viernes, 30 de agosto de 2013

LUCIANO LAMBERTI [10.409]


Luciano Lamberti es poeta y escritor. 
Nació en 1978, en San Francisco, Córdoba, ARGENTINA. Es licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba. Publicó el libro de poemas San Francisco Córdoba (Funesiana, 2008) y los libros de relatos Sueños de siesta (La Creciente, 2006), El asesino de chanchos (Tamarisco, 2010) y El loro que podía adivinar el futuro (Nudista, 2012), así como la nouvelle Los campos magnéticos (Sofía Cartonera, 2012). Participó en varias antologías con cuentos, entre ellas Es lo que hay (Babel), 10 bajistas (Eduvim), Un grito de corazón (Mondadori), Autopista (Raíz de dos), Hablar de mí (Lengua de trapo) y Sobrenatural (Estuario). Escribe para distintos medios locales y nacionales. Dicta el taller de escritura creativa del hospital neurosiquiátrico provincial de Córdoba.






Yo pensaba en los que están despiertos
mientras los otros duermen, en los vigilantes,
en los que sostienen al mundo cuando nadie
lo ve, y el mundo corre el peligro de esfumarse.
Ellos no duermen, tienen los ojos blancos y el corazón
sintonizado en el futuro. Yo duermo
en medio de la tierra seca,
esperando al rayo desde el estómago gris de la nube
sabiendo que hay alguien velando por mí.








Estaba en la tierra caliente y levanté los ojos.
Le hablé a la piedra encendida por siempre en la altura.
Le pedí: la consumación de todo lo visible,
la combustión espontánea, el granito calcinado por su beso.
¿Para qué? Para que no quede más que el amor,
la tenue sombra de un corazón desangrado,
el canto del grillo.







Vos eras como el viento que atraviesa el monte.
Vos robaste la piedra encendida para que nadie se perdiera en el monte.
Eras la montaña que brama, la montaña que canta.
Vos no dejabas a nadie sin levantar una piedra
y ver el grillo. Nos llevabas a cuestas
hacia el rancho y la sombra.
Los últimos se quedaron balando y mirándose los pies.
Nos apagaste el corazón para dormir.







En mis sueños traías fruta en las manos,
era el futuro. En mis sueños nos juntábamos a tu alrededor
para cantar, una luz de piedra encendida saliendo de tu corazón,
comiendo al lado de animales desnudos.
Vos venís, vos estás viniendo, se oye bramar
la tierra. Vos curás la primera herida que desfigura la cara.






Cuando estoy en el monte, yo mismo soy el monte,
y cuando miro la piedra encendida en lo alto, yo mismo
soy la vergüenza. Su bronce, sin principio ni fin, 
mi terror y su luz. 
Lo único real en la tierra quemada.
Eso: y oraciones que suben como el humo.
Luz, 

un nombre, 
un nombre para poder usar.






Tenía el corazón abierto, 
y en el corazón una piedra,
y adentro de la piedra, un grillo.
¿Y qué esperaba? 
No sabía dónde habían ido mis padres.
Estaba en la tierra caliente, desmalezando. 
Eligiendo los restos útiles para construir una máquina.
Traduciendo la palabra de la montaña que habla.






Abrí el corazón sangrante para que el rayo diera ahí.
Pero el rayo dio en los ojos. Desintegró mi, ya de por sí,
precaria persona. Quedé como un burro. Un burro
patas arriba en el río. Sin el beso del rayo. 
Me planté verrugas en la cara y vi lo siguiente:
paralíticos soltar sus muletas,
los muertos volver,
los ciegos gatear hacia la hoguera central.
No dije nada y un grillo me enfermó.
No llovía.
La piedra radiante en la altura y mi vergüenza
de estar respirando. 







Sos la nube que tapaba el sol para hacernos dormir.
Sos el incendio. En mi sueño quemabas.
Una luz corriendo por el monte, los pumas y las liebres
corriendo detrás. Y la primera herida fresca 
arde en tu presencia. 
Todos enceguecidos cantando 
a la piedra encendida
un himno dorado. 








Voy corriendo sin cabeza
como un gallo.
Tengo el corazón envuelto en fuego.
Choco dos cráneos para hacer una idea.
Se imprime una cicatriz en el cielo.
Y a la hora de dormir
el grillo que viene del río dice algo importante y desaparece.






Algunos viven en una nube. Yo vivo en una flor.
No hay nada afuera de la flor. 
Si salgo afuera de la flor, la luz de la piedra encendida
me enceguece y mi corazón sangrante se calcina.
Entonces espero acá el arribo de lo que vendrá, 
de lo que viene, de lo que está viniendo.
Yo lo ví: era el futuro. Luz que viene del futuro.
Tiempo flotando en el río.







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