viernes, 1 de julio de 2016

GABRIELA PAIS [18.905]


Gabriela Pais 

(Buenos Aires, Argentina 1970). Es Perfusionista en Cirugía Cardíaca y Trasplante Cardíaco por la UBA. Facultad de Medicina. Es Profesora y Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Facultad de Ciencias Sociales. Especialista en Estudios Culturales y Comparados. Es poeta, narradora y dramaturga.

Acaba de editar su segundo libro de poesía Las Ruinas. Poemas de la Hembra-Hebra. Ediciones El Mono Armado. 2014 que fue presentado el día 12 de junio en la sala Cortazar de la Biblioteca Nacional de la República Argentina, la mesa estuvo integrada. Por el Lic. Juan Carlos Rivera Quintana, Escritor, Periodista de Presidencia de la Nación, el trabajo de la Dra. Marta Bermúdez, Dra. en Letras, becaria de la Beca Milstein, Universidad Nacional de Tres de Febrero, en la voz de la Lic. Patrzia Frugoli Marchese, Lic. En Letras por la UNLZ. Escapada de la forma ausente es su primer libro de poemas, Ed. La Bohemia. Bs As 2000 y Ed. Tinta Nueva, México, 2005. Tiene inéditos en poesía: Ruta Ancestral, El diario de las frustraciones y Crack. La puta que siempre quise ser Novela: El arte de arrugar y teatro: Las abandonaditas. Está invitada al III Festival Internacional de Poesía de México D.F. en el marco de la Feria Internacional del libro del Zócalo. México D.F. y al XIV Festival internacional de Poesía de Cajamarca. Perú. Hasta el 2008 dirigió Editorial La Bohemia. Entre los años 2000 y 2007 organizó diversos festivales y encuentros culturales a nivel nacional e internacional dependientes de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.




De su libro Las ruinas


Aguas abajo

Sin alivio, sin aliento,
ríos descontrolados  aguas abajo,  aguas abajo,
azulejos pálidos, paredes blancas devuelven la imagen,
"de lo que viene
y lo que va".
Reptil inmóvil mi cuerpo de dolor.

El nombre de esta enfermedad es mi nombre.
Lo sustantivo aquello que se nombra,
verbo ontológico.

Eterno es el rebote de pared en pared.
Ay los precipicios, los adentros y las profundidades.

La herida inconmensurable abre su mandíbula

y muerde
hasta tragarme.


Bambú

Siete son los días del Bambú y siete mis ciclos
de vara madura,
siete vidas el embrión árbol
y la vida de los gatos.

Soy hebra hembra al final de las ruinas.

Hay raíces en las leyes de este mundo
y ramas
en el lenguaje de los frutos.



Selección de poemas de Ruta Ancestral, libro inédito 


Aeropuerto

Que sean los gendarmes quienes la cuiden de los vientos,
porque hoy el verde conduce la ruta femenina:
pétalos, perfumes, obsidianas y amatistas,
saberes ancestrales,
la madre cruel
que hay que sanar,
que hay que saber.
La recuperación estética alumbra
una gruta sagrada tierra,
transitar liviana, suave, chamánica,
este fluir de dedos o maracas.
Cualidad y cremas el movimiento de la gran sacerdotisa sobre ella,
las manitos que la cuidan embellecen el adentro,
poros abiertos
hacia el centro de la violencia que es;
de la ternura que es;
se refleja en los rostros de otras violencias y máscaras,
excesos de generosidad, dar amor sin límite,
la medida y la balanza o el perfume,
la avaricia,
dos caras de la misma moneda
cuando de amar se trata.
Para arrojar luz en esta ruta
se solicita la propiedad del pétalo
lluvia mansa acaricia,
penetra picante en secretos de piedra,
 la piel,
 es reverso en la revelación.
Lluvia, humedad, presión en los ojos,
el entrecejo,
caricia, colonia de rosa,
como el nombre de su madre,
sabe a aceitunas, a champaña
e instrumentos de viento como el jazz
este adentrase sin lágrimas
a lo oscuro.


