jueves, 7 de agosto de 2014

GABRIEL CARVAJAL [12.730]


Gabriel Carvajal

Gabriel Carvajal (CHILE,  1927). Poeta y dramaturgo. Publicó “Mi divina libertad” (1949), “Balada del suicida cotidiano” (1957), “Los nombres de nadie” (1961).


BALADA FINAL

De todos los amigos que he tenido
me quedan los que han muerto.
En las mañanas leo el diario
que dice aguales cosas de otra època
y cabeceo algunos sueños.

Allì tal vez hay flores que se abran
con pètalos oscuros hacia adentro,
otros àrboles crecidos de una tierra màs honda
donde crezcan màs tiempo.
otra vida igual, ojalà igual
pero sòlo para poder por fin recordarla toda entera.
Ya no puedo revivir todo eso. No me quejo
En la vejez veo mi infancia mejor que nunca.

He olvidado. Como siempre sin darme cuenta, he olvidado.
Tal vez lo que no era bueno.
Ultimamente anoto todo lo que hago,
poca cosa porque me faltan ganas,
y a veces hablo yo no sè de dònde
cosas que caen por su propio peso,
largas historias que no terminan
y que no sugo,
trozos de otros dias.

El paladar se me ha secado.
Ya no me queda mucho tiempo màs.
La muerte empieza antes que la muerte.
Deberé ir a esperarla junto al mar,
con los ojos hundidos en la espalda, de pie vacilante
junto al mar
desde que empiece a sentirla como un hecho.
Y los cuervos vendrán.
Desplazados por las criptas y las coronas
ellos vuelan sobre el mar; han de venir
-a veces me alegro imaginándome el reparto, los he querido-
y la playa cubrirá sus arenas de negro
un día y una noche y enrojecerá
para que el aire pueda verse más vivo por un tiempo.

En el diario matinal
que debo releer en la tarde en una esquina tibia
descubro todo lo que sabia y me distraigo.
A veces a conciencia digo disparates juveniles
por ver còmo se rièn de mì
con suspocacia los mayores, pletòricos de vida,
los niños sin saberlo,
todos de buena gana.




Balada del suicida cotidiano
Autor: Gabriel Carvajal
[s.n.], 1957




CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1957-12-29. 
AUTOR: HUGO LASO JARPA

Cuando la intención estética irradia desde un centro creador –el artista- expandiéndose hacia la periferia a través de variados haces o radios valorativos, sentimos que la realización ofrecida es un cuerpo completo, sin deformaciones ni vacíos penosos.

Porque es un hecho cierto e innegable que la expresión lírica tiende cada vez más a abarcar diversos planos de la inquietud humana, de su logro espiritual. No tan solo de su agrado en cuanto a la básica sustancia de belleza.

Gabriel Carvajal, distinguido en concursos de cuentos y en certámenes teatrales, se inicia como poeta en “Balada del suicida cotidiano”, obra recientemente publicada. Acusa allí una honda y múltiple preocupación por el humano discurrir; revela un afán de rebeldía, de descontento y crítica ante la ausencia general de objetivos trascendentes en la conducta del hombre. Sin duda el título mismo del poemario es ya un acierto expresivo, de forma y fondo. Y señala, desde el primer instante, la diversificación que logrará el autor partiendo de un núcleo estético-conceptual.

El poema que da nombre al volumen ilustrado por Luis Diharce, traduce el clima anímico no solo de aquel trabajo, uno de los mejores, sino que de la entrega en su conjunto. Aunque en órdenes distintos de creación y, acaso, de estimativa, abórdase aquí la tesis que Albert Camus ha hecho resaltar de modo tan evidente en sus novelas, particularmente en “El extranjero”: la sensación de absurdo. La absurdidad como estado espiritual y hasta psicológico en el hombre contemporáneo. Plantéase, de tal suerte, una crítica a la conducta de la sociedad actual, acusación que partiendo de un esquema aparentemente negativo lleva a una definición o conclusión positiva, marginal a los argumentos esgrimidos por Camus o por quienes se identifican con similares tesis. Críticas que, de cualquier modo, aun sin concretarse específicamente, trascienden los temas tratados.

