miércoles, 16 de abril de 2014

IDA FAUBERT [11.536]

Ida Faubert

Ida Faubert (nombre real Gertrude Florentine Félicitée Ida) (Puerto Príncipe, 14 de febrero de 1882 - Joinville-le-Pont, 1969) fue una escritora haitiana hija del ex presidente de Haití, Lysius Salomon.

Vivió en Francia de 1914 a 1969, donde estuvo relacionada con movimientos feministas y artísticos.

Bibliografía

1939 : Cœur des Îles, prefacio de Jean Vignaud, éditions René Debresse, prix Jacques Normand 1939
1959 : Histoires d'Haïti et d'ailleurs, "Sous le ciel Caraîbe" préface de Pierre Dominique
2005 : Œuvres aux éditions Mémoire d'encrier



Ida Fine Faubert era una burguesa que amaba la vida elevada de delicias, de flores y de botánica tropical. Su poemario Coeur des îles, 1939 (Corazón de las islas) y sus cuentos del Trópico Sous le soleil Caraïbe, 1959 (Bajo el cielo Caribe), valiosas trazas de un  corazón enamorado de las Antillas, traducen además la inmensidad de sus lazos con la tierra de nuestros ancestros. Hija del presidente Lysius Félicité Salomón (1879-1888), Ida, la poeta, siempre encontró las palabras justas para escribir. Su poema “Jacqueline”, dedicado su hijita muerta en la infancia, tiene una métrica de rara desenvoltura y una sensibilidad a flor de piel. Los lamentos de la poeta, de la madre, toman allí bastante acento melancólico, de donde Ida sólo emerge para escribir, a los treinta años, versos tan memorables como:


“Que se hable despacio; la pequeña ha muerto.
Sus bellos ojos claros a jamás se cerraron;
Y aquí ya llegan las flores…
No veré nunca más a la niña que amaba.  
No veré más tu linda sonrisa,
Jamás tu mirar me volverá a buscar,
Tus pequeñas manos que semejan de cera
Jamás nunca me tocarán más. »

(“Para Jacqueline”, Corazón de las Islas)



Otros versos de Ida, de una sensualidad y de una simplicidad contenida, relatan con soltura igualmente la tristeza y la melancolía del amor que la poeta “deja pasar sus inquietudes, sus esperanzas” en una poesía “subjetiva, personal, donde el corazón le habla al corazón”. Sólo hay que saborear los versos siguientes de nuestra Ida nacional:





“Te amo por apiadarte del delirio,
Y por haber, conmigo, sufrido mis dolores;
Te amo por saber qué palabras decirme
Y por haber besado tierno mis ojos llorosos”
(“Overtura”, Corazón de las Islas) 
Para ti me he de volver dulce y amante;
Para que venga el olvido de malos días de antaño
Y no sepas ya que la vida es malévola 
Que hiere al corazón y que se sufre tanto.
Para ti, volveré a ser esa niña obediente,
Que sueña con canciones, de amor y beldad,
Y que a veces besa una flor a su paso,
Para sentir en sus labios un temblor de verano.  
Te abriré mi corazón que el sol inunda,
Conocerás mi alma y sus deseos ardientes,
Y de la vida y el mundo ya solo sabrás
Que te adoro y que ya es primavera. 

(“Suavidad”, Corazón de las islas)






Aunque Ida Faubert, al igual que Georges Sylvain y Léon Laleau, practicaba una poesía de factura aristocrática, en sus “cuentos y leyendas”, Bajo el cielo Caribe, la poeta no olvidó cantar la riqueza del terruño, los mil y un colores de la naturaleza haitiana, la magia de las regiones tropicales. Sus “”cuentos”, escribió Madeleine Gardiner, estám “arraigados a su herencia: las costumbres, las supersticiones, la imaginación haitianas están allí presentadas con una fidelidad sorprendente y un notable sentido de la fantasía. Ellas afirman la perfecta indigenidad de aquella quien, por razones desconocidas, no se ha suficientemente valorado en nuestra literatura”. Ida Fine Faubert, como la reina Anacaona, era muy bella y muy talentosa. Traumatizada toda su vida por la muerte de su amada hija Jacqueline, así como por los múltiples acontecimientos que jalonaron la carrera política de su padre y que repercutieron en su infancia; sacudida por los divorcios y los amores desgraciados que vivió, amante suplicante y dependiente del amor de sus amantes; dividida entre dos pueblos y dos naciones, Ida Faubert permanecerá, a pesar de todo, nos parece, la gran dama de las letras haitianas y, de acuerdo con  Léon Laleau, la “Princesa de las Letras”, princesa de nuestras letras.




Je voudrais demeurer une heure auprès de vous,
Au jardin merveilleux que mon esprit suppose...
Le soleil s'éteindrait, là-bas, au couchant rose,
Et les jasmins s'effeuilleraient sur nos genoux. 

(Cœur des îles 33)






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