lunes, 9 de julio de 2012

FRANCISCO IDE WOLLETER [7.231] Poeta de Chile




Francisco Ide Wolleter  

(Santiago, CHILE 1989). Dibujante y poeta, inicia sus estudios de literatura en la Universidad de Chile. Ha publicado dibujos y poemas en diversas revistas: Pataflexia, entre otras. Participó en la exposición– homenaje a Duchamp. Infraleve: exposición internacional duchampiana. Actualmente prepara su primera publicación individual, aunque ya ha sido presentado en algunas antologías. Dueño de un registro amplio emparentado con la poesía noventera, sus versos oscilan desde jitanjáforas y aliteraciones, hasta la suavidad del poema breve y preciso, con un sello irónico que marca transversalmente su obra y es quizá su característica más marcada; me recuerda por ahí algunos poemas de Rodrigo Lira (son muy pocos los poetas actuales que escapan a la influencia de Lira), a quien en todo caso no reconoce entre sus lecturas de cabecera.   


Ha publicado: 

Observatorio (Ediciones Corriente Alterna, 2011)  
Poemas de Michael Jordan (Ajiaco Ediciones, 2014). 



Más adentro
más adentro tus deditos oye
más adentro tus adentros
ponme en la punta el borde de tu vértigo el hiperabismo
o en alguna conclusión bifurca per cápita
que anide hundida en algún segmento del rebalse encéfalo
o se genere a destellos de sinapsis
u otros artificios
como el cielo en la noche:
una conclusión tuya y mía identificándose a gritos
por entre los fantasmas que son el pensamiento
algo como por ejemplo: eres el abismo de tu abismo
Si me dejas puedo sumergirme en tu vagina
hasta el claustro de tu cerebro
bracear tus oscuridades 
si me dejas
puedo introducir objetos en tu vagina 
que fluctúen tus entrañas hasta la raíz misma del pensamiento:

a ver, qué es esto
y esto?
y esto?
y esto?
podrás decir que estoy en tu cabeza 
concluir que tu nombre es Calvario o Vladimir
según disponga la voluntad de mi trazo
el hedor el miasma el rictus el estertor
de mi escritura sorteando las palabras que siempre
orbitan o emanan del cadáver de algo
de unos labios que se acercan como caracoles avanzando a dentelladas
de unas boas empapadas en parafina
tranquilidad o infierno
que devienen del pipazo siempre fúnebre
como carnaval de pueblo
por ejemplo

Tú verás, no me interesa
alguna vez algunos quisimos
asaltar el cielo
y hayamos el cráneo de dios vacío
qué tragedia

Ni de cabeza ni de palabra
se hace cargo uno de las nuevas formas
en lo pensado y en lo dicho
hay un dejo de lastre deletéreo
de autómatas releyendo en las noches
las caras cifradas por el pánico
las luces que atajamos dilatados
y nos metemos al bolsillo
un dejo de lastre deletéreo
de autómatas releyendo el obituario de todas las risas alegres
que nos han llenado de miedo

Hoy trato de pensar
que mis muertos no son mis muertos

todavía

Te haré ver
lo mil veces visto
me ofrezco
parásito costra nido garrapata colchón calentito scaldasonno
encendedor meteoro llamita del calefón herida palpitación
fiebre hartazgo chimenea montaña rusa ficción estereotipo
reloj de alarma
primera visión del día

Te ofrezco la más tautológica certeza sensación tajo abierto 
que deja figurado 
cada paso mío al acecho de los tuyos
en la primavera el cadalso
los plátanos orientales de salvador con irarrázabal
una noche bajo mis ojos
que denota no más que el cansancio de alucinarnos
aunque la gente descifre en las ojeras un indicio de 
quizá que cosa
y no estén del todo errados
yo los veré sentado, en todo caso
caber de lo más bien 
horizontales bajo la tierra (tétrica simetría de tetrix)
con ojeras y todo, alucinado, mitológico y hermoso 
(créalo o no)
contemplando la belleza amotinarse en el pudridero
(y sin embargo)




