domingo, 22 de febrero de 2015

TEODOGNIS DE ALEJANDRÍA [15.023]


Teodognis de Alejandría 

(Alejandría, Egipto   331 - 257 a.C.)    
Nació el mismo año de la fundación de la ciudad por Alejandro Magno. Es probable que su padre fuera un militar tracio de los ejércitos conquistadores y su madre perteneciera a una de las numerosas colonias griegas radicadas en Egipto. Educado entre servidores domésticos su infancia no debió ser del todo feliz.

Contemporáneo de Diógenes y de sus discípulos cínicos, como Crates de Tebas, el gran parodiador, de los que extrae su escepticismo altruísta para volcarlo en sus versos.
      
Paradójico, afirma sus sentimientos al tiempo que renuncia a ellos, al igual que el apasionado Alceo de Mesene, amigo de Safo, que escribió estos versos:

Aborrezco el amor. ¿Por qué ese insoportable no acomete a las fieras 
en vez de disparar contra mi pecho? 
¿De qué sirve que un Dios calcine a un hombre? ¿Qué ostentoso trofeo 
gana con mi cabeza cuando me ha destrozado?

(Alceo de Mesene, siglo IV a.C. Antología de poesía erótica griega. Aurora Luque).

      
Algunos documentos sugieren que Teodognis estuvo enamorado de una hetaira y que tuvo un fin trágico a la puerta del prostíbulo donde trabajaba la mujer que lo despreció. El conjunto de sus Epigramas de amor se puede considerar como la obra de madurez de un misógino, sus musas son las hetairas a las que quiere y al mismo tiempo detesta. No ha sido posible averiguar cual de ellas pudo ser la causante de su muerte. Sin embargo los últimos años de su vida habría superado la pasión humana y sus decepciones para refugiarse en la poesía y sublimar el amor sensual. La mujer para Teodognis más que inspiradora de emociones se convierte así en un pretexto poético.






CINCO POETAS ANTIGUOS DESCONOCIDOS
Fuente: L. Tamaral
Edición y notas de Leopoldo de Trazegnies Granda
Ediciones "El-Quídam" Sevilla, 2008.
De venta en Sevilla en la Librería Palimpsesto 2.0, C/ Rosario Vega 8 (Triana).


EPIGRAMAS DE AMOR


I

No temas, Helena, al falso Zeus,
él no te desea como yo,
es Cerbero atado al pie del monte
y sólo le interesan las violetas de oro
que le arrojas al pasar.


II

Los eunucos escancian delirio en las copas
pero vosotras ninfas de Eros
colmáis de miel las jarras de nuestro deseo.


III

En la oscuridad resplandece tu belleza, Urania.
El seno que llevas descubierto
es el astro de pan dulce
que ofreces a la voracidad
de las aves nocturnas.


IV

Como Friné te desnudas, Terpsícore.
Atraes todas las miradas
pero no por lo que enseñas
sino por lo que ocultas
tras los velos celestes de tus párpados.


V

Posas tus dedos, Casandra, 
más leves que un gorrión
sobre mi añosa espalda,
y cuando me vuelvo
ya has volado a insinuarte 
entre los jóvenes.


VI

Al mendigo apostado en el umbral
las hetairas no lo ven,
tiene menos suerte que Diógenes,
pero goza de la generosidad
de los esclavos saciados por Dionisos.


VII

Anhelantes de acostarse con las diosas
recorrieron largos caminos,
y ellas complacientes
accedieron a untarles de placer 
los miembros fatigados
para que continuaran buscando.


VIII

Bella Dafne, de cabello trenzado
con guirnaldas y rayos de sol.
Irradias tanta luz como perfidia
pero la dulzura de tus labios
cicatriza el desapego de los cuerpos.


IX

No es locura. No es desvarío 
besarte los pechos encendidos
porque siento que el fuego de tu piel
no se apaga en contacto con mi boca.


X

Atenuada la luz,
tamizada la perversidad femenina,
el tiempo no se detiene
y no importa que las caricias 
rueden como dracmas de plata
por tu cuello.


XI

Huídos ya los dioses
nos quedamos solos sobre el lecho
con una gota de sed en la lengua
y borrascas en las pupilas.


XII

Haydée, perla azulada de Nubia,
diosa no, mujer amante,
que el rubio Minos atrajo
a la casa de su madre con engaños.


XIII

Europa te despojó de tus ríos de ilusión
que eran como venas del desierto
o transparencias tendidas sobre el mar,
y te destinó, Haydée, al laberinto
como simple ramera de suburbio.


XIV

Grávida de amores y secretos,
Afrodita, ama y matrona de doncellas
¿qué delicadas experiencias recreas
mientras tus ninfas juegan
en el jardín de Eros?


XV

Maya y Electra, las Pléyades,
funden sus tenues resplandores
y sonríen de soslayo cogidas por el talle.
Siempre es bello lo que se ama,
sois el deleite de la secreta Safo.


XVI

Renunció a la felicidad del sabio
por la inquietud del artista.
Huyó del espanto del mundo
para refugiarse en el fuego de Circe.
Pero soñó, soñaba siempre,
con la nieve tibia de los pechos de Leda.
Y al morir escribió:
Ya nadie podrá quitarme
el placer de estar muerto.


XVII

El brazo de Himeros
engarzó el trueno en el rocío,
labor de las flores y el amor,
para que nacieran las auroras.
Tú surgiste del fondo de la noche,
eterna y fugaz como Calíope
estrella próxima y arcana.


XVIII

Muestras tus muslos de gaviota
ágiles para correr contra el viento
por la orilla del río del deseo.
Doris, esclava de la Luna,
cambias tus tiernas esencias
por su fría plata.


XIX

Me sumerjo en las heladas aguas mediterráneas
que bañaron a tantas diosas 
bajo las estrellas del Olimpo.
Las vetas azules de las olas
mansas y sedosas
aún guardan el perfume de las que fueron
sus flores insomnes.

Teodognis de Alejandría (331 - 257 a.C.) 
(Traducción: L. Tamaral)









No hay comentarios:

Publicar un comentario