lunes, 20 de agosto de 2012

7462.- JACQUES LOVICHI





JACQUES LOVICHI
Nacido en 1937 en Marsella vive cerca de esta ciudad y vuelve con regularidad a Zigliara, su pueblo del valle del Taravu, en el sur de Córcega, donde ha ambientado su novela  Le Sultan des asphodèles (El sultán de los asfódelos, 1996). Según dice Robert Sabatier: «en Jacques Lovichi, los paisajes más que un decorado son el motor de unos segundos planos, el espejo de parajes interiores» (Histoire de la  poésie française, “la poésie du XX e siècle”). Así pues, Córcega nutre parte importante de su obra. 
Pese a otras tres novelas (Mangrove  (1982), La Licorne et la Salamandra  (1982), La Sorcière et le Magistrat  (1999), tiene una intensa actividad crítica en varias revistas – en la actualidad  L’Autre Sud de la que es Jefe de Redacción –, o en el marco de sus estudios sobre Germain Nouveau cuya obra a conseguido sacar a la luz y
revalorizar como precursora del surrealismo, se define antes de nada como poeta con una quincena de libros.
Joven, empieza a escribir poemarios como  Poèmes sans importance (1959), Madrileñas (1960), Insurrections (1966), en donde manifiesta su interés por las vanguardias, antes de ganar fuerza y construir la obra recopilada en Les derniers retranchements, 1965-1995, bajo un título que apunta a lo que pueda ser una forma de testamento poético. Ha sido traducido al español, al inglés, al búlgaro, al rumano y al chino. Ha recibido el premio Artaud en 1987 y, en 2002, ha sido premiado por el conjunto de su obra con uno de los principales galardones de poesía francesa, el Mallarmé.



Brocelianda

Brec’helean la llaman los bretones.
para Eugène, Lucie, Michel y Nathalie


1. Grial
Se hace el silencio
así pues 
sobre la bandeja de plata 
sobre la lanza ensangrentada

se hace el silencio
así pues 
sobre la copa preciosa
de refulgentes gemas

Una vez más 
otra vez
de nuevo
la eterna pregunta
no será 
pronunciada

se hace 
el silencio

así pues






2. Mesa redonda

Compañeros
no hay aquí
otra cosa
que esperar
sino desgracias
y
derrotas

Compañeros
es necesario
vencer todos los peligros

Compañeros
entre sueños y sortilegios 
hemos de abrir
el camino
y perder nuestro honor
y abandonar el valle sin ánimo de retorno

por todo esto
es por lo que somos
aquí 
compañeros

à  J.-L.- Aguié






3. Puente del secreto

Si atraviesas el puente 
tú que te embriagas de amor

tú que excedes los límites     
del ardor imposible
has de saber que no habrá 
nada
que un día te libere 
nadie 
que te siga
y que lo peor
es cosa segura







4. Lanzarote

El espejo
inventa 
la 
vida
en el reino de lo ilusorio

todo es reflejo
todo es
mueca
una sombra se agita
en el cristal negro
no habrá nunca
nada más 

como vértigo inmóvil del agua 
el texto se abisma en sí mismo 

más allá 
del destello 
del 
espejo






5. Barenton

Como una tormenta del corazón y los sentidos 
tres gotas de agua bastarán sobre la piedra 
para liberar las fuerzas
negras
para liberar los prodigios

estallará sin turbar el silencio
sobre la superficie de brezo y juncos

la risa sanguinaria 
de los dragones

invisibles






6. Viviana/Morgana

Repulsivamente tejes tu capullo        
el hilo viscoso
liga un poco la vida
de cada día
y tus jugos disolventes
están obrando en la memoria

pero
iremos hasta tu guarida 
para aplastar a la bestia
maligna

estamos cansados
y nuestros músculos ceden
somos viejos
y nuestros huesos se pudren 
pero nos pondremos en marcha 
para liberar el aliento
y nos pondremos en marcha
en marcha

en 
marcha







7. Tumba de Merlín

Prisión de aire y de viento
en que el amor te retiene
bárbaro 
encantamiento
por ti mismo querido
en esta noche del cuerpo
que no es sino helada
sino hielo
sino escarcha
martirio frío
sueño de la conciencia

para desarmar
las mandíbulas del cepo
habría 
que abolir
la gran 
ley
del mundo

tu agonía glacial se prolonga
pero no hay más que una salida             
y es la muerte

Detrás, siempre está la muerte

(De Últimos rincones)








LIEUX COMMUNS
   
 
à Jean-Max Tixier,
mon frère

   
   
  C’est pur orgueil qu’oser
couvrir la page blanche
de petits caractères
noirs
et d’accepter qu’on appelle poème
le résultat de ce pitoyable exercice.
   
  C’est pire vanité 
qu’oser le donner 
à lire. Il faut payer une œuvre
véritable
de beaucoup d’immobilité et de
silence.
D’une extrême solitude
aussi.
Cela en valait-il
la peine ?  
  Il ne faut pas
danser pour les autres
il faut danser pour soi
espérant le partage.  
  Ce qui sur la page demeure
n’est que la cendre impondérable
d’un incendie
éteint.  
  D’avance
l’écriture
est un combat
   
  perdu. Nous
anciens combattants
des vieilles guerres
attendons
patiemment
la dernière escarmouche
de
l’aube.  
   
   
  février 2007



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