lunes, 18 de julio de 2016

CLAUDIO YUNGE [18.939]


Claudio Yunge 

(Coyhaique, Chile, 1993). Estudiante de Licenciatura y Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales en la Universidad Austral de Valdivia. Escritor y poeta, publica asiduamente en su blog King for a Day, donde artesanalmente ha subido los poemarios “Uno” y “Nací en 1993”. También ha colaborado en su ciudad adoptiva con cuentos para el proyecto de literatura de terror “Valdivia Críptica”.


NACÍ EN 1993

Me las ingenié,
me puse a googlear mil novecientos noventa y tres
y cacha lo que encontré:
argentina con batistuta ganó la copa américa
se estrenó la película daniel el travieso
(esa que veíamos, mamá, en el canal 13)
falleció cantinflas y pablo escobar
duran duran sacó su último gran álbum…
en fin, entre otras curiosidades
también nació un prospecto de poeta
nació el cayito,
próximo artesano de los versos que ni pancho puelma
envestido de nostradamus cantante pop
podría haber vaticinado.

Aún no se realmente si tengo dedos pal’ piano,
pero eso para otro poema
a la misma hora y en el mismo canal.

Nacido en el núcleo de la constelación del gallo
una primavera parcialmente nublada,
el primogénito de una incansable mujer patagona
botaba su primer llanto en el rinconcito
de un andrajoso hospital regional.

Desde ese día ocho hasta el instante justo
en que ilumino estos versos de neón
los años se han portado como un herrero
que forjó la curiosidad de esa pequeña guagüita.
Las preguntas sobre el acontecer mundial en
noviembre de mil novecientos noventa y tres
ahora suceden dentro de una
intermitencia sináptica en estado de frenesí.

¿Mientras me estaban dando a luz
los noticieros se atrevieron a mostrar los
edificios bombardeados en sarajevo,
con los niños bosnios
dormitando entre los escombros?

¿Una bala era colocada en la escopeta de
kurt cobain, en un simulacro del suicidio
que lo esperaba al cruzar el año nuevo?

¿Qué teleserie estaban dando en el tvn?

¿Alguien esperaba el día de mi nacimiento
que este neonato estuviera escribiendo poesía
sobre los tópicos clásicos de la existencia:
la muerte, la tristeza, el amor, el sexo?
(me disculpo enormemente por tal presunción).

Nací en mil novecientos noventa y tres
y las interrogantes anteriormente expuestas
tal vez nunca serán respondidas,
pero no importa.
Ya habrá más líneas que cooperen
en el armado de estos puzles nostálgicos.




LA ALEGRÍA NUNCA LLEGÓ

Un lienzo de papel se ha ido despegando
de los murales del imaginario colectivo.

Las colosales letras negras
ENE y O
que rellenaban el espacio vital del cartel
se fueron destiñendo como las promesas de 
paraíso territorial que heredamos.

Nos quisieron regalar un arcoíris
y nos terminaron entregando una postal
de patria en blanco y negro.

Nuestra generación nació marcada
por el pecado original de la dictadura,
crecimos atados constitucionalmente
desde el vientre materno.

En un teatro de títeres de quince pulgadas
aprendimos los mitos de nuestros salvadores:
ahora somos los jaguares del continente,
nada nos faltará compatriota.
El país está creciendo,
¿no ha visto acaso los rascacielos que
embellecen la vista hacia la cordillera?

Algún día íbamos a despertar de la hipnosis
provocada por el consejo de magos expertos en 
las artes oscuras de la politiquería. 
Dejamos el sonambulismo embelesado
y descubrimos el secreto
detrás de la bandera tricolor.

Cuando solo les faltaba vender el aire,
encontramos el ventrílocuo tras del telón.
Un festín empresarial de cerdos hijos de puta
que se atragantaban sobre nuestras espaldas,
manteles del despilfarro neoliberal.

Si ya no creemos en el viejito pascuero,
¿cómo esperaban que siguiéramos
enganchados a sus relatos mesiánicos?

Se jactan de su credo democrático
y no somos más que una dictablanda.

Nos prometieron la copia feliz del edén,
y en realidad sólo transitamos 
por el purgatorio del subdesarrollo. 
Pero ojo, sonriamos pa’ la foto
que no vayan a pensar en el exterior que
no somos un país ganador. 




ERROR 404 NOT FOUND

Si estaba buscando un poema aquí
este ya no se encuentra.

Seguramente estos versos se esfumaron
con el humo del cigarrillo que bota el autor,
o se tomaron unas merecidas vacaciones
en un crucero camino a aruba.

