jueves, 18 de octubre de 2012

MÁXIMO SIMPSON (8082)






Máximo Simpson | Buenos Aires, Argentina, 1929 | Periodista, investigador, ensayista. Recorrió América Latina y residió largos años en México y Brasil, países en los que ejerció la docencia universitaria. Además de su trabajo poético, ha publicado diversos textos sobre teoría política y comunicación.Tiene los siguientes títulos de poesía publicados: Tupac Amaru (1960), Más poesía (1962), Poemas del hotel melancólico (1963), Estación final (1981), Hacia dónde tan lejos (1981), Estación final (1985, edición completa), Elegías americanas (1992), La casa y otras visiones (1995), Alrededores (1998), Esta precaria luz (plaquette, 2003) y Antología poética (2004) y “A fin de cuentas” (Ediciones Alforja/Conaculta/Fonca, México D.F., 2006).
Ha recibido los siguientes premios y distinciones: Faja de Honor de la SADE por Tupac Amaru (1960), Premio Consejo del Escritor por Más poesía (1962), Premio Fondo Nacional de las Artes por Poemas del hotel melancólico (1963), Premio Único de Obra Inédita en el Concurso Municipal (Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires), Mención Especial en el Premio Nacional de Poesía, Secretaría de Cultura de la Nación, correspondiente a los años 1992/1995, por La casa y otras visiones (1995), Primer Premio de Poesía en el concurso convocado por el diario La Nación, de Buenos Aires, por Alrededores (1998).




Oíd                             

Reeplicó Yahveh: “¿Qué has hecho?
Se oye  la sangre de tu hermano clamar
                              a  mí desde el suelo”.
                                                                Génesis, 4.10.
                              Oíd, mortales…
                                              Himno Nacional Argentino.


Desde el Sur hasta el Norte,
del Este hasta el riñón de la tristeza,          
oh ninguno, oh nadie,  
oh la sombra de Jorge Julio López,

                     el que dijo que sí, que había visto.

Me duele el esternón
cuando  entreveo
que esa tierra de nadie es esta patria,
esta ceniza prematura.

Allí donde se encuentren,
en cualquier latitud, en cualquier piedra
de esta patria confusa,

en umbrales ocultos o en medio de la calle,
o en la cama vacía donde beben
neblina del olvido,

Oíd mortales el grito sagrado


del que dijo que sí, que había visto.
Oíd, oíd ahora:

abrigad a esta sombra.







Maltiempo
                  
Llueve sobre relojes y retratos, sobre zapatos y praderas,
sobre el invierno y el verano.

Llueve sobre Jonás y la ballena, sobre Moisés
en la montaña, sobre Jesús crucificado.

Llueve sobre los rostros del Mesías.

Llueve sobre José, sobre David,
y llueve sobre el Bien y sobre el Mal.

Y llueve sobre iglesias, mezquitas, sinagogas,
sobre canchas de tenis, jardines, acueductos,
sobre el pálido joven
que toma su café leyendo el diario.

llueve sobre la Plaza del Recuerdo,
llueve sobre el Palacio de Justicia.

(De Alrededores, 1998.)




TO BE OR NOT TO BE 

Yo quise ser un rojo violín desorbitado, 
un ex abrupto eterno,
un jardín de magnolias o una tromba,
y sólo soy ahora profesor de nostalgias,
edecán del otoño pesaroso. 

Yo quise ser el mar,
o tal vez quise ser lo que no quise,
un triángulo isósceles o un trueno,
o una momia egipcia
con su paz infinita, imperturbable.

Eso quise tal vez en mi constancia,
en mi apuro, en mi afán, en mi zozobra,
quise ser el revés, la mano izquierda,
el costado de mí, mi renegado,
y sólo soy mi tú, mi pobre mí,
un pronombre ya exhausto,
un posesivo huérfano, un despojado mi.

