martes, 25 de marzo de 2014

JOSÉ ANTONIO GARCÍA AGUILERA [11.349]














José Antonio García Aguilera 

Nace en Granada (1952), vive su infancia y juventud en Salar (Granada), ese paisaje natural y humano aparece reiteradamente en sus versos . Estudios de bachillerato en internados, colegio de Aguirre en la vega de Antequera y en los escolapios de Granada. Licenciado en Historia en la Universidad de Granada.
Publica sus primeros versos en revistas universitarias de poesía (Anúteba) en la década de los 70. Viene después una larga etapa de silencio y de actividad creadora hasta la actualidad. Publica en 2013 su libro de poemas "Campo de luz y niebla" en la colección Genil de Literatura que dirige Antonio Carvajal.
Desde hace más de veinte años es profesor de Geografía e Historia en el IES La Zafra de Motril.






COLINAS HERIDAS

Vivas en su silencio las colinas
expresan en sus lajas de cortantes
filos su feroz guadaña oxidada,
su mundo de secas piedras heridas
que fulgurando en la luz
impregnan de bermejos
tintes la piedra escrita calcinada,
muerta en el tiempo ardido.

En el polvo blanco de los caminos
su mensaje grabado se delata,
la verde rama del olivo rota,
el seco almendro de negro vestido
irradiando sonidos
que en los ojos estallan,
hogueras de húmeda leña y palomas
anilladas y blancas.

Secretos de la tierra tan sedienta
permanecen en la memoria vivos,
desde la honda mina de agua anegada
escapa el grito de la negra historia,
desde el cielo brillante
la luna blanca inunda
la fosa de los cuerpos hacinados
como carne podrida.

Tanto olvido no quieren los barrancos,
de luz oscura y de pólvora heridos
florecen en su hondura los lamentos,
rojas flores de los granados verdes
nacidos en la orilla,
convertidos en tiempo
florido su estación de la esperanza,
viva vida nueva
para habitar la herida.







 NIÑA EN LA MUERTE

Párpados soñolientos, disolviendo el dulzor
de tu leve figura en el paladeado adormecerse
                                  Rainer Mª Rilke


En la habitación oscura tu cuerpo se alzaba en mi sueño,
delicado párpado de silencio, su violín de nubes tu oído protegía,
caías en el dulce sopor del letargo, anhelado dormir sumergido.

La flor viajera, impulsada por el viento, piña muerta,
parda y seca, dulce y pétrea a tus labios le dice su alegría,
esa pregunta que es protección segura, cálida permanencia
en el tibio corazón donde nunca se instala la duda.

De la niebla viene, piña abierta, alegre en la muerte,
sus manos de frío quieren abrazarte, túnica del cielo,
sus ojos cerrados te invitan a la dulce sonrisa de la nieve,
al lecho cristalino del río, agua transparente de misterio.

Allí laten verdaderos corazones, su cálido eco, verdor creciente,
allí respiran juntos, ardientes en el agua, flotando en la brisa,
transformada negrura luminosa anclada en lo sagrado. 

En la habitación del viento mi cuerpo se alzaba en tu sueño,
en el centro del agua por las enredadas madreselvas asciende
hacia las nubes su canto, la canción de las palabras verdaderas,
verde delirio de las selvas, delicioso diálogo de silencio,
noche de calma profunda detenida para siempre en los ojos.




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