jueves, 18 de octubre de 2012

EDUARDO NOGALES GUZMÁN (8087)





EDUARDO NOGALES GUZMÁN 
(Oruro, Bolivia, 1957).- Poeta y cuentista.
Estudió comunicación social en la UCB de La Paz. Ganador de varios premios en La Paz y Oruro.
Alberto Guerra y Edwin Guzmán comparte el siguiente criterio sobre la obra de autor: “Los trabajos de Nogales se caracterizan por una búsqueda intensa y sostenida en relación al mundo y su propia palabra. Ya desde su cotidianidad o desde zonas que fundan y refundan certezas y alusiones, su poesía es testimonio de su apasionamiento por atmósferas, seres y, sobretodo, por el ejercicio revelatorio del poema que transparenta los sentidos del mundo”.
Humberto Quino ha antologado el poema ‘Bar Averno’ que dice: "La ciudad está al borde / y parece que ha estallado una guerra en nuestra ausencia. / Ah / Desventurados danzantes. / Alguien dejó un hedor distinto al gusano. / Alguien se llevó el negro musgo de las casas. / Alguien dejó otra vez el mundo apagado en este sitio”.

LIBROS
Poesía: Raíces de ceniza viva (coautor, 1978); La nave iluminada (1990); La inquietud de los reinos (1995); Los deseantes del Arca (Premio ‘Franz Tamayo’, 1998); El último cabaret (Mención Premio ‘Yolanda Bedregal’ 2002); El jardín de las lentitudes (Mención Premio ‘Yolanda Bedregal’ 2001, ed. 2003); El Humo del paraíso (Mención Premio ‘Yolanda Bedregal’ 2003, ed. 2005).
Cuento: La balada del peine (Premio ‘Franz Tamayo’ 2003).





¿Los olvidados qué himno tendrían
para enaltecer su suerte de nieblas apresuradas?
¿Qué siempre levantaron los solitarios
hasta encontrarse olvidados
casi indispensables al desdén, al descarte y al dolor?
¿No tuvieron zapatos en sus distancias inalcanzables?
¿No fueron devorados sus corazones por los monstruos
que llegaban
de la semejanza de una mujer abandonada?
¿No triunfaron sus nubes en las piedras que el
miramiento
arroja y deja a cambio de los que no levantaron la
mano ni gritaron
el suspiro de sus adentros enaltecidos y purificados?
¿No dejaron que el musgo cubra
el desolado cuerpo que el viento imagina de la
ausencia?
¿Quién les hizo caso cuando dormían solos
en la alcoba de los escorpiones y de las mujeres erradas
y nadie se acordaba de su voluntad
comparable a los gigantes que hicieron
hormigas renacuajos y vampiros
a fuerza de una caricia y de una absolución?
¿Desde qué universos se les acusa con el instante que
les acontece?
Ah los olvidados
Los que cada día
Amanecen con el barco al revés
Convertidos en trenes antiguos y arrinconados
Y en cada mano un buitre achacoso agota sus
mendrugos
Y desde el otro lado de la piedra y del espejo
Cuidan de los animales fantásticos
Sus labores
Y tienen un patio grande
Cuya forma sostiene el alma
Cuyo sitio del misterio
Tiene en el corazón su lugar correspondido
Allí
Donde desovan
Los últimos dinosaurios
Sus crepúsculos
Igual que las gentes del montón que nacen
En las madrugadas nubladas y en la orilla de los
caminos
Sobrevivientes
Que no dejan de cuidar
El fantástico zaguán del beso y la telaraña
La herida certidumbre de los amantes olvidados
Esos que han hecho del Universo la posibilidad
De no irse de sus cuerpos ni de sus almas nunca
Cuya disculpa tiene
El laberinto de las palpitaciones
Cuando los olvidados
Lejos del lento alarde del tiempo y las premuras
A pesar de la velocidad de las galaxias
Y sin maldecir la expansión del misterio
Recorren los reinos abundantes
Solos
Ofrecidos
Sin otra ofrenda ni conveniencia que la alegría
Tras el aliento de preservar
En la temblorosa inquietud de un planeta triste
La silenciosa condición de las transparencias.







El escarabajo pensativo

Cubre de charcos
El vasto himno de la costumbre
Aunque lejos
No evitaría que mi vejez acuda al alarde de la vida nueva
Ha corrido el rumor que la vida sigue
Que el pantalón de la pena lava su ofertorio
Que las palabras construyen no más que los desiertos
Y los páramos levantan
Los altares y la idea cuando el escarabajo
Visita los escombros
Yo quiero en el viento de los zaguanes
Entregarle a la Historia un zapato cansado y agujereado
Del alma entumecido
Y zurcido entre remiendos de amores nunca creídos
Que digan madre tengo tunas y lluvia en los talones
Y unos ojos de polvareda en las paredes
Haber si le duele lo inalcanzable en un cielo arrodillado
Si ama a dentelladas
Lo que no se encuentra en la amada tierra
Haber si de borracha danza enloquecida
La costumbre de la luz
Y recoge la necesidad del poema y se alimenta
O destroza el foco de su cuarto
Y se embadurna de noche y telarañas
A tientas haber si le crece una luna en su lengua
Y la última mujer en los rincones
Yo vendría entonces a abrazarle y curarle de la vida
A recordarle el mundo
A enseñarle las manchas del tigre
Y decirle que por ella estoy comiendo este pancito
Devorando a falta de cielos
El corazón de mi unicornio
A patear y husmear las puertas de sus cuartos oscuros
Y cerrados
A sacarle de la sombra
Y rezarle para que no se vayan de las flores
Los vientos que mecen los cantares
Con Dios también
Con mi madre en su batán en medio de los mares
Que ya no cantan
No pues
Si la historia soñaría una sinrazón de alas en el agua
De la piedra humedecida el paso combatiente
Se detendría el hombre en el sinfín
No en el tiempo
Y este rostro que culpamos de la Historia
Sería el horror del rostro íntimo que somos
En las afueras de lo que un sentimiento y la hermosura
No soportan
No hay queja que sostenga una verdad
Ni alivio que desmienta un dolor
¿Acaso estos troncos de mis callos en la espuma
no han encallado sus naves para el ave?
He bebido de los licores la ansiedad de las estrellas
Y la amargura de la hermosura
¿A dónde vas me diría?
Oh Amada
Qué respondería al silencio
Si en su lejanía como en ti
Ya lo han dicho todas las estrellas.






Una extraña luz tengo este día en la mirada
Parece que tuviera vestiduras de lino y fresca alforja de
mieles
Alguien sin cansancio ha lavado mi alma
Me levanto y poso agradecimientos a todo
Nadie es culpable y no hay culpa
Redimo por puro amor una bendición a la vida
Y aparece un milagro
Recuerdo una pureza
Un abrazo
Y saludo
Estrecho una mano amorosamente como si dijera ven
He vencido a mi ayer
Por fin el ayer me pertenece
Entre las gentes que pasan
Soy el que les espera
Es sábado de junio milagrosamente sin día entre la
multitud
Llego hacia el otro día
Transfiguro la condición que mi corazón ha cuidado
Y miro la luz que está al alcance de un niño que desde
lo extraño
Se posa en el sonido del ermitaño que sube a una
montaña sin premura
Ninguna verdad acompaña esa infancia
Excepto la luz que su cuerpo recibe de su alma
Luz que interpreta recién la gracia iluminada del afuera
Su mirada carece de olvido
La única custodia que lleva es su corazón
El tesoro está abierto
Entregado el camino
Canto
Escucho
Llego
Y confío.








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