viernes, 18 de noviembre de 2016

PAULA GIGLIO [19.574]



Paula Giglio

Paula Giglio (Córdoba, Argentina, 1988)

Poeta. Estudió Filosofía en la UNC. Ha ganado premios en narrativa, cuento breve y Mención Especial en el VII Certamen Internacional de Poesía, organizado por el Club de Leones, Montevideo 2011. Fue seleccionada en la Antología de Poesía y Narrativa, Línea Abierta Editores (2003 y 2004), y en la revista anual de Filosofía “Lektón” de la UNC (2009). Participó del evento “Imagen, Poesía y Música” en la Galería de Arte del Paseo del Buen Pastor, en el área de Poesía (2012). 

Ha publicado los poemarios: 

Ella, naturaleza, Babel Editorial, 2012
En el cuerpo, Ediciones del Dock, 2016




de Ella, naturaleza, Babel Editorial, 2012


Me miro en el espejo de tu baño
cuando me siento muerta

Entonces, soy espíritu de clorofila
y de mis hombros cuelgan largos pétalos violáceos
Mis pupilas revientan de tanto polen
Huelo a recién nacida
a recién regada

Abro la puerta con mis manos de madera
y ahí estás:

Tirado sobre la cama
echando raíces
todo de corteza
prodigando semillas


*


Plantábamos semillas en el patio de casa
esperar meses era esperar años
Nuestra primera cosecha fue un pimiento verde

Del otro lado de la pared no había pimientos
no crecían
Ninguna mano metida en la tierra
Un piso ajeno con zapatos de otros
El sol desteñido
frágil

Del otro lado de la pared estaban todos

Comíamos mandarinas en el patio
Nuestro sol, henchido de luz
Mientras una tiraba las semillas en la tierra,
la otra les echaba agua con su regadera de plástico

Entendí que al salir de casa
había que cerrar la puerta.


*


Afuera, el agua tiene un destino y salpica
Ella siente las tormentas en su cuerpo
Quiere explotar como una estrella
ahogarse en su propio río

Ella llueve rojo por sus piernas


*


Yo en mujer
Yo en otra vida
Yo en esta vida

Yo, conmigo
La peor de las revoluciones

Me acurruco con la semilla bajo tierra
crezco en tallo y nervaduras
tengo sangre de sol
ya estoy cansada de ser mía

Quizás alimente a las mariposas.





Quiero volver a mirar por la ventana sin que nadie se esté yendo, apresurado, mirando bien para no tropezarse con la noche y ensuciarse la camisa desabotonada. 

Me cuesta el beso porque me cuesta la comisura de los labios. Me cuesta el amor porque me cuesta la infancia. La piel es sólo del niño que juega con tierra.


*


Ella tiene historias sobre cruces y mujeres invertidas. Se olvida de regar las plantas y se olvida en algún colchón. Duerme con la cabeza de una muñeca que la mira y no la entiende. Cuando ama, hace chistes y ofrece un té. Cuando se pone seria, come empanadas para no romperse los dientes del odio.

Ella aprieta un botón cada vez que quiere tirar una bomba. Enfoca y dispara. Hay días en que se enoja porque no logra matar a nadie. Hay otros, donde recuerda que es verano y entonces sale al patio con una jarra llena de agua. 


*


Él me habla de libros, de bocas, de lluvias. Yo me estanco en las bocas. Cada vez que él habla de mujeres me sucede algo parecido a un desgarro, aunque más amargo, porque todas son rubias y tienen la boca roja. Yo no conozco el rojo más que en las flores y en alguna sangre.

“…dos o tres veces a la semana a tomar un café”. Enciendo un cigarrillo. El humo busca espantarlas, disolverlas, pulverizarlas, y que sus cenizas queden flotando en el café. Pero el tintineo de una cuchara que revuelve dentro de la taza les devuelve su sentido histérico. Están vivas otra vez. Las bocas son monstruosas. Se abren, dicen algo y el rojo se expande, va tiñendo la servilleta.
Ay, esta manía mía. Nunca mires a la luna y la apuntes con el dedo: puede morderte.


*

La heladera nos parecía un organismo vivo. Su canto monótono de chicharra, muy en el fondo, nos atormentaba. Era de madrugada. La cocina estaba a oscuras. No querías que prendiera la luz, a ver si el hechizo se rompe. Caminábamos en puntillas, con cuidado. Todo estaba como a punto de romperse.

El gato absoluto saltó sobre una silla. Nos paralizamos. 


