lunes, 22 de septiembre de 2014

FERNANDO GONZÁLEZ ALBERTY [13.393]


Fernando González Alberty 

(1908-1997)

Fernando González Alberty: poeta de la vanguardia puertorriqueña

David Cortés Cabán

Lector, vamos a imaginarnos al poeta Fernando González Alberty. Vamos a imaginarlo a comienzos de la década del 30 caminando por una calle del Viejo San Juan. Vamos a imaginarlo buscando en el ambiente cotidiano las imágenes que se desprenden de sus versos y, en otro escenario más lejano y profundo las que le otorgan a varios de sus textos dimensiones y resonancias cósmicas. Entremos a su poesía. Es 1931 y acaba de publicar Grito, un hermoso poemario de un lenguaje inusual y provocador que rompe con los convencionalismos  y actitudes literarias de su tiempo.

González Alberty nació en 1908 en Yabucoa, Puerto Rico, y murió en la ciudad de San Juan el 14 de febrero de 1997.  Debió haber tenido veintiún años cuando se unió al movimiento atalayista, uno de los movimientos de vanguardia más importantes de la poesía puertorriqueña de finales de la década del 20.  Entre sus fundadores se encuentran los poetas Graciany Miranda Archilla, Clemente Soto Vélez, Alfredo Margenat y Antonio Cruz y Nieve. Fue Miranda Archilla quien sugirió la idea del grupo y le dio nombre y coherencia al atalayismo, estableciendo las bases y directrices del movimiento. Buscaba, como me contara una tarde el mismo Miranda Archilla en su apartamento de Queens, en Nueva York, “remover las frondas de la poesía puertorriqueña”. Es decir,  crear un movimiento innovador que rompiera con la pesada carga de la tradición lírica del momento y hacer una poesía nueva y diferente cuyo lenguaje estuviera más acorde con las poéticas de las vanguardias europeas y latinoamericanas. Pese a esta actitud innovadora hay que reconocer, sin embargo, que en sus comienzos las composiciones de estos poetas estaban matizadas de imágenes modernistas y de un de léxico que todavía necesitaba más depuración de los elementos que buscaban impartir a sus obras. Pero a medida que el movimiento se afirma, van apareciendo en los periódicos y revistas del país poemas que contrastan con el enfoque y la visión de la poesía que se estaba escribiendo en ese tiempo. En sus poemas, cuentos y manifiestos literarios los atalayistas se manifestaban como los portadores de la nueva vanguardia puertorriqueña. De una vanguardia que hoy día hay que ir definiendo a la luz de sus logros literarios y de las situaciones sociopolíticas que estos poetas reflejan en sus textos.

Sobre el atalayismo, sus intenciones y su significación en la poesía puertorriqueña véase, por ejemplo, al crítico y poeta Luis Hernández Aquino miembro del grupo y en cuyo libro, Nuestra aventura literaria (San Juan, Editorial UPR, 1966), nos ofrece un importante capítulo sobre el origen de la Atalaya, la amistad y relación de estos poetas, y la naturaleza y proyección de este movimiento. González Alberty es uno de los poetas, juntamente con otros pintores y músicos, de los que primeramente se unen al grupo atalayista o la Atalaya de los dioses, como originalmente se llamó. Su poesía se distingue por la vitalidad de sus imágenes y el tono novedoso de su expresión creadora, aunque algunos de sus poemas muestren a veces cierto hermetismo ocasionado quizás por el mismo afán de novedad que guiaba al poeta.  Hay en Grito una visión de la realidad social, y otra que parece desatenderse del entorno para sostener un diálogo con el cosmos. El título puede interpretarse como una protesta social y como el compromiso de un poeta que quiere hacer sentir una voz diferente entre las nuevas generaciones. Desde el comienzo de la lectura “Vestíbulo” sirve de punto de partida para guiar el mensaje del libro. En esta nota introductoria González Alberty se presenta como un poeta que encarna un nuevo “ritmo” lírico, es decir, un pensamiento novedoso capaz de renovar el lenguaje y los temas poéticos de su tiempo: “soy una antena cósmica atenta al ritmo nuevo de la época”, nos dice; para luego enfatizar: “En mis hilos se enredan las voces del siglo—el grito fuerte de la revolución ideológica—”. Ese “grito fuerte” no es el grito de la angustia o la desesperación sino el grito que reclama, por un lado, justicia y equidad para el pobre y oprimido y, por otro, proclama la nueva estética atalayista, esto es, una nueva sensibilidad respecto al lenguaje.  Así cuando el poeta menciona el “sonido trece en el pentagrama de la moderna estética”, de lo que nos está hablando es de la experimentación con el léxico  y los temas vanguardistas que estaba llevando a cabo en su poesía.