En el poema inicial del libro, Gabriel Carvajal expone las diversas etapas que cruza un individuo, sensible al desajuste de un tiempo con un acaecer y un movimiento lindantes en lo arbitrario. Pero la arbitrariedad por cierto no es impuesta. El hombre enredó libremente la madeja de sus días espirituales y pretende desenredarse a manotones aumentando en esa forma el caos de su comportamiento y su pasar amargos, pasar que en cada jornada lo malogra y lo aniquila. Desde una posición de perspectiva y sensibilidad, el poeta ve aquello y lo denuncia. Aprovecha para el objeto  la primera persona y el vehículo lírico, circunstancias propicias a un escepticismo que, usando el decir camusiano, despierte conciencias. Podría agregarse, además, que es una síntesis de evasión subconsciente, aunque en el fondo el artista permanezca ligado a la realidad, en compromiso superior con los semejantes. Esta es otra consecuencia que indica el trasfondo positivo.

Como una continuación, un epílogo a la “Balada del suicida cotidiano”, Gabriel Carvajal cristaliza su desesperanza en “Balada final”, que posee un flujo de imágenes sensorio-conceptuales de verdadera jerarquía:



“La muerte empieza antes que la muerte.
Deberé ir a esperarla junto al mar,
con los ojos hundidos en la espalda, de pie vacilante
junto al mar
desde que empiece a sentirla como un hecho.
Y los cuervos vendrán.
Desplazados por las criptas y las coronas
ellos vuelan sobre el mar; han de venir
a veces me alegro imaginándome el reparto, los he querido
y la playa cubrirá sus arenas sobre el mar; han de venir
a veces me alegro imaginándome el reparto, los he querido
y la playa cubrirá sus arenas de negro
un día y una noche y enrojecerá
para que el aire pueda verse más vivo por un tiempo”.




Acaso su temática no cuadre siempre con los términos demasiado cotidianos que emplea. Así, también en ocasiones el ritmo o la cohesión sintáctica se malogran visiblemente. Mas, aquello se rectifica pronto y podemos gustar “Romance antiguo” en que lo formal recuerda por su pureza, su corrección, a los poeta españoles del siglo de oro. Por cierto que no en cuanto a su temática, honda y compleja, deprimente y kafkiana, con cierta angustia cíclica que traduciría aspectos vitales del acaecer humano con un término de calma letal, angustiante. Tal angustia se desenvuelve implacable a lo largo de otros poemas, entre los que podemos citar: “Este aire”, “Recogimiento”.

En general, los temas provocan sugerencias y traen profundas intenciones, actualizadas, como dijimos, hacia varios planos. Desde luego, la metáfora directa contenida en una frase; después el sentido figurativo de toda una estrofa; en círculo más amplio, la significación global del poema; y por fin, las consecuencias, la clave a que conduce el simbolismo incorporado. “En la caleta”, un ejemplo notorio de esta afirmación, la clave que trasciende todas aquellas ondas entrecruzadas es, creemos, el indiferentismo, posición negativa de obstrucción a la naturaleza y que, precisamente por ello, engendra la propia destrucción, siendo solo aparente la inexorabilidad de las fuerzas exteriores.

Lo expuesto patentiza el valor de estas “Baladas”. El indiferentismo que comentamos, se hermana ciertamente con la sensación de absurdo incorporada a otros poemas del libro. Circunstancia que señala en el poeta Gabriel Carvajal una preocupación de tesis. Si aquello no bastara, sin duda habría otras razones que descubrirían la madurez lograda en esta obra: una cáustica mordacidad que es un sarcasmo agudo al maquinismo de nuestra época, ideas que recuerdan –guardando las debidas proporciones genéricas y valorativas- a “La hora veinticinco” de Georghiu. La muerte ronda al poeta, estimula su inquietud y nos trae vagamente a la memoria a Baudelaire. El Tiempo, que es una temática fundamental en Arteche, Enrique Lihn, María Silva Ossa y otros liristas de las generaciones jóvenes, desencadena no pocas veces la angustia del escritor. Consideramos su “Balada del atardecer” y la tesis insinuada de tiempo circular que encierra, uno de los trabajos más inspirados. La sensación recurrente o de retorno está poetizada con un bello sentido dramático y, aunque en un orden de metafísica moral podrían ser discutibles los planteamientos conceptuales llevados a la metáfora afectiva, como son en Nietzsche sus ideas recurrentes, es indiscutible que desde un ángulo estrictamente estético, el citado poema es de singular calidad.

De la abundante producción poética habida este año, es probable que supervivan pocos. En nuestra opinión, Gabriel Carvajal con su “Balada del suicida cotidiano” permanecerá en el historial lírico.




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