abismos de tus sueños
Y mis besos en ámbar 
cayendo eternos de tu cuello
antes que tu silueta 
se nuble de pena y se convierta en escarcha.-



Entonces habrás invocado celajes marchitos... y 20 puertas dormidas

Cuando me nombres
cien soldados de fuego
te buscarán rompiendo cadenas
contra esta pared de silencios
y este grito ahogado en la tierra.

Más allá de mis escombros
más allá de las hogueras
donde aun arden cenizas de guerra
donde la piel de la brisa te cobija de lumbre
a ti y al cuerpo sobre ti.

A tu voz que tiembla y a su voz que arrancaré del pecho.

Y con mis gritos de piedra partiré la tierra
y me tragaré el silencio
y al silencio y a la piedra y a los cien soldados y al amante.

Y verteré el sonido de mis labios en la tormenta
y caerá temblando y esparciendo huracanes.

Y sus ramas oscuras tatuadas de luz y relámpagos
te tocarán el pecho y buscaran tus labios
y abrazarás al fuego porque el fuego seré yo
y la tormenta serán mis manos.

Y el grito tomará vuelo
y su amor que va sangrando estrellas
nos tocará la espalda y tu voz abierta
convirtiendo este fuego de piel y tormentas en sombras desbandadas.-



La confesión: Negaciones sobre un sueño

Dudé un instante
y en ese instante fui sincero.
Te quise decir demente 
en este viaje
pero puedo verte:

Esta vez estoy 
desparramado en un espejo roto 
reflejado y lleno de silencio.

Te veo vencido
y me veo en tus cenizas 
cavilando y lleno de olvido. 

No somos más que espuma a merced del soplido.
No somos más que la belleza de la pausa,
y el astro que se cansa y se oscurece.-



Nostalgia o ansiedad?

Nadie
quizás 
solo la luna y yo
somos 
lo que ahora somos: 
Escombros 
contemplándonos mutuamente.-



Sexo

Y una figura ha muerto en la boca del silencio
mientras besa el arte de tu pelo.-



La peregrina silenciosa

El amor es una figura traviesa
arrimada a tu cuerpo en la lluvia
que se acuesta contigo en silencio y se va.-

Bitácora del desvanecimiento



I (La comunicación básica)

Deja que mi cuerpo te hable
deja que sea ortográfica y caligráficamente humano
una emoción sin labios
y un alarido.


II (La explosión)

Respira las esquirlas de mi cuerpo
en la sombra tibia. 
Donde estuve yo
quedó.-



Nuestra casa

Un hígado descalzo
un árbol de cometas
un ala membranosa de fósforos
un banquito de agua
una pancarta de dioses llena de vidrios rotos
una esfinge de acero
un dios oxidado
una estrella abandonada
una explosión galáctica en la acera
un río de espuma de sangre esparcida
y tus uñas de hierro
tus huesos de madera
tu maquillaje de piedra
tus gafas de piel.
Áspera una bala de presas rotas
un algodón azucarado de vómitos
un rojo color azul
una mujer de alambre en un marco de escombros
un Apocalipsis de soledades en un techo armado de promesas de muerte

y un abismo inquieto bajo los ladrillos.-




Solo estuve

Extraño sus voces... llenas de plumas y truenos.
Sus manos, armadas de espinas.
Su aroma, buscando dormir en mis ojos cerrados.

Nunca dejé que se le escapara un huracán de los ojos
y nunca le devolví las olas a su cuerpo.

Tan solo estuve cuando no había nadie.




Una tormenta encerrada en una caja.

Te hace abrazar huracanes con los ojos llenos
un par de latidos de fuego haciendo ruido
y la tentación incompasiva de querer siempre dibujar fantasmas
tragar relámpagos
desde los labios.

A veces
algún sentido es poseído.




El sueño del verdugo en la ventana

Un niño ve rodar cabezas.
En un eclipse de calaveras de piedra
un perro negro le ladra a la muerte.





Entonces habrás invocado celajes marchitos… y 20 puertas dormidas.

Cuando me nombres
cien soldados de fuego
te buscaran rompiendo cadenas
contra esta pared de silencios
y este grito ahogado en la tierra.

Mas allá de mis escombros
mas allá de las hogueras
donde aun arden cenizas de guerra
donde la piel de la brisa te cobija de lumbre
a ti y al cuerpo sobre ti.

A tu voz que tiembla y a su voz que arrancaré del pecho.

Y con mis gritos de piedra partiré la tierra
y me tragare el silencio
y al silencio y a la piedra y a los cien soldados y al amante.

Y vertiré el sonido de mis labios en la tormenta
y caerán temblando y esparciendo huracanes.

Y sus ramas oscuras tatuadas de luz y relámpagos
te tocaran el pecho y buscaran tus labios
y abrazaras al fuego porque el fuego seré yo
y la tormenta serán mis manos.

Y el grito tomara vuelo
y su amor que va sangrando estrellas
nos tocara la espalda y tu voz abierta
convirtiendo este fuego de piel y tormentas en sombras desbandadas.

Tomados de ¡Silencio!: Puertas dormidas)




Tempestadnayade, Ernesto Bautista, Editorial EquiZZero, 2014.