Los poemas que aparecen en esta nueva edición son los mismos que González Alberty publicó en las revistas más importantes del país a finales del ‘’28 y comienzos de la década del ’30, y los que componen la totalidad del libro. Grito fue publicado bajo el sello editorial de la Atalaya de los dioses y es – pienso-  el más representativo de los tres poemarios atalayistas publicados en los años 1930 y 1931. Me refiero a Responsos a mis poemas  náufragos (1930) de G. Miranda Archilla, y Niebla lírica (1931) de Luis Hernández Aquino. Conviene recordar, que en la evolución creativa de estos poetas, y me refiero ahora sólo a Graciany Miranda Archilla y Clemente Soto Vélez, sus libros más importantes y reveladores serían escritos y publicados más tarde, algunos fuera de Puerto Rico, lejos ya de aquella primera exploración y el ambiente de pasión poética que fue el atalayismo.  Doy como ejemplo a  Escalio (1937), Abrazo interno (1954), Árboles (1955) y Caballo de palo (1959) de Soto Vélez o Himno a la Caballa (1971) y Hungry Dust (1988) de Miranda Archilla  todos publicados en el exterior (de éste último véase la nueva versión bilingüe documentada del crítico y traductor Orlando José Hernández, Hungry Dust: Polvo hambriento: Lima, Ed. El Santo Oficio, 2004).

En Fernando González Alberty encontramos un poeta que encarna un sentido moderno de la imagen poética y una actitud nueva de lo que quería que fuera la poesía. Publica un solo libro y luego no sabemos qué circunstancias lo alejan de la escritura (si es que alguna vez estuvo alejado), o por qué no continúa escribiendo y publicando. Grito, su único libro, refleja la conciencia de un joven poeta que es capaz de intuir en el lenguaje sus propias exigencias o las que representaban su escritura en ese momento para el público lector o para el grupo atalayista mismo. Su libro nos ofrece dos dimensiones que se complementan: una se centra en el entorno social y otra, de matiz más hermético, se proyecta dentro de una armonía cósmica. Por eso al entrar en los temas de su poesía hay que destacar estas líneas divisorias que se proyectan e intercalan creando varias posibilidades interpretativas de su obra.

En la primera sección se agrupan poemas como “Mesalina”, “El limpiabotas” y “Tienda de amor” que describen una dolorosa realidad social. Son poemas que transmiten lo que el poeta siente y observa. Mesalina es un símbolo de esa realidad como lo es también el limpiabotas: 

“Mesalina derrama su hisopo de caricias 
y fija precio yanqui 
a su materia ajada”

señala el hablante proyectando la silueta de un cuerpo consumido por la fatiga del deseo carnal y víctima de la lujuria de los hombres.  El poema “El limpiabotas” representa otra imagen social.  Es también la estampa humana de un humilde oficio que aún persiste en nuestros países. Un personaje que busca sobrevivir en un ambiente de carencia y opresión: 


“El duro lecho del zaguán  
golpea el abdomen vació 
que aúlla su apetito 
e implora la anestesia del sueño”.  


