sábado, 13 de junio de 2015

YASMÍN C. MORENO [16.257]


Yasmín C. Moreno 

(Madrid, 1993). Estudio Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid. 

Ha publicado la novela breve Los días verdes en formato digital (Plataforma Editorial, 2014) y los poemarios El beneficio de la enfermedad (Ártese quien pueda, 2014) y Trema, (Amargord Ediciones, 2016).

Ha participado en la antología Acaso esta atrocidad es el centro de todo (Stillness and Blood, 2015) y en las plaquettes Kérkira y No eres consciente, y en antologías digitales como Tenían veinte años y estaban locos, Animalario o Ciudades Esqueletos. Trema ha sido finalista del I Premio de Poesía Valparaíso. 


PARÍS 

II 

Cuando mueras iré a París me llevaré a nuestros hijos los ahogaré en el Sena. 

París olerá
a mantequilla
como siempre
comeré
o no comeré.

Luego declararé mi naufragio. 


*

Serie 27

Todo empieza en los ojos
y acaba en

cuántas ruinas pequeñas los hicieron polvo

(El miope dice NO a sus gafas)


*


La profecía dice que ella nacerá vieja, morirá joven.
Evapórate, como en 1984,
ese ha de ser para vosotros el castigo.


*


La humanidad se reconoce a sí misma como en un espejo.  Mientras
el cáncer corroe la sociedad como metáfora del desgaste.


*


Volver a la superficie del Mar Muerto.
Al contacto de las partículas sodio- potasio que nos dieron la vida.

- Ahora la tierra vieja es el producto de la erección social de la avaricia-


*


Una estampida de pequeñas locas hacia los baños.
Por qué
no aprendieron
en su día
a contener fluidos en la tráquea


*


Ellos naufragan en mí, como de vuelta al barro.
El barro, el barro.
Cama de tantos.


*


En la orgía de las rebajas de Oxford Street
los cuerpos callan y se buscan como nunca, conscientes de haberse devorado
                                                                        
27 de enero, 2013



Al principio no hay nada tras los ojos
Arritmias de palabra
Con un vacío de vulva

Luego brotó como una flor
todo corola y pistilos

O no brotó

Mi vientre
raíces resecas retorcidas.


*


Nacer
ese verbo luminoso que consiste en

engancharse y desgarrarse

de pececillos al útero
como anclas

El tajo necesario el terciopelo del moho unas
cuantas ramas en los pulmones
cómo se ahuecó mi pecho
la primera vez que oí decirlo,

madre.


*


Ahora
que no tengo miedo de la vejez
-aunque sí de los muertos-
igual que no se tiene miedo a ser
más viejo que el padre
igual que sabemos que llega el punto
en que no es posible envejecer más cuando
no hay espacio para más arrugas
Entonces uno crece para atrás y la edad no cuenta


*

en la humedad de dos esponjas crecen
dos gusanos
trepando raíces arrancadas
para poder
respirar me acorralaba
fuerte
la tráquea


*

Tenías la nostalgia de los cantos árabes en la garganta. 
Decías
vas a ser una mujer muy desgraciada, hija.

Pero qué fue de mí
Padre
A tu muerte envejecí pronto y rápido.


*

Abrió los ojos negros por primera vez
como quien nace reptando del intestino

y dijo

Yo,
que tenía la capacidad de traspasar umbrales
                                                                         
                         y no romper

que te esperé con la paciencia erosiva del viento
así 
así

ciega de luz
los ojos oscuramente claros los ojos
y la ternura primera del parto. 




Ártese quien pueda publica El bene­fi­cio de la enfer­me­dad, el pri­mer poe­ma­rio de la joven poeta Yas­mín C. Moreno

Por María Mercromina

Escri­bir sobre la enfer­me­dad y el pro­pio cuerpo es algo que han hecho muchí­si­mos auto­res. Escri­bir, estar enferma, ser cons­ciente del cuerpo y de los cam­bios que irán acon­te­ciendo en él y recrearse en ello a los veinte años, es dife­rente. Tener veinte años y saber que pode­mos usar nues­tro cuerpo para hacer daño, dar ori­gen y recrear el dolor desde el poema de manera inten­cio­nada, tam­bién es algo que han inten­tado pero no con­se­guido, a veces, muchos autores.