Cal

Si te miro con desprecio
si te digo que te vayas a donde 
mi inteligencia no te hiera
si me río a carcajadas de tus ademanes o de tu cara
si te grito, si te lloro
si dejo que me golpees la mejilla
o me partas el labio
si me deformo de compasión o de ira
si de mis gestos se desprende un rasgo de humanidad
no lo creas
no me creas nada, porque
debajo de la piel
mi calavera permanece inalterable
esperando el rocío
para ser bóveda a tus pies bajo la tierra
o extenderse sobre los muebles
una mañana



No soy sensible a casi nada

No soy sensible a casi nada:
no soy sensible al sufrimiento del prójimo
a la carencia de paisajes en los paisajes
a la ausencia de compañía de los desterrados
a las frágiles fétidas guaguas famélicas
al pensamiento de los lúcidos
a la cárcel circular de los planetas
a los perros y personas que comen de la basura
a los corazones rotos de las polillas
a las noches imaginarias del tiempo
a los hombres muertos detrás de la balacera
a los colmillos caídos de los trenes
No soy sensible a casi nada:
prefiero un gato desbocando los ríos de lava
que se desprenden de los ojos
Me emociona más
la espuma imaginada al borde de un río

Me aburre
el mirador estático que se ha vuelto la ciudad y sus lindes

No soy sensible a casi nada
me aburro con facilidad de casi todo




Casi nada

1.

No tengo mucho que decir, ahora que lo pienso,
(y no es que lo haya pensado demasiado pero así van las cosas
cuando las semanas transcurren como costras yuxtapuestas
apiladas como libros: hojas y hojas de palabras
que no recordaré ni leeré. Caleidoscopios histamínicos
tal plátanos orientales a contraluz
sobre los puntos que las manos ensombrecen como sosteniendo
potes transparentes de jalea amarilla)

solo sé
que te sorberé en mi mente
y te expulsaré caminando entre mapas que no comprendo
geografías anochecidas a la fuerza 
como los sectores borrados por la taza
por los cuerpos por la taza por
(estoy hablando del mundo, es obvio
de caminarlo
de que no tengo nada que decir
de que por eso no hay mucho que decir)



2.

Yo me recorro en mis calles
con reiterada indiferencia
paso sobre mí y sobre ellas
hablando el lenguaje mínimo de los gusanos (imagínate esa boca)
y trazo a mi paso
espejismos de camino
que la gente disgregará a medida que se desplace
cuando comience el día y los cartoneros
(agentes de la muerte, cancerberos en ataúdes plegables)
también comiencen

Esa 
será mi forma de quedar en ustedes

(Aún guardo mi primera piedra en el bolsillo 
para que no me transpiren las manos cuando
la primavera nos vuelva locos de alergia y
queramos ajusticiarnos)

para que sepan que mi intención era invisible y oportuna
como los chicles que las suelas agarran al vuelo en verano
y que nos adhieren al suelo, nos ralentizan
y nos sueltan en un bostezo figurado

igual que un poema




FÓRCEPS  

Sillas fórceps barras fórceps 
noches en que se fuerza la escritura 
se puede hablar de lo que se mira aunque de chistes repetidos hasta el hartazgo 
dos se ignoran dos se imantan  
dos se chupan las orejas 

El que quiera romperse los ojos que levante las manos 
encima de todos los toldos los pelos 
una eclosión un hematoma un ángel moreteado 
precisa ser herido (no se escupe al cielo en vano) 
hágase lo que se haga hasta la invisibilidad imanta la sangre 
                      todo precisa ser herido 
las caras de malo que ponemos en los poemas en la calle 
                                                                     en la casa de los amigos 
                                        en la vida en general 
arrastran coágulos como ramplas de vino 
                                                    u holocaustos figurados necesarios 
                                      del todo 