Sólo la muerte lo rescata del vacío y la indiferencia. Otro poema representativo de un ser agobiado por la rutina abrumadora del oficio es “Policía de tráfico”. Casi parece la escena teatral de un escenario que no descarta el humor. En esta misma sección encontramos poemas que buscan fundir la vida del poeta con el cosmos. Poemas como “Duelo cósmico”, “Ritmo astral”, “Astronomía espiritual” contienen al libro elementos evocadores del espacio y los astros. El poeta tiende la mirada hacia los astros para sentirlos como materia o lenguaje vivo del ritmo de las constelaciones. No ve en el espacio un refugio sino una forma de conocimiento: 


“Aprende, 
cual lección de astronomía, 
el poema de color del horizonte—”


nos dice en “Ritmo astral”. Y más adelante: 


“Escucha la canción 
de las sopranos luminosas 
de las constelaciones—”. 


Aquí el hablante poético se proyecta hacia un plano vertical buscando en el espacio una especie de unidad y conocimiento que refleje también su realidad y la del ambiente de sus textos. Encontramos en estos poemas la configuración de elementos astrales y de imágenes que presentan a veces una mayor dificultad de interpretación. En “Duelo cósmico” el  cielo estrellado de la noche se convierte en un duelo nocturno de dimensiones infinitas. La noche estrellada es todo un inmenso acontecimiento de sombras y luces que dan la bienvenida a una estrella que nace como un reflejo de la frágil condición humana: 

“Estrellita lejana 
--símbolo de almita blanca-- 
proyecta su tragedia prematura 
en el cinema de la eternidad—”. 


Allí están los querubes, las “flores del cielo” y las nubes como “monjas vestidas de elegía” con sus “salterios de negros aljófares” para con las “compasivas constelaciones” acallar el dolor. Porque en el fondo “Duelo cósmico” es una imagen universal del dolor humano; refleja al planeta y al universo entero como elementos contemplativos de una humanidad trágica. Por eso en la escala más alta de ese espacio las constelaciones arrojan su luz solidaria y consoladora del destino humano. Otro poema, “Erotismo geométrico” proyecta el juego erótico de dos aves que en el paisaje crepuscular se funden en un amoroso y colorido vuelo. En “Autonomía espiritual”  la vida se convierte en sustancia del universo. Un universo que contiene una visión evocadora que cristaliza el sentimiento de libertad del poeta: 


“Mi alma, entonces, 
radiará el mensaje: 
--desmadeja de cofre esférico—”; 


y este sentimiento es también una imagen visual de su interioridad. 

Estos temas le confieren a la poesía de González Alberty nuevas vías imaginativas que va mucho más allá de lo que comúnmente se estaba escribiendo entre los poetas de su generación. Sus composiciones rescatan nuestra mirada del ámbito terrenal para transportarnos a otro escenario, a otro plano donde el espacio representa un lenguaje que determina una visión de dimensiones cósmicas que nos trasmite una impresión humana y diferente del universo.

En la segunda sección se reiteran situaciones y motivos de temática social. Se enfatiza la conciencia de un hablante que se identifica con el dolor y la explotación del prójimo. Son poemas escritos en un lenguaje más directo que nos habla de la carencia y el dolor humano, y la indiferencia de algunos ante las condiciones socioeconómicas que vive el país. En el poema “Grito”, que señala además el título del libro, se denuncia un ambiente donde impera el conformismo, la explotación y la desigualdad social. El poeta siente que se vive artificiosamente y que esa actitud ante la vida necesita trasformarse: 


“La boca de la historia 
dispara el grito bélico 
por las calles cuajadas 
de servilismo y hambre”; 


dice, expresando una visión negativa del ambiente. En el poema “Hostos” critica el sentimiento de indiferencia y la falta de voluntad y de compromiso de varios sectores de la población para apoyar las ideas progresistas del patriota: 

“…perros de presa aullaron 
a tu locura libertaria 
y acosándote hasta la costa 
te echaron del mapa de la patria”.  

En “Ilotismo” presenta un cuadro del estado marginal del obrero, y de las condiciones que lo oprimen y lo despojan de su humanidad. Es una denuncia para que éste reaccione y enfrente su realidad: “inyecta subversión a tu mansedumbre”, le dice en un verso. Y en “Protesta”, como el título mismo señala, se habla de la explotación y la vida sufrida del obrero ante la actitud de un patrón transformado por el afán de las riquezas y la avaricia: 


“Su Majestad E Dólar 
prende el carbón de la codicia 
en la conciencia patronal”


dice el hablante sugiriendo la causa de una deshumanización que es producto del materialismo de quienes controlan los medios de producción. González Alberty reconoce que la única forma de lograr un mundo más justo y humano es a través de una toma de conciencia. Por eso sus poemas se identifican con los más humildes y vulnerables y describen unas condiciones sociales que deben ser transformadas para lograr una sociedad justa y equitativa. De ahí que, en cierto modo, su visión poética esté arraigada a lo terrenal, en las preocupaciones y realidades de la vida.

