viernes, 5 de junio de 2015

MALENA DE MILI [16.197] Poeta de Chile


Malena de Mili 

Nació en Santiago de Chile en 1989.  Es escritora y estudiante de Antropología Física en la Universidad de Chile. Fue ganadora de numerosos certámenes literarios juveniles, del Premio a la Trayectoria Literaria LMS, del Premio Interescolar de Ensayo Filosófico UAH y el 2005 obtiene el Premio Juegos Florales Gabriela Mistral. Participó en el Encuentro de Chillán Poesía 2014. 

Ha publicado:
-Elegías  (Mago Editores, 2013)
-Lacrimal  (Mago Editores, 2014)




ESTRATEGIA

Tú fuiste en esta vida 
la estrella cuyo resplandor 
suscitó el capricho de la Muerte, 
la envidia de la Vida 
y un amor más allá del tiempo. 

Es la esencia de tu existencia el ser eterna 
y se atrevió la Muerte, se atrevió la Vida 
con indecible insolencia 
a violar esa, tu naturaleza 

Una inútil pretensión 
el haber tramado tu extinción 
pues aquí estoy yo, con mi amor 
eterno por tu eternidad 
inmenso por tu inmensidad 
para defender tu esencia 

A fuerza 
de besos y de versos 
yo te haré inmortal 




Notas personales sobre «Elegías», de Malena D’ Mili

Por Joaquín Mancilla León


A fuerza
de besos y de versos
yo te haré inmortal.



La primera vez que leí algunos poemas de Malena, casi por azar, la sensación inicial fue de sorpresa, mejor dicho de grata sorpresa, puesto que hasta entonces creía vivir en un mundo acorde al «signo de los tiempos» de esta época, con horizontes que parecen estar cada vez más alejados de aquellas vivencias espirituales que creíamos del pasado, estudiadas pero no vividas, admiradas como tesoros perdidos y tal vez ajenas para nuestras generaciones. Pero de pronto, con los primeros versos leídos, el pesimismo inicial se despejó barrido por la fuerza poética de Elegías de Malena D’Mili.

Cada verso refleja a su creadora, como normalmente ocurre en la poesía de alto vuelo. Malena emerge de las palabras, de modo que deseado o no, ella siempre está presente. Cada palabra empleada está en función estética de la idea, a veces estremecedora, ya sea para elevarnos a un mundo de ensueños, de musas y hadas, o  al contrario, empleando palabras intencionalmente concretas, a veces duras, sin ambages ni contemplaciones, y sin embargo logrando extraer la más pura belleza de entre el dolor que las motiva, haciéndonos partícipes del cruel acontecimiento que interiormente la atormenta: 


«... una garra fría y cruel 
hundiéndose en mi vientre 
el acero despiadado de las tenazas 
revolviendo mis entrañas...»


son versos que se presentan como la más implacable metáfora sobre el dolor, cada palabra por separado armoniza con la siguiente y todas con un concepto concreto generador del dolor interior.

En Elegías fluye una riqueza de símbolos propia de los grandes poetas. Sin embargo en esta obra son símbolos interiores, íntimos, cuyas claves son sólo de su autora. Así, por ejemplo, la primavera, estación comúnmente asociada con la vida, con la luz, acá la podemos ver como estación de dolor, de crueldad, símbolo de  soledad.

Al comenzar, en el poema «En el rincón» el mundo de las Elegías se nos anticipa oscuro y doloroso. El título nos introduce en la penumbra, en la soledad y en un mundo ajeno a la personal vivencia del dolor: 


«Con tu partida se apagó la luz del mundo 
y yo me quedé a tientas en la oscuridad»


palabras precisas de indestructibles consecuencias, no hay consuelo. Luego nos sumergimos nuevamente en las lágrimas, en lágrimas de sangre, lágrimas in crescendo, sólo llanto y nada más, ya que 


«... a los dolores absolutos 
no les basta con lágrimas aguadas. 
Hoy he llorado con lágrimas de sangre». 

En estos poemas la autora se entrega al dolor renunciando irreversiblemente a todo aquello que la pueda apartar no sólo del amor ausente, sino que incluso de sus recuerdos, configurando esta idea la médula de la más pura poesía admirablemente lograda y que estremece cuando en el poema «Duelo» se escucha, casi como un desafiante gemido: 


«... bienvenido dolor, 
deléitate conmigo, 
no escatimes en recursos, 
besaré las llagas que me infliges 
igual como otrora besaba sus besos». 


Ya no hay vuelta atrás, el desafío está planteado y acepta plenamente la ecuación amor-pérdida-dolor.

Debo detenerme brevemente en «Delirio», cuyo título nos conduce a un mundo interior conmocionado por el dolor, mundo magníficamente resumido en dos versos de la más alta composición poética, alcanzando niveles casi místicos: 


«... ni de los vivos enteramente 
ni al mundo de los muertos perteneciente...» 


lograda composición cuya profundidad y sonoridad del verso inevitablemente nos trae recuerdos de Sor Juana Inés de la Cruz.

