miércoles, 27 de mayo de 2015

MIGUEL IRIARTE [16.126] Poeta de Colombia


Miguel Iriarte 

Nació en Sincé, Sucre, Colombia, en 1957. Ha publicado los libros de poesía: Doy mi palabra. Ediciones Simón y Lola Gubereck, Bogotá, 1985; Segundas intenciones, Ediciones Metropolitanas, Barranquilla, 1996; y Cámara de Jazz, en edición restringida, Barranquilla, 1997. Sus poemas aparecen antologados en diferentes publicaciones, entre ellas: Panorama Inédito de la Poesía Colombiana, Procultura, Bogotá, 1986; Antología de poetas de Sucre, ediciones de la Gobernación de Sucre, Sincelejo (1997); Cinco poetas de Sucre, Ediciones Fondo Mixto de Cultura de Sucre (1998); Antología de la poesía colombiana, Biblioteca Familiar, Presidencia de la República, Bogotá, 1997. Textos suyos sobre literatura, cine, música y entrevistas a distintos personajes de la cultura, así como sus poemas, han sido publicados en diarios, suplementos literarios y revistas de Barranquilla, del Caribe Colombiano, del país y del exterior. Ha participado en recitales individuales y colectivos en diversas ciudades de América y Europa.



Preguntas para J. J. Johnson

Qué cosa es un trombón J. J. Johnson?
Qué pretende un hombre como tú
Decirle a otro
Con semejante máquina de viento
Con tanto ir y venir de un brazo largo
Que mezcla el aire con el tiempo
Con tal dedicación, con tal respeto
Que pareces un preocupado carpintero
Puliendo la extensión de su madera?

Qué pones allí dentro
Con tanto porvenir, con tanta angustia
Por qué corres el riesgo de sostener
Tu corpulento sueño
Con una frágil columna de aire dominado?

No es acaso peligroso?
No tiene algo qué ver con la trombosis?
No necesitas más espacio para estirar
Tus frases de nostalgia por la nativa Indiana?
No sientes que Kay Winding
Eres tú mismo tocando para un espejo blanco?

No sé por qué pregunto
Si está todo tan claro
Tan sentido!





El sabio Hawkins

Por esos mismos días en los que Einstein,
Ese viejito más o menos relativo
Negociaba con oriente y accidente
Su tambor de ondas

Percusiones
Y de más graves aún repercusiones.
Por esos mismos días Coleman Hawkins
Que era un sabio también
Un sabio negro
Con una ciencia de azules

Absolutos
Inventaba con bella imperfección
La voz del saxo
Con el milagro del que inventa la luz
Sin crear la sombra
Con el asombro del que dice mujer
Y suena el viento.
Hallazgo en el que puso cuerpo y alma 
Para que el hombre tuviera un instrumento
De placer, de curación, de rabia y miedo
Un sonido de Dios
Para espantar los ruidos de la guerra.

Coleman Hawkins
Quien lo ve allí
Con sus dos negros pies sobre la tierra
Con sus alas de jazz entre los ángeles.





Rudimentos para conocer el vibráfono

Han escuchado ustedes un vibráfono?
Es una gota sensual de agua profunda
Una pronunciación rigurosamente

Submarina
Una música para la danza de los ríos
Del pensamiento
El instrumento ideal para las catedrales
Sumergidas.
Es suave percusión ejecutada
Por un felino acuático y tristísimo
Bien enfundado en unos guantes de algodón
Para no despertar su propia pena.

Es suave percusión, quién lo diría
Pero distinta a la expresión de la madera
A la paila forjada en la candela
Al seco golpe de la piel

De la mano
Sobre el cuero.
Es una placa metálica que canta
En un océano imaginario de silencio
Ninguno debe hablar
Nadie respire
Es mejor esperar que baje el agua.

Después podremos escuchar
a mister Jackson
Solo, en cuarteto, o como quieran.




TALLER DE AGUA

Ven.
Te presento la lluvia.
Es esta señora torrencial
Disciplinada en su oficio de modista
Que teje de agua la vida

en esta hora.

Cómo entretiene presenciar la danza cristalina

de sus manos

Aplicadas a la urdimbre cuidadosa de los aguaceros
(Casi todos confabulados para condenarnos al pasatiempo
—tan de moda, siempre—
de la nostalgia).

También a los arroyos:
Muchachos de adolescencia irresponsable
Que asaltan el pueblo en un desfile turbio,
Robándose los trastos de cocina,
A los niños de brazo que se alegran
ingenuos
Sin saber hacia qué parques los lleva de la mano

de la lluvia,

Y a los abuelos
que prefieren ahogarse

antes

de levantarle la voz a la creciente.
Ellos sucumben fáciles a las tentaciones del

desastre.

Qué dices…
Salimos a jugar con el agua sucia de las calles
Para matar esta sed de sentenciados al naufragio,
O nos quedamos a mirar
Con tristeza de solos
El bordado de agua. El tambor de la tarde.




POEMA DE LAS POCAS VENTAJAS

"Lo que soy yo me compro una pistola"
Roque Dalton

Como es que uno
a pesar de tener el sol de nuestro lado
y el favor de la luz y de la sal.
Que puede
- angustias más tropiezos menos –
caminar sueltos por la calle que escojamos
sin importar qué tan altas sean las horas.

