viernes, 22 de agosto de 2014

MONTSERRAT ORDÓÑEZ VILÁ [13.004]



MONTSERRAT ORDÓÑEZ VILÁ

(1941-2001) nació en Barcelona de padre colombiano y madre catalana, y educada en una doble identidad, residió en Bogotá, donde enseñó y escribió. PhD. en Literatura Comparada de la Universidad de Wisconsin-Madison y Profesora Titular de la Universidad de los Andes, publicó sus trabajos en numerosas revistas de ambas Américas y Europa, y se especializó en literatura escrita y leída por mujeres. Se le deben en particular una recopilación de trabajos críticos sobre La vorágine (Bogotá, Alianza Editorial, 1987), una edición crítica de la misma novela (Madrid, Cátedra, 1990), una selección de escritos de Soledad Acosta de Samper (Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1988) y una edición de Novelas y cuadros de la vida suramericana de la misma escritora (Bogotá, Ediciones Uniandes y Editorial Javeriana, 2004). Autora de los poemarios Ekdysis (Roldanillo, Ediciones Embalaje del Museo Rayo, 1987) y De piel en Piel (París, Indigo, 2002), y de otros textos hechos con algo de araña, de caracol, de escorpión y de camaleón. Porque desde siempre jugó con las palabras. Con ellas y de ellas vivió, lectora, estudiante y profesora de idiomas y de literatura, editora, traductora, conferencista, periodista, crítica literaria, investigadora, viajera y escritora, actividades que le descubrieron imprevistos mundos.




Cenicienta

You can hear their dreams. 
Dylan Thomas


Se levanta al borde del abismo
su casa la medida del tiempo.
Lo ve dormido
cuerpo perfecto si no se nubla
si no se eriza y
se le cierran las cicatrices devoradoras.
Baila y ayuna.
Sus zapatillas de oro y cristal
han recogido alquitrán y sangre
trampas y odios
pies amputados residuos tóxicos.
Ahora calzada
sorda y zurda
ella es el sueño
regalada vendida
ya no se mueve en su estrecha piel
su pie el destino de un rumbo falso.
Empieza por el principio
corre sin aire al bosque de leche
algo de loba y algo de esclava
rabiacadabra escupe la maga
ratas y pájaros la reconocen
sopla lentejas en la ceniza
quema los zuecos las zapatillas
cambia de pie
se estira húmeda
pisa y se va.
El tiempo pasa. Escucha. El tiempo pasa.




NO SOY

They brush the surface of the world.
Their nets are full of fluttering wings.
Virginia Woolf. The Waves


Soy miles de mariposas
perforadas, acribilladas, disecadas,
extendidas en los recuerdos muertos de otros.

Las alas se desintegran
en polvo de sombra de ojos
y quedan huecos carcomidos:
lepidóptero devorado por el insecto-recuerdo
que lo fija y lo diseca.

El polvo de alas gotea.
El gusano se ha fundido en la aguja que lo mata,
en los ojos que lo observan y las alas que se pudren.

Y otras olas de imagos aún vivos piden su turno,
Mientras yo me alejo de ellos más y más.
Mariposas que gotean polvo de alas, polvo muerto,
ya.





UNA NIÑA MALA

Quiero ser una niña mala y no lavar nunca los platos y escaparme de casa. No voy a explicarle las tareas a nadie, ni a tender la cama. No quiero esperar en el balcón, suspirando y aguantando lágrimas, la llegada de papá. Ni con mamá ni con nadie. Cuando sea una niña mala gritaré, lloraré dando alaridos hasta que la casa se caiga. Cuando sea una niña mala no voy a volver a marearme y a vomitar. Porque no voy a subir al auto que no quiero, para dar las vueltas y los paseos que no quiero, ni voy a comer lo que no quiero, ni a temer que alguien diga si vomitas te lo tragas, pero a papá no se lo hacen tragar. Yo voy a ser una niña mala y sólo voy a vomitar cuando me de la gana, no cuando me obliguen a comer.

