martes, 22 de julio de 2014

ALFREDO AGUILAR ALFARO [12.445]


Alfredo Aguilar Alfaro

(1902-1986) Poeta y periodista. Nació en Calotmul, Yucatán, MÉXICO y falleció en Mérida. Su labor como poeta abarca, entre otros, los siguientes libros: De mis senderos, La divina ociosidad, Canto a Valladolid y Mariposas y rosas. También incursionó en la prosa, especializándose en cuentos y novelas breves: Como el río que pasa, En la tierra propicia, Lo que dijo la vieja casa y Yaxché. Varios de sus poemas fueron musicalizados por Palmerín, Pepe Domínguez y otros. Su mayor aportación a la canción yucateca es Ojos tristes, con música de Guty Cárdenas. Residió a partir de 1921 en la Ciudad de México. Al fundarse el periódico “Novedades de Yucatán” en 1965 regresó a Mérida y fue nombrado director del suplemento cultural Artes y Letras, en el que permaneció hasta su muerte como director honorario. Obtuvo diplomas, galardones y medallas, entre ellas la Guty Cárdenas (1976) otorgada por el Ayuntamiento de Mérida y la de Yucatán que le confirió el Gobierno del Estado en 1981.



COMO LA TIERRA NATIVA

No vuelve el río a recorrer su cauce
ni la hoja que cayó vuelve a la rama;
el ave inquieta que dejó su nido,
si vuelve alguna vez, ya no lo halla.

Pero yo volveré, como se vuelve
a la tierra nativa abandonada;
lleno, tal vez, el corazón de penas
y la frente, quizás, llena de canas.

Ávida el alma de horizontes nuevos,
presa la mente de quimeras vanas,
el hombre deja donde todo tiene
e ingrato busca donde no halla nada.

Pero yo he de volver al viejo nido
y en la ceniza avivaré la llama,
cuando el tiempo, que todo lo depura,
me haga digno otra vez de tu confianza.

Y aunque el río en su curso no retorne,
ni la hoja que cayó vuelva a la rama,
yo he de volver a ti, como se vuelve
a la tierra nativa abandonada.





CANTO A YUCATÁN

Quiero llenarme de ti!
Entrame por los sentidos
y por los poros… ¡Así…!
Que yo sienta los latidos
de tu sangre en los tejidos
de mi carne: que no vibre
en mí un solo átomo, libre
de tu dinámico aliento.

¡Tierra donde canta el viento,
donde el ambiente embalsama,
donde el corazón se inflama
y se agranda el pensamiento!
Quiero llenarme de ti
para que, doquiera llegue,
aunque, cobarde, te niegue,
te reconozcan en mí.

Marca mi espíritu, igual
que has marcado mi cabeza:
porque es signo de nobleza
ser digno de marca tal.

Si la insidia te denuesta,
si la barbarie te ofende
y mi lengua no protesta,
mi brazo no te defiende,
mi brazo el rayo cercene
y que mi lengua enmudezca:
que el agua mi sed acrezca
y que el aire me envenene.

Todo me desprecie y huya
ante mí despavorido;
y del pecho maldecido
una lágrima no fluya:
que no olvide ni descanse:
que como Caín no alcance
consuelo para mi angustia:
y estéril y cruel y mustia,
la tierra donde camine,
no me dé frutos ni flores
ni un tronco donde recline
el fardo de mis dolores.






SELECCIÓN DE RÉPLICA AL LICENCIADO JOSÉ ESQUIVEL PREN[4]


I

Qué bien que doblose el lirio
antes que pasara la hoz,
qué bien que terminó el canto
antes de faltar la voz.

Hoy es distinto el paisaje
y distinta la canción.

Qué bien que voló el aroma
antes de morir la flor
y cerráronse los ojos
antes de apagarse el sol.

Qué bien que llevó en los labios
la última vieja oración.



II

Era entonces un camino
y una luz que iba a través
de sombras que la pulían
realzando su brillantez.

(En la claridad sin límites
no hay derecho ni revés).

Hoy las máquinas descorren
los santos velos de ayer,
se ama y se piensa con máquinas
y a ellas se adapta la fe.

Qué bien que voló a su estrella
antes que el nauta ¡que bien!


III

Ella reclinó la frente
como la noche anterior
y como todas las noches:
¡sin zozobra, sin temor!

¡Zozobra y temor es duda,
serenidad es amor!

Jesús recoge en su viña,
sin prisas y sin dolor,
cuando está maduro el tallo,
y está dormida la flor.

La estancia quedó aromada
con rosas de Jericó.



IV

Tiene que existir el cielo,
yo sé que existe… ¡lo sé!
¿Dónde, si no, tendrá premio
la bondad, dónde la fe?

Y sé que tiene un camino
por el cual ella se fue.

Espérame. Si merezco
donde está volverla a ver,
por ese mismo camino
hasta ella voy a ascender.

Aunque más amplio y más claro,
no iré por otro… ¡no iré!



V

Soñé que un ángel me dijo:
“Con ella vas a perder
cuanto tienes y disfrutas.
¿Pides alguna merced?”

¡Mis lágrimas! ¡Sólo quiero
mis lágrimas retener!

¿Con qué estuviera llorándola
hoy, sin lágrimas…, con qué?
Marchitaría el recuerdo
como una planta con sed.

¡El lenguaje de las lágrimas
lengua de las almas es!




VI

Por eso, mientras los ojos
y el alma puedan llorar,
no habrá distancias ni muros,
ni ausencia, ni soledad.

¡También al llorar se reza,
llora si quieres orar!

El llanto el dolor depura,
y es dulce de recordar
lo que, tal vez, fue tortura
solamente por dudar.

¡Santo placer es el llanto
Cuando se aprende a llorar!



VII

Ya no somos sino fuimos.
Huyeron nuestros aromas
y no colgaron las pomas
de nuestros yertos racimos.

¡Ya no en busca de sus mimos
acuden hoy las palomas!

En las curvas de las lomas
y rectas de los caminos,
el viento dobló los pinos
como temblorosas comas.

¡Cómo vida te desplomas
sin luz, sin flores, sin trinos!





VIII

Tantas cosas que gustaba
y tantas como quería,
eran porque las sentía,
eran porque las miraba.

¡De todas ellas tenía,
en todas ellas estaba!

Las cosas que por mí amaba
y amables me parecían,
ahí están hoy, ella daba
la prestancia que lucían.

¡Tal vez por sí no existían,
en ellas se reflejaba!





IX

Cual lágrima desprendida
del ojo azul de la noche,
cayó una estrella fundida
sobre mi inútil reproche.

¡Como la sangre a la herida
nos une invisible broche!

Una hojita displicente
rozó en círculos vibrantes
el espejo de la fuente,
y en el alma confundida
por crueles interrogantes,
fundiéronse muerte y vida.

¡Como la sangre a la herida,
unidos vamos como antes!




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