viernes, 27 de junio de 2014

EDESIO ALVARADO BARCELÓ [12.070]


Edesio Alvarado Barceló

Edesio Alvarado Barceló (n. 1926 en Calbuco - † 1981) fue un escritor chileno, principalmente novelista y cuentista, que también ha publicado libros de poemas y obras dramáticas. Ha sio galardonado con diversos premios nacionales.

«Mediano de estatura, canoso , bigote arrabalero, pañuelo argentino al cuello que le daban ese tenor y pinta de cantante de tango, aparte que cantaba y recitaba mejor que nadie, especialmente cuando imitaba a Neruda.1
Alvarado estudió medicina dos años en la Universidad de Concepción, pero su inclinación por las letras lo llevó a abandonar sus estudios para unirse a la bohemia literaria santiaguina de fines de la década de 1940.2 Ya en la capital, fue estrechando amistad con muchos poetas, novelistas, narradores y artistas varios, fundando con algunos de ellos el Zócalo de las Brujas: «una asociación de poetas malditos, una peña, una academia de debates, un centro de estudios literarios, una banda de forajidos, una secta alcohólica, una célula subversiva».3

Si bien incursionó en la poesía en dos ocasiones, con los libros El corazón y el vuelo (1948) y Canto del brigadier (1961), el grueso de su obra está conformado por obras narrativas. Su novela El desenlace (1966) obtuvo el Premio Hispanoamericano de Novela Zig-Zag.4

Obra

Poesía

1948 - El corazón y el vuelo
1961 - Canto del brigadier
Libros de cuentos[editar]
1959 - Venganza en la montaña
1961 - Conflicto
1968 - Los mejores cuentos de Edesio Alvarado (antología)
1971 - Vulnerario

Obras de teatro

1960 - La noche en el mar

Novelas

La pesta viene en el viento
1961 - La captura
1962 - El caballo que tosía
1965 - El silbido de la culebra
1966 - El desenlace
1970 - El turco Tarud

Premios

1959, Noviembre - Premio Gabriela Mistral (Santiago)
1960 - Sesquicentenario de la Independencia Nacional (por Canto del Brigadier; medalla de oro y medio millón de pesos de la época)
1960 - Premio Alerce (por La captura y La peste viene en el viento)
1960, Noviembre - Premio Gabriela Mistral (Noviembre, por El caballo que tosía)
1960 - Primer Premio del Concurso abierto de la Comandancia en Jefe de la Armada y el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile (Diciembre, por Una noche en el mar)
1961, Enero - Premio Único de Cuento de Viña del Mar (por El Vengador)
1962 - Premio Municipal de Santiago (con La Captura)
1962, Diciembre - Premio de la Feria Nacional de Artes (con El caballo que tosía)
1963, Febrero - Premio del Ateneo de San Bernardo (con La gran soledad de Facundo Almonacid)
1964, Abril - Premio Yarur (con El silbido de la culebra)
1964 - Premio Único de la Municipalidad de Viña del Mar (con el cuento El lobo tuerto)
1966 - Premio Hispanoamericano de Novela Zig-Zag (con El desenlace)5





Exhortación a la solidaridad

El canto Tiempo Presente es una verdadera exhortación de Edesio Alvarado a la solidaridad:


"Pero yo quiero, Puerto Montt, ahora
que en esta cima de esplendor recuerdes
que hay hijos tuyos que no tuvieron nunca
un pedacito de alegría presente.
Recuerda al pescador, al aterido
habitante del hambre y del invierno.
Recuerda al lento isleño, su abandono
en lo más abandonado del chileno.
Recuerda a los obreros que yo he visto
por Angelmó o las playas tras el trozo
de su pequeño pan. Recuerda al pobre
y abre los brazos, el corazón a todos...
Da tu pan a todos, dale al pueblo
la verdad y la luz que necesita..."




Los poemas del pueblo y El canto del brigadier
Autor: Edesio Alvarado
Santiago de Chile: Austral, 1962

CRÍTICA APARECIDA EN EL SIGLO EL DÍA 1963-01-20. AUTOR: HERNÁN LOYOLA
A Edesio Alvarado, a Enrique Lihn, a Luis Vulliamy y a otros escritores jóvenes, no les interesa ser considerados exclusiva o específicamente novelistas, o cuentistas, o poetas. Parecen rechazar el encasillamiento rígido de su arte literario. Todos ellos se sienten simplemente escritores, y con igual vocación incursionan en el campo del relato o de la poesía, e incluso del teatro. Tienen algo que escribir y lo escriben, sin atenerse demasiado a una forma literaria única. Aunque los resultados no siempre son parejos en calidad, resulta interesante subrayar la actitud.

