miércoles, 16 de julio de 2014

LEÓNIDAS PALLARÉS ARTETA [12.344]



Leónidas Pallarés Arteta  

(1859-1931)
Escritor ecuatoriano, periodista y poeta, nacido en Quito el 14 de septiembre de 1859 y fallecido en París el 16 de diciembre de 1931. 

Se hizo notar en su primera juventud como periodista de combate, pues luchó en El Gladiador contra el gobierno espúreo y tiránico de Veintemilla. «Luego -nos dice R. Crespo Toral- fue redactor en jefe del primer diario de verdad que hubo en Quito, El Comercio».
Más tarde colaboró con sus Rimas y Pequeños poemas en la Revista Ecuatoriana de Pallares Peñafiel y J. Trajano Mera, que apareció el 31 de enero de 1889 y siguió publicándose mensualmente con rara y encomiable regularidad.
En sus Rimas es notoria la influencia de Bécquer que, en sus Pequeños poemas, cedió a la de Campoamor, sacando empero a relucir cualidades muy personales de humorismo sutil y agudo sentido de la realidad, pues era personalmente hombre de ingenio que hacía derroche de sal y gracia en su conversación. Fue además funcionario diplomático distinguido, lo que le permitió vivir la mayor parte de su edad madura en Europa.





Rimas


LIV

El blanco de sus ojos es del alba
y su pupila de la noche umbría,
y de su obscuro fondo, centelleante,
nace de amor y de esperanza el día.

Como agita la luna misteriosa
las olas de los mares turbulentos,
de sus ojos la mágica mirada
agita mis dormidos pensamientos.

Es su ardiente mirada de sirena,
en sus ojos el alma está esculpida;  
es su mirada tósigo que mata,
es su mirada el fuego de la vida.


LVII

Yo quiero amar, pero en mi pecho yerto,
      cual colmena irritada,
de otro amor los recuerdos que no han muerto
      despiertan en mi alma.

Yo te amaré con el amor pasado
      que consagré a esa ingrata,
y haré de los recuerdos que he guardado,
      antiguas esperanzas.

Te quiero amar con mis pasadas penas.
      Será mi pasión larga,  
pues rompiendo del tiempo las cadenas
te amaré en el ayer como en mañana.


LXII

Un ángel eres tú; pero las alas
al descender al mundo las perdiste...
¡Encontráralas yo, porque deseo
volar a la región donde naciste!

Región de eterna luz, donde brotaron
de amor entre los vivos arreboles,
cual los astros del mundo de los sueños,
      tus ojos, negros soles.


LXIV

¡Cuán triste está! Sobre su frente pálida
descienden sus cabellos en desorden,
cual nubarrón de tempestad que vela
la cabeza de nieve de los montes.

Baña su cuerpo un rayo del crepúsculo
cual de mármol fantástica escultura,
y de pieles de armiño bajo el manto
el pecho ardiente estremecido ondula.

Sus ojos clava en el remoto límite
con la vaga atención de lo infinito,
y del labio entreabierto se desprende,
aleteando, ternísimo suspiro.

¿Acaricia un ensueño melancólico?
¿Su corazón el sufrimiento mata?
¿O mira ya las sombras del olvido  
ir en tropel obscureciendo el alma?



LXV

Hay en tus ojos vértigos y anhelos,
de ternura misterios y de amor;
queman ellos con fuego de los cielos
pero negros ¡ay! son como el dolor.

Gira tu negra y húmeda pupila
bañada de su propio resplandor,
como en lóbrega noche el mundo oscila
del cortejo de estrellas al redor.

Son relámpagos negros tus miradas
que engendran en el pecho tempestad,
son palabras de luz magnetizadas
que en el alma producen claridad.

En tus ojos, por mágico espejismo,
descubro de mi vida el porvenir...
Tienen las atracciones del abismo  
y la esperanza en ellos va a morir.


LXVII

Si le hablo de mi amor, no me contesta;
sólo me mira, de emoción turbada,
pues no halla su candor otra respuesta
más sencilla y veraz que una mirada.

¿Quién la expresión purísima concibe
y puede hallar la forma de la idea
de esas frases de luz que una alma escribe
y otra alma enamorada deletrea?


III

En la ribera de laguna hermosa
enamorado el sauce alza la frente,
y en su ilusión de amor, ella inocente
le retrata en el agua temblorosa.

Así crece en la orilla de tu vida,
lago azulado de perenne calma,
el sauce melancólico de mi alma
que retratas en la onda adormecida.


IX

Voy con la luna platicando a solas
y oyendo los conciertos de los nidos;
el aire tibio en amorosas olas
excita los deseos mal dormidos
y besan mi pupila imágenes extrañas.
 
¡Salud, noche tranquila, noche de las montañas!
Mas ya el sol se aproxima, y sus fulgores
ahuyentan de la noche el desvarío,
y esconden en sus cálices las flores
rayos de luna y perlas de rocío.







2 comentarios:

  1. Un contemporáneo de Pallares es J. Felicísimo Santacruz Castelo.
    http://jfelicisimosantacruz.blogspot.com/

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  2. Un contemporáneo de Pallares es J. Felicísimo Santacruz Castelo.
    http://jfelicisimosantacruz.blogspot.com/

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