Eso quise tal vez,
y sólo soy ahora mi vecino,
apenas mi perfil, mi suroeste,
mi terco lateral:
estoy en la adyacencia limítrofe de mí,
y siento desazón, me extraño mucho. 

(De Poemas del hotel melancólico, 1963.)





FIESTA

Esta fiesta comienza desde abajo:
cuando los pies se encuentran,
cuando los pies se aman,
se entrelazan,
se besan, se visitan,
se tocan,
se interrogan,
un escozor los une,
un azoro, un anhelo, un calosfrío;
y cuando los pies se miran,
cuando los pies son manos y son alas, 
cuando los pies se alejan y retornan,
cuando los pies se acechan y se abrazan, 
cuando los pies se rinden
al oscuro temblor que los convoca, 
ya las sábanas gimen,
ya las sábanas cantan,
y un secreto rumor de profecía
asciende por los cuerpos
hacia el día que adviene.

A Martha C. Severo
Río de Janeiro, 1985. 






EL RASTREADOR 

¿Dónde están las pisadas de mis pasos,
dónde están las miradas que dejé por el aire?
En pos de aquellos rastros
camino tras el puma, 
el buitre, la calandria,
pruebo pasto, mastico,
huelo el viento, la brisa,
registro las raíces,
las grietas, los resquicios,
vuelvo atrás, adelante,
giro en torno
del olor a pasado,
a triste antigüedad, a tardes viejas,
convoco desde el sueño las guitarras del mar,
los tambores del tiempo.

¿Quién soy yo entre tinieblas?

Yo soy el rastreador,
el que se busca.

(De La casa y otras visiones, 1995) 






CANCION DE DON ELÍN

Pero, ¡qué se hicieron las nieves de antaño? 
François Villon 

Yo vi una melodía ahogada en alta mar, 
un arpegio sonámbulo, exiliado,
ya ciego entre los pájaros,
y un piano derribado en la intemperie,
y un músico extraviado por las nieves del tiempo.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un caballo sin alas,
un fuego sin calor, un río sin orillas.

Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Está reconstruyendo los rotos mecanismos?
¿Está bebiendo luz, prepara sus maletas?
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un sueño que corría hacia el abismo,
vi un zapato perdido,
una paloma herida convocando a los ángeles.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín? 
¿Cómo hará en las mañanas para entornar las puertas?
¿Cómo hará por las noches para inventar las flores?
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
Yo vi una copla exhausta, despoblada,
una trova, un acorde, una rapsodia
sin violín, sin garganta.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Dónde andará?

Ay, yo vi una melodía ahogada en alta mar.

(De Alrededores, 1999)





SONATA

Toca el violín la casa:
se asoma de sí misma,
se sale de la casa,
y le atraen vacíos hacia arriba y abajo.

Toca el violín la casa,
tiemblan sótanos negros de cólera indecisa,
tiembla toda la casa con su gran cuerda humana
cuando suena el violín violento de la casa.

La casa tiene lámparas votivas,
roperos tristes,
ventanas que miran hacia dentro.

de Máximo Simpson, Buenos Aires, Argentina

De "Antología poética".





HABLA JANTO

Janto, “el corcel de ligeros pies”, bajó la cabeza
y dijo: “Hoy te salvaremos, impetuoso Aquiles, 
pero está cercano el día de tu muerte”.

Ilíada, Canto XIX

Cuando el caballo habla,
tiembla toda la casa del olvido.
Tiembla toda la casa,
tiembla todo el olvido:
las puertas de la noche retroceden.

Cuando el caballo clama,
cuando el caballo augura, profetiza,
se oscurecen ventanas y canceles,
y el hombre a la deriva da un rodeo,
hace un alto y espera.

Cuando el caballo habla y se anticipa,
todos callan de pronto,
y el desvalido orgullo de la especie
se amontona en la lengua.
Cuando el caballo habla,
la pampa sueña con el mar,
y el jinete desmonta,
se aventura por dentro de sus ojos,
se desnuda.

