viernes, 16 de marzo de 2012

6170.- WASHINGTON CUCURTO

Washington Cucurto
(Quilmes, ARGENTINA 1973)
Desafiando el clima socio-económico imperante, a fines de 2002 Washington Cucurto funda la editorial Eloísa Cartonera, exitoso proyecto social que funciona en forma de cooperativa. Escritores consagrados como Ricardo Piglia o César Aira han autorizado la publicación de sus textos en esta editorial sin percibir un solo peso. Cada ejemplar editado en Eloísa Cartonera es único, pues el título del libro y el nombre del autor son pintados uno por uno, usando coloridas temperas. Actualmente la editorial funciona en un local de barrio de la Boca, muy cerca de la Bombonera. En el año 1999, Cucurto publicó el libro de poemas La máquina de hacer paraguayitos. En este texto explora lúdicamente el submundo de la ola inmigratoria latinoamericana de comienzos de los años 90, mezclando las mágicas y musicales texturas del barroco centroamericano con las historias de esta nueva Buenos Aires que se ha transformado en una Babel impredecible. “Idalina, Justina y Miguelina, tus tres primas, suben las escaleras del yotibenco, como una bandada de mariposas embrujadas o un oleaje de aguas carbonizadas, dando zancadillas y elevando oropéndolas en llamas, aprendizas de un parto de serpientes, un tacto y un contacto de abejorros, un diablerío en el revoltijo de los mestizajes, escupen y mojan las prendas íntimas, ¡puercas!”, dice en el poema “Por las piezas del yoti yirean las mulatas”. Editó otros libros de poesía entre los que se destacan Zelarrayán (1998) y Hatuchay (2005).




ORACION DEL REPOSITOR EN EL SUPERMERCADO


Señor,
aquí estoy gozoso de salud
y lleno de trabajo,
frente a las góndolas de las verduras
aquí estoy en el supermercado
y todavía no he visto al amigo Whitman;
estoy entre batatas y papas y coliflores alegres
soñando colifloreamente,
con chicas cola de pato.
Señor,
te habla tu hijo shiome
la jugada a favor que te salió contragolpe.
Haz que el arroyo Sarandí se cristalice
con un suave y delgado movimiento de tus dedos
que a sus bordes cristalinos crezcan
tilos,
eucaliptus
y moreras en cinta
para cuando ella baje del 148
pose su dorado pie sobre el asfalto de Sarandí.
Entonces el ruiseñor volvera a cantar en la pampa.
El picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Berazategui será un camino de canciones.
Ezpeleta la ciudad perdida para el amor.
Señor,
haz que paren las lluvias en Concordia
que este niño caprichoso deje de llorar
que la corriente del niño desaparezca
sino pobre del superpoeta Durand, Daniel.
¿Perecerá bajo las aguas de Concordia?
Señor,
haz que los muchachos de la selección
jueguen la final
del evento más hermoso de la tierra,
del deporte mas poético del mundo,
futbol-poesía-viva,
la destreza del pie y la armonía de la pelota.
Resérvanos un lugar para nosotros
los intelevisivos,
grasitas de Evita,
ciudadanos nunca ilustres,
los que la puchereamos día a día.
Resérvanos un lugar
aunque sea en el banco de suplentes,
el jujeñito que juega en la Puna
donde no flamea la albiceleste;
ayuda a estos malandras,
sátrapas,
rantifusos de la esférica,
atorrantes de la gambeta,
malcriados del hincha.
Dios mío,
soy un grasita que apenas ve un pozo en la calle
un bondi laburando a full los amortiguadores
en el empedrado;
la poesía negra y mala
como tenaza de carpintero,
arisca como una moto.
¡Danos un gol, Señor!
Que es el pan y la alegría de los pobres;
que cuando ella baje del bondi
el arroyo Sarandí sea un camino de canciones,
de vez en cuando me mire,
deje de scanear códigos de mortadela.
Haz que Diego vuelva
y tanos, gallegos y brasucas
caigan rendidos a sus pies
es decir su zurda
¿Angelical o demoniaca?
Afina la puntería del fino Crespito,
goleador sin goles,
romperedes sin red,
ilumina al rabonero Matías Almeyda
refina la zurda refinada de Fernando Redondo.
Ayuda a Gabriel Batistuta,
florentino y dantesco,
arcángel de toda alegría,
dueño de toda dicha.
Danos un gol, señor.
Gol celeste y blanco,
gol azul y oro,
gol granate,
gol de River Plate,
gol tripero y pincharrata,
por las calles de La Plata,
gol en Avellaneda
cruza la pelota
de vereda en vereda
gol rosarino
leproso y canalla,
gol de pura suerte
como ganarse una mina
por Corrientes,
gol con olor a muerte
gol funebrero
gol de emboquillada,
gol vertiginoso
gol de Lopez Piojo,
gol con ritmo culebron
como los de la Bruja Veron.
¡Danos un gol, Señor!
que se lo gritare a mi jefe,
se lo dedicare a mi madre.
La pelota nos espera
en el centro del campo:
Dulce mariposa vencida por la lluvia.
Barrilete sin luna,
esfera cósmica,
caja de coral donde los hombres
guardan los sueños más sublimes.
La pelota nos espera, riacha,
flotando en un charquito,
como una cebolla embarrada
en la pileta del verdulero.
Tú sabes, Señor,
si Argentina gana en Francia
la Nación volverá a ser
esa casita de chapa al costado de la ruta;
reverdecerán las flores,
el riseñor volverá a cantar en la pampa,
el picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Los desocupados tendrán el corazón ocupado de alegría.
La inflación será un Frankestein reconquistado,
los perros dejaran de ser discepolianos.
La negra baja del bondi y se calza
la chabomba con cancha.
Ponete la albiceleste,
que todos sabemos que vos sos
argentino.