Yas­mín C. Moreno tiene veinte años y un libro-cuerpo que duele y se des­me­nuza al pasar una a una sus pági­nas. Un cuerpo que la con­tiene pero que no le impide, desde la cons­cien­cia, hacer daño. Un cuerpo roto de ani­mal y niña con útero de mujer vieja, como ella escribe, “nacer vieja chica de quince con útero de mujer mayor, como una mujer con leche en los pechos y el parto de aire”, al que le llega el cam­bio a mujer de golpe, como si la ado­les­cen­cia lle­gara una vez dor­mi­dos y al des­per­tar, frente al espejo, con­tem­plá­ra­mos el cuerpo salu­da­ble como un pai­saje nuevo que pode­mos ero­sio­nar noso­tros mis­mos: “¿es esto la salud, exci­tarse mirán­dose al espejo?”

En El bene­fi­cio de la enfer­me­dad, des­cu­bri­mos el anhelo de la infan­cia, la año­ranza por el cuerpo que nos meció en su vien­tre y al que no vol­ve­re­mos nunca. La autora en más de una oca­sión a lo largo del poe­ma­rio insiste en la dife­ren­cia y sepa­ra­ción entre el hogar y la casa, y lamenta su no-significado como sinó­ni­mos en su caso. Des­cribe de prin­ci­pio a fin la elec­ción de la escri­tura frente a la enfer­me­dad y el cuerpo. A veces Yas­mín parece una niña, y siente ver­güenza cerrando los ojos al escri­bir, como en el sexo. Pero esa ver­güenza des­a­pa­rece y Yas­mín tam­bién es mujer y con­fiesa, aquí la enfer­me­dad tiene nom­bre propio.


Pri­mero hay que llenarse
para vaciarse por den­tro. El silencio
puri­fica la gar­ganta, como el ham­bre lo hace
con los hue­sos.

Callar mucho tiempo es otra forma de ayuno,
no abrir la boca para vaciarse hasta el fondo.


En las últi­mas pági­nas del libro, la autora deja vis­lum­brar la rela­ción con su padre, y esto, en mi opi­nión, es lo que rompe la línea con­ti­nua y uni­dad con el resto de poe­mas. Una rela­ción rota con un mar de por medio y con una huida con­tada en poe­mas como Matar al padre: “para poder sobre­vi­vir he tenido que matarte”.


mi padre
decía que la luna de Madrid
no podía ser la misma que la de
Damasco.

¿Por eso entonces
yo habito el hogar
en el sen­tido antiguo?

¿Por eso huyó de mí,
por lle­var el nom­bre de una tierra
bom­bar­deada?


Este pri­mer poe­ma­rio de Yas­mín C. Moreno bien podría ser un paseo por la gené­tica de la enfer­me­dad y del dolor.  Una mul­ti­tud de voces, aún, que con el paso de los años y de los poe­mas ganará fuerza y per­so­na­li­dad. Por­que Yas­mín, como ella escribe, quiere ser trans­pa­rente y cruda como una lec­ción de anato­mía, y créanme, lo conseguirá.

Foto: Nadia Tosi– Fotocrónica





Yasmín C. Moreno. Trema. Amargord Ediciones, 2016.


Nací un domingo: dios no estaba allí ese día:
mi padre tampoco.
Habían cerrado los hospitales y yo salí pequeña
prematura
casi dos kilos de carne
y pellejo.

Por lo demás crecía sola
prematura
la blancura de mis huesos había conmovido al calcio.

*

Lo intenté y me embaracé
de mí misma;
luego morí
sólo para renacer:
un pequeñísimo coágulo.

Mi enfermedad es crónica como la vida

*

Pequeño holocausto

Llegará el día en que no sobreviva
y en ese tiempo mi cuerpo será
un orificio hueco una
caverna vaciada de vida.

Por eso es necesario escribir,
porque la memoria no fosiliza
Porque en el amor, como en la bulimia,
todo tiene que ser rápido.

*

Era hace poco tiempo poco
en realidad
fue sólo hace un año
Cuando aún era
toda futuro y podía decir
no importa

Yo soy la espera.

*

Nacer
ese verbo luminoso que consiste en

engancharse y desgarrarse

de pececillos al útero
como anclas

El tajo necesario el terciopelo del moho unas
cuantas ramas en los pulmones
Cómo se ahuecó mi pecho
la primera vez que oí decirlo,

Madre.