Históricamente insistimos en que la profundidad 
                                             nos sale de la boca 
pero la palabra requiere del otro lado de la cuchara 
precisamos de abismos que no revienten en la China 
de océanos ininteligibles, mesurados,  
que no rebalsen la hamaca 
                                               que no rebalsen la hamaca 
besos que se pierdan en la noche  
como pelotas pateadas en otro siglo 
               pero que no rebalsen la hamaca 

hay que tragarse las estrellas sin asco 
vomitar todo lo que no debe ser comprendido 
forzando el fórceps la hamaca tranquila mesurada 
los pájaros de la madrugada emulando de lo más bien 
las trompetas de la muerte súbita o del Apocalipsis 
o de los tristes trenes azules de Coltraine 
simulando una cumbia 

o una arteria de fierro del porte necesario para quemar una cola 
del porte de todo lo que hoy no he vivido 
del porte del signo  
que debe ser respirado para del pensamiento obtener solo 
EL INFARTO 

Hay una certeza confusa de que algo 
va a pasar y va a pasarnos de por vida traspasándonos 
quizá como la puerta de un imperio de pánico 
donde el horror toma la forma 
de una palabra dicha sin querer 
               para siempre 
en el oído de otro 
algo menor, menos terrible que la inminencia 
de que al día siguiente o se descubre el secreto
o se deja de existir 
sin ninguna gracia 

Otro podrá guarecerse en el nuevo día 
pensando que se ha salvado de algo 
cuando yo no esté al otro lado de ningún teléfono 
otro podrá 



ESTARÍA BUENO 

Ojala los vicios de los que hablamos en los poemas  
sean siempre nuestros vicios 
y ojala las piedras adosadas al camino sean siempre una primera piedra 
que sirva para amedrentar al que en nosotros busca y encuentra distraerse 
sacándose la mugre de las uñas o juntando caspa en la hoja de un libro 
para que no vaya a pensar la gente que siempre es como es 
cuando escribe sobre él mismo en pésimos poemas poco cuidadosos 
y faltos de toda consideración para con su propia mentira 
la que incluso insiste en falsear 
cuando hace pasar por ejercicio metaescritural  
su falta de ejercicio su lejos de si mismo su me digo pero no me digo
como si de la palabra  
como si del alcance de la posibilidad o imposibilidad de nombrar esto o lo otro 
como si de toda esa paja que lo divierte pero no le interesa 
se pudieran bajar unos kilos  
o llevar una vida más llevadera 
o dejar de mirar dos veces a los mapuches con converse 
o no conmoverse por las minas que han quedado sin mirada de tanto que las miran 
y les escrutan el poto o las tetas –en su defecto- 
o por lo menos 
sacarse la cara de hueón que pone 
cuando le sonríe ese niñito retardado que va de la mano de su muy anciano padre 
e inmediatamente le suda la cabeza 
y se toca los bolsillos 
para verificar la posición de los cigarros




BABE PLIS DON’T GO 

No quiero quitarme la vida: 
quiero devolvértela 



LEJOS

No estaré aquí para responderte 
porque me habré fugado 

neopren y Schubert 
neopren y Schubert 




De Observatorio



Visiones


¿Vio Homero los rosados dedos de la aurora,
o se los explicaron?


1

no es que te estés perdiendo de mucho –porque 
no te pierdes ni una- pero, algunas salvedades: el Azul

de un dedo martillado en el trabajo, de una bufanda azul marino
que salta del transfer al mar aceitoso del canal de Chacao y  
queda flotando como un cuerpo de esa época de Picasso 
pegado sobre un cielo impresionista, 

no, de nuevo, el color azul;

te explico: el Azul
es la distancia entre un brazo estirado y el vacío
el vértigo entre el paso en falso y la escalera mecánica
un andamio que se repite hacia arriba y hacia abajo
piedras lanzadas en contra pero a favor de la corriente
un río se limpia de impurezas, desmembrado se arroja en la cascada.