Llegaré con rastros de lápiz rojo en la camisa, oleré a sudor y a trago y me acostaré con la ropa sucia puesta y roncaré hasta despertar a toda la familia. Todos despiertos, cada uno callado en su rincón, respirando miedo. Quiero ser el ogro y comerme a todos los niños, especialmente a los que no duermen mientras yo ronco y me ahogo. Porque los niños cobardes me irritan. Quiero niños malos, y quiero una niña mala que no se asusta por nada. No le importa ni la pintura ni la sangre, prefiere las piedras al pan para dejar su rastro, y aulla con las estrellas y baila con su gato junto a la hoguera. Ésa es la niña que voy a ser. Una niña valiente que puede abrir y cerrar la puerta, abrir y cerrar la boca. Decir que sí y decir que no cuando le venga en gana, y saber cuándo le da la gana. Una niña mojada, los pies húmedos en un charco de lágrimas, los ojos de fuego.

La niña mala no tendrá que hacer visitas ni saludar, pie atrás y reverencia, ni sentarse con la falda extendida, las manos quietas, sin cruzar las piernas. Las cruzará, el tobillo sobre la rodilla, y las abrirá, el ángulo de más de noventa, la cabeza alta y la espalda ancha y larga, y se tocará donde le provoque. No volverá a hacer las tareas, ni a llevar maleta, ni a dejarse hacer las trenzas, a tirones, cada madrugada, entre el huevo y el café. Nadie le pondrá lazos en la coronilla ni le tomarán fotos aterradas. Tendrá pelo de loba y se sacudirá desde las orejas hasta la cola antes de enfrentarse al bosque.

No me paren bolas, gritará la niña mala que quiere estar sola. No me miren. No me toquen. Sola, solita, se subirá con el gato a sillas y armarios, destapará cajas y bajará libros de estantes prohibidos. Cuando tenga su casa y cierre la puerta, no entrará el hambre del alma, ni los monos amaestrados, ni curas ni monjas. El aire de la tarde la envolverá en sol transparente. Las palomas y las mirlas saltarán en el techo y las terrazas, y las plumas la esperarán en los rincones más secretos y se confundirán con los lápices y las almohadas. Se colgarán gatos y ladrones y tal vez alguna rata, por error, porque sí, porque van a lo suyo, de paso, y no saben de niñitas, ni buenas ni malas. Armará una cueva para aullar y para reír. Para jugar y bailar y enroscarse. Para relamerse.

Ahora el balcón está cerrado. El gato todavía recorre y revisa los alientos. Es tarde y la niña buena, sin una lágrima se acurruca y se duerme.





Una y todas

He buscado donde duele la ausencia. 
Me hurgué los intestinos y me vacié el útero como una
molleja, pero no era 
allá.
Me escuché el corazón, campana sorda, y me escarbé los 
pulmones, esponjas de 
sed y ahogo, pero no era allá. 
Me observé el estómago, paloma de agudas uñas y alas 
desazonadas, pero 
no era allá.
Salí de las entrañas y me toqué la piel y mi piel 
gritó y encontré la ausencia, cubriendo mi superficie, 
debajo de las uñas, en la nuca y el paladar, detrás 
de las rodillas y en la espina dorsal.
Piel untada de ausencia que lavo a pedacitos hasta que 
pueda escapar de ella. 
Cambiaré de piel y me sacudiré la ausencia.
Y por fin, superficie despellejada, me arranqué tu piel.

No soy
Soy miles de mariposas
perforadas, acribilladas, disecadas,
extendidas en los recuerdos muertos de los otros.
Las alas se desintegran
en polvo de sombra de ojos
y quedan huecos carcomidos:
lepidóptero devorado por el insecto-recuerdo
que lo fija y lo diseca.
El polvo de alas gotea.
El gusano se ha fundido en la aguja que lo mata, 
en los ojos que lo observan y las alas que se pudren.
Y otras alas de imagos aún vivos piden turno,
mientras yo me alejo de ellos más y más.
Mariposas que gotean polvo de alas, polvo muerto,
ya.






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