lunes, 22 de septiembre de 2014

RAFAEL MITRE [13.410]


Rafael Mitre 

(seudónimo de Rafael Benavente Zeledón). Matagalpa, Nicaragua septiembre de 1981.
Subdirector de la revista literaria Tarantella. Arquitecto.
Sus poemas han sido publicados en los suplementos literarios de los periódicos “La Prensa” y “El Nuevo Diario”, en la muestra poética “Poetas pequeños dioses” (Leteo Ediciones), en la antología poética binacional “Cruce de poesía, Nicaragua-El Salvador” (400 elefantes), en la antología “Novísimos poetas nicaragüenses del tercer milenio” (ediciones 400 elefantes);en el número 111 de la revista Hispamérica de la Universidad de Maryland, Estados Unidos 2008 (“Poesía Invocada: Antología de la poesía joven nicaragüense. Francisco Ruiz Udiel) y en el número 118 de la Revista Austriaca Lichtungen (Junge poesie aus Nicaragua) 2009.
Ha sido traducido parcialmente al inglés y alemán y organizado eventos literarios en León y Matagalpa, así como participado, en dos ocasiones, en el festival internacional de poesía de Granada.





JAURÍA IMPÍA


1.

Soy el perro de mi sueño
que crece en la calle 
mientras ando,
el perro ancestral que esperó
naciera para morderme,
el perro pintado con crayolas
que sirve de custodia a mi interior,
el alias que me saluda
con un ladrido
en la ventana colgada de un clavo,
el que suelta todas las correas,
y libera todos los bozales,
el ciego que tiene por sombra
un perro. 
Soy esto, 
el tiempo de esto, 
que será sólo líneas.
¿Cuánto tiempo pasé evadiéndome?
¿cuántas veces le puse el dedo
en la boca al que venía tras de mí?
¿cuándo dejó de funcionar el gregario?
Soy el que se tropieza mientras huye
el otro al que le duele, 
soy el niño que comprime en su boca, 
como una uva, el corazón, 
soy el otro, detrás de mí,
tomando su rostro de un sueño borrado.


2.

Soy absorto
como el rumor de un río,
como nube que pasa solitaria
en una charca,
como la lluvia
y el anciano que espera;
soy tantos que al congregarme
falta, al menos, uno.
Debe de existir
una cámara de vigilancia
en los graves momentos 
porque me veo desde lo alto
como si recordara con el aire.
Soy el que no se evade,
el asustador mío;
el que corneó la luna de las charcas,
el que picotearon los pájaros
que anidan en las bisagras
de los letreros desvelados,
el que se hirió
con los fragmentos de sí mismo
mientras buscaba.
Me he separado
como un prisma a la luz,
como el rocío a la luz.
Hay un yo que tiembla,
e inclusive, un yo, de ese yo,
que sigue temblando,
conmocionado, en una silla.


3.

Amo el tiempo
que requiere lo mal logrado,
amo la muerte que suena
sus nudillos al verme,
amo a mi tambor que toca 
ausencia.
Soy atónito como el que ve
en ambiguos pisos cerámicos,
pero en el aire,
partes de un todo quebrado.
Soy mi onírica fauna,
soy la colmena de pasillos en el aire,
soy mi dolor 
sin que el gesto lo alce.
Yo,
multitud de almas perdidas,
soy el profeta de mi sombra
y me colman los espasmos.
Yo,
el de manzanas impares
y exilios absolutos,
hablo con suturas,
langostas y aves
de vuelo circular.
Tengo incestos de dolores
que paren nata;
dolores que corren por los pasillos,
abriendo los nervios,
halándolos
cual cuerdas de paracaídas,
hacia el umbral.
Yo
encontraba una  luz sin forma
al final de toda sumersión
y en ella
pulsaban risas.
¿Cuántos hombres solos soy?
¿cuántos siglos de insomnio tengo?
Toca 
—le digo a mi corazón—
el tambor toda la noche;
toca —le digo a mi alma—
la visceral guitarra.


4.