Antes de la peste negra y la penicilina la ropa la lavaban en el río
porque la espuma en la piedra y la corriente 
concentraba la grasa depurada de los fiambres; no tenían jabón 
ni la obsesión por la higiene que fascistas de renombre dejaron como herencia
a los poetas que cortan queques en el templo. Azul 
se torna la piel de los que mueren de hipotermia 
junto al río (y en el río, donde lavan la ropa) o en la calle 
durante el hibernum, tirados por ahí cual carne molida /
pescados descompuestos. Algunos, sin embargo y en cursiva, se sanan
se salvan, los recomponen, los pasan por butifarra en el supermercado
donde compran queques los del templo. Azul, también, se tornan 
los cuerpos lanzados a la mar desde helicópteros 
y los que empujan al roquerío del cauce séptico 
que aclara en las provincias.

la muerte es un circulo Azul (mental o de lápiz pasta) que encierra
una palabra entre todas las palabras de las que está atestada la página,
no del poema, sino del obituario -esa bibliografía-. 
La muerte es la silueta de un cadáver 
marcada con tiza Azul en el cemento oscuro. 
La silueta la marcan de la misma manera
en que tus dedos atentos –de ciego- 
repasan las facciones de las chiquillas del café:
con una mano les repasas las facciones, con la otra les aprietas la muñeca,
ellas no saben que prácticamente estás haciéndoles el amor,
quisieras que todas te amaran sólo a ti,
que a ninguna se la lleve el tsunami,
que a ninguna se le llueva la casa, pero ya sabes.


2

quedamos entonces en que el Azul, la muerte (un cadáver, silueta, etc.) 
y la noche (que no nombré pero que es la realidad por la que transitas, 
el traje que te envuelve, tu protector de pantalla, diría) son la distancia 
entre un brazo estirado y otra cosa. Un vértigo tenso entre tus dedos atentos
 y el rostro de alguien.

ahora, hay cosas menos importantes, pero si quieres nos ponemos melosos:
el tinte de las hojas en otoño sabrás traducirlo 
al ruido de los huesos que trituras cuando avanzas tu oscuridad,
un osario de Sedlec venido abajo. 

Dices: la brisa: el vino pasado por la boca de la amada, palabras
pronunciadas en la costa + el olor a yodo marino, me hacen pensar en puro
seguir escuchándola. Un discurso de conchas lamidas como helado sin arena.
Digo: ausencia de la brisa: tu amada de pronto aplastada por la niebla.
La niebla -me dices-, distancia entre un brazo estirado y el vacío.
Te digo: unos ojos que vigilan desde la alcantarilla.

concordamos en que la única justicia es que el perro que te guía no te devore,
que no te mordisquee como cochayuyo, como a Judas en las fauces del Luci,
que su hambre no le gane al dolor de devorarte, como le pasó al pobre 
                                                                           y no tan pobre Ugolino
y el resto de las cosas quede en ti como la luz de una ampolleta
                                         dibujada sin que la notes
                   en el vidrio de la ventana / superficie de tus ojos
que a estas alturas de la pena y la cerveza 
parecen un cielo raso pintado de cielo raso 
para confundir, para que no se sepa
quién pone la música que suena en el entretecho,
cuál tema viene después de este y si nos invita a quedarnos, o bien, 
nos echa cagando a patadas en la raja. 



Caravana


aprovechando el desplazamiento y la velocidad
sacábamos la lengua por la ventana y comparábamos
los sabores de la noche tu aliento a vino barato
inédito como vapor de agua recolectado en los ríos secos 
que dicen que hay en la luna
los caballos cáscaras vacías cuya mirada terrible
era el vínculo entre un mundo y otro vino 
pasado por tu boca 
una exageración de jardines repletos de lavanda
ventanas de buses que acentúan las ojeras y tu boca
que pronuncia atajos, claves sobre lo que escribo
cuando escribo que duermes miro el paisaje
y tapo con el cuaderno la luz de la estación de policía