El nombre de Edesio Alvarado se abrió paso en nuestra literatura con un libro de poemas titulado “El Corazón y el Vuelo”, hace cerca de 15 años. Después se dedicó especialmente a la prensa narrativa y sus relatos publicados (“Venganza en la Montaña”, “La Captura”, “El Caballo de Tosia”), dan fe de un real talento y han acumulado premios en cantidad impresionante. Su regreso a la poesía con estos “Poemas del Pueblo” no es, sin embargo, un hecho ocasional, sino la erupción inevitable de una tendencia siempre pronta a saltar en el amplio registro creador de Edesio Alvarado, y que es visible incluso en sus relatos.

Al ser cotejada con su prosa narrativa, la poesía de Alvarado muestra parecidas virtudes y parecidos defectos. Expresividad apasionada y desbordante, energía en la plasmación de símiles y metáforas, estructuras tensamente sostenidas con variedad de recursos. No cabe discutir la riqueza imaginativa y la fluidez tumultuosa que se revelan en el lenguaje de Alvarado, pero es la verdad también que sus escritos a veces pierden fuerza en el exceso de una retórica sin suficiente control. Esto ocurre también en su poesía.

De las dos partes que componen el volumen que comentamos, los “Poemas del Pueblo” nos parecen de superior categoría. Son ocho poemas que, en conjunto, intentan aprisionar la realidad presente de la clase obrera chilena, en su dolor, en su heroísmo y en su luminoso porvenir. Sus ocho títulos señalan con claridad los ángulos buscados para lograr el cuadro total: El Pueblo, El Orden, Las Masacres, Los Mártires, La Resistencia, La Huelga, La Lucha y Elías Lafertte.

Se mezclan en estos poemas el canto épico y el verso personal, la oda y la elegía, dando como resultado una estructura vigorosa y equilibrada. Queda en el lector la imagen total, no solo de las luchas, sufrimientos y esperanzas del pueblo, sino también de los objetos y actividades que configuran su vida cotidiana. Resulta así una especie de mural poético elaborado con amor, con pasión, con indudable destreza literaria, y rico en detalles, en rostros, en gestos, en objetos, en vida múltiple.

Una visión épica del pueblo chileno en la actualidad, es, sin duda, el principal objetivo que persigue Edesio Alvarado en estos poemas. Ahora bien, configurar épicamente un personaje colectivo es tarea harto difícil. Si descontamos el caso genial y señero de Neruda, son escasos los ejemplos modernos en la poesía americana. (Y hasta habría que agregar que hasta ahora todos ellos, de cerca o de lejos, siguen a Neruda, incluso el presente Alvarado).

Para entregarnos una imagen épica del pueblo en lucha, Edesio Alvarado recurre a una rica variedad de elementos descriptivos y representativos. En cada uno de sus “Poemas del Pueblo” se concentran, se multiplican, se ordenan y marchan al encuentro del lector multitudes de imágenes y comparaciones, de sustantivos, de verbos, de adjetivos, como un torrente enumerativo que va integrando una representación dinámica y total de la epopeya colectiva. Así, cuando evoca la mano de Elías Lafertte, esta mano



“Que así tejiera la bandera roja entre las rojas, la empapada
por la sangre recogida en las plazas sin piedad, o allá abajo,
en las investiduras de los piques, sobre la dinamita;
o bien, disuelta en el grisú; o rescatada por la noche
de la puerta de un sindicato, del fondo de una cárcel;
o crucificada en el desfile de la gran ciudad,
cuando la cólera rompe el abdomen de un metalúrgico,
los senos de una muchacha, las várices de un viejo.
O bien, es otra sangre; la tan callada, la escondida allá
la quitada de bulla, la morena, la conocida solo
cuando un carabinero mata a un peón a culatazos,
o un capataz borracho descarga su escopeta
contra las ojotas de un inquilino; entonces
toda esa sangre clama por las quebradas, desentierra
otra de las antiguas lanzas, endurece otros árboles,
gana napas más hondas, salta cercos, se viene
dale que dale por la huella; y un día, un día cualquiera,
llena de barro y aserrín, muy de manta, entra al pueblo
y se une a la pelea de la hermana, la amada,
la inseparable, la mayor, la abanderada sangre”.



Es enorme la tarea que se ha propuesto Alvarado en esta parte del libro, y hay que reconocer que la resuelve y realiza con dignidad y con una riqueza notable de vocabulario, de fantasía y de recursos poéticos. No se repite, avanza colocando sustantivos y adjetivos con precisión, inserta oportunamente nombres de personas, de lugares, de objetos comunes, o introduce frases o giros populares, todo lo cual aliviana la exaltación épica-lírica del canto y lo vigoriza con el contacto de lo terrestre cotidiano.

En cuanto a la segunda parte del volumen, “El Canto del Brigadier”, nos parece que ella no agrega nada valioso a la producción poética de Edesio Alvarado.

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