Cuando el caballo habla,
cuando sabe,
la memoria perdida se instala en la existencia
y corroe las hondas certidumbres.
Cuando el corcel florece en la tormenta, 
cuando sus manos se alzan hacia el cielo,
cuando de pronto brinca y vaticina,
un ambiguo claror empaña los cristales,
una lluvia indecisa retorna hacia lo alto.

Cuando el caballo sabe,
cuando el jinete escucha,
declina el sacerdote sus trofeos.

Cuando el caballo habla,
pone el hombre pie en tierra,
medita en sus ancestros,
se prepara.

(De Alrededores, 1999) 






LA PATOTA

Así, de pronto,
en medio de la fiesta,
del rock, del rap, del crash,
el homo sapiens se desnuda.
Husmea, demarca el territorio, 
y con airadas manos recupera su hacha.
Bestia plural, compacta, 
la patota despliega su dominio,
acorrala a su presa.
Con infinitos pies,
con infinitos puños,
con sus arcos y flechas,
con sus viejos garrotes, 
con sus 45,
la bestia numerosa desmantela, 
desangra a la fragilidad.
Y aunque indiferente o recelosa, 
la patota es esclava de una honda pulsión; 
con anónimo rostro hace saber quién es:
borbota su rugido,
ese almíbar impune que atraviesa los tiempos.
Y ahí, en la vereda, puro estorbo,
yace el muchacho aquel que sólo fue a bailar, 
una noche cualquiera,
a comienzos del siglo veintiuno.

(De A fin de cuentas, 2006)






EL VISITANTE 

Es tan sólo un plumón, 
es minúsculo enigma, es infinito,
es criatura que llega cada día a mi patio,
y canta, 
canta mientras mi espíritu atardece. 
Su visita me prodiga esta hebra, 
este humilde laurel contra la muerte:
su pacífico vuelo de una rama a otra rama, 
de la nada a la nada.






LA VARIABLE DE AJUSTE

ni yerba de ayer, secándose al sol 
Enrique Santos Discépolo

Yo soy el Anticristo del contrato social,
el aguafiestas del Progreso.
Acrece mi dolencia, estoy postrado,
y para mal de males,
soy ahora la mancha en la pared,
el ropero de antaño a la deriva.
Soy apenas
el supernumerario boca abajo,
el portero desnudo,
y errantes, sin amor, desventuradas,
fluyen las tasas de interés,
el insumo-producto de la médula ósea.
No vengo a perturbar esta cadencia,
el tranquilo desvelo de la Mano Invisible,
el esplendor lunar de la econometría,
el amable simposio sobre el dolor del mundo.
Yo sé muy pocas cosas,
pero algo se turba en mis adentros,
algo oscuro que sube desde el fondo:

una viudez de patria,
un luto, un sobresalto. 
Es que yo soy tan sólo el que no estuvo,
la variable de ajuste,
el que sigue esperando en la vereda.







PLEGARIA

Delectación del árbol,
mansedumbre,
sonata del blancor,
convergencia del lila,
del naranja,
del tenue, del cenit,
del que consuela, 
afinidad del aire 
con olor a primicia,
y un alba, un alba: 
pido un alba inmortal 
para empezar el día. 







A FIN DE CUENTAS

aún no he podido arborecer,
y mi charla fue siempre un balbuceo, 
ambiguo, sospechoso.
Algo les falta aún a mis sentidos
para olfatear la dicha,
la fe de los creyentes,
esa fe que resiste
la prueba irrefutable del más ronco alarido.
Soy un hombre inconcluso,
y ya es un poco tarde para intentar de nuevo
mejorar mis reflejos,
o esperar con paciencia
el crecimiento firme de aletas y de branquias, 
de ruedas vigorosas,
pues la nada me espera en cualquier sitio, 
tal vez en la cocina, 
tal vez mientras escribo
esta trivial noticia de mis días.




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