jueves, 28 de mayo de 2015

ALEJANDRA MENDÉ [16.138]


Alejandra Mendé

Buenos Aires, 14 de mayo 1956
De 1997 a 2002 dirigió La Juntaluz, letra y arte, publicación cultural independiente. Fue miembro del consejo de redacción de OMERO poesía. Publicó ensayos literarios en diferentes medios. En 1997, en colaboración con Jorge Rivelli publicó Hebra Mojada (plaqueta ediciones rebus, colección cuadro conjetural ) y la obra de teatro Cuadro Conjetural. En 2001 publicó Laberinto Poético.
En la actualidad  coordina web de talleres literarios, de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares: literatierra. En 2007 Fue Jurado del Concurso Latinoamericano de Bibliotecología Fernando Baez.
Conferencias: III Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares, Trujillo. Charlas en la Feria del Libro, homenaje al periodista y cronista Leopoldo Villalobos,  Bolívar. Feria del Libro de Maturín, Venezuela.

Publicó 

1997 "Hebra mojada" ediciones Rebus, 2001 "Laberinto Poético", 2012 "La obra del Señor Joyce" Ensayo Omero Libros., 2013 "Letras Cardinales" Editorial La Porteña. Colección novela "papeles de pensión", 1997 "Cuadro Conjetural" obra de teatro. 




De que pague el sí mismo el correlato de su historia

No me colonizó Berlín, ni Munich,
no me gustan las hamburguesas y me complica
la escuela de Frankfurt.
No mide las palabras, el habitante de Nuremberg.
Me espantan las diéresis y el temblor de tu mano. La estrechez.
Tu palabra caída de tanto justificar... y no hay perro
que muerda tu hueso de culpa. Y no es mi nombre
tu arcano, ni tu talento. Aquí estoy gato, pétalo,
esponja en una o varias noches en las que te creí.
Cielo ausente. Cielo imbécil y desprevenido que
te ahogas, que te sé y te puedo responder aún y más,
pueblo extranjero de historias bélicas, no veo muda,
te abstengo de tu nacionalismo informe, mentiroso,
embriagado de vos. De lo que digan de vos,
de lo que cuelgue en cada puerto de tu gesto,
desorientado y fofo. Porque tengo un talento
asombroso para devorar fragmentos.
No me colonizó tu esquema, ni tu artillería de muerte.
No me gusta la colonia de Koln, ni las estancias de Mainz,
ni el puerto dónde los viejos usan bermudas descoloridas.
La belleza, ay, ay, ay, su belleza no tiene lugar
en tu boca, ni hoy, ni ayer, ni todavía.


DE LA FOGATA AL MARGEN

Proclives a perder todo,
como si no supieran hacer
sino  atizar y quemar objetos
que hubieran servido el día anterior
o el que estaba porvenir.
Bien sea  una camisa,
un cuaderno,
el papel pegado a la lata,
un reloj, un par de zapatos,
una silla, o lo que fuere.
Hasta las botellas de plástico tóxico,
arden en la fogata
improvisada al atardecer,
entre el paredón y la vía.
Se deshacen de esas cosas
que llegan a sus manos,
sin otro porvenir que la ceniza,
porque no hay nada que tener,
salvo ese poco de calor y de humos.
Acumulan cajones y maderas
que quiebran con los pies.
Mientras las mujeres,
atraídas como moscas,
revolotean sus siluetas
cerca de las llamas
para vociferar palabras agudas,
lejanas, risueñas,
que estiran los peltrechos.
Las llamas son altas
y ellas gritan con creces
la inconsistencia del pasaje
por la noche estéril.
A veces bailan en pareja,
a veces conversan,
a sabiendas que los drogones del lado oeste,
pueden usar los fierros
bajo la luz de la luna.
Que los borrachos de la estación
duermen colgados
sobre el ronquido del policía,
que hace temblar en el patrullero,
frente a la barrera,
Toda la noche dejan pasar sus zonas lúcidas
y pretenden calentar el mundo con la quema,
para cegar el estupor de los días hábiles
o la voracidad de los feriados.
Atraídos por las chispas
que suben haciendo serpentinas.
Enfrascados  en las cuevas
que forman los leños iridiscentes,
Los cuerpos se acarician al calor,
se mueven por la música,
atentan contra el cansancio,
en espasmos dispares y gestos,
que se desploman en esa práctica nocturna.
Hasta que entre las ramas de los árboles,
los pájaros, comienzan a cantar
insolentes y laboriosos su mañana…
Entonces, la del vestido azul
se acurruca con una manta.
El de camisa gris
se abraza a la de remera floreada.
Y los demás se van o se están yendo.
Los pocos que quedan
para develar el misterio del día
o todo lo que no llega
después de la oscuridad,
se apropian del rescoldo
y hacen pobres infusiones
hasta que pasa el primer tren
lleno de piernas y  rostros
desplazados del mundo perfecto.
En el camino,
algún ladronzuelo ganará su cobre.
Un escolar vomitará su esperanza,
una anciana cabalgará su muerte,
un obrero sacudirá la cal de su ropa
y los últimos disparos de la pandilla analfabeta,
trazarán el final de la noche.
Eso, sí:
aún al calor del sol, en las almohadas de verdín
(no lo dudes) siempre se extrañan los fuegos.