A esta grandiosidad final nos aproximamos paso a paso, anunciada en «Ajuste de cuentas», donde la autora deja atrás la primavera, objeto de feroz reproche, y conjura a la vida y a la muerte con versos que suenan furiosos, llenos de pasión: 


«... Yo habría renunciado hasta a mí misma  
y habría renunciado a tenerla,
con tal de salvarla de la muerte y de preservar su existencia». 


Luego, viene el juramento donde el furor da paso al desdén, la vida y la muerte no intimidan por ser inútiles y no haber logrado matar el amor: 


«... A ti, Muerte, te perdí el miedo.  
Vida, a ti te perdí el respeto». 


Furiosa y a la vez vibrante aliteración.
Resulta imposible abarcar en este breve comentario toda la riqueza poética de Elegías. He dejado ex profeso aparte algunas reflexiones sobre el poema elegíaco «Por la ribera del Estigia» porque fue lo primero que leí de la obra de Malena, quedando gratamente subyugado por sus versos. Lo primero que llama la atención de este poema es el viaje metafórico hacia las profundidades inalcanzables donde está ahora el ser amado ¿metafórico?  Así lo creemos al iniciar el viaje a las profundidades, pero la magia del poema nos envuelve paso a paso, y sin darnos cuenta la metáfora ya no existe, de pronto sentimos que el canto narra una realidad tan vívida como nosotros mismos. Malena logra crear un mundo no de papel y tinta, sino real, convincente, que nos mueve a acompañarla en su viaje. Bello poema que nos sumerge en las profundidades de la laguna Estigia, rodeada de dolor y lamentaciones, y sobre ese clamor que imaginamos, de las sombras emerge una voz: 


«Oye, mi amor 
 soy yo 
es por ti este canto».  

En fin, lo cierto es que Elegías es mucho más de lo que estas personales notas expresan, y con estos comentarios sólo he logrado rasguñar la superficie quedando un profundo mundo poético por explorar. Lo cierto es que en esta obra se destaca la belleza de la composición producto de la riqueza de los versos y la profundidad de las emociones de la autora.




Conversación con Malena de Mili en el Taller Siglo XX Yolanda Hurtado

Por Leo Lobos


— Cuéntanos de tu contacto con la poesía, como llegaste a ella o como ella llego a ti. “La escritura ha sido desde siempre algo innato. Comencé a escribir muy pequeña de manera instintiva. Recuerdo que aprovechaba las clases de gramática, cuando nos pedían construir oraciones para escribir pequeños cuentos. Comencé de manera sistemática y consciente alrededor de los 12 años de esa época son mis primeros cuentos y poemas. Siempre he sentido gran fascinación por los mundos fantásticos y maravillosos. Uno de mis mayores referentes literarios es el mundo griego, mi puerta de entrada fue su mitología. Leí la Ilíada y la Odisea y luego tragedias griegas. La obra de Tolkien ha sido marcadora, en especial El Silmarillion y El Señor de los Anillos. También, el mito del vampiro ha ejercido una profunda fascinación, un libro clave en mi vida fue justamente Lestat de Anne Rice. Muchas de mis búsquedas literarias han ido siguiendo las rutas de A. Dumas, una de mis novelas favoritas es “La Reina Margot“. Otras obras y autores que han sido significativos para mí son Manuel Puig, Jane Austen, Óscar Wilde, Shakespeare, “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar, Alejandra Pizarnik. He sido más lectora de narrativa que de lírica, sólo recientemente he comenzado a interiorizarme más en la poesía”.

— Sobre tu libro causas y afectos de su escritura. “Elegías es un duelo. En octubre del 2010 perdí a mi criatura más amada. Desde entonces no pude escribir sino para ella. Fue un paréntesis en todo sentido, un círculo dialógico e íntimo donde no cabía nada más. En algún momento me di cuenta que todos los poemas que le escribí tenían una continuidad eran reflejo de ese proceso y aprendizaje que es el duelo. Elegías fue presentado el 20 de octubre de 2013 por azar o sincronía a 3 años exactos de la muerte de ese ser, simbolizando un renacer, un recobrar en aceptar amar sin poseer y en el descubrir que el amor fue más fuerte que la dimensión de la muerte”. 





"Lacrimal" de Malena de Mili, la poesía como una forma de amar en silencio

Por Benjamin León 



La poesía es una forma de amor que sólo existe en el silencio, decía el poeta José Emilio Pacheco; una forma de amar que va más allá de la palabra y sus contornos, de sus contextos o temáticas, un algo que se aproxima a eso indecible de cada ser humano que sólo puede ser transmitido por un lenguaje superior a la palabra misma. Quizás el acto de escritura es una forma de amar. La creación de una obra poética debe contener, sin duda, algo más que lenguaje, quizás un aproximarse a ese no se qué que queda balbuciendo de Juan de Yepes.