Pleno día


el sol alumbra apenas el pleno día
a mi espalda crujen besos como sombras repeliéndose en el agua
el ruido de los autos se introduce despacio entre boca y boca
y sólo se puede hablar de pájaros a las cuatro de la madrugada
llenos de miedo y de sustancias 
que mantienen alerta a las luces de contacto

el pleno día no da para confundir letreros brillantes con la luna
las esquinas no dan para dibujarse geométrico
junto a los ángeles de escarcha
que se tocan fluorescentes en la noche

la ciudad nos permite pocos aciertos
y no se camina precisamente en busca de alguno:
andar con cuidado es transitar casi transparentes
el espacio entre un lector y su objeto de lectura,
andar con cuidado es insultar cuando se pueda
la inteligencia de la policía,
andar con cuidado es machacar las vitrinas 
de los bares de la metropolis lentamente, solemnemente,
e intentar resolver poemas tranquilos
como hongos nucleares en el desierto         -entre brindis y besos
que suenan como hongos nucleares en el desierto-
y no aterrarse de estar ahí dando la espalda y lo poco
que queda en los bolsillos,
moverse feliz y apenas, 
confundirse en el ramaje de una  bugambilia morada
-como hematomas en el crepúsculo-
sortear las calles de la forma en que deciden su espesura
las enredaderas,
eventualmente abarcarlo todo
por ahí dejar trampas que nadie note, redes que a nadie atrapen

tocar sin tocar
y estar ahí sin embargo recorriendo las calles
inaudible
como un hongo nuclear en el desierto.







CÓMO DETENERSE EN EL AIRE Y SEGUIR VIAJANDO:

-apuntes para Poemas de Michael Jordan (Ajiaco Ediciones, 2014) 
de Francisco Ide Wolleter

Por Javier Martínez Ramacciotti




“Todo amor es urgente, porque nos vamos a morir”
Raúl Zurita

"Hemos hablado mucho contra la ocupación,
 la humillación, la injusticia, en medio del torbellino,
el entusiasmo y el desorden,
pero ahora es el momento de decir algunas palabras sobre el amor.”

Carlos Ríos
0- ¿Qué descubriríamos de nosotros, del mundo y el lenguaje, si nos detuviéramos un instante? ¿Tenemos aún la potencia de detenernos más allá de la semántica afectiva del aburrimiento y la inmovilidad? ¿Existe un lenguaje disponible para articular alguna forma contemporánea del Preferiría no hacerlo de Bartleby? ¿Puede ser Michael Jordan nuestro Bartleby?

Miley Cyrus- que aparece en el video del tema “23” con la remera de los Bulls de Jordan-  tiene un tema titulado “We can´t stop”, en el cual de algún modo se cifra la tonalidad afectiva de la subjetividad contemporánea: and we can´t stop, and we won´t stop. No se trata de una constatación de hecho: no vamos a parar; es el enunciado de una Ley que se cita a sí misma en el goce: no podemos detenernos, que bien podría parafrasearse: no podemos no movernos. O llevada al imperativo desnudo: ¡muévanse! Del cántico generacional celebrando una fiesta a la imposibilidad hecha cuerpo de detenerse. El video de Miley cierra un arco que podríamos abrir en “Smells like teen spirit” de Nirvana, del here we are now, entertain us al and we can´t stop se introyecta el imperativo y la obligación de diversión, de cambio, de novedad: ya no es el otro el que debe proveernos del destello del encantamiento, nosotros mismos somos ese pedido y esa responsabilidad, el flujo que exige movimiento, entretenimiento y recambio. Ya Zizek lo aclaró, el presente se articula en torno al eco siempre diferido de una sola orden que se vivencia como liberación individual: ¡Goza! Una cadena de consumo donde todo se tritura, donde se consume y se destruye, se consume y se destroza, donde consumir y destruir son equivalentes porque lo que se consume/goza es nada, porque se consume/goza para nulificar, para encontrar un vacío y llenarse de vacío, y tener así que continuar. ¿Y no es/fue acaso Michael Jordan un plato principal en ese banquete contemporáneo? ¿Qué otra cosa es Michael Jordan que la imagen devenida afiche multiplicado por millones de él saltando al aro, con el brazo estirado a punto de clavar la pelota, la figura del star system en su punto de máxima gloria? Y sin embargo, en esa imagen hay dos posibilidades, dos fuerzas que Francisco Ide Wolleter detecta y cuya tensión despliega en el poemario. La primera, la obvia, es Jordan transformado en imagen-fetiche, mercancía, signo y símbolo de la posibilidad de cualquier cuerpo de museificarse en el flash instantáneo del foco del Espectáculo, un cuerpo en perpetuo movimiento, que como el capital que encarna- “El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen” (Debord)- no puede detenerse y debe seguir entreteniendo, generando valor. La otra posibilidad es la de una percepción amable que profana esa imagen-espectáculo para adjudicarle un nuevo valor de uso; es adivinar, por qué no, en ese cuerpo flotando hacia el aro un cuerpo en trance, un cuerpo zen, un cuerpo que se sustrae al imperativo cinético, y que descubre una quietud anterior a la dicotomía movimiento-inmóvil. Francisco ha escrito un libro como si mirara el afiche de Jordan con ojos profanadores, como si lo arrebatara de su equivalencia general con todos los demás afiches, y convirtiera esa imagen singular en el paradigma para bucear una respuesta posible a las preguntas formuladas más arriba: ¿Qué descubriríamos de nosotros, del mundo y el lenguaje, si nos detuviéramos un instante? ¿Tenemos aún la potencia de detenernos más allá de la semántica afectiva del aburrimiento y la inmovilidad? ¿Existe un lenguaje disponible para articular alguna forma contemporánea del Preferiría no hacerlo de Bartleby? ¿Puede ser Michael Jordan nuestro Bartleby?