En el poema “Isla de Cabra” el poeta mira hacia un pasado que le señala la dureza del mundo. Las imágenes del poema se contraponen a la imagen del “huerto” en una expresión dolorosa del infortunio humano: 


“Isla de las patas del Diablo 
Huerto de carne podrida”

le llama a la isla en un lenguaje que en cierto modo es también una censura contra todo lo que oprime y denigra al ser humano. Su visión de la vida busca crear una conciencia de cambio y de equidad social. En el poema “Labor” nos da una impresión de las penosas condiciones de trabajo que consumen la existencia del obrero. Su vida pasa como un relámpago que se desvanece en el horizonte. Y es que Grito de González Alberty nos comunica una innegable realidad: las situaciones sociales y políticas determinan el destino y la vida de los pueblos. Sus palabras no ocultan el desamparo y el sentido doloroso de la vida: 

“El jornalero almático 
forja multíplices ensueños 
--alcázares de espuma 
que se proyectan verticalmente, 
y al rozar con los astros 
se evaporizan en la nada—”;  


destaca en un lenguaje que nos hace reflexionar y sentir que el poeta quiere mostrar la realidad tal como es, convencido de que las luchas pueden darle a la vida un sentido más humano.  Porque en fin, el sentido singular de este libro no está solamente en el aire de novedad de sus imágenes sino en la intuición de que la auténtica poesía debe asumir una conciencia de la vida en el plano de la tierra y del espacio.




EL ATALAYA DE LOS DIOSES
                  
por Ángel Rigau

   para Fernando González Alberty

Cíclope apocalíptico
que desfloró arcaísmos―
Que sepultó polillas―
Que vadeó los abismos.

Guerrero voluptuoso
de bélicos combates―
aguijoneando estrellas
con férreos acicates.

Antena sin guedejas
Atenta a todo trueno―
recogiendo centellas
para forjar lo nuevo.

Minoría flagrante
que baila sin canciones,
con el ritmo elegante
de las constelaciones.

Flagelo de las momias―
Bloque de cataclismos―
columna divisoria
con base en los abismos.

Tu capital es Creso
de anacronismos áureos―
Huésped adelantado
que se escapó a los años.

Por eso mortificas
Azul siete mesinos―
Por tu difícil música
que se escapó a los siglos― 





RÉPLICA ATALAYISTA
                              
  para Ángel Rigau
                             
por Fernando González Alberty


Por fin, poeta, escalaste
el torreón Atalayista
donde mora el cabalístico
Archipámpano de Zíntar―

Bienvenido seas, colega,
a este lar mefistofélico―
―pentagrama de lo cósmico―
―archivo del signo inédito―

Este aquelarre de vates
de plectro super-sensible
y de polimnia insurrecta,
postulan el Arte libre―

Conciliábulo de bardos
de canción waltwhitmanesca―
antenas de ritmo insólito
de recepción ultra-térrea―

Su flor lírica se nutre
del polen de las estrellas,
y su numen subversiva
del fragor de las centellas―

Cabalgamos en el símbolo
futurista y anticlásico,
para hurtar el grito nuevo
de la entraña del relámpago―

Todas las revoluciones
se fraguan en nuestra tienda―
Salud, aeda, que compartes
nuestra ciclópea tarea―









Grito y otros poemas, de Fernando González Alberty





HOSTOS

Fue una segunda Navidad
cuando tu barro de luceros
—coeficiente de gloria—
floreció en e pigmeo Puerto Rico,
que se soñó Goliat olímpico
cuando inyectóse tu animismo bélico—