Cuando mato a mi angustia
ésta anida a otro árbol,
y, en el bosque
de nervios expuestos,
se escuchan miles de cantos,
que unidos, son el grillo
del silencio en la noche.
Al abrir los ojos la muerte
abandona mis sueños
y vuela posándose en todo.
Todo en mí 
es tan grande y efímero
que no sé si vuelvo para nombrarlo
o si vuelvo cuando la vida
de un recuerdo,
—que bien podría ser la vida
de un hijo de recuerdos—
se deshace en mis manos.
¿De dónde viene
este deseo tan grande,
este detenerme
cuando ya otros han partido?
Por donde quiera veo cabezas
que se hunden en la tierra
como barcos en el mar.

5.


Escribo consignas con que cambiar
la conciencia de mis multitudes;
escribo una antología
bajo el criterio de lo distante,
una zaranda tamiz de rata
que muere en la arteria
que sostiene al corazón.
Yo quiero,
a cuesta de cualquier dolor,
extraer mi silencio
—ahogada algazara en la lejanía—
a cuesta de cualquier dolor
resolver mis miradas muertas en el aire;
la voz que debería ser fácil dicción
y que se detiene,
ronroneo de gato en mis cuerdas.
Yo tomo un pedazo de esa raíz
—espinazo por donde pasan
descarrilados los recuerdos—
y la asperjo en un sitio físico
donde ya indefensa
la veo.
Yo  tengo un naturalista
dibujando padecimientos,
yo  
—el que ha tirado el anzuelo
para que pique la noche—
estornudo la sombra,
que luego de ser tamizada,
es roja como un atardecer.


6.

Cuando surge la renuncia
y desespero, devorando
de un sólo tajo sudores,
intencional, empiezo el poema
fresco de culpa.
Entre la pared
y el ejército de innumerables yo,
escribo
—animal enfermo 
debajo de un rellano—.
Y si un sólo pensamiento
no encuentra papel,
tiemblo de angustia.
Y así como las sombras
van creando la noche,
ocultando los objetos,
estas líneas,
y todas las mías,
son la fachada de otras
que se prefieren mudas.





PERSONALIDAD UNO

Cambian en el espejo
por otro a un hombre.
Yo no sé su nombre:
piedras le han tirado a su reflejo.




ARS POÉTICA

Su sede es un pájaro oscuro que no se encuentra,
pero cuyo sonido se recuerda con los ojos al revés.
Pájaro desplumado en la noche,
pájaro braille musitando el silbido de un ahogado,
pájaro callado que mira con el ojo de la luna;
como una ventana donde está un hombre soñando con volar.






JAURÍA INEXORABLE

1

Sé que cuando entro 
me envuelven,
que cuando los busco
se van,
y dejan su recuerdo:
Yo entrando.


2

Réplicas de bestias que no existen,
espectros
que se apoyan de las paredes.
Las intento escribir
con el óxido de mi espejo
y no me salen.
En charcos de íntimo sudor
sus voces de soga
se rompen.
En líquidas llanuras
de palomas
los sonidos acechantes
de sus nudillos
nadan como peces.
Medias astas
en los resquicios del aire;
ya pronto que vienen y no lo hacen,
dejando en mis labios el temblor,
y en mis ojos el abismamiento.
¡Bestias malditas,
gargantofílicas de botellas rotas!


3

Mirar por la ventana es tocar recuerdos,
sobarlos
como gatos sobre las piernas, y soñar
púas.
La angustia pone cuatro paredes,
un techo y un piso a los cambios,
mientras una corriente de aire gira
y se filtra por una oquedad.
Parecen saltar perros
por un pedazo de muerte:
es un teléfono, 
una calle recién pavimentada 
con la espera;
ella partiendo cebollas,
con sus ojos, en una ventana.

Estos perros parecen saltar a ratos
y desesperarse
ladrando en el idioma de un hombre sin piel.
Allá,
donde acaso miramos
con la esperanza de hacernos ahogar,
el sol se mata,
llenando de tifus los alrededores.


