jueves, 6 de agosto de 2015

ARISTEO BRITO [16.707]


Aristeo Brito

Aristeo Brito (20 de octubre de 1942) es un escritor estadounidense en lengua española. Es uno de los autores más importantes de la literatura chicana.

Aristeo Brito nació en la ciudad fronteriza de Ojinaga en el estado de Chihuahua (México), debido a que unos meses atrás, su padre fue encarcelado por no querer alistarse en el ejército americano durante la Segunda Guerra Mundial. Su madre abandonó Presidio, población fronteriza de Texas(write correct please.) (EE.UU.) donde el matrimonio se había asentado, para esperar en Méjico que su marido saliera de la cárcel. Sin embargo, ambas ciudades, Ojinaga y Presidio, formaban una sola unidad dividida por el Río Bravo y donde los miembros de una familia vivían a un lado u otro de la orilla. En 1946, el padre de Brito salió de la cárcel y volviero a residir en Presidio.

Trabajó en empleos agrícolas y rurales, pero deseoso de cambiar de vida, estudió bachillerato y se unió al llamado Movimiento chicano, que abogaba por una vida y unas condiciones laborales y sociales mejores que las dadas hasta entonces a los hispanos o chicanos. Animado por las publicaciones de obras chicanas tanto en inglés como en español, publica en 1976 en la editorial Peregrinos (entonces única en publicar obras en español) su novela El diablo en Texas, que le reporta un éxito tanto artístico como de crítica, al considerarla un compendio de todas las corrientes argumentales y narrativas empleadas por distintos autores chicanos. Hasta ahora, es su única novela publicada aunque guarda algunos inéditos.

Durante la década de los 70, también trabajó los cuentos y la poesía, reunida en 1974 en un monográfico en la revista Fomento literario de Washington.
Fue profesor fundador del Pima Community College en Tucson (Arizona), donde creó la revista literaria Llueve Tlaloc y donde trabajó hasta su jubilación. También fue miembro de la Modern Language Association desde donde organizó el estudio académico de los estudios chicanos. Pertenece a la llamada Generación de los 70, junto a Rolando Hinojosa-Smith, Tomás Rivera, Miguel Méndez, Alejandro Morales, Rudolfo Anaya o Ron Arias.





SECRETO

Hoy he estado con Dios.
Triste y melancólico me ha hablado
Del secreto de la vida y de la muerte;
Que amor, vida, y muerte,
La existencia infinita se llama inquietud.

Que no hay paz ni hay cielo
Que el cielo pertenece a los idiotas,
Y que la tierra arde.

Hoy creo en Dios y en los locos.
¿Y por qué en los locos?
Porque viven y no piensan.
¿Y los vivos?
Sufren de la mente.
¿Y los muertos?
Pagan lo vivido.
Dios mío. Ni tú ni yo creemos
En la paz de los sepulcros.






INFINITAMENTE

No. Silencio no. Infinito sí,
Siquiera por un instante...
¡Ah! ¡Qué sosiego tan feliz!
Precisamente a medio día,
En el centro del tiempo...

¡No! ¡Silencio no! ¡No interrumpas!
¡No me muestres la pantalla!
¡Desgracia…!

De lo alto de un águila metálica,
Una lluvia de pirañas, huevera de acero,
Sondea las aguas de mi espejo,
Rebulléndola en reflejos de tristeza y de sentir.

Mártires polvorosos, peces hambrientos
Carcomiendo, tiñendo la mar carmín,
Bañando la tierra en niebla…

La inocencia del creador de muertos, de hambre.
Como niño se jacta destripando su pelota,
Conjugando muecas irónicas, en cuerpos inflados.
¡Qué panza tan repleta cubriendo el universo
Con aire gastronómico mortuorio!

¡No! ¡Silencio no! ¡No más pantalla...!
Sin embargo estoy triste, Dios.
Infinitamente en máscaras grotescas
Se viste el mundo.




El diablo en Texas (Aristeo Brito)

Por Justo S. Alarcón

Se nos dice dos o tres veces en esta novela que «la Historia del chicano es la Historia del Río» y que «la Historia no se detiene: corre como el Río». Aún más, el chicano «está hecho de agua». Las fuerzas diabólicas de «El Diablo Verde», el gran hacendado Ben Lynch, echan a Jesús Uranga al Río con una soga y una piedra al cuello. Jesús, barquero y símbolo de la unión entre Texas y México, muere ahogado.

Los planos narrativos, las metáforas y las figuras se van entrelazando y sobreponiendo. Veamos algunas. En un primer plano, y en un sentido real, la Lancha de los Uranga era el medio de transporte con el cual el mexicano/chicano podía cruzar el Río, uniendo a dos pueblos, a Presidio y a Ojinaga. Al nivel simbólico, la Lancha representaba al antiguo sistema mexicano/chicano. Por lo contrario, el Puente -avance tecnológico anglosajón- en lugar de facilitar la travesía, separaba a la gente. El niño Chente, antes de morir y en un momento de delirio, se hace portavoz del pueblo chicano. Le dice a su hermana Vickie: «El puente separa a la gente, hermana. Antes éramos iguales. El diablo vino a hacernos mal». Lo que antes unía -la Lancha primitiva- ahora «separa» -el puente moderno-, creando la «desigualdad» entre la gente. Y el autor de esta separación y desigualdad no es otro más que el mismo «diablo», es decir, el nuevo sistema anglosajón, representado por el personaje Ben Lynch.

