jueves, 24 de julio de 2014

JOHANN PETER ECKERMANN [12.467] Poeta de Alemania


Johann Peter Eckermann 

Johann Peter Eckermann (21 de septiembre de 1792 - 3 de diciembre de 1854), poeta y escritor alemán, mejor conocido por su conexión de ideas con Johann Wolfgang von Goethe, nació en Winsen, Hanóver, de ascendencia humilde.

Después de prestar servicios como voluntario en la Guerra de Liberación (1813-1814), obtuvo un cargo secretarial mediante el departamento de guerra en Hanóver. En 1817, a pesar de tener veinticinco años de edad, fue habilitado para atender el gimnasium de Hanóver y después asistir a la Universidad de Göttingen, la cual, después de un año de residencia como estudiante de derecho, dejó en 1822.

Un año después, conoce a Goethe, cuando Eckermann le envía el manuscrito de su Beiträge zur Poesie (1823). Poco después va a Weimar, donde se ocupa en actividades de profesor particular. Durante varios años, instruyó al hijo del gran duque. En 1830 viaja a Italia junto al hijo de Goethe. En 1838 obtiene el título de concejal del granducado y designado bibliotecario por la gran duquesa.

Eckermann es recordado principalmente por sus contribuciones al conocimiento sobre el gran poeta, gracias a su obra Conversaciones con Goethe (1836-1848). A Eckermann, Goethe confió la publicación de su Nachgelassene Schriften (obras póstumas) (1832-1833). También fue co-editor junto a Friedrich Wilhelm Riemer (1774-1845) de las ediciones completas de las obras de Goethe en 40 tomos (1839-1840). Murió en Weimar el 3 de diciembre de 1854.



Separación

Dos arroyos que se aman son iguales, dada
su trayectoria conjunta, el extravío de
uno supone la muerte del otro. No hay
yo, ni tú, ni escisión alguna, pues cada
uno en el otro siente la casualidad de
su existencia. El sol fluye fiel desde
la gran distancia y fractura las piedras
del molino, a través de los prados la
tristeza vaga sin descanso. Lo mismo
nos sucede a nosotros cada mañana. 





La pastora

En un hermoso verano sorprendí
en los páramos de un brezo a una
niña sentada en la sombra del bosque,
mientras sus ovejas pastaban. Le pregunté
si florecía el brezo y ella afirmó que
no le importa, pues sus ovejas eran
felices, aunque yo sufro. La abracé
en la floración del brezo y ambos
entonamos una oración. 




Conversaciones con Goethe (fragmento)

A continuación, Goethe habló de sus enemigos, estirpe que, según decía, parecía no extinguirse nunca: 
- Aunque son legión, todavía es posible clasificarlos un poco. 
En primer lugar mencionaré a mis enemigos por estupidez ; son aquellos que no me entendieron y me criticaron sin conocerme. Esta masa considerable me ha causado mucho aburrimiento a lo largo de mi vida, pero hay que perdonarlos, pues no sabían lo que hacían. 
Después, un segundo grupo también considerable lo constituyen los envidiosos . Esta gente no está dispuesta a aceptar la felicidad y la honorabilidad que me he ganado con mi talento. Tratan de minar mi fama y de buena gana me aniquilarían. En cambio, si yo fuera infeliz y desgraciado, me dejarían en paz inmediatamente. 
Después viene un nutrido grupo de personas que se han convertido en mis enemigos por falta de éxito propio . Entre ellos hay algunos talentos destacados, pero no aciertan a perdonarme que yo les haga sombra. 
En cuarto lugar nombraré a mis enemigos con razón . Pues como soy un ser humano y, como tal, no estoy libre de defectos y debilidades, tampoco mis escritos pueden estar exentos de ellos. Pero como me he tomado en serio mi formación y nunca he dejado de trabajar en mi propia dignificación, he vivido siempre en continuo progreso, de modo que muchas veces se me ha reprochado un defecto que hace tiempo que he dejado atrás. Esta buena gente es la que menos me ha afectado, pues me disparaba cuando yo ya estaba a millas de distancia. De hecho, mis obras ya terminadas siempre me han dejado bastante indiferente; enseguida dejo de ocuparme de ellas y me pongo a pensar en algo nuevo. 
Otra gran masa de enemigos se caracteriza por su forma distinta de pensar y por sus opiniones divergentes . De las hojas de los árboles se dice que nunca hay dos iguales, por lo que entre miles de personas resultará aún más imposible encontrar a dos cuya forma de opinar y de pensar armonice plenamente. Partiendo de esta base, debería asombrarme mucho menos el gran número de mis adversarios que la circunstancia de que todavía conserve tantos amigos y seguidores. Mi época, presa de su tendencia al subjetivismo, se apartaba de mi, mientras yo, en mi afán de objetividad, estaba en desventaja y me hallaba completamente solo. 





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