martes, 5 de agosto de 2014

JULIO-CÉSAR IBARRA [12.687]


JULIO-CÉSAR IBARRA

Escritor, poeta y cronista. Después de un accidente que lo dejó tetrapléjico se ha dedicado a escribir.  Ha publicado el libro artefacto "La Montaña" en Ediciones Ciberokupa.cl (2006); "A la sombra de la Montaña", Ediciones Asterión, 2011. 




"La Montaña" en Ediciones Ciberokupa.cl (2006)


Parte del testimonio de Atlas después de su derrota a manos de Zeus, ante la comisión de derechos humanos de las  Naciones Unidas.

 Atlas perdió la guerra contra Zeus y fue condenado a ser montaña.
 Estas son algunas de las afirmaciones, preguntas y apreciaciones
 del Dios condenado:



Vi a los soldados franceses violar a niñas, 
niños y mujeres de Argelia y Marruecos.
Los franceses descienden de Zeus,
En Francia está París, la luz del mundo,
¿Entonces sería luz lo que los franceses                                                  
le metían a las argelinas entre las piernas?
Ustedes en Chile aman a los franceses. ¿No                                            
les importa si actúan bien o mal?
Es una cuestión estética:                                                                        
los franceses son altos, hablan un idioma blanco,                                  
tienen la mirada azul y el cabello dorado.
En Chile aman a las francesas, siempre                                                              
que no hablen de libertad, fraternidad e igualdad.
Los chilenos no comprenden cómo en Argelia o                                        
en Haití, no quisieron a los franceses.





DECLARACIÓN PÚBLICA:                   

En Chile amamos a los franceses, y no queremos
ni le creemos a Atlas, el resentido.

                                                                 El Pueblo de Chile



LA HUELLA DE LA RELIGIÓN MUSULMANA EN CHILE

   "Si Mahoma no va a la montaña,
 la montaña va a Mahoma".

 Eso es todo lo que sabemos de Mahoma en Chile.





EL CATECISMO “MADE IN” CHILE

En Chile el catecismo es el de siempre,
pero para vivir y ser ×políticamente correcto×
hay que traducirlo:


 1.     En Chile debemos aparentar ser todos católicos
y reverenciar a Dios.
Se incluyen comunistas, socialistas,                                                                        
hijos del Islam, anarquistas, ateos, masones,                                                    
satánicos, narcotraficantes, fascistas, nazis,                                                       
los que andan "más perdidos que el teniente Bello" 
(famosa historia local), Et caetera...

2.     Oficialmente todos nos amamos unos a los otros,
menos, está claro, si se es o se actúa como:
homosexual, lesbiana, prostituta, amante del marido 
o de la esposa, burro cachero, cantante de boite,
bailarina nudista, machista o feminista, vago,
cafiche, ex-cura, político no destacado,
subversivo con éxito, empresario top, modelo o animador de televisión,
futbolista arratonado,
×político pre-candidato a la presidencia de la República,
que habla mal de su “parner” o que ha perdido el juego.

(En definitiva: busque usted las características principales
para agrupar a estos ejemplos de seres deleznables en alguna categoría).


 3.     Hay que llevar una vida ordenada:
Estudie, ojalá, elija una profesión rentable,
y titúlese  en una universidad  “de prestigio”
de preferencia católica –  y si no le queda otra: 
busque un oficio – cualquiera  sea éste  –
y hágase millonario o millonaria.
(El casamiento por interés siempre ha sido un buen negocio).
Cásese, tenga hijos, matricúlelos en un  Colegio Particular, 
y ojalá que la mensualidad sea  superior a US$200 (doscientos dólares).
Compre una casa, un auto, sea poseedor de tarjetas de crédito.
Aprenda  inglés o francés.
Viaje – por lo menos una vez en su vida -
a los Estados Unidos, Europa, y por supuesto a la Tierra Santa.
Compre un cupo en un partido político
- cualquiera -  hoy son casi todos iguales.   
Inscríbase en un club deportivo con prestigio social.
En definitiva: Sea Alguien.


4.     No se preocupe por el mundo.
Nadie tiene la obligación de subir la montaña o ir al desierto.
¿Para qué? Si ya lo hicieron Jesucristo,  Zaratustra y otros.
Ellos ya se quebraron la cabeza, y nos ofrecieron su alma
¡Por favor!  No es nuestra responsabilidad  pensar en la humanidad.

 5.     Da lo mismo ser judío, cristiano, socialista o musulmán.  
Lo importante es hacer buenos negocios.

 6.     Sólo se puede buscar a Dios en las iglesias autorizadas para ello.

 7.     Sólo se puede amar una vez en la vida y para siempre.
El error no está permitido.

 8.     La vida de los hombres y mujeres siempre tiene un precio
Y hay algunas vidas que no valen nada.

 9.     Sólo las mujeres deben enseñar el amor a los niños y niñas
Porque el amor de los hombres siempre deriva en vicio.

10.     El cuerpo debe ser tratado como un templo, bien adornado,
el espíritu que sople en el interior,
debe tener suficiente dinero para mantenerlo.