De Vera Mística

I

Entre la verdad y el escrúpulo.
Magna, la de la orilla
del círculo y la esfera,
escogida por temblor
de manos y labios.
Obertura,
que en jeroglíficos y eyaculaciones,
la poesía evapora y la 
naturaleza agita.
La tierra se vuelve nodriza de la piedra.
La tempestad su argumento.
Ingeniería imaginable donde
lobos y cabras
alimentan el nonato de la bestia, 
la palabra.
Dormida, Magna, Hermafrodita,
en el último paraje
del principio me descarna.


II

Abre las fauces.
Desnuda a Hermes.
Mastica vestiduras.
Adiscursa, excomulga la voz, 
acopla, desentona y escupe
la babosa enquistada en el aire.
Después recobra su relieve sanguíneo,
su traza magnética, luz
y brillo de mortaja.


III

Piso los rombos y elipses del suelo ornamental.
El monje toma la mano del anciano.
Arquitecto de sombras en la mampostería.
Abogado del color en la penumbra.
El más sabio de los dos concibió al otro.


IV 

El dios de las horas matará lo imposible.
El corazón hecho pájaro enjuagará sus pies
y alguien habrá llenado el templo de cumbres.


V

Ahora cuatro mujeres
de cuatro mundos diferentes,
paradas en un paisaje lunar.
La primera, con la sombra de un hombre en la cabeza,
la segunda, la de sin razón o bestia,
la tercera, con pensamiento de pájaro
y la cuarta, con la sagacidad de un lince.
La trama tuvo sus consecuencias.


VI

Mi Vera entrañable bajo su luz de nunca. 
Mi Vera verdad de siempre dicha.
Tu aroma palabra deshojada de
caricias a los siglos venideros.
De Vera verdad como futuro,
por puro callar la desvergüenza.
Para tenerte secular entre los dientes
para morderte a la vida como sea.





Melani Krämer – escultora: Julián llega a su casa en Avellaneda.

Lo hizo entrar hasta el jardín y le ofreció sentarse en un banco. “Enseguida estoy 
con vos ”, le dijo.
Entre tanto, Julián, observó los objetos exteriores. La mesa de cemento en la galería sostenida en una base del mismo material que parecía el tronco de un árbol gris, de hojas grises, y de eventuales flores grises.
- Preparo un termo de café y vamos al fondo, al taller – Le dijo
Hidalgo, caminó entre las sombras y los pliegues erráticos del jardín desconocido, hasta toparse con una montaña de restos de estatuas: brazos, dedos, piernas, cabezas, talones, pantorrillas, pelvis, ombligos, palmas, cuellos, pechos, torsos..., un montón de mutilaciones esculpidas. La falla mordiendo la estética y el hombre, buscando su signo en el vacío.

(Fragmento)




…El tupá va el suelo por el Chaco bravío, fiero, impenetrable. Palpa la tierra con las manos, lleva el cuerpo con los codos hasta el tronco de un árbol infinito. Trepa como un gato girando el torso, como haciendo tolvanera. Calza el brazo en la horqueta. Aproxima los ojos desorbitados por el follaje.
Huele el hedor de otro hombre y espera…espera…espera. Asobinado, inmóvil entre las sombras de la hojarasca.
Bajo sus piés se viene pronunciando la figura del enemigo. Entonces, abre los agujeros de la nariz para respirarlo de asco. Chirrea los dientes para afilarlos. Toma, aprieta con los dedos el mango, filo y mano que empuña son un mismo trebejo, como encarnado.
Se apresta para el degüello y por fin lo abre, mudo…, para que el anochecer no le soporte el grito.

Despacha la carne del otro. La sangre lava el sudor del Tupá que se arrastra sobre la orfandad polvorienta de la muerte. 

(Fragmento) de letras cardinales - editorial La Porteña 2013





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