(enero de 1998)








La ciudad


Pese a todos los libros de cartón mal armados; mal pegados;
pese a todas las palabras y los pensamientos tilingos,
sobreviviremos.


Mail tras mail y puño por puño, sobreviviremos.


Construiremos otra ciudad, otro barrio de Once,
otra estacion ferroviaria, otra plaza,
si estamos juntos, solo juntos, compañera de todo;
pese a la bronca y la violencia construiremos un mundo
nos levantaremos con ganas, como me decís en tus mensajes:
¡qué ganas de verte; cómo te extraño!


Librito tras librito, construiremos todo de la nada,
¡El barrio estará orgulloso!


Cuántos mas libritos de cartón fabriquemos,
mas niños los leerán.


Construiremos caminos, puentes, obeliscos y casas,
y al final del camino una prole de críos nos dirán gracias.


Comenzaremos unidos y terminaremos en pedacitos
de otros que son como nosotros;
hijos, solaris, compañeros, soñadores y esclavos.


Esta ciudad nos recordará a otras
se meterá de prepo en el alma de otras.


Acá estará siempre Buenos Aires, Nuevo Once,
La República de todos.
A un cartonero








Una cartonería en Buenos Aires


¡Cómo les explico, señores lo que es una cartonería en Buenos Aires!
No hay palabras para semejante despropósito de amor.
El poeta al final del día tampoco encuentra las palabras adecuadas.
Es que no las hay.
En la calle Brandsen del barrio de La Boca, en esta tarde otoñal
late una cartonería, un tallercito donde unos jóvenes osados
fabrican los libros más lindos que vi. No soy un
bibliofilo, pero esto lo puede constatar un bibliotecario yanqui
con familia en México. O un mexicano estadounidenseado.
¡Por qué todos los bibliotecarios yanquis son latinos?


En la cartonería en Buenos Aires, están los hombres más simpáticos,
esos a los que nunca tendremos el disgusto de conocer y el placer de leer.
Que sea siempre así, en esta cartoneria donde un grupo de
trabajadores sueñan, pintan tapas y recortan el cartón de las calles
Pero es dificil explicarles con lujo de detalles qué es una cartonería.
Nadie lo sabe, ni siquiera nosotros.







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