Julio-César Ibarra A LA SOMBRA DE LA MONTAÑA

Por Teresa Calderón


Julio-César Ibarra es un poeta de los grandes, cuya sombra, asombra, y cuya luz modifica el espacio oscuro de una luna inmemorial. Sin duda, dadas así las  cosas, su nombre y su poesía habrán de perdurar en la historia de los tiempos.

Escribe desde que tiene uso de razón, y vaya que la tiene. La potencia de su verbo, la elección de los tópicos sobre los cuales se construyen sus edificios poéticos, así como la prolijidad de su imagen poética demuestran no solo su innegable talento sino la eficacia de su oficio que maneja como el mejor artesano de la palabra de este nuevo siglo y milenio.

Y aquí me encuentro con éste, su más reciente libro, A LA SOMBRA DE LA MONTAÑA donde es posible soñar con él y desde él; contemplar el mundo, internarse en las relaciones humanas, en la complejidad del destino, tantas veces aciago. Pero también es posible vislumbrar sus sueños, que son los mismos sueños de la humanidad toda. Allí transitan los dolores de paso por la vida y las dichas de igual manera. Una montaña cuya sombra inmensa cubre y ciega a quienes no les fue dado acceder al sustrato de la realidad ni distinguir el horizonte a través de los sentidos. Y esta poesía, hasta eso lo hace posible.

Y siendo así, surge la pregunta: ¿desde dónde nos habla el poeta Julio-César Ibarra? ¿En qué estrato se sitúa su palabra? Entonces oímos una voz en fuga, que va y viene, atraviesa el tiempo, hasta que, por fin, el pasado emerge con todo su poderío: aparecen los padres, los hijos, los amores, y puede estar, simultáneamente, en dos o más lugares al mismo tiempo. Entonces como un cuadro cubista obnubila las emociones y nos cubre de asombro y belleza.

El poeta se define en su Autorretrato, que es al mismo tiempo su arte poética:


“Vivo en tres tiempos, tres espacios.
Vivo en tres pieles, tres esqueletos, tres pellejos.
El mío, el de ayer, el de mañana.
Soy la montaña, soy una espalda,
me levanto,
yazgo postrada, arrojada en el vacío
y me yergo, resucitado.
Sobre mis espaldas sostengo al cielo,
etéreo y magnífico,
angélico y demoníaco,
mentiroso y verdadero.



Esta es una montaña misteriosa, una montaña omnipotente que nos retrotrae a los tiempos del Campus Oriente cuando estudiábamos pedagogía en Castellano, en plena dictadura militar. El espanto de esos días han caído en pleno corazón de la universidad y aplastado a todos los poetas allí presentes, absorbiendo sus sueños y sus palabras sangrantes, señalará el poeta. Toda una vida desvivida y vivida con dolor por todos los que allí estuvimos.

Para el poeta y para el lector, la montaña es la casa habitada-deshabitada, porque es casa-cuerpo al mismo tiempo: 


“Me preguntaron cómo era mi casa,
y yo dije: “no tengo casa,
yo soy una montaña y no hay casa para mí.
Vivo a la intemperie,
y cuando me muevo, la tierra se desgarra”



La montaña es veleidosa y se transforma, se mueve, muta, esconde, omite, permite y priva, pero sobre todo regala; regala lo que a vuelo de pájaro no es posible observar, si no es por la palabra del poeta que cava en los espacios donde “hay niños que brotan del corazón de una montaña que se viste de novia”.

La sombra de la montaña se proyecta diversa en las distintas horas, meses, días, estaciones del año: 


“Hay días en que estos pájaros muertos resucitan,
trepan por mis entrañas
y quieren volar hacia el ocaso
convertidos en cuchillos feroces
para vengarse de los agresores
y yo cierro los ojos,
y no los dejo huir”.




Es éste, un libro que exige varias lecturas que se hacen con gozo. Es una obra perfecta, armoniosa, sonora como un río transparente donde brotan los guijarros de la vida, luminosa como la mirada de los niños y rigurosa como solo los ancianos sabios pueden serlo. Recomiendo especialmente “Catecismo Made in Chile”, donde el humor y la ironía se alzan como uno de los rasgos más característicos de la obra y de la personalidad de nuestro poeta, aquí expresado de manera magistral.

Celebro este libro y a su autor como se debe celebrar, con la cabeza inclinada ante la belleza que proviene de una realidad transmutada por la palabra poética. Y me uno al cobijo de la sombra de esta montaña, que reúne a los muertos y a los vivos, los sueños y la realidad, la maravilla y el asombro, la lucha y el desconsuelo que Julio César Ibarra ha logrado perpetuar en este libro.



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