lunes, 4 de agosto de 2014

ALBERTO BENAVIDES GANOZA [12.654]


ALBERTO BENAVIDES GANOZA

(Lima- Perú, 1949). Graduado en Filosofía en la Universidad Católica del Perú, es director-fundador de la revista literaria Umbral y de la escuela Libre Puerto Huamaní. Ha publicado los libros: Platón y otros pretextos (1990), Pachacamán (1993), Cantos de Puerto Huamaní (1993), y Después de la guerra (2000).





Poemas del Libro AL PIE DEL DESIERTO



Ullujaya

En este silencio
que era de los chaucatos,
que anuncian la víbora,
construiste con épica de la pura
este templo a la soledad
lejos de quienes reparten la culpa.

Te bendigo irrigador de pampas
Maestro del agua,
Yaku Tayta máximo,
verbo para irrigar inteligencias,
caminante, caminante, caminante,
Pedro Carlos Cabrera Darquea.





Harawi

He oído al viento silbar
huaynos alegres en Samaca
harawis que no se escuchan hace mucho tiempo
huaynos que no hablan
de orfandad ni olvido
sino del gozoso apareamiento
de la tierra con el cielo.
Y te he recordado
niña de ojos negros.






LA ESPERANZA ESTÁ EN LAS MANOS

Para Juan Bonilla, hacedor

1

La esperanza está en las manos
que siembran,
en los dedos extendidos como surcos
donde resbalan semillas poderosas
y en el pulgar que las cuenta
y en tus ojos atentos, muchacho,
siguiendo al buey y al arado
sobre la tierra húmeda y surcada.

2

Y la esperanza está en las manos
que hilan,
en los dedos que hacen girar la puchka
imagen del planeta mismo, girando,
y en la trama que tejen
tus ojos inteligentes, muchacho,
con algodones y lanas
en el telar y la calhua.

Y la esperanza está en las manos
que tocan
y entregan el amor y la amistad.

La esperanza está en las manos
que hacen,
en los ojos inteligentes
que hacen.






María García

Me enamoré de ti
juntito a la Huacachina,
María García –teníamos 16 años-
y me puse a temblar
delante de tus ojos de gata
y tu divina voz y tu belleza.
La música era de Cat Stevens.

Me enamoré totalmente
fui tocado por los dioses
juntito a la Huacachina.
Anduve como zonzo esperando verte
tristísimo, caminando.

Me paralicé delante de ti
y no pude hacer nada de nada.
La próxima vez
si en otro episodio del universo nos encontramos
ya sabes,
María García
toma tú la iniciativa.






Hinaptin huaqcha purichkanchik
(entonces desposeídos caminamos)

Dios no nos dio nada.
Puso en la tierra árboles de frutas
diversas y aves, perros, monos y caballos
y peces en las aguas.

Y nos puso a nosotros
para tener a quién se le ocurrieran cosas.

Y tampoco hemos heredado nada
en el despropósito del pasado.
Todo tenemos que hacerlo de nuevo
como cada año el río.

Entonces desposeídos caminamos
como quien mira llegar el río
y ya piensa en sembrar.





ICAMAYU

No las aguas del río;
fue el río mismo vestido de agua terrosa,
el dios sin hueso,
el río
el Icamayu
estuvo para recordar
su presencia divina, permanente.




¿CÓMO SE LLEGA A ULLUJAYA?

Nunca he llegado por el mismo camino: tantas huellas hay en el desierto. ¿Cómo se llega? Nunca se sabe: el desierto se ocupa de uno, la suave vista de los cerros amarillos transforma el alma. El que llega es de algún modo otro. En dos sentidos es difícil precisar cómo se llega a Ullujaya.





Al pie del desierto
Cajamarca: Antares artes & letras, 2005


ALBERTO BENAVIDES GANOZA / UN POETA QUE CONTEMPLA EN EL DESIERTO

“La fantasía es fantasía
 hasta que la belleza
 la empuja a la existencia”

Alberto Benavides Ganoza



Alberto Benavides Ganoza, poeta y filósofo está viviendo, haciendo a cada paso poesía, viviendo cada tarde intensamente. Sintiendo y pensando la estancia del silencio, contemplando un único desierto, el suyo y el nuestro. Abordamos este libro como quien entra en la boca de un río, y se deja llevar, curioso, expectante. Disfrutando y sorprendido. Y luego, una de sus ondas nos devuelve a su vado, con alguna idea líquida o sustanciosa.
        
Al pie del desierto es un poemario de epigramas, suerte, derrotero existencial, derrotero. Camino que se anda mientras se lo piensa. Se advierte en él las ideas platónicas que el autor encarna en las artes y letras de su centro cultural: Antares. Irónico y barroco. Este señor con aspecto de patriarca bonachón a la vez que sabio (por lo leído, lo vivido y lo versado), nos regala sus hallazgos risueños. Y por mi parte, me siento en falta, advirtiendo cierto tono solemne en mi versamiento.

Hay un cierto aire de vanguardia, de mañana meridiana-mente neobarroca. El poeta se detiene en el instante que lo lleva a su infancia o al primer beso. El desierto le recuerda la patria de la memoria, lo ido y lo por venir: lo presente. Y él, prorrumpe alabanzas o denuestos procaces contra la necedad de un mundo que no se detiene ya, que no descansa la mirada en un ocaso ni en una lagartija, un río, un huarango. En este desierto poblado de palabras que reclaman luz y defensa para lo que queda de bueno en este mundo y en esta tierra; uno envidia sanamente al autor por las bellas imágenes que vive serenamente allá en Samaca. Síntesis posible de Platón y un zorro quechua, al pie de nuestro desierto, un poeta habitado por huarangos memoriosos va de la mano del mar, en arte excelso.

Místico y juguetón, (por esto mismo serio), soltando lisuras de sencillas florituras, uno de nuestros poetas más rokanroll jóvenes, es algo así como el sobrino nieto del humo del viento. Creyendo que no tiene retórica se la va forjando sin ser ni especial-mente dura ni amordazada. Viviendo el mito nos invita también a vivir el mito verdadero de la inventiva creadora, fantástica, re-creadora y constante. Alegre y esperanzada. Los dioses estarán contentos por los traviesos dones que te dieron y que tú ofrendas, hermano nuestro, como quien silba su silencio. Tranquilito, ocupado y sereno -expectante-,  allá en tu desierto, allá en Samaca. Ofrenda que un viento nos trae, silbando tus palabras:              



                                               HARAWI

                                   He oído al viento silbar
                                   huaynos alegres en Samaca
                                   harawis que no se escuchan hace mucho tiemp
                                   huaynos que no hablan
                                   de orfandad ni olvido
                                   sino del gozoso apareamiento
                                   de la tierra con el cielo.
                                   Y te he recordado
                                   niña de ojos negros.                                 



Por Gustavo Reátegui Oliva


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