Como supongo que no sabe donde esta aruba
(no se exalte, no es su culpa
los noticieros nos bombardean con crónicas
del primer mundo a cada minuto)
yo le indico con exactitud su locación:
este pequeño país insular se encuentra
a 25 kilómetros de la península de paraguaná,
al noroeste de venezuela
y al sur del mar del caribe.

No tiene que agradecérmelo a mí,
sino que a la información que exhibe
wikipedia en sus vitrinas.

Cuando usted compre un pasaje en avión
directamente a este paraíso cristalino
(un vuelo en clase económica con
una escala por las amazonas brasileñas),
busque el poema perdido.

Las estrofas pueden estar extraviadas
en una señal de tránsito en neerlandés.

O puede que por algún motivo de fuerza mayor
hayan terminado en un hospital deplorable
por culpa de una intoxicación por cocaína.

No descartemos la opción de que los versos
traicionando al poeta,
comenzaron a trabajar en la sección vida social
del periódico más vendido de la isla.

Lo cierto es que el poema no está aquí.
Puede estar en el libro de un youtuber
o en el menú de un restorán de comida coreana.

¡Pero no está acá!



EL DÍA QUE DESCUBRÍ QUE ME ODIABA

ya no tenía sueños con cambiar el mundo
ni anhelos de proyección.
El futuro me buscaba noquear
en el primer round.

El día que descubrí que me odiaba
iba caminando por un paso de cebra
pensando en la muerte.
Casi me atropella un colectivo
que dejé pasar entre aplausos.

El día que descubrí que me odiaba
me enteré que la autoestima
era un helado de chocolate que se derritió
en el volcán de las inseguridades.

El día que descubrí que me odiaba
me convertí en una bacteria que
estaba fagocitando su propio organismo.

El día que descubrí que me odiaba
busqué ciento un formas de romperme
el cráneo contra el espejo.
Una de esas maneras debería invocar
al doppelganger que me reemplace
del holocausto existencial.

El día que descubrí que me odiaba
quería traspasar mi ira al mundo.
Aborrecer a cada uno de los seres
que están en la faz de este puto universo,
pero no pude.

Hay miles de hijos de puta
que podrían odiarse más de lo que yo me odio
desde hoy,
pero se me hace imposible.

La rabia no es un regalo,
es una pesadilla en tres dimensiones.
Puedo observar cada detalle de
mi podredumbre en alta definición.

El día que descubrí que me odiaba
no habían ni metáforas ni versos
que me protegieran.

Estábamos solos,
mi odio y yo.



ELEGÍA POR UNIVERSIDAD CATÓLICA

Hoy nuevamente
Católica quedó a un paso
de ser campeón.

En cinco años
creo que he dicho estas palabras
más veces de lo que se merece
un hincha.

Me pregunto
en qué chucha se fijó mi papá
al hacerme aficionado de este club.

Sin ser un entusiasta del fútbol
-como si lo fue su hijo-
qué habrá visto.

Los signos de interrogación
me dan más nauseas
que los cigarros con sabor a decepción.

Y así vamos,
de funeral en funeral.

Soportando las burlas,
cargando el cartel de segundones
en un vía crucis constante.

¿Es que será una puta maldición?
¿Enterraron un murciélago
en el centro de la cancha
de San Carlos?

Vuelvo a pensar en mi viejo,
él se deslumbró por Acosta y Gorosito
no por esta mierda que
nos toca vivir.

Para no llorar de rodillas
rememoro los momentos que le
dan sentido a mi identidad cruzada.

Y ahí están
Álvarez tapándole el penal a la U,
los goles del ingeniero Norambuena
en la final del 2002,
Conca siendo
el mejor jugador del mundo,
y Mirosevic convirtiéndose
en mi héroe de acción favorito.

En un recuadro blanquiceleste
colgado en mis recuerdos
está la actitud
ofensiva, guerrera y vibrante
que creí que nos caracterizaba.

No me vengan con su mierda
de que somos todos cuicos.

Tampoco quiero vivir más esta angustia.

Ni menos seguir encontrándome
con técnicos mediocres,
jugadores que no sienten la franja
y dirigentes más preocupados
del beneficio monetario
que de darles una alegría a la gente
(Sociedades Anónimas Deportivas:
The SAD thing of fútbol).

Me olvidé de la patria,
de dios
y de la universidad.

Solo amo estos colores
porque son casi lo único que me queda.

Y seguiré ansiando
estación tras estación
torneo tras torneo
por todas las alegrías que aún
me faltan por vivir.