Hay jardín en las abuelas;
pensamientos y margaritas,
las huertas de otras abuelas,
 las manos de la cosmiatra,
y su madre, verde los ojos de su madre,
que llueven esta lluvia de pétalos y sahumerios
de templos y talismanes
donde habitar el descenso
de un largo y doloroso viaje.
¿Descansar finalmente?
Si es que se pudiera acaso
sin morir, latiendo
como los corazones de los donantes
o las madres.
Flores ámbar coronan,
clausuran lo que se revela en el bar,
dar  gotas, miel,  humedad a los pétalos,
canal hacia abajo,
hacia la puerta de entrada a casa
que fue forzada por  ladrones
mientras dormía o callaba
o viajaba
o volvía
de lágrimas ajenas
u otras leyendas,
¿a tiempo?
Es el camino del regreso para quien sabe,
violencias, traiciones, asesinatos, muertes naturales,
mordeduras tajantes y otras hierbas,
pero es el pétalo el camino de la fuente,
el olor a talquito,
a semillas de lino, a esmalte.
Es en la estética de la peluquería donde hay  rutas a tierra,
aterrizaje hechicero;
hambrienta luz la belleza que se expresa,
el centro es femenino,
suave lo que domina o blando en el lenguaje sapiencial
de la filosofía, pues su madre es ella, lo que de ella hay
en  esta tarde de perros peluqueros
y pintores violentos.
Nunca más será extranjera en su tierra,
ni humillada, ni asesina asesinada
ni muerta en un hogar que no sea pertenencia,
doliente duelada la mujer que necesitaba cuidar,
dar más que recibir en calidad de madre,
recibir en cualidad de mujer
aquello signado por la herencia.
Resucitado  el canal;
que da luz, a luz,
a viva voz.
Sean benditas las palabras.
Hay aeropuerto en un Bar de Barracas.
Es pétalo con un pelo precioso.
Entra a casa, escribe: ¿quién soy en las mujeres que me habitan? ¿Qué hay de mi en la tradición de curanderas de palabra y sanadoras profanas?
 Soy la que soy, dice,
no estoy para complacer a nadie,
¿ni a mí?,
 ah la violencia,
las máscaras,
pongamos arte en el parque de la vuelta que hay niños que aman a los perros
y son generosos en su dar.
Soy Poeta, dice, y adoro a los niños.
El fuego sagrado en la Gran Sala se enciende
asciende envolvente la naturaleza del amor
y habita los rincones de la casa
iluminada, ahora, con su aura.
Los gendarmes, alegremente, reportan el incidente. 



La Ciudad del Padre

Los grandes conductores también erran la bajada.
Hay indicaciones incorrectas, malas interpretaciones de los mapas,
errores conceptuales y sorderas varias
cuando de falta de autoridad se trata
o negaciones identitarias.
El camino se pierde, pide huella al origen,
cartel.
Voces ancestrales son ecos que retumban profundamente,
la voz del corazón habla desde un silencio anterior a la ciencia.
Pero los Estacionamientos y las Basílicas
les devuelven la razón del viaje, el objetivo, la ruta y la raíz.
Los grandes conductores también son atropellados,
aún cuando dominen el arte de conducir ciudades.
Es la falta de seguridad lo que sale por la nariz,
lo que se estornuda y se tose
en la Ciudad del Padre.
Qué aquí sean los gendarmes quienes pongan a resguardo la evidencia del accidente.
El verde no conduce al campo esta vez.
La vía paterna está inundada de tal manera
que es imposible soñar con caballos
y respirar
sin sentir que la raíz ancestral  y chamánica
se pudre en el pecho.
Falta media raíz que escrita con Z es tremenda,
dice el gendarme;
o el camino es perfecto al anegar la ruta
para evitar desvíos innecesarios.
Entonces hay que sanar los pulmones en la ciudad,
a orillas del lago o sobre la mesa donde se airean pastas
que recuerdan a Cosenza,
abuelas congregadas en el sabor de la acelga y  pastelitos,
evocan carneadas, jamones, quesos, salames y corderos entre otras violencias
y mudanzas,
segundas conquistas o planes gubernamentales
en la historia de esta tierra.
La ambulancia se lleva el atropello.
Es entonces cuando recupera  el amparo y el certificado de pertenencia
que por error perdió en el baile
mientras reían y jugaban
cual niños en el centro de jubilados.
Qué no se enteren del accidente,
qué nadie se dé cuenta del infortunio
a estas alturas evidente.
Pero se supo, el gendarme labró el acta.
Ella misma deberá, por ley, poner a punto la conducción y la estética,
 enderezar la rueda y  encontrar la ruta,
mientras sana los pulmones con caramelitos de Ambay y Propóleo,
entre otras medicinas apetitosas.
Su  Padre ofrece colocar la cerradura en la puerta
para que se sienta más segura,
propone cambiar de compañía
a fin de asegurar los daños ocasionados.
Grueso error es pedir justicia por los bronquios
y verdad en los informes.
Las pólizas no están para reparar siniestros ancestrales.
La terapia de la cebolla es la indicación
si lo que se necesita es llorar
o disfrutar sin culpa
de los zapallos con derecho de autor.
Hay indígenas nómades en su carta natal,
Oh Pampa, tierra del sur.
Su apellido sigue siendo español,
esa fue la primera conquista,
la derrota definitiva
y la verdad.



