martes, 26 de agosto de 2014

WILSON PÉREZ URIBE [13.040]



Wilson Pérez Uribe

Colombia, 1992. Escribe poesía y ensayo, es astrófilo, ha sido autodidacta. Estudia Humanidades y lengua castellana en la Universidad de Antioquia. Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués por el poeta Antonio Miranda. Ha sido parte activa del Portal de Poesía Iberoamericana, dirigida por el director de la Biblioteca Nacional de Brasilia. Ha participado en diversas antologías locales de literatura con una meditación sobre el budismo, un poema sobre la Nebulosa Cabeza de Caballo y un elogio al arte y a la estética de la caza. Ha participado activamente en jóvenes recitales de poesía y algunas de sus composiciones han sido publicadas en revistas de poesía. Algunas de sus obras: El amor y la eterna sinfonía del mar (Editada en el año de 2011); Una amatoria nocturna, Anatomía del cosmos y Armonías para meditar (Colección de haikús). Actualmente trabaja en un nuevo proyecto de poesía, una obra de aforismos y meditaciones y en un libro de ensayos sobre literatura



A orillas de la nocturnancia

     I

Están aquejados mis sentidos
en la quimera radiante del ocaso.
El sopor del estío, dando paso a tu nombre,
como solitaria estrella de serena vorágine.
La ornara pesadumbre del gorrión en suspenso,
como linfa y savia del último beso,
insúflame, silencioso con cándido lamento.
He dado trato torvo en la locura de mi mente
y mientras me deleito con la esfinge radiante
sueño, sueño en suspenso con tu rostro y con mi muerte.





Quimera del amor

   II

Las frutas de primavera, lejanos cirros,
hojas fermentando el éter de dulce savia,
golondrinas surcando recodos de luz
y praderas en pleno éxtasis, gracias a la tarea del viento,
reinventaron el reino fantástico,
aleteado por una magia feérica
en cual arrullo, como odas y sonetos,
estaba tu esplendor rosa en frente de mi huerto.




   III

En el Oeste, como péndulos, brillaron tus ojos,
enseñando los ecos de la Luna intensa
ahora instruida a la quietud y al entendimiento.
Verdad como belleza, eran tus vestidos de veraneo,
hechizada, navegando entre las luchadoras primaveras
vaciadas como néctar alado, ah, eran tus pies idóneos.
¿Qué letargo en la melancolía mañanera,
como quimera vacilada, silenciosa de tu cabello insondable?






Pasión insumisa

No compadezco al mar y a su astucia,
no arrugo los lienzos de azul, gris del alba.
Yo no he derivado sobre llanuras incoloras
sólo para oír el canto febril de los pájaros
que injustos se posan en un trono invisible.
Las baladas de terciopelo suelto
se ajustan a un cuerpo de tonos violeta.
La mente libre duerme en el ensueño de la noche
como un canto que nunca se ató al ruiseñor.
Y ahora, yo nunca vagué en las hierbas claras
para pensar en qué tan nostálgicos son los sueños,
sólo ato mis palabras a un paraíso rebelde
de amor y libertad.
El álamo solitario con sus vastas hojas,
colgadas de los altos cielos,
extiende su lucha de la noche cerrada
cuando del Universo una luz cálida
desciende para iluminar mis ignorancias.
Ah, es tan difícil pensar que un poema
blanco, negro, rojizo
cambie la ausencia de un finísimo rostro...





Plenitud profunda

Con el ímpetu coronado de mi mente,
de soslayo destinado a la muerte,
yo quisiera cuestionar a la vida inerte
que navegó en la mar solitaria y exigente.
¿Qué vida sosegada, apagada y estridente
anhela vagar entre praderas y árboles verdes?
¿Qué vida profunda se enamora del amor tristemente
y custodia con espada rota a la belleza perenne?
No una fantasía, no una lágrima,
no una palabra del ambiente
que en perpetua desolación desea escribir al lóbulo celeste.
Desea morir en un beso ausente,
expirado del gemido de un hada silvestre.






Sílfide errante

Eres la deleitosa flor violeta,
vuelas intrépida sin destino alguno
mientras yo, aquí, sueño con tu boca serena.

¡Llévame! A donde no exista el tiempo.
Erra conmigo como lo hacen las golondrinas
y juntos partamos al ocaso en silencio.

Tan estelar como la primavera en su fulgor
son tus pies que al danzar borran toda huella
y tu cabeza púrpura corona el desamor.

Sobre las tierras congeladas del Norte
llévame oh sílfide errante, ¡llévame!
y hasta las colinas del Sur guíame sobre los árboles.

Oh doncella, pintas con tus largos cabellos
el cosmos de una ciénaga desolada,
oh mujer bella, refleja allí todos tus sueños,

Viaja conmigo bajo las aguas
Mientras la noche no decaiga.
¡Llévame!, ¡Embriágame hasta donde el corazón alcanza!




CONSTELACIONES

La dorada soledad en su devenir
nos dio la eternidad y las estrellas dispersas.
Hoy somos arteria egipcia,
somos vagamente castos griegos
que también en la diáspora nocturna
nombraron, con esplendor y rigor mitológico,
el tierno tejido de estrellas en constelaciones.
Toda una humanidad aprendió el nombre nocturno.

Hallamos nuestros temores, graves y recelosos, embarcamos en veleros con astrolabios
sobre la marea de carbono y refinado polvo.
Nos deleitó el pálido Draco y la infinita Ursia Minor, de Serpens a Aquila el rumor de cúmulos,
y Andrómeda, rescatada por Perseo, cegó nuestros ojos. Allí, entre el frío Triangulo de Invierno,
nosotros abrevamos en vasijas de agua celeste.

Un profuso laberinto de mortal luz
tornó nuestro latido en prolongadas huidas.
Ya el sigilo de la media noche, siempre extraño,
Sirius y Betelgeuse, acumulación de mil soles,
nos dio el infortunio de perdernos
en aquel follaje esculpido por un arte misterioso.

Constelaciones: sólo existen al contemplarlas;
un hombre habrá hoy de nombrarlas
al finalizar este episodio.




UNA SEMILLA DE ASOMBRO, DE INFINITO

Esa numeración absoluta, el cielo,
ha revelado más pasiones
que un beso en el frío primer ocaso,
o un juego de ajedrez en la surgida noche.




DENARIO DEL POETA

constelación 001Lisa y
            brillante, una moneda
erige el poeta, la pule,
adhiere
           a su forma un basilisco,
siete estrellas y el retorno del tiempo.

La noche,
            la espada,
                          un dogma de suerte universal
convierte al lector en suave espuma;
nada en él se evapora... ni se diluye.

El poema nace
              de su reposo, de su mármol.
El poema,
              circulo infinito de ligera magia,
metal, sol de milenios,
tocará por siempre la memoria
              sumergida en Oriente y Occidente.



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