CONVERSACIÓN ENTRE AMBOS YO

-Claudio,
¿por qué chucha tienes la necesidad
de escribir?
-Para reparar el daño ambiental que
provocan los desechos tóxicos
que salen de mi boca.

-No me hables con metáforas,
soy yo quien te está hablando.
-Tengo una insatisfacción con
la comunicación humana:
las palabras ya escritas no tartamudean
ni exudan falta de confianza.

-Entonces,
¿la poesía es tu vía de escape?
-Es un juego de máscaras,
un salón con cortinas rojas del que
entro y salgo
con mayor facilidad.

-¿La poesía es
una necesidad biológica?
-Es un artificio que ocupa el cantor
para engañar
a sus obstáculos verbales.

-¿Eres un farsante?
-Los artificios también están cargados
de honestidad brutal
de sentimientos salvajes
de desolación in extremis
de rabia gutural.

-¿La ortografía es el rayado de cancha
de ese artificio?
-Es mi estupefaciente favorito,
la morfina que me calma de la
decepción que tengo
por mi desempeño en el habla.

-Las adicciones no nos liberan
del contacto humano.
-Solo busco una manera de escapar
de las putas muletillas
de las palabras mal dichas que escupo
día tras día, hora tras hora,
del nerviosismo detrás
de mis ideas mal expresadas.

-Una última pregunta,
¿quién soy yo?
-No lo sé.

-¿Soy el yo poético?
-¿Existe tal cosa realmente?



DE CULTURA, LADRIDOS Y ROSTROS DIFUSOS

Intento leer un libro sobre cultura.

Un perro comienza a ladrar
incesantemente en la calle.

Las palabras del texto
van bosquejando imágenes difusas
de tu rostro.
Los conceptos se transfiguran
en cejas y
las citas a pie de página
me direccionan a tus labios.

El perro continúa ladrando.

Ya no estoy leyendo.

Estoy volando en versos aerostáticos
que describen tu rostro
cada vez menos difuso.
Una serenata de ladridos
persiste como banda sonora de esta
aventura abstracta.

El libro yace en el suelo.

Los ladridos continúan,
tu rostro no desaparece
y una jaqueca
comienza a patear mis neuronas.

Soy un psyduck.

El perro no se detiene,
tu rostro tampoco.

El dolor de cabeza anestesia
las ganas de levantarme
recoger el libro
y continuar con mi lectura esmerada
del concepto de cultura.

El estruendo de los ladridos
rebota por los rincones de mi pieza.

Ya no veo tu rostro:
tienes una cabeza de perro
y me ladras.

Y te respondo con ladridos también,
a pesar de que soy un psyduck.

Faltan más libros de cultura
plagados de
guau, guau, guau.



AGOSTO

El mes que recién pasó fue nefasto.

Pero me hizo tomar la decisión de hacer este “mini libro”. Concentré toda la frustración, ira y tristeza en este pequeño espacio. Seguramente es muy ambicioso haber empezado con esto, pero no hallé otra forma de canalizar estos sentimientos. Tal vez estoy diciendo demasiado. Aunque espero que me lean, hay mucho cariño detrás de su formación. Lo tomé como una labor apremiante (incluso más que mis deberes universitarios), pero creo que valió la pena todo el tiempo ocupado en esto.

Gracias de antemano.



SOY UN SPAM

y por hartazgo tendré mi espacio
en tus vivencias.
Estas líneas son el engrudo
que me adhiere
a tu sistema neuronal.

Soy un anuncio propagandístico,
publícame en páginas pornográficas.
Un click y le regalas algo de O2
a mi ego.
Así que por favor anda,
coopera con mi medio ambiente.

Escribo por pura vanidad,
esta es poesía publicitaria.
Por cada verso un dólar.
No busco expresar sentimientos,
sino que estar en las vitrinas
de cientos de librerías
(Siento que hago buena combinación
con las novelas eróticas adolecentes,
o con Papelucho).



PARANOIA

E s c r i b o
l a s
p a l a b r a s
d e
e s t a
m a n e r a
porque temo que me persigan
hasta las sombras de las letras.

En la calle
siempre camino dos veces más rápido que el resto,
me gusta pensar A VECES que cada uno
tiene reservado un metro cuadrado en el mundo.

Y ese pavor a las miradas,
con esos ojos que temo a que salgan de sus órbitas
y me ahorquen en un ascensor
en una fila del supermercado
en una calle congestionada.

Está bien ir en contra del individualismo,
pero no puedo caminar seguro
mientras
lees
este
poema
con
un
cuchillo
mantequillero
en
tus
manos.

