jueves, 13 de marzo de 2014

ALBERTO PONCE DE LEÓN [11.211]


Alberto Ponce de León 

Nació en La Plata, Argentina en 1917. Colaboró con las revistas literarias Huella, Verde Memoria y El 40, entre otras. Con Tiempo de muchachas (1941), su único libro de poemas, escrito cuando sólo tenía 19 años, irrumpió de manera fulgurante en el ámbito literario y obtuvo un rápido reconocimiento a nivel nacional. Dicho libro fue reeditado, por lo menos, en dos oportunidades. Su dificultad para adaptarse a la realidad lo llevó a refugiarse en el orbe de la memoria y de los sueños. La celebración de las muchachas y el intento de recuperar el tiempo pasado –el “Tiempo roto”, como acertó a llamarlo– son las preocupaciones esenciales de su poesía, que tiene las características demiúrgicas y trascendentalistas del neorromanticismo del 40, movimiento poético al cual perteneció. Publicó, además, una novela: La quinta (1957). Murió en 1976.





Tiempo de muchachas I
(Fragmento)

...

Y tal como un enfermo que respira
desesperadamente alguna brusca
primavera que llega hasta su sueño
yo aspiraba el olor de las muchachas;
hundido entre sus últimos asombros
respiraba el perfume de sus pechos,
el follaje suavísimo del pelo
– árbol de luz, brillante y móvil alga.... –,
y sus piernas de viva enredadera
desnudas y alargadas, entre un vago
dolor de lejanías y de ausencias;
y besaba sus bocas que eran húmedas
como flores deshechas, y en la cara
se quebraba la infancia como un llanto:
entre sangre de musgos y de plantas
me envolvían sus brazos, sus cinturas
de flexible ramaje, que se abrían
en sus noches más hondas y más últimas.

O sentía, de pronto, la nostalgia
de un placer olvidado, de una pena
que yo tuve una vez entre muchachas;
sin nombres en el fondo del recuerdo
saludaban desde una tarde clara,
enseñando sus frágiles momentos,
rota la vida en sus mejillas pálidas;
un dolor repentino su gran torre
levantaba en el medio de mi alma,
y pisando la muerte, entre los roces
de lirios ya podridos, las buscaba;
salvajemente hundido en el pasado
a sus vidas lejanas me asomaba.
...






Tiempo de muchachas III
(Fragmento)

Senos entre cabellos de criaturas
perdidamente arrebatadas! Piernas
donde el aire divide sus orillas
como un gran mar de solidez y pena,
y el mundo azul del rostro, donde el día
ríe, feliz, entre la luz violenta.
...

Juegan en las praderas, entre flores,
bajo la mano roja del estío
o entre la lluvia cuya voz conocen;
furiosamente sueltos, sus vestidos
rozan las ramas como vientos jóvenes,
y al llamado del día que presenta
su espada poderosa en los jardines
ya saltan a la luz, y de sus piernas
nace la vida, y el verdor las ciñe
y unas y otras se juntan y se alejan
sonriendo entre las rosas imposibles!
...

Senos entre cabellos de muchachas
perdidamente arrebatadas! Dejo
aquella edad ideal de las barandas,
y roto el sueño como un gran espejo
corro a buscar sus bocas en las albas:
sus cuerpos como mares siempre blancos
resbalan con furor entre mis uñas,
y yo trepo a sus piernas como a un árbol
donde respira una pasión difunta...!






Paisajes

2

Rodeada de colores, entre el viento
roto en su rostro como gran espada,
bajó al jardín. Su corazón inmenso
bañó de luz la claridad del alba.

Después llegó a las flores, a la calma
verde del musgo –soledad sin tiempo–
y en torbellinos de color, su cara
entre las rosas asomó sonriendo.

¡Desnuda pura! En el jardín del día,
bajo las ramas y las grandes lilas,
se abrió su carne como un mar sonoro;
y el día enorme sus brillantes alas
cerró sobre ella y la dejó inundada
de lenguas verdes y violentos ojos!







Elegía en tu muerte

Rodeada de tu muerte como de una
campana sin color, te vi ya muerta;
tu sonrisa de flor, triste difunta,
deshojada cayó sobre la tierra,
tu cabello rodó como una túnica
y la sangre a tus pies llegó disuelta.

El sol, entonces, su inocente labio
abrió para besar tu cabellera,
pero estabas inmóvil bajo el llanto
y halló tu voz, sin claridad, ya muerta;
llegaron las criaturas del Verano
y tu antigua costumbre de estar viva
sobre la tierra verde no encontraron,
y la luz que en tus ojos tuvo vida
tus pupilas cerradas golpeó en vano.

Tú, entre tanto, viajabas por la muerte
que te rodeaba sin cesar, perdida
cada vez más en tu dolor, y siempre
más lejana en profundas galerías;
hasta que el mundo se olvidó de amarte
y así rodeada de tus grandes lilas,
tus magnolias difuntas, te quedaste
sola en la muerte, para siempre hundida!






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