Al terminar el libro, podemos observar la imagen de Jordan en el aire y adivinar que no viene de ningún lado ni se dirige hacia ninguna meta. Es un cuerpo detenido, activamente detenido, una tensión sin objetivo, como describe Herrigel Eugen a la cuerda del arco en Zen en el arte del tiro al arco: un cuerpo suspendido en el aire y que aún sigue viajando hacia ningún lado.

1- ¿Cómo escribir sobre Michael Jordan, cómo transformar en materia de poema un cuerpo devenido Espectáculo? Justamente, no escribiendo "sobre" sino "para" Michael Jordan: destinar una escritura es un gesto amoroso, y el poemario de Francisco puede leerse exacta y justamente como un libro de Amor. Ahí están las palabras del propio Jordan como epígrafe anticipándonos una ética, siendo su propia citación, en un libro para Jordan, una ética de la voz, ¿o acaso hay acto más amoroso que dar la voz?

“Lo que amas permanece,
el resto no es nada.
Lo que amas no te será arrebatado.
Lo que amas es tu herencia verdadera.”

Porque sólo amar interrumpe el flujo continuo de la mercancía, arrebata de esa correntada indiferente una imagen y la signa con una sobrevida. Sólo un amor veloz puede amar lo que rápido se fuga (Watanabe) y transformar lo coyuntural en herencia, el presente en valor-de-uso-porvenir, la actualidad pop en permanencia poética (“mas lo permanente lo instauran los poetas", Holderlin), la imagen-espectáculo en imagen-estética: transmutar la marca Michael Jordan en poemas para michael jordan. Sólo una percepción amable, como la que atraviesa los poemas de este libro, apuesta en lo que no tiene Sentido- insignificante- la última trinchera para producir poemas:

"he visto la belleza insignificante de un insecto
que a pesar del balón contra el tablero
permanece inmóvil 
como una mancha de sol en el reverso de la mano
o un tatuaje en la piel de Dennis Rodman"