El narrador, al colocarse en lo alto de la montaña, observa desde la capilla que el puente y el tren, la base y el travesaño respectivamente, forman una «cruz chueca y borracha». Ambos, productos tecnológicos equiparables, pero, considerando el elemento humano, el puente -o sea, la base de la cruz- está controlado por los ricos, por el hombre blanco, por los seres superiores, por el diabólico sistema económico, mientras que el tren -o sea, el travesaño de la cruz- va cargado de pobres, de seres inferiores, de prietos, de un rebaño de braceros: una cruz tecnológica de mercado y de explotación humanas. El diablo, a medianoche, le echa «el candado» al infierno/puente y los dos pueblos quedan separados. Entre tanto, «el Río se escapa por debajo del Puente». Y para coronar esta forma de blasfemia trágica, el puente está formado por las dos patas del diablo, diseñando un arco iris del que se desprenden los orines que forman el Río. Las piernas arqueadas del diablo, o puente, semejan un resbaladero en el que el diablo, como los niños del parque, juega con las vidas de la gente. Un gran juego.

El elemento lúdico del juego, en referencia al Río, es muy importante en este texto literario. El niño imbécil Chava, asustado por los guardaespaldas de Ben Lynch, y entre temblorinas, tarareaba una canción que su madre le había enseñado, en donde se cuenta que un pescadito, por jugar, se había salido del Río y se murió, yendo contra la amonestación de la mamá del pescadito. Al igual que el pescadito, el niño Chava había salido de su jardín contra la amonestación de su mamá, y casi lo matan. De todos modos, presenció en el Fortín la matanza de mucha de su gente que había cruzado el Río ese día. En otro incidente, un grupo de niños juguetones estaba «pescando», es decir, sacando pescaditos del Río. Los soldados de Reyes Uranga, después de chistes y carcajadas, los llevaron con ellos. En otras partes de la novela vemos al diablo en plan de juego. Con una mano exprime las aguas en el Río, es decir, el gato patrullero (anglosajón) queriendo atrapar al ratón mojado (mexicano/chicano).

Antes habíamos mencionado que a Jesús Uranga lo habían ahogado en el Río. Se le conoce en la novela con el apodo de «Jesús del Río». Observando de cerca el tono novelístico, Jesús es, desde más de un punto de vista, el personaje principal, por servir de lazo de unión entre el agua y la tierra, entre el Río y el Fortín. En un diálogo entre los muertos del Fortín, que recuerda a los habitantes de Comala, Jesús dice: «Yo soy de agua». Los otros le reclaman: «Eres de tierra, Jesús». Él insiste: «Todo soy de agua». Jesús del Río nos describe su propia situación: que vive en el agua, aunque esté enterrado en el Fortín. Nos indica que no hay contradicción en esto, puesto que el Fortín (símbolo de la tierra) es un acuario resquebrajado en donde él y ellos viven: que de noche se semeja a un pito por el que se oyen las voces de los muertos; que no son otra cosa que los silbidos de los vivos que cruzan el Río.

El desdoblamiento o alter ego de Jesús del Río lo vemos en otro niño, Chonito, que recuerda, a semejanza del imbécil Chava, los consejos de su abuela cuando él quería cruzar el Río. «Bajo el agua», le dice ella, «las arañas una red te van tejiendo. Las sanguijuelas verdes te calarán los huesos. Sombras frondosas como peces moribundos [...] chapaleos en el agua [...] huellas que se ahogan. Verdes sombras, tus pupilas con sal color de los mares [...] ¡regrésateee!».

La abuela de Chonito le está amonestando poéticamente a él lo que le ocurrió a Jesús del Río. Hay un paralelismo evidente entre ambos.

Sobre toda esta estructura de planos parciales se sobrepone otra vez la figura manipuladora del diablo. Al fin de la novela notamos la siguiente ecuación: Marcela, la joven madre del Feto, se equipara al Río. De hecho, muere a mitad del Río. La figura predominante es la del pulpo, a saber, la del diablo. El ojo del pulpo viene a ser el ojo-de-agua del Río, que, a su vez, viene a ser la vagina de la preñada Marcela. El pulpo estira el tentáculo que, al estirarse, se convierte en el Río desbordado y que corresponde al chorro de sangre del parto de Marcela. Por fin, el pulpo retrae el tentáculo y se lo lleva a la boca/estómago, cobrando una vida; el Río, desbordado, retrae sus aguas formando un riachuelo miserable, y la vagina de Marcela, después de dar a luz, se arruga y contrae, dejando un chorrito de sangre en los muslos. El paralelismo es obvio.

Y con esto volvemos al diablo prestidigitador y manipulador de situaciones: sus dos patas (México y Estados Unidos) forman un puente. El mingitorio, ubicado debajo y entre ambas piernas, es el Río. Y coronándolo todo, un arco colorido (el arco iris). Pero, bajo sus dos pies firmes, se hallan dos cementerios de gente explotada y muerta -México y Texas.




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