Las hermanitas Antillas
—colegas de ilotismo—
sonaron crótalos de esperanza—

El Archipiélago mordió tu grandeza
y se sintió continente, universo—
bebió de tu cerebro
y se sintió sabio, filósofo—
soñó de tu corazón
Y se sintió —Quijote, héroe—

El cordero se hartó de tu infinito
y cuando quisiste arrancarle el corazón
e incrustarle el de Marte
para que hurtara su piltrafa de derecho,
perros de presa aullaron
a tu locura libertaria
y acosándote hasta la costa
te echaron del mapa de la patria—

(El astro borinqueño
rayó de luz la esmeralda del piélago
y descargó el bajel de sueños redentores
en cielos menos turbios y serviles—)

(Hubo derrumbamiento de horizontes
en las patriotas perspectivas
y en las pupilas del Cordero
tembló un gota de azabache—)

Cuba royó de tu civismo
y tu hermano Martí amoló la espada
con la lima rebelde de tu ensueño—

Desde el avión de las edades
tú y tu padre Bolívar
disparan cohetes subversivos
Que estallan en promesas aurorales—





PROTESTA

El monarca del fundo
aprieta el cerco
de su feudal omnipotencia—

Su majestad El dólar
prende el carbón de la codicia
en la conciencia patronal—

El fantasma de Silok*
alarga la tarea
y reduce la lonja
liliputiense del salario—

En la tribuna de la sangre uncinariática
estalla el débil grito de protesta—

Proletario y potentado
—fragmentos de yesca—
generan la chispa divergente—

Los bufidos del amo
apagan la antorcha protestaria—

La semilla huelgaria
gotea en el incendio
de la ira burguesa—

La altivez patronal
hunde el estoque decisivo
al miura de la digna
rebeldía proletaria—

el obrero —arco roído de miseria—
sigue abriendo en la tierra
la tumba de sus sueños redentores

* Nombre sinónimo de usurero. Refiere a Shakespeare: El mercader de Venecia.




LA CANCIÓN DEL DESTERRADO

Hecha en azul de tapete
mi caravana de seda
la arena se esparce toda
en el desierto-triángulo.

Ni un solo grito de fiera
en la verja de sus cuencas
al despedirme sus ojos
no fueron cántaros llenos.

Traición del espejista negro
no será más traición en destierro
cerezas agrias son dulces
en la desnudez-esquema.

Cinematografía equivocada
no mondará más equívocos
agua del charco risueño
no lavará más mi cuerpo.





PUEBLO ARCAICO

Pueblo arcaico
agobiado de centurias,
reposa su cansancio crónico
sobre la estera verde de la vega—

Pueblito arcaico
de topografía arrugada,
de costumbres barbudas,
ancladas como barcas prehistóricas
en el puerto brumoso del pretérito—

Cuando de tarde en tarde
extranjeros importan vestigios de progreso,
el hábito estancado agota
el carcaj de sus prejuicios viejos—

La civilización tratará en vano
de sahumar tu idiosincrasia fósil
con el incienso de su filosofía—

Continuarás, pueblito arcaico,
siendo un ermitaño retrógrado
perdido en las garitas del pasado—





AMOR

Es posible que haya muerto el amor
sobre la tierra y sin embargo mi alma
sigue siendo un gran poema de amor.





BAILE

Comienza el vals de la primera parte
y los danzantes con sus bailes burdos,
apuñalean sin piedad el arte.





LA CIUDAD QUE SE ALQUILA

¡Qué agria realidad palpita en los balcones de la ciudad que se alquila! En el pecho de cada monstruo petrificado, luce un rectángulo ocre que reza: Se alquila. Carteloncitos trágicos, pregoneros de la crisis. El vientre del monstruo está vacío. Su catalepsia centenaria me ha aplacado sus ansias famélicas, y para satisfacer su perenne apetencia, alquila varios de sus órganos y se ha prendido un cartelito en el pecho.
La situación le ha pegado parches a la estética urbana. La ciudad que se alquila es una vieja harapienta, atestada de remiendos, o un anciano maltrecho, millonario de vendas.
San Juan de Puerto Rico es una ciudad que se alquila.










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