2- Un Libro de Amor, entonces, y por lo tanto un entrenamiento en el tacto delicado, en una escritura despojada de la arrogancia de pretender “representar” a Jordan, y que se mueve, más bien, en el roce, en el trazado de escenas mínimas, en la valoración de sus gestos gratuitos, en la audición minuciosa de una voz murmurada en los pliegues de los gritos. Pero la delicadeza vuelve amable lo que toca, y por ello esos gestos, esas escenas y esa voz, sin renunciar a su minimalismo, asumen, a fuerza de singularización, una ejemplaridad, un estatuto paradigmático, un espacio de percepción del mundo: Jordan se transforma en el nombre singular-común para erigir una imagen del mundo a partir de un mundo de imágenes. Los percepción de Jordan transforma el entorno aprovechando cada detalle, cada insignificancia, como el trampolín adecuado hacia una imagen, hacia la conquista de una figuración poética; la percepción de Jordan hace flashear lo real: "los flash(...) son nubes plateadas que me sirven de escalera" Pero la posibilidad de ese flash es, como dijimos, la singularización de Jordan, una singularización que roza la soledad: Jordan es el nombre de una distancia, la distancia necesaria para el nacimiento de una imagen. Para que lo propio sea común hay que pasar por una singularización, como si fuera necesario, a los fines de heredar una constelación de visibilidades nuevas, una sustracción del medio desde el medio para mejor combatir el medio:

"Juego solo, como Kasparov contra la máquina"

3- No hace falta pegotear citas de Deleuze para saber que La Lengua es una Máquina. Y como podemos leer más arriba, Jordan juega contra la máquina, es decir- silogismo primario mediante- contra La Lengua. Los poemas no sólo singularizan a Jordan, usando su entorno de realidad como medio a partir del cual y en contra del cual se levanta la constelación de imágenes, sino que efectúan un litigio con el entorno de enunciación, con el medio de la lengua poética- y su archivo- en el que chapotean: es recurrente el procedimiento de iniciar a partir de un sustantivo abstracto- “La Muerte”- que cifra un tópico poético, y singularizarlo por medio de una sobredeterminación concreta, confinándole una geografía precisa y una historia de trazos gruesos, lo que permite pensar esta escritura no sólo- ni principalmente- como una poetización de Jordan ( en virtud de la cual La Poesía seguiría repitiendo su lengua) sino una Jordanización de lo poético: Jordan no sólo como el nombre común de una distancia, sino también como un medio posible de recomienzo de la poesía.

“así era la muerte:
un salto anti-gravitatorio
clavar el balón en la canasta
caer con los pies firmes en el suelo de madera
como sobre la superficie de la luna
y mirar a los ojos
las graderías vacías

era eso:
retirarse y, no obstante
seguir la práctica
como si el próximo partido estuviera
a minutos de distancia en mi avión privado

Si “Poemas para Michael Jordan” es un libro de Amor, no lo es sólo para Jordan, es decir, no sólo transforma a Jordan en Amable, sino también, y en el mismo gesto, lo hace con la poesía (y lo que se ama pertenece, cada vez que se lo ama, a un tiempo largo, a un gran tiempo). Amar a Jordan y amar a la poesía, si se efectúa en el mismo gesto, también se puede formular del siguiente modo: escritos de amor para una poesía Jordanizada, una poesía del espectáculo, una poesía que se mide consigo misma- con el núcleo de su sobrevida, de sus posibilidad de continuar diciendo algo del y al mundo- en tanto se mide con el espacio de las imágenes, en tanto ingresa en el común espacio del litigio por el lugar y la función de las imágenes.

Lo interesante del libro de Francisco, aquello que le adjudica un influjo contemporáneo- esa relación desfasada con el presente, al decir de Agamben, pero que sigue siendo, sobre todo, una relación con el presente- es que su escritura entre en el litigio pero no en nombre de una “realidad más real”, sino de lo que podríamos pensar como una imagen-material: un espacio de la figuración que exhibe una atención minuciosa al cuerpo, a las flexiones de un cuerpo, a la física heterogénea de los cuerpos, a su peso, a su grano de voz, al excedente irreductible que todo cuerpo imprime en las imágenes que lo colocan en una superficie de visibilidad:

“un metro noventa y ocho
de altura
y contra el atardecer
mi sombra se alarga y cubre
al menos cuatro metros
de distancia

ese gigante negro sobre el pasto
de la cancha de golf
no es otra cosa
que la sombra de un enano”

Una imagen-material es la imagen que salvaguarda el peso y debilidad respectiva de un cuerpo: una sombra gigante que se sabe sombra de un enano

4- Un Libro de Amor a Jordan y a la poesía, sí, y también un Libro de Amor de Jordan a sus hijos. ¿Qué cuerpo más débil que el que ingresa a la vida sin armazón inmunitario, el mamífero humano, el más indefenso de los mamíferos, la potencia que más peligra en nunca volverse nada? Con la aparición de los hijos en los poemas la “debilidad” se transforma y radicaliza en “muerte”, en acecho permanente de la muerte, y por ello la fantasía de Jordan de devolver al hijo al útero de la madre, porque donde no hay “Yo” no hay nombre, y donde no hay nombre no hay muerte.

