martes, 30 de junio de 2015

KEHOS KLIGER [16.409]


Peyzashn fun Yisroel (Landscapes of Israel), by Kehos Kliger (Buenos Ayres, l956) (24 x 19 cm.).



KEHOS KLIGER

Nacido en 1904 en Vladimir—Volinsk, Volín, Rusia, su padre era músico y compositor. En 1936 se radicó en Buenos Aires, Argentina, donde produjo la totalidad de su caudalosa obra poética, una parte de la cual se halla reunida en once volúmenes, mientras que otra parte, tal vez la mayor, aun se encuentra dispersa por las paginas del diario Di Presse en el que colaboró permanentemente. Tradujo a muchos poetas latinoamericanos al ídish. Falleció en Buenos Aires en 1985.




Paisajes de Israel


Palmeras alrededor del Río Kishón

Están de pie, tomadas del cuello,
abrazadas como viejas hermanas tristes,
a orillas del Kishón
a manos del destino bajo los ardores del sol
y bajo los chaparrones torrenciales del malkosh
que tironea sus pesadas coronas
y las inclina a la abrasadora arena
impetuosamente, con enojo, con fuerza.

Esporádicamente el grito de un pájaro,
un canto de ave en la madrugada,
el alegre abanico de un ala
en joven aleteo.

Por generaciones de nubes,
de eternos soles y estrellas,
permanecen las palmeras de pie, sin sombras,
y esperan angustiadas que llegue población.

De noche,
cuando los chacales aguzan con su llanto
el silencio que llega a las estrellas,
las palmeras levantan salmos
y se abrazan en una sola suerte
como viejas hermanas unidas en el estremecimiento
de noche y de desierto. 




Un águila

Hacia el sur ve el Gilboa cobreado por el sol;
al este
los afilados montes de Guilad.
Por encima
el granito del cielo sin fin;
por debajo
bosquecillos de eucaliptos y cipreses.
Pero ella misma,
la orgullosa águila de Ein Jarod,
se halla encadenada por una argolla
a una piedra.

La joven cabeza, el pico,
entre las cerradas alas de la tristeza.
Las patas, las uñas aguzadas
bajo el pesado cuerpo de la soledad.
La reina de los espacios azules,
con ojos abiertos, permanece adormecida y sueña.

Pero de noche, cuando se esparce sobre ella
el polvo verde de las estrellas,
cuando los chacales trepanan con voces gimientes
la profunda montaña y las sombras del valle,
comienza la reina de los lejanos soles a lamentarse.
Su voz dolorida se tiende por sobre el Guilboa,
de allí a los montes de Guildad
y llega hasta las montañas de Efraim.

Entonces el llanto del águila semeja
El llanto de un mesías prisionero.




Narguiles y túnicas

Domingo. Fresca y soleada se tiende azul sobre Acre
la abierta sombrilla redonda del cielo.

Por laberínticos barrios,
retorcidos y polvorientos,
se arrodillan sobre la tierra reseca y abierta
descoloridas tienduchas verdeamarillas. 

La oscuridad brota pedregosa de la oscuridad de las cuevas,
Por sobre chozas bajas, rotosas,
bordadas con telarañas,
anda el sol con patas de rayos
como una enorme araña de fuego.

Tras un derruido cerco de ladrillos
fantasea un asno, inclinada la cabeza.

Una cabra, como una mancha blanca,
tiene la mirada perdida en el lejano azul ventoso.

Afuera, al lado de una pequeña, chata taberna
golpean desnudos dedos de sandalias,
se inflan largas túnicas desgastadas,
coloridos pañuelos de cabeza enroscados.
Rojos feces arden como llamaradas.

En altos vasos vuelcan arak,
narguiles burbujean.
Bigotes recortados, barbas blancas,
espesas charlas guturales,
carcajadas colectivas.
Los narguiles burbujean sin descanso.

Invasión del sol, pereza oriental.
Pensativo silencio de siglos
ante el eterno chapotear de las olas a las orillas del mar,
tras las trasparentes lejanías montañosas.

Y quietud,
aburrida, burbujeante quietud
en el fino vapor enrulado de los narguiles.




Medianoche

Sombras sobre el mar.
¿De dónde brotarán tantas sombras
sobre el mar sin luna?

El barco lleva sus luces apagadas.
en la medianoche duermen las cabinas.

Mis ojos
posados sobre el enorme océano aterrador
se beben las sombras. 

¿Y no serán todas las sombras, una sola,
yo mismo?

¿Y hasta cuando habrán de perseguir al barco
por las altas aguas del ecuador?

Todo alrededor, encima y debajo,
oscura, secreta abisalidad.
Húmedo trópico
en la profunda garganta negra de la noche.

El cielo sin estrellas se vuelve nube
cercana, lluviosa.

Sombras sobre el mar.
Sueños rasgados en la espesa oscuridad
cargada de oleaje.

Mis ojos sueñan en el mar
y se beben las sombras.




Little Rock

Lincoln,
levántate de tu sillón de piedra
y márchate hacia little rock.
Faubus tortura a tus hermanos liberados.

Yo, un poeta judío
traigo para ti tristes noticias
de tus esclavos de color
en Noráfrica,
en india,
en Dakar y Medina,
Barbados y Saint Thomas,
en Trinidad,
Brasil y Harlem.

(En Trinidad
vi la escalofriante imagen negra
de un linchado
hamacándose cabeza abajo en un árbol.
Solo el día lagrimeaba suavemente. 

En Santos
vi el torcido rostro muerto
de un negro acuchillado;
el cuchillo en el vientre todavía
y un gato blanco lamia sus entrañas.)

En todas partes oí
el grito de la piel negra.
En todas partes vi
el ardor de la encendida furia negra.

En todas partes oí
su canto, que brota de dolor
En todas partes vi
la negra llamarada de manos hechas puño:

oh, valiente leñador,
vuelve tu maciza espalda
hacia la ardiente nube,
la enloquecida turba de Arkansas,
y observa como, para vergüenza
de tu enorme país democrático
a la luz del siglo veinte,
arde la gran hoguera
en la pequeña Little Rock.

Blanco y negro permanecen tensos en excitada lucha.
Puño contra puño
de hermano contra hermano
en vital pugna de luz sombra.

Faubus y Eisenhower.
Alambre de púas y bayonetas.
Sangre y lágrimas.
Odio.
Ira.
Rencor y dolor en el alto día luminoso
del siglo veinte.

(Y Langston Hughes de Missouri
es todavía tu joven alegría rítmica.
El lustroso músculo de acero de Owens
es todavía la gloria de tu fuerza.
Y el arpa vocal de la Anderson
arranca todavía la lágrima y el beso
desde el triste Missisipi
hasta el alegre Hudson.) 

Veinte millones de hermanos negros
en tus cuarenta y ocho Estados
son cuarenta millones de puños encendidos.
Pero veinte millones de pares de ojos inyectados en sangre
levantan su fuego hacia ti
en un solo, singular, profundo, rugiente grito:
—¿Poderoso libertador,
ven a liberarnos otra vez!
¡Valeroso redentor,
ven a redimirnos de nuevo!

Lincoln,
baja de tu sillón de piedra
y apúrate hacia Little Rock.
Faubus tortura a tus hermanos liberados. 



Antología de la poesía
ídish del siglo XX
Selección y versión de
ELIAHU TOKER 





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