*


Desaparecerse
Vivirse al revés

El tiempo también tiene rincones.




de En el cuerpo, Ediciones del Dock, 2016


El nudo

La cortina de tu casa
atada por el medio
con una cinta de raso. 
Del otro lado del vidrio, un árbol
henchido de limones.
Vos, cuando oscurece,
cerrás todo lo que estaba abierto:
tapás la yerba y me ofrecés un té,
desatás la cinta, la cortina cae,
y yo siento
que acabás de desprenderme algo.


Gravedad

Pareciera que respondemos 
a los vicios de la naturaleza.
Algo se cae y alguien lo levanta: 
es un instante.
De lo contrario, la gravedad se ensaña
con el vaso de vidrio, 
aunque después se arrepiente 
y nos deja pegar los zapatos al piso
también la escoba 
y todos los vidriecitos quietos 
a la espera de las leyes de movimiento.


Principio antrópico

Una palabra más 
y se rompe el equilibrio.
El agua líquida no es casual; 
tampoco la distancia 
entre el Sol y la Tierra:
un poco más acá, y seríamos vapor;
un poco más allá, y seríamos de hielo.



Metáfora del café

Ingerir 
el líquido caliente 
para que la boca lo quiera 
en taza con manija 
así la mano no se quema 
con una cucharada de miel 
para que ingrese la fructosa 
que se convertirá en glucosa 
de donde saldrá el oxígeno 
que viajará por la sangre 
si uno se olvida 
de respirar.



Puntos de vista

1

En este paisaje
las nubes van quedando abajo.
Aparece y desaparece
una vida en miniatura. 
Si me lo propongo, 
este espacio puede ser mi hogar.
La calidez no se pierde
a pesar de los roles.
Hasta podría cuidar una planta
de interior presurizado 
a diez mil metros de altura.
Viviría más tiempo
que las plantas de la tierra;
el viento le resultaría un monstruo.


2

Me traslado a lo que podría ser
una miga de pan en el mapa.
Viaje de un espacio a otro
pero viaje en el tiempo: todo es colonial.
El mar será el elemento uniforme,
una pizca de “soy siempre la misma”.
No se puede fumar con tanto sol.
Todo es verde y gotea, 
inunda los ojos que se agrandan 
con cada insecto que aparece.
Paseamos y te cuento
de la vez que alimenté cangrejos 
con galletitas Toddy. 
Terreno extremo, con altibajos 
y vegetación rarísima.
Por fuera de esta mole 
nos acecha el mar. 
Al pie de las olas se respira distinto:
he aquí el corazón, pero
¿cuál es la sangre de una isla?


3

A veces, una persona
es un cuerpo lleno de arena
que adquiere el gesto 
de la preocupación
y no logra salir de ahí.
¿Qué forma tomar, ahora 
que ya no tengo bronca?
No se distingue entre el nublado
y este color de cielo atardecido.
Se ha dicho: lo más difícil
de ser feliz es darse cuenta.
De a ratos, soy la carne 
que el mar sala a cachetazos.
El viento parece escupido
por la boca de un dragón.


4

Tender la ropa
como quien se alza políticamente.
Colgar las sábanas, plantar bandera.
Ser la nueva, la recién llegada,
asentarse; delimitar espacios 
con paredes blancas que mueve el viento.


5

Viene y enseguida se va
trayendo caracoles:  
huesos, en cierta forma.
Pienso en la última vez 
que me fui de viaje.
Cuando volví
todo estaba muerto y roto.
Al instante se cortó la luz:
las plantas, el escalón, tu sombra,
nada de eso existía.


6

Dos manos 
con un puñado de agua
se dicen dueñas del mar
en una forma minúscula
que también excede.


7

Nos permiten acampar 
en la zona inhabitada.
Cocino, preparo un hechizo 
y musitamos cosas.
Pero toda palabra 
relacionada con el fuego
se extingue. 
Una coma mal dicha
también deforma el sentido.
Será mejor no decir nada,
comer en penumbras,
aflojar la tierra con el dedo.


8

Me vuelvo con la sensación 
de haber dejado de creer.
No es único ni absoluto:
el mar se confunde con cualquier cosa
capaz de romper y expandirse.




.






2 comentarios:

  1. ¡Felicitaciones! La poesía es un placer imperdible

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  2. Muy buena poesía la de Paula Giglio!! Vaya el saludo desde el Taller de Poesía del Hospital Moyano!! www.apoaenelmoyano.blogspot.com

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