jueves, 8 de diciembre de 2016

JORGE IVÁN GARCÍA [19.712]


Jorge Iván García

Armenia, Colombia 1963. Hizo parte del colectivo cultural Sonorilo. Sus poemas han sido publicados en varias revistas y libros, entre los cuales cabe mencionar Papeles y Razones, 1989; Quindío vive en su poesía y Antología poética del siglo, 1999. 


Estos poemas hacen parte de su libro inédito Una camisa blanca y otros harapos.

Siémbrate

Siembra una semilla
en la tierra de tu mano.
Ponle un madero horizontal
para que nadie la pise.

De mañana sácala al sol
y rocíale un poco de agua.

En la tarde
dale buena sombra.

Abónala de vez en cuando.
Háblale, no la olvides.

Cuando se avise el tímido fruto
no pretendas apurar
el paso de su siembra.

Cosechará en tus manos.



Ausencia

Ve a la fosa
toma un hueso en tus manos
suavízalo
lábralo
tórnalo dócil
amalgámalo de tal manera
que le des la forma
de un cristalino vaso
ahora
bebe con el recuerdo
los días que te quedan
de soledad.



Poema para una camisa blanca y desgastada 
que deja ver mis huesos

La verdad es que esto no es un poema.
La palabra “poema” es sólo
Una estrategia de venta
-Recuerden que soy hombre, y ante todo
Estoy hecho para el engaño-
Aunque en mis otros poemas
-Que no son poemas-
Insinúe que no quiero engañarlos.

¡Pero basta ya! He perdido media página
Y sólo quería hablarles de

Una camisa blanca y desgastada que deja ver mis huesos.

¡Vaya torpeza! Cómo malgastamos el espacio.
Ya no hay lugar donde plasmar
Aquello que en un principio
Pensaba que podría ser.

Dejemos este oficio a los inoficiosos.

Me pongo la camisa
Y salgo de nuevo al mundo.



Diosa alada

Una mariposa se ha posado en mi mano.
Con su antena palpa la yema de mi dedo.
Me pregunto cuántos millones de años
Le llevó a la naturaleza crear
Esta perfecta y vulnerable criatura.
El conocimiento es vano,
Dejo el lápiz y contemplo los movimientos
De esta alada diosa.




Dejemos tranquilas a las piedras

Por ahora, no las juzguemos.

No preguntemos por su milenaria juventud.

A las verjas de madera roída
No las reprochemos.

A los desérticos campos,
No les recordemos los tiempos de grana,

A las solitarios portales
No les pidamos cuentas
De quién ha entrado y no ha vuelto.

A las tardes grises no las miremos.

Bajemos la cabeza por un momento,
Si es posible,
Arrodillémonos,
Cuerpo, alma y sueños.

Ahora escuchemos el silencio
Del polvo de los caminos



                     
Del libro inédito: Haiku de la Cabaña


En el perchero
Del sombrero ajado
Sale la araña  

                                                                                               
Qué soledad
Hasta las cucarachas
Son grata compañía


Luz de luna
Qué delgada mi sombra
En la pared


Roza la niebla
La copa de los árboles
Colina arriba


Casa desolada
Junto a la alberca vacía
Una vaca


Voy de prisa
También las nubes pasan
Vertiginosas


El anciano
Con el bastón señala
Su cabaña


¡Qué felicidad
La de esos pájaros
Bajo la lluvia!


Caminando
En el marco de mis gafas
Una hormiga


Apago las luces
El grillo ensaya su canto
Para la noche   
                                    





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