Que puede disfrutar de la fruta gozosa de la mujer
amada o no.
Que posee la ventaja del grito y el regalo del cuerpo.
Que puede – mal que bien –
sentarse alrededor de algún arroz barato
sentir el agua navegando nuestros laberintos
y conseguir cualquier licor vulgar en nuestras fechas tristes.
Que puede leer a Borges, por ejemplo,
y escuchar el soplo sagrado de un saxo: el de Hawkins
(haciendo Body and Soul)
insistiendo en que somos de la estirpe obscura de Caín.

Yo no sé

francamente
como es que después de tantos dones:
Después de conocer la rosa
y la piel

escandalosa

de unos senos,
somos tan desgraciados.
Maldita sea! 
Qué hacemos
para resistir estas ganas de malversar nuestras cenizas
de una vez

por todos.




INFORME DEL DESAMAR

Nadie sabe
En qué movimiento del mar pierde su fe.
Ninguno prefigura la cantidad de sal
Que le guarda el océano.

Así en el amor.
Nadie sospecha
En que abisal obscuridad pierde el contacto
Con el fondo
Vagando la insondable soledad.

Así en el mío.
Cayó sobre el amor una mancha de aceite.
Un mar contaminado ahogó tus peces en mi boca
Y en tu boca nadaron peces equivocados.

Así el naufragio:
Primero se hundieron las palabras
Después – y en una lenta inclinación –
Zozobraron los sueños
La risa de los días
Y el solo corazón que me quedaba.
Pez de piedra
Que no tuvo más remedio que irse a pique.

Mar de equivocaciones.
El amor eras tú, pero no era para mí.
Fue una alucinación
En una orilla que parecía cercana.
Un faro abandonado.
Una torre alfombrada
De excrementos de pájaros de muchos horizontes
Y deshechos de un mundo que hasta el mar olvidó.

Un cementerio de marinos perdidos
Que de pronto… te amaron…

Y olvidaron

En tus muros de sal una frase de amor
Y la mala intención de sus orines.
Y una piedra en tu vientre.

Ruinas – Amor – Fantasmas
Marea de desamor. Muerte
Viejo mareo que encanta.

Pero eras tú: la poesía.
Mi loca de la casa.
Por la que todavía sostengo los pies
Sobre el camino
Y tiro al mar mis huesos
Con que juegan mis hijos.




MAGDALENA EN EL RÍO

En el verano,
Después de largos días de camino
Buscando aguas y hierbas nuevas
Para calmar la inquietud de los ganados, 
Llegábamos hasta la corriente serena del San Jorge
(un poco más arriba de Santiago Apóstol)
Donde era seguro encontrar muchachas encendidas
Por el fósforo pasional de la subienda
Y casi desnudas por el ardor y la pobreza.

Entonces corrían en tropel a los corrales
Para cambiar un poco de vitualla
Por pescado o por amor,
Muertas de risa y sin sostenes
Mientras componían el rancho abandonado en el invierno
Y sacaban culebras y alacranes del techo y los rincones
Con la tranquilidad del que arregla los santos de un altar.

A una de ellas, Magdalena,
Para que yo le cantara dos rancheras nuevas que aprendí
Le gustaba llevarme en su canoa de Ceiba por las tardes
Río abajo
Entre remolinos de agua turbia, 
Gritería de loros y alcaravanes 
Y nubes inmensas
De pájaros espantados con su risa.

Por allá lejos, 
En el enredo antiguo del manglar
Anclaba la canoa en las raíces
Y me ofrecía sus piernas desatadas
Para que acomodara la orfandad de mis huesos
Contra unos muslos suaves
Sabios ya en el oficio de exprimir jornaleros.

Entonces yo cantaba
Mientras ella movía una mano en el agua
Para hacerle un murmullo a la canción.

En los días Santos de ese abril me daba dulces
De ciruela y mangos y otras mieles
Y yo la dejaba escuchar canciones y novelas
En la radio.




PESCADO SECO

Hay pescado seco en el agua

desde anoche,

Y eso significa que mañana es seguro que tendremos
Un exquisito salpicón de bagre ahumado en el almuerzo.

Mi padre lo ha traído bien envuelto en sus alforjas
Tres días de a caballo desde la ciénagas extensas

del San Jorge.

Y ha sido puntual en sus indicaciones 
De cómo se habrá de hacer el preparado.

Yo trato de atender también a los detalles,
Pero en estos días he estado seriamente distraído
Desde que el lunes temprano llegó Beatriz, la prima,
Por primera vez sola de visita,
A pasar con nosotros una Semana Santa
Que será para mí de intenso temblor espiritual

y pleno goce.

Ella lo hará posible porque he descubierto
Que es pura y se ríe bella
En una suave aura de gracia y sin malicia,
Cuando me ve asustado mirarle la entrepierna
- mal sentada y sin nada –
A causa de esta sofocación con la que Dios nos castiga en estos días.

Mi abuela le hace señas con los ojos violentos
Y ya ha empezado a gritarle entre susurros:
¡Niña, siéntate bien que se te ve hasta el hígado!
Y ella, apenas sonrojada,
Se acuñe tan tranquila la falda entre las piernas
Y sigue pasando sus bellos ojos negros 
Por unos figurines anticuados que encontró
En una vieja maleta del desván.

Es pura sí. Pero ya sabe que el deseo es una locura
Y aunque no la he tocado 
todavía

Sabe perfectamente que algo tendré que hacer
Para que no regrese triste a la ciudad
Sin poder contar nada trascendental a sus amigas.

Si ella se va feliz
Prometo que me pondré a rezar aunque no sepa.



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