“a veces siento como si el balón estuviera
cubierto de venas palpitantes

así nació mi hijo, con venas visibles e hinchadas
en su piel de cebolla azulada de frío

cuando lo sostuve en mis manos la primera vez
sentí deseos de lanzarlo, dar un pase
encestarlo de vuelta al vientre de su madre”

Y sin embargo, es sobre este horizonte de la muerte como posibilidad más propia en el cual se erige la vista- la visitación- de una nueva figura para la vida y el amor: la ternura, la delicadeza, el con-tacto de quien sabe que una vida depende exclusivamente de uno: con el nacimiento de los hijos nace la muerte, pero también la chance de otras formas-de-vida.

Es en el horizonte de la muerte también que un Libro de Amor a los hijos puede leerse en el antiguo género de las Epístolas morales: cartas escritas por un anciano a un joven aprendiz en el umbral de un mundo que se apaga y otro que comienza a formarse, y son cartas que insisten en esa discontinuidad- el trabajo de la muerte- pero también en la importancia de cierta herencia, el don de algún lenguaje para que la orfandad en la intemperie no sea absoluta. Jordan escribe a sus hijos- o sea, a nosotros- como si fuera Tom Hanks en El Náufrago hablándole a la pelota- un aire apenas envuelto, la vida aferrada en su irreductible precariedad-

5- Retomemos el comienzo: el afiche de Jordan saltando triunfante al aro. Contra esa imagen, es decir, sobre esa imagen, se escribe “Poemas para Michael Jordan”; contra el imperativo del we can´t stop y el entertain us que se cifra en ese cuerpo glorioso. Pero no sólo contra, sino sobre, en su inmanencia, en su tacto: un intento de escarbar en esa imagen todo lo que está ahí, pero como velado en sombras, o en las grandes luces del Flash: un cuerpo mezclado con el aire, un cuerpo cualquiera, desprovisto de todo entorno glorificante. Un Libro de Amor, repitamos, amor a Jordan, y por eso mismo amor a las imágenes, porque Jordan no fue nunca otra cosa que un bombardeo sistemático de imágenes (¿pero no lo es acaso también La Literatura, La Poesía, desde que no puede escindir su experiencia de su Discurso, desde que nos llega como currícula en la escuela, desde que deviene objeto de estudio, canon, tradición, archivo?) No son poemas para el Jordan-real-detrás-de-las-imágenes- ¿qué Jordan detrás de Jordan el balón encesta…?- sino para una imagen-real (material) de Jordan: el problema no es la imagen sino la imagen-representación que convierte a Jordan en becerro de oro. Pero hay otra posibilidad para la representación, tal y como nos lo anuncia Jean-Luc Nancy en “La Representación prohibida”: re-presentar también puede significar intensificar una presencia, pero intensificar acá no sería "volver poderoso", más bien "realizar una presencia", que también puede escribirse: real-izar. Izar un cuerpo a la altura de su real, a su propio modo de desinscribirse de las superficies de visibilidad del espectáculo, elevar un cuerpo a la altura de su fisura, trazar el horizonte de la muerte sobre el afiche de Jordan  y seguir amándolo, no a pesar, sino por ello mismo.

Lo que amas es tu herencia verdadera, dice Jordan. 
Amá sólo lo que muere. 
Seguí amando con urgencia hasta resucitar tus muertos en una imagen suspendida encima del tiempo. 
Esa es la herencia verdadera de “Poemas para Michael Jordan”




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