No me hablen de mil maneras de morir
que de esas ya conozco 999
(la número 1000 se la reservo al suicidio).



UNA TÍPICA CAMINATA BAJO LA LLUVIA

¿Será un Dios el que echó los dados
y avanzamos los casilleros de asfalto
en esta ciudad-monopoly?

Compartimos la misma ducha expiatoria,
una misma nube negra
mientras unos van a trabajar,
otros, camino a una cita
y yo voy rumbo a comprar un champú.

Las calles para defenderse de la cortina de agua
se han provisto de escudos techados.
Con esto las arterias del centro de mi ciudad
forman una gran feria
donde se reúne todo el folclor urbano.

Ahí están los encargados de venta de Dios
con sus biblias-diccionario.
Ni la lluvia detiene sus diatribas
que salpican la sangre de Cristo
en nuestros rostros llenos de pecado original.

Me llama la atención unos vendedores ambulantes
que vociferan su nuevo producto:
un rayo láser verde de gran alcance.
Todo muy bonito, pero me quedo con un patito
que mueve sus patitas cortitas aullando un débil
cuak-cuak.

Muchos estamos ahí, acompañados
por la soledad (no es una prostituta),
pero ni el mar de piernas que me engulle
en esta aventura mecanizada
la hace desvanecer.

Pero a pesar de todo
no me gusta encontrarme con caras conocidas.
Ese ritual del “hola”, “¿cómo estás?”, “bien y tú?”
está marcado por la frivolidad.
Propongo que cuando nos veamos
nuestros saludos estén llenos de cuak-cuak.

Ahí va pasando una chica
que me rechazó miserablemente.
Ella me reconoció,
ella sabe que yo la vi.
Pero la evito con un enganche de la mirada,
una bicicleta digna de un crack brasileño.

Si no hay un Dios echando los dados
soy horrible jugando en este tablero.


LATERAL

Si la vida fuera una cancha de fútbol
(de hecho lo es)
yo tendría que ser un lateral.

Siempre olvidado,
corriendo desde un extremo hacia el otro.
Ni atacante ni defensa.
Quien se consuela
con los centros correctos
de los goles que él nunca podrá anotar.

¿Izquierdo o derecho?
Hay laterales que preferimos ser ambidiestros.
Nunca tenemos la certeza
de absolutamente nada
(la posición en el campo
ya no depende
de las posturas políticas).

Ni la eficacia de los delanteros,
ni la visión de los porteros,
ni el carácter de los volantes de corte,
ni la decisión de los centrales,
ni la pericia de los creadores.
Ser un lateral es estar condenado
a las sombras,
a los errores de la memoria,
a jugar en este partido efímero
siempre como el secundario
(un Steve Buscemi más).

Si te rememora la hinchada,
un noventa y nueve como nueve por ciento
será por el error que cometiste
en el momento menos indicado.
Ni una campaña exitosa
te salvará
de las puteadas.

Evidentemente,
no soy un Roberto Carlos.
Este poema está manchado por mi falta de talento.
Así somos los laterales.



EL CAMINO DE LOS SUEÑOS

Nunca pensé que escribiría de amor
pero mi universo onírico me traiciona noche tras noche,
proyectando malos plagios del cine yanqui
de películas de romance con finales felices
de todos los besos que nunca he dado
de todos los Brad Pitt que no logro personificar
de una mujer que es mía
¿Mía?
Fantasías del ello, dirá el amigo freudiano
mientras el otro yo del espejo se ríe de mi derrota
pues la función se terminó
y la cámara se acerca, más y más.

Plano de un hombre solitario en su cama
primer plano a su rostro
confusión, frustración, amargura.
La máquina hollywoodense dejó de funcionar
y el hombre solitario es arrojado a su destino.
Corte.

Nunca pensé que escribiría de amor
pero la musa que inspira la mala caricatura de Titanic
me impulsa a crear estos versos de cartón,
poesía barata que se vende en un tarro de jurel,
terapia del desahuciado con miedo a Morfeo
que no quiere dormir
que teme a las pesadillas hermosas del subconsciente
que vio un mal filme donde una mujer era suya
¿Mía?
Nunca fui capaz de tenerla.

Estoy haciendo un trato con la tierra de los sueños
(No me refiero a Disney),
apareceré en su próxima película
como extra vendiendo maní en una calle helada de New York
o como secundario en una película de Tarantino
asesinando a la antagonista de mis deseos frustrados,
la mujer que era mía
¿Mía?







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