Experimentación,  ruptura,  crisis onírica, concreción de lo fatídico son términos que podrían definir la obra de Ernesto Bautista que, como un caleidoscopio, anuncia una complejidad de imágenes y formas que conmueven pero al mismo tiempo asombran, no solo por su sencillez sino por la brutalidad que cada texto adquiere como unidad indisoluble de un todo.

Con un leguaje frío y áspero y otras veces sentimental y nostálgico Tempestadnayade (uno de los libros seleccionados en el Tercer Certamen de Poesía Ipso Facto 2013) constituye una de esas peculiaridades que el tiempo devela muy raras veces. Con él, por extraño que parezca, Bautista está más cerca del barroco que de las vanguardias. Borges lo define mejor: Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco…

Omar A. Chávez
Editorial EquiZZero



Pirómanos eléctricos en la avenida

Esta vez el calor de tus llamas no alcanzó a tocarme porque yo tenía la boca cocida con raíces.
                   
Y te movías  como un  fantasma  epiléptico, te  movías  como un cable herido por la tormenta.

Escapé  de  la  punta  de luz  del  látigo que daba sus últimos gritos, como un dios al que se niega porque no existe. Esta vez el calor de tu escarcha me rozó las mejillas y me quemó los ojos, y no me lo bebí, porque te habías extinto ya, y aquellas raíces me cerraban los labios.





La fuerza de la costumbre

Así como tú me viste cosiéndome los huesos con bisturís, plumas, lonas y papel.

Así como tú te sentabas  a mirar mis saltos desde el techo, y todas las veces que me quebré las piernas y sangré por las caídas.

Así como veías que, al igual que Ícaro, me abalancé desde un peñasco hacia las rocas del mar y me estrellé contra las piedras partiéndome la cabeza.

Así, cosido con rabia, armado de huesos atados a lonas y plumas.

Tú vendrás conmigo.

Esta vez saltaremos juntos. Y tú bailarás al viento y me dirás que tan cierto es eso de que eres mortal.



El incendio

Los árboles corrían despavoridos tratando de sortear las llamas.

El fuego les quemaba las hojas secas, y las verdes también. 
Cuando el fuego es grande nada se salva.

Los árboles se trepaban por las laderas y rayaban las piedras con sus ramas, pero todo era inútil. El bosque se incendiaba y los animales que habían matado, las personas que habían aplastado se quemaban junto a ellos.

Y el espectáculo de las llamas era suficiente para que las aves y los peces musitaran oraciones de misericordia para ellos, y para las enredaderas, que tejían sus redes al cielo, como un fénix que se hunde en sus últimas cenizas.
Solo que ellos ya no retornarían.

El último cedro tardó en quemarse, abrazó una de las masas aformes y sanguinolentas que habían en el suelo. La cubrió con lo que quedaba de sus ramas, como si los restos viscosos le profirieran perdones y lo redimieran.

Luego,  se  sentó  al borde  de un  arrollo seco y se consumió hasta extinguirse.



Los mosaicos tintos del silencio

A veces salto por la ventana
como las águilas se asoman a los peñascos
con los brazos extendidos y los ojos cerrados
y beso en los pétalos del viento las gotas rojas de mi regreso

Y te recuerdo abrazando a los leones a mi lado
entrecerrando los ojos y los labios
bebiéndote mi voz y desangrando mis manos
exiliándome a la lluvia
tras las paredes de alambre y los ojos sonrojados

En esa burla que tu placer suele cantar
es ese el grito de escape de tus deseos
de tu muerte y de tu vida

Da igual

Ojala hubieras sido tú la de las manos en mi espalda
ojala hubieran sido las capas del cielo tu ropa
y la lluvia tus dedos

Estoy regresando al suelo
cuando despierte de tu voz
la volveré a oír mañana.

y entonces te mataré.




La fotografía

Cuando quemé su fotografía sentí que algo en mí moría con aquel papel.

Años antes, simplemente la encontré en mi puerta, triste. Cuando me vio se echó a llorar, desconsoladamente, sobre mis brazos.

Luego se evaporó.

Nunca entendí qué la había llevado hasta ahí,  pero cada vez que miraba esa fotografía, ella regresaba a mi puerta a repetir el mismo ciclo, y siempre se volvía humo entre mis manos.

No sé si había muerto desde que yo me marché, o si eran pesadillas que no encajaban en los colchones y me perseguían con vida propia.

Si eran sus sueños o los míos,
pero ella aparecía cada vez.

Un día decidí quemar esa fotografía.

Fue una noche de tormenta. Esa vez el viento llevaba gritos en sus entrañas.
Voces que pronunciaban mi nombre.
El polvo que arrastraba llevaba la forma de sus manos.

Tomé el encendedor, y éste seducía al papel. Su imagen se empezó a volver cenizas con aquel fuego.

Por la ventana la pude ver.
Pude ver su cuerpo  bajo la lluvia,  y su mirada buscándome en el cristal empañado.

Su cuerpo  envuelto  en  llamas  se consumía por última vez.Y algo de mí moría con ella.

Nuestra historia moría con aquella foto.

Y la tormenta cesó.

Su cuerpo desmoronándose se consumió en el viento y la lluvia.

Miré entonces los restos de la fotografía consumiéndose.
Hasta ese momento comprendí todo.
Su dolor atrapado en aquel papel.
Su recuerdo se había convertido en una criatura, y yo la había matado.

Fue hasta entonces que al fin lo comprendí. Por primera vez lloré por ella.


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