*

Ahora
que no tengo miedo de la vejez
-aunque sí de los muertos-
igual que no se tiene miedo a ser
más viejo que el padre
igual que sabemos que llega el punto
en que no es posible envejecer más cuando
no hay espacio para más arrugas
Entonces uno crece para atrás y la edad no cuenta





“La doble imagen”: sobre la poesía de Yasmín C. Moreno

10 octubre, 2016 by Agnes' Journal

Tras la muerte de su madre, Anne Sexton le escribió a su amigo y maestro W. D. Snodgrass: “De, siento que me voy a perder, a no ser que los poemas puedan salvarme”. Pero poco después, su padre falleció y volvió a escribirle a su amigo: “… Todo es un caos emocional. Poemas y solo poemas me han salvado la vida”.

La poesía salva, pero también devora. Un círculo vicioso, el gato que se muerde la cola. Puedo leer a Plath y a Sexton y sentirme llena, henchida. Puedo leer fragmentos de diarios de escritores por los que he sentido admiración y hacer míos sus versos. Hasta los más profundos. Sentir el desasosiego por la vida y recurrir al refugio de las palabras que se abren y se cierran con cada pestañeo.

La poesía salva, pero también devora. El pasado miércoles me deshice de la carne y la palabra: escuché por segunda vez, aunque mi interior lo sintió como la primera, los versos que Yasmín C. Moreno leía de sus libros, El beneficio de la enfermedad (Ártese quien pueda, 2014) y Trema (Amargord ediciones, 2016). Escuché y engullí su poesía.

“Primero hay que llenarse para vaciarse/ [por dentro.

El silencio purifica la garganta, como el hambre hace/ [con los huesos”.

(El beneficio de la enfermedad, de Yasmín C. Moreno)

La poesía de Yasmín devora. En su primer libro, El beneficio de la enfermedad, escribe sobre el cuerpo que duele, el cuerpo que muere y después revive. Escribe sobre la pérdida del deseo y el reencuentro del mismo a través del cuerpo; sobre el tiempo, la madurez, la maternidad y la ausencia de la misma.

La poesía de Yasmín sangra y cuando lee en público hace que el oyente pueda saborear ese cuerpo-sangrante, esa enfermedad que brota y tiembla al pronunciarla.

“Es preciso que existan las bacterias/ como es/ preciso que nos deshagamos.

La vida contra la vida contra la vida/ lucha/ pero qué pronto se deshace la carne”.

(El beneficio de la enfermedad, de Yasmín C. Moreno)

Y así bailó hasta estar muerta escribe Sexton. La doble imagen, la doble intención que he encontrado en los poemas de mis escritores favoritos la encontré en Yasmín. Como una transgresión a la ética marcada, a la vida, a la muerte.

“Sabía que la visión de mi cuerpo hacía daño/ yo quería hacer daño”.

(El beneficio de la enfermedad, de Yasmín C. Moreno)

Es en Trema, su último poemario, donde siento que la escritora se deshace de sí misma, donde, palabra-por-palabra, trepa por un muro mientras sus manos tiemblan. Mientras sus palabras pesan.

Este último libro es un cordón umbilical que alimenta, que se rompe, que se desprende de su  naturaleza para encontrar una nueva a la que adherirse.

“Tengo miedo de mí misma/ igual/ que el agua/ tiene miedo de ahogarse”.

(Trema, de Yasmín C. Moreno)

El poemario se divide en dos partes: Trema y Mater. La autora revela que Trema significa temblor, una vivencia de que algo va a pasar de forma inminente, el crecimiento de una fuerte tensión. Mater, atendiendo a su origen latino, significa literalmente madre nutricia, que alimenta.

Como en su libro anterior, Yasmín escribe sobre la vida después de la vida. Retoma los poemas sobre la maternidad, el deseo de dar vida y la preocupación por no lograrlo.

“La responsabilidad de la soledad/ es la responsabilidad con mi cuerpo/ ese bebé/  con heridas que no conozco”.

(Trema, de Yasmín C. Moreno)

Dicen que hablar de uno mismo y hacerlo público significa que eres valiente o que no tienes miedo. Que los versos de Yasmín son dolorosos, duros y demasiado prematuros para su edad (tan solo 23 años).

La literatura de la autora es concisa. Las palabras brotan en su cabeza continuamente. Tan llenas de vida, tan cargadas de muerte. Yasmín plasma en sus poemas, como un rito bajo la luna, un minucioso rezo, un canto a un futuro inmediato que asola como el paso del tiempo.

Entrevista a Yasmín en Km.0 críticas








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