En esta voluntad de crear, la labor del poeta ocurre entre las palabras, en esa amalgama compuesta por lo que se lee y por el contenido no visible y superior de ésta que se relaciona con su sentido verdadero, con su semántica y con algo mayor aún. En este sentido, la voz del poeta se opone a aquellos que han hecho de las palabras algo meramente pragmático, o peor aún, que la han maleado o dirigido para prácticas con el fin de dominar el pensamiento de las muchedumbres de los siglos.

La palabra poética de Malena de Mili recurre a un modelo de amor, a esa búsqueda de un lenguaje poético, del decir y del callar, una búsqueda de un lenguaje propio que intenta trascender. Hay un sentido tras la palabra, tras cada sílaba, tras cada verso. Aun cuando la andadura poética de la poeta es reciente y su trabajo comienza a tomar forma, hay un comprender que la palabra moviliza sentidos, leyes invisibles del corazón. Nos dice: “Yo no puedo dejar de escuchar la profecía forestal del ruiseñor”. Ese ruiseñor, el de Keats, el de Wordsworth, el que los poetas románticos ingleses crearan e hicieran cantar, está en su estadía poética, en su ver el sendero al comienzo del bosque.

Es así como Lacrimal, su segundo libro, se presenta como una voluntad de hallar su propio lenguaje de amar. En él encontramos el erotismo que sucede no como una nombradía del acto mismo, jamás bajo un desechable retrato, sino como una sugerencia, en la mayoría de los casos como una posibilidad para que el lector encuentre lo propio desde distintas posibilidades. Hay un cuerpo de mujer entregándose al estallido del verbo, a la extensión de lo vivencial, del fracaso y del reinicio, del silencio como materia superior: 


“guardo un instante de silencio
por cada vez que dejé de ser virgen
cuando un hombre penetró en mí
y quedé sangrando
después del frenesí”.


La voz de Malena de Mili se vuelve atemporal, llovizna de la mañana de cualquier siglo del ayer o del porvenir. 


“Aún no suceden
y los recuerdos me asesinan dulcemente.
Se destilan en largas cuentas de luz
sobre las últimas cuerdas tensadas del sol”


nos indica. Un recuerdo del futuro es la palabra, un tiempo venidero del ayer la poesía, el cuerpo del amor vencido o de la nebulosa que susurra y se presenta para cantar lo no cantado en lo corpóreo y en lo metafísico de las herramientas del amor. 


“Voy tomando el imperio del blanco
me envuelvo en un velo nival
y aguardo extinguirme
entre la niebla” 


dice. En Lacrimal encontramos hallazgos donde la construcción de la imagen visibiliza lo oculto, lo recrea hacia un suceso trascendental; aun cuando lo efímero del cuerpo esté presente, hay un erotismo basado, en muchos casos, en aquello que se mira sólo con ojos de poeta. Quizás en esto consista el verdadero poema, no simplemente en contar, sino en comunicar lo incomunicable; en ilustrar aquello que se vive pero que la palabra no alcanza a abrazar en su acto de luminosidad. La poesía de Malena de Mili se vuelve multidireccional, ofreciendo una entrega al yo lector que va más allá del dirigir la emoción, más bien haciéndola florecer en sus propios ojos, como lo querría alguna vez Huidobro.

Por otra parte, también hay cierto tensar en el equilibrio de lo que se expone poéticamente y aquello que se informa como una vivencia de cualquier ser humano en el desgarro, en el dolor siempre presente del acto de amar: 


“Presiento ese punto 
donde el dolor y el placer
difuminan sus bordes”. 


O por ejemplo, cuando el poema nos acerca a la sinfonía o movimiento del cuerpo unido para amar, y dice: 


“Oh contorsión perversa
sacrílego impulso
diabólica ondulación
de mi silueta poseída…
debieran quemarme en la hoguera”.


La poesía de Malena de Mili frecuenta esos lugares donde el poema es poema, y donde la poesía cumple su función revitalizadora del lenguaje y de la imaginación. En ella el erotismo adquiere un sentido trascendental y se convierte en algunos periodos en un acto mayor, una forma de amar mediante el lenguaje, de traspasar lo prosaico del suceso para seducir mediante la forma y lo que en ella se dice y en el mundo que al callar ofrece. Hay en Lacrimal el susurro de un porvenir que valdrá la pena esperar para conocer, para leer y apreciar, para creer que aún hay poetas que pueden reiterar la poesía en estos días de penuria.


Poetas: Astrid Fugeille y Malena de Mili




1 comentario:

  1. Malena te deja sin palabras, lleno de preguntas e imágenes, vacío de penas y miedos. Gracias por sacarla de mi desconocimiento.

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