Costureras

Como ellas, también posee el don.
Como ellas también es canal,
juntas habitan el mundo socavando piedra
con la persistencia y la paciencia de una gota,
homeopática gota, o savia de plantas con propiedades curativas
u otros bálsamos.
Acarician y peinan los largos cabellos del mundo
o muerden con opciones viables
la realidad etérea de hombres de poca monta.
No se identifican con las brisas.
Aérea su naturaleza y su luz,
prefieren vientos y  huracanes
¿Será por eso que el cabello es largo y enrulado?
Padecieron los excesos del reino
es por ello que temen a esta fuerza femenina
que poseen por herencia.
Les gusta el otoño; contradicción, y fuerza en las letras;
¿será que deben exorcizar el ocre?, pues las acosan las filtraciones
y los accidentes a esta altura del año,
¿Será la fuerza de la O y la mudez de la H lo que las aterra?
cuando el orden no es asombro
sino complemento.
Lo hicieron de palabra, de acción y gesto,
cortaron las tormentas y desviaron los vientos o los empachos,
con mancha a tales sometimientos,
por eso eligieron la costura,
el hilo y el carretel
o la tinta.
Saben de violencias, iras, arrebatos, celos, tinieblas, envidias,
pérdidas, brújulas falsas, hambre de luz, omnipotencia, mentiras y derroteros.
Saben de manantiales y viveros
de viajes al centro y salas de reconciliaciones o cristos negros carniceros;
conocen de sabores, intensidades y texturas.
Es geografía de lágrimas
el camino del retorno
después de algunas costuras gentiles
o remiendos.
Se conformaron con sapos
en lugar de príncipes a la hora de la ciencia
y los grandes descubrimientos,
o los príncipes eran hombres tan humanos,
tan niños que había que cuidarlos más que a los niños
 por eso prefirieron los mapas a las rutas,
los libros a los besos, diversas formas de penetración,
salvoconductos en máquinas de coser, cuadernos,
fortalezas ancestrales
y otras deficiencias emocionales.
Hay templo.
Hay ruta verde, entre ríos, entre aguas,
para las costureras.
Hay un encuentro en septiembre en la ciudad de las lágrimas
que empieza con G como mi nombre.
Hay un plazo para el adentro, una asunción,
Emperatriz o Gran Sacerdotisa de un reino y un condado o todos o varios.
Hay  hilandera y costura,
pues el mapa se mueve de acuerdo a las ganancias o las pérdidas
dependiendo siempre de variables mesurables
a los ojos mortales.
Hay ruta tierna y rosada en sus pezones,
lo transparente de la piel,
la palabra translúcida,
pétalo a pétalo hasta el pitillo,
madurar aquello que es por derecho
en términos de justicia
o recto en palabras del padre.
Poseen el cetro y la balanza,
pira o talismán
la estrella encendida en el centro,
la lámpara de sal es el premio
para alumbrar la gran tela,
el tul de novias
que no fueron
vírgenes
todo el tiempo.



Hasta sanarnos

Aunque recorramos todos los templos del mundo,
todas las selvas,
todas las costas y  geografías
todos los idiomas y ciudades,
es imposible olvidarnos.
Es la estirpe de luz la imborrable,
es la tinta en los tatuajes, las partituras el veneno o el cáliz
para corazones felinos de estas y otras latitudes,
el latido, el dolor, el registro de los besos y los dones recibidos del abrazo.
Hay un camino a fuerza de escobas, viajes, encuentros y despedidas
aunque se paralice la lengua y el cuerpo pinche en las noches del miedo;
volveremos a vernos.
Hay un templo donde hallarme,
hay propiedad de ladrillo y calidad de madera, aquí,
hay ruta verde
pues verde son los herrajes de mi casa,
como las plantaciones y los jardines o las huertas donde alimentarnos.
No es dónde sino cómo vivir
la pregunta fundamental en el lenguaje del viajero,
por eso no le tengo miedo a las escobas,
son ellas las artífices de la alquimia,
las compañeras del baile
en la vida íntima de las mujeres solitarias como yo.
Querrás beber la luz de mi templo y mis escobas,
pues duermo desnuda a la luz de las gemas,
herencia ancestral de la vía materna,
hay panqueques y mermeladas y otros productos de sanación casera.
Pedirás a gritos saciarte de mis elementos,
y acariciarás mi larga y enrulada cabellera
una noche cualquiera
bajo una luna cualquiera
a tientas de escobas
y manjares a mi templo;
seré complaciente esta vez a la caricia desnuda de la palma y el mapeo.
Beberemos juntos el veneno
tramo a tramo, sorbo a sorbo hasta sanarnos,
¿Perdonaremos los desencuentros y las traiciones?
Sí, cuando es sí, no cuando es no y basta cuando es basta,
la sagrada autoridad de las palabras.

https://literariedad.co/2015/05/03/gabriela-pais-de-ruta-ancestral/




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