4

Cambio de pensamiento por temor
a que los perros huelan mis anacronismos.
Estas cosas son ecos fáciles
esperando el concierto de los poros —lo sé—
La infelicidad planea hacer dobles consistentes
y en su error, zurce como a un muñeco, mi rostro
Nada……………………………………………..
Vivo como si la peste escuchara mis insultos,
vivo como si mi alma tuviera grietas de atardeceres.
Mi memoria es una mosca sorbiendo calendarios.
Mi piel,
               mis estornudos,
                                             mis excrementos
inventan el polvo de los caballos que no vienen…





HUELLAS

Era necesario explicarme
el asombro
esas huellas que desaparecen
y vuelven y mutan
pretendiendo olvidos.
Era imposible verte a los ojos y decirte:
—Míralas, son todas variaciones de tu ausencia.
Y esperar que entendieras.





JAURÍA INVOCADA

1

Tu crueldad es la naturaleza
que habita en la belleza que erijo.
Te amo 
como el deudo a su muerto.
La búsqueda sonrío
donde pie derecho del izquierdo 
éramos,
mano diestra de la siniestra.
De cada muerte 
nace un pájaro negro
y, a veces, hay muertes 
que crean bandadas.
Se degrada la luz 
y pronto habrá un ciego;
de vos se tendrá sólo su recuerdo.


2

Sos el ave que salta del sol 
a la ventana;
cuyo canto es nuevo siempre.

Sos la estrella 
que curva las páginas
de todos mis poemas.
Habría que quitar al sol para mirarte.


3

Voy hacer que te amés
dándote mi alma 
como un sobretodo.
Haré un agujero en tu pecho 
para que llores hasta el aire.
Tu soledad será 
como la del corazón de las piedras.
Por vos 
yo
habría hecho de la espuma
un vestido de novia, 
habría rizado 
un rayo de sol
para hacerte un anillo, 
le habría dicho a la lluvia 
¡detenete!
para ponerte extensiones de plata en el pelo. 
Pero mira, 
cambias como el humo en una taza de café.
Mis dedos se gastan como tizas
si toco tu estatura.


4

Estoy tan avergonzado;
mi alma es un suicidio, 
mi amor un celentéreo.
Las ansias de lo imposible 
te hacen eterna.
Los esfuerzos por olvidarte
son pan para mis sueños.
Ovaste una eternidad
y alzaste el vuelo.
Partiste
y dejaste una lejanía
a donde zarpé hace milenios.
Dios te mantuvo 
cautiva
hasta que dijo:
—He ahí un poeta, 
tómale,
tiene el corazón en cinta.
Costilla encendida en la noche, 
costilla 
cuyo fuego es la melena de un león,
costilla que en el agua
es aguja de sutura colgada del cielo;
te has llevado los números
con los que podría contar mi tristeza.
Yo te quería porque
tu silencio
era como el silencio
de la que espera la caricia.
En el árbol seco,
visible sólo  por su miseria,
soy el pájaro que canta mudo,
presa de tu canto.



EL ÁNGEL QUE SE ABRE CON NAVAJAS                                                    
                                                             A D.M.


Los ángeles
son elaboraciones pacientes,
ya todo en ellos es cansancio,
alma llena, 
no esplendor, 
o sonrisa.
Vagan por el mundo,
condenados al ridículo,
guardando en sí mismos lo incomunicable,
siempre adentro y absortos.
Tal es el caso de ella, 
la que iba huyendo,
la que vi bajando las escaleras 
y perderse veloz
en el concreto.
El ángel que se abre con navajas;
me ha dicho
—frase que no quería seguir en sus labios—:
 —Ayer mi padre rogó no pasar llave a mi cuarto.
No vana felicidad, no tonta, estúpida victoria.






SAMANAS

Estrechó mi mano,
sonrió uniéndose a otros rumbo al hotel.
Yo estaba tan a gusto
que luego de la despedida,
habiéndome levantado de la mesa,
empecé a buscar entre los invitados.
Y al salir,
todavía volvía para desengañarme de una sorpresa.
Y al llegar al hostal
y ver la mesas vacías,